sábado, 28 de junio de 2008

CONGREGACION CMF (PG)





LA CONGREGACIÓN CLARETIANA

Relación histórica























Pedro García Cmf
SAN SALVADOR, El Salvador
Marzo 19, 2007





































Esta copia original, tal como ha salido de la computadora, no deja de ser un borrador. Hay todavía muchas incorrecciones. Se ha impreso y fotocopiado ante la petición del Prefecto de Formación de la Provincia de Centroamérica que quiere presentar el libro a los Formadores en la próxima reunión. Aunque el libro no se haya de editar en español, sino más bien en las lenguas de Asia y Africa, no obstante se corregirá cuidadosamente el original hispano. Así ofrecido ahora, servirá para que hagan las observaciones oportunas al texto antes de la entrega definitiva al Gobierno General.







NOTA PREVIA

Esta NOTA PREVIA no es ningún prólogo ni presentación, que, de editarse el trabajo, quedaría en manos del Gobierno General o de la Prefectura de Formación.

El trabajo no es ni “Breve Historia”, ni “Compendio histórico”, ni nada parecido. Sino una simple relación del desenvolvimiento de la Congregación, destinado a las jóvenes generaciones que, como una gran bendición, va suscitando Dios principalmente en Asia y en Africa, y que no tienen las fuentes donde informarse sobre los principios del Instituto y de sus Organismos algo anteriores a nuestros días, por hallarse todas en español y guardadas en las Curias más antiguas. Lo más actual lo tienen en la colección de NUNC, publicado desde 1968 hasta hoy.

Lectura fácil, que ojalá resultara también amena, no se pone cita alguna, pero todo está tomado con absoluta fidelidad de las clásicas Historias de los Padres Mariano Aguilar y Cristóbal Fernández, de los Anales, de NUNC, de los Boletines de las Provincias, o de algunas Biografías, aunque a veces se insertan tradiciones orales de los antiguos Misioneros llegadas hasta nuestros días.

Si se hubieran puesto notas, se haría el texto insufrible, pues en cada línea habría que poner las fuentes, necesarias en una Historia crítica, pero no en una simple lectura. La misma Historia del Padre Aguilar las omite, y nadie duda de la veracidad de lo que narra.

A la par que informativa la relación quisiera ser también formativa, en el sentido que demuestre los sacrificios, la generosidad, el heroísmo muchas veces, de quienes han trabajado para darnos una Congregación cada vez más fiel al Evangelio y al espíritu de Claret nuestro Fundador y Padre. Esto se recalca, sobre todo, al narrar las fundaciones, normalmente cargadas de mucho sacrificio. Se ha mirado especialmente este punto dada la condición de los principales destinatarios que son las jóvenes vocaciones.

A este punto de la formación obedece el que al citar a los Misioneros más distinguidos se les encierre en una frase suya gráfica o en un hecho edificante, aunque no se trace propiamente una semblanza de su persona. Leer un nombre a secas es lo mismo que olvidarlo tal como se lee, mientras que por la frase o el hecho queda grabado en la memoria.

No extrañe la extensión relativamente larga que se da a los principios de la Congregación. Se ha hecho así muy a propósito, dada la condición de los destinatarios. Si no conocen bien los orígenes de la Congregación, habremos conseguido muy poco. Es necesario que tengan una idea clara sobre los inicios. Si falla esta parte, sería como si no existieran los Hechos de los Apóstoles en la Historia de la Iglesia…

Esto mismo se puede decir sobre las fundaciones de Chile, que tiene una extensión desproporcionada en comparación de otros Organismos también muy meritorios. Es por la significación que tuvo “La Provincia de los santos”, la primera de América, y que plasmó tn brillantemente el ideal misionero de Claret en los principios de la Congregación.

La relación se extiende al narrar los principios de las Casas o de los Organismos. Después, la larga historia de cada Casa o Provincia se puede resumir en muy breves puntos o en uno solo, pues los lectores del libro ya saben dónde situarse dentro del conjunto de la Historia de la Congregación, y a qué Organismos pertenecen aquellos Misioneros más distinguidos cuya semblanza se diseña. Vale esto especialmente para las Casas que se diseminaron por toda España. Quizá aquí convendría un mapa de España y Portugal, marcadas las tres Provincias de Cataluña, Castilla y Bética, con el nombre de las Casas principales y las otras señaladas simplemente por puntos.

¿Orden? Cronológico riguroso mirando la fecha de la fundación, aunque después sigue de una vez todo el Organismo, de la Casa o de la Provincia.

El recuerdo de los Mártires no es ni muy breve ni demasiado extenso. Dada su importancia, parece justa la reseña que se hace.

Dependerá del Gobierno General, si se llega a editar el libro, el insertar algunos mapas orientadores.

Cuando inicié este trabajo no tenía noción del libro Las huellas de Claret del Padre Vicente Sanz, ni del Calendario de la Congregación que está confeccionando el Padre Jesús Palacios. De haberlos conocido, quizá ni le habría propuesto al Padre General este mi plan. Sin embargo, me propuse no mirarlos en absoluto hasta tener acabado mi trabajo, que estaba ya en marcha y bastante avanzado cuando supe de los otros dos. No los miré, pues así podía obrar con absoluta independencia. A mi parecer, son tres trabajos no antagónicos, sino complementarios. Ninguno estorba a otro y los tres se ayudan y se sintetizan en una buena armonía.

Y ahora, vengan observaciones, avisos, correcciones…, que se recibirán con el mayor gusto y se les prestará suma atención. Todo quedará a la revisión, gusto y decisión definitiva del Gobierno General.

Pedro García Cmf


Como puede observarse a simple vista por el Indice, el trabajo sigue un orden rigurosamente CRONOLOGICO.


INDICE

1849. La Fundación, pág. 7 - Buscando las raíces, 8
El aleteo del Espíritu, 11 - La primera Comunidad, 14
Ocho años estáticos, 16
1858. Empieza el Padre Xifré, 18
1860. El decenio de los sesenta, 22
1860. Barcelona y Segovia, 26
1868. La Revolución del 68, 28
1868. La gran hora del Padre Xifré, 31
1869. La Congregación en Argelia, 36
1870. Chile, 38
1880. Cuba, Desastre, Resurgimiento e Inquietudes, 50
1881. Casas por toda España… Madrid, 54-75
1883. Guinea Ecuatorial, 76
1884. México, 81
1884. Roma, 87
1895. Brasil, 91
1897. Italia, 97
1898. Portugal, 99
1898. El Venerable Padre Clotet, 102
1899. El Padre José Xifré, 103
1899. El Padre Clemente Serrat, 105
1901. Argentina, 106
1902. Estados Unidos, 111
1906. El Padre Martín Alsina, 117
1908. Uruguay, 118
1908. Alemania, 118
1908. Colombia, 122
1909. Bolivia, 129
1909. Perú, 131
1912. Inglaterra, 134
1913. Francia, 136
1922. Los Padres Generales Nicolás García y Felipe Maroto, 138
1923. República Dominicana, 139
1923. Panamá, 140
1923. Venezuela, 145
1927. El Salvador, 147
1927. Sao Tomé, 148
1932. Polonia, 150
1936. Puerto Rico, 151
1936. La Epopeya Martirial, 153
1947. Filipinas, 195
1949. Primer Centenario. General, el Padre Peter Schweiger, 202
1951. Costa Rica, 203
1951. Austria, 205
1951. Japón, 207
1953. Canadá, 209
1955. Ecuador, 210
1958. Suiza, 212
1962. República Democrática del Congo, 213
1966. Guatemala, 215
1966. Nicaragua, 217
1967. Honduras, 218
1967. La Renovación Postconciliar. Capítulo Gral. Extraordinario, 219
1969. Angola, 221
1970. India, 222
1970. Camerún, 226
1971. Eslovenia, 228
1973. Nigeria, 228
1974. Gabón, 230
1979. Paraguay, 232
1982. Korea, 233
1983. Australia, 234
1984. Sri Lanka, 235
1990. Indonesia-Timor Leste, 236
1990. Costa de Marfil, 238
1990. Bielorrusia, 240
1991. Kenia, 241
1992. Rusia, 242
1994. Taiwán, 244
1994. Tanzania, 245
1995. Uganda, 246
1996. República Democrática Checa, 247
1997. Slovensko, 248
1997. Ghana, 248
2000. Haití, 249
2002. Zimbabwe, 250
2002. Vietnam, 251
2002. Belize, 252
2006. Mozambique, 253

LA FUNDACION

Quizá no hay Orden o Instituto religioso que cuente con un hecho tan singular como nuestra Congregación claretiana. Porque todos comienzan con pasos inciertos siguiendo la idea que se ha trazado el fundador. Sólo al gran organizador San Antonio María Claret le debe la Congregación el poder narrar su nacimiento con lugar, fecha y hora exactos.
A cada uno de los cinco seleccionados, algunos de los cuales ni se conocían entre sí, les transmite una orden: -El lunes 16 de Julio le espero en el Seminario de Vic. Escueto. Y comenta el detallista y angelical Padre Clotet:
-A las tres en punto de la tarde nos encontrábamos los seis en la celda de un seminarista: un crucifijo sobre una mesita, una Imagen de la Madre del Divino Amor, pintada al óleo; una silla muy modesta para el presidente, y dos bancos sin respaldo para la pequeña comunidad.
Era el primer encuentro. Descrito el lugar y la hora precisos, continúa el encantador cronista con las primeras palabras del Fundador: -Hoy comenzamos una grande obra. Sonrisas en el Padre Vilaró: -¡Así será de grande siendo nosotros tan jóvenes y tan pocos!... Y Claret: -¿No lo cree usted? Pues, ya lo verán, ya lo verán… Sigue la narración:
-La Congregación empezó a funcionar invocando todos con fervor al Espíritu Santo, y poniéndose bajo la protección especial de Jesús y de María.
No podemos exigir más precisión en un acta de nacimiento: Vic, 16 de Julio de 1849, tres de la tarde en punto, y con la relación exacta de las palabras fundacionales. Una suerte enorme para la Congregación.

Los seis reunidos, que sólo tenían una idea vaga de lo que el Padre Claret pretendía, eran los primeros asombrados, como escribe el Padre Clotet:
-¡Espectáculo digno de la admiración de los ángeles! Seis buenos sacerdotes en la reducida habitación de un seminarista están seriamente conferenciando sobre el modo de llevar a cabo las empresas más grandes que concebirse pueden para gloria de Dios y salvación de las almas. Para los prudentes del mundo esto no podía significar otra cosa que la manifestación de algunos buenos deseos. En verdad, aquellos principios eran tan humildes que no todos los presentes comprendieron los prodigiosos resultados que aquella reunión iba a tener.

Un punto importante. En su Autobiografía, una vez narrada la fundación, el Padre Claret nos ha dejado la que siempre hemos llamado “Definición del misionero”. Más bien es un escrito autobiográfico: Claret se describe a sí mismo, lo que es él y lo que quiere sea su vida. Pero, ¿no podrán ser también así los Hijos del Corazón de María? De hecho, años más tarde le enviará al P. Xifré una copia de lo que ya tenía escrito, con este encargo: “Aquí va este papelito, que quisiera que cada uno de los misioneros copiara y llevara consigo”. Es lo de Pablo: “Imitadme a mí, como yo imito a Jesucristo”. Nos sabemos todos de memoria el texto de la autobiografía:
“Yo me digo a mí mismo: Un Hijo del Inmaculado Corazón de María es un hombre que arde en caridad y que abrasa por donde pasa; que desea eficazmente y procura por todos los medios encender a todo el mundo en el fuego del divino amor. Nada le arredra; se goza en las privaciones, aborda los trabajos; abraza los sacrificios; se complace en las calumnias y se alegra en los tormentos. No piensa sino como seguirá e imitará a Jesucristo en trabajar, sufrir y en procurar siempre y únicamente la gloria de Dios y la salvación de las almas”.
Y el dato curioso. El Papa Pablo VI recibió al Capítulo General del año 1973 el 25 de Octubre, y todos oímos contar a los Capitulares los simpáticos gestos del Papa cuando iba leyendo el párrafo “nada le arredra; se goza…”, tomado de la Liturgia de las Horas del día anterior. Moviendo las manos y con la expresión de su cara, parecía comentar: ¡Vaya programa de vida que tienen por delante los claretianos!...

Y otro detalle que no debemos pasar por alto. Nos ha dicho el Padre Clotet que, junto con el Crucifijo sobre la mesita, había en la celda un cuadro al óleo de la Madre del Divino Amor, así llamados entonces los cuadros del Corazón de María, originarios de Italia. ¿Casualidad? ¿Expresamente llevado, porque el óleo era propiedad del Padre Sala?... Nos es igual. Sabemos que el Fundador quería “una Congregación de Sacerdotes que fuesen y se llamasen Hijos del Inmaculado Corazón de María”. Pasarán los años. En 1865 dirigirá el Arzobispo Claret los Ejercicios a sus Misioneros en la misma casa de Vic; durante una meditación mira la imagen de María, y le dice arrebatado: “Vos la fundasteis; ¿no os acordáis, Señora, no os acordáis?”. Y añade el Padre Clotet: “Lo dijo con tal acento y naturalidad, que echaba de ver recordaba muy al vivo en aquel momento el precepto, las palabras y la creencia de la Madre de Dios”.

Comenzaron los Ejercicios Espirituales el mismo 16 de Julio a las cinco de la tarde, precisa el primer historiador Padre Aguilar. El Fundador, para la primera plática, se basó en las palabras tan conocidas del salmo 22: “Tu vara y tu cayado me sostienen”, aplicándolas a la Virgen y a Jesús, por celebrarse aquel día en España la doble fiesta del Carmen y del Triunfo de la Santa Cruz. Palabras que el Padre Claret tenía muy bien leídas en Las Glorias de María de San Alfonso María de Ligorio: “El cardenal Hugo entiende por cayado el madero de la cruz, y por vara la intercesión de María, que fue la vara profetizada por Isaías”.
De aquellos diez días de Ejercicios, dice Claret, “todos salimos muy fervorosos, resueltos y determinados a perseverar, y, gracias a Dios y a María Santísima, todos han perseverado muy bien”.

Así fue la fundación. Ahora nos toca remontarnos a la primera idea del Fundador y continuar después con el desarrollo de la criatura que viene al mundo tan diminuta, a ver si será una ilusión o una realidad eso de que se comenzaba una grande obra…

BUSCANDO LAS RAICES

¿Cuándo nació la primera idea de una Congregación misionera en la mente de Claret? Para apreciarlo, hemos de estar impuestos en la vida del Fundador. Nada más ordenado de sacerdote, ejerce el cargo de Párroco en su nativa ciudad de Sallent. Nota desde el primer momento el hambre de la Palabra de Dios que siente el pueblo, y brilla el ideal: ¡Una asociación de sacerdotes evangelizadores!... Consulta con el Padre Bach, el autorizadísimo director espiritual del Seminario, y se lo desaconseja del todo. En la España revolucionaria de aquellos días era inútil pensar en ello, al estar prohibidas todas las Órdenes en absoluto por los Gobiernos de turno. Resuelve entonces marchar a Roma para ponerse a las órdenes de la Congregación de la Propagación de la Fe a ir a las Misiones Extranjeras.
Fracasa por su salud en el noviciado de la Compañía, y oye al santo General el Padre Roothaan: -Vuelva, vuelva pronto a España. Es voluntad de Dios, que le ha traído a la Compañía sólo para que aprenda a salvar almas para el Cielo.

Ya en su Obispado de Vic, es destinado temporalmente al pueblecito de San Juan de Oló, donde obra maravillas, y aquí precisamente empieza a reunir a sacerdotes a los que va formando en el modo de predicar de manera apostólica.
Convertido en el “Misionero Apostólico” de toda Cataluña, mientras puede se asocia a compañeros que le ayuden en la tarea ímproba de las misiones. Conoce a bastantes, los examina, los calibra, y les invita a formar parte en la “Hermandad del Santísimo e Inmaculado Corazón de María”. Nada de Congregación religiosa todavía, impensable por las circunstancias políticas.

Cuando había llegado el momento propicio, es enviado Claret de misionero a las Canarias en Febrero de 1848, dejando recién iniciada la Librería Religiosa, encomendada al canónigo y amigo íntimo Dr. Caixal, pero sin fundar la Congregación. Algunos, malhumorados y con absoluta desilusión, empezando por el mismo Caixal, se la figuraron muerta sin haber nacido. Sólo Claret era providencialista: -Díganle a mi Superior que me llame, y voy inmediatamente en la primera embarcación de Mayo. Para Claret, la voz del Obispo era la voz inequívoca de Dios. Y todo se cumplió matemáticamente.

Nada más llegar a Cataluña empezó a ponerse en comunicación con los compañeros que tenía en la mente. Recordamos uno por uno a los cinco seleccionados, para no olvidar nunca los nombres de los primeros hermanos que Dios nos dio.

El Padre Esteban Sala. En la plenitud de sus 37 años, era la síntesis de todas las virtudes humanas y sobrenaturales. Presencia agradable, distinguida y educación esmerada. Talento superior. Predicador celoso. Y todo un santo. Al ser nombrado Claret Arzobispo de Cuba, el Padre Sala quedó asignado por unanimidad como Superior del grupo. Tan semejante al Padre Fundador, que la gente le llamaba “el heredero del Padre Claret”.
Y era cierto: el Padre Claret, al quedar confirmado como Confesor de la Reina, propuso al Padre Sala para Arzobispo de Santiago de Cuba, porque “me ha parecido el más a propósito, ya por sus prendas personales ya por ser él de un mismo espíritu que yo”. Pero el así designado tan a dedo para Arzobispo, no quiso aceptar de ninguna manera. Y el mismo día en que se lo fueron a comunicar de modo definitivo, el Padre Sala moría inesperadamente en Barcelona, con la sonrisa en los labios, como diciendo: -Los hombres no han querido hacerme caso; pero me lo ha hecho Dios.
Sin embargo, ¿podemos señalar una limitación al Padre Sala, que influyó desfavorablemente en la naciente Congregación? Si; y lo reconocen todos, empezando por el Padre Xifré: tantas cualidades, pero le faltaba ser hombre de empresa; tenía que haber sido más arriesgado.

El P. Manuel Vilaró, de 33 años, del que decía Claret cuando lo tenía por compañero: “Está bien y trabaja muchísimo, y la gente está muy contenta de él”. Atractivo, simpático, de voz timbrada y agradable, era un predicador muy apreciado. Acompañó a Cuba al Padre Fundador, que dice de él: “Virtuoso y muy celoso, trabajó muchísimo, enfermó, y viendo los médicos que en Cuba no había esperanza de curar, hubo de regresar a Vic”, donde murió el 27 de Septiembre de 1852. De él y del Padre Sala escribió el Fundador en su Autobiografía: “Dos han muerto, se hallan actualmente en la gloria del cielo, gozando de Dios y del premio de sus trabajos apostólicos, y rogando por sus hermanos”.

El Padre José Xifré. Va a ser el gran hombre de la Congregación. De treinta y dos años, alto, seco, de carácter recio e indomable, colérico, emprendedor, jefe por naturaleza, intransigente contra cualquier irregularidad, lleno de celo por la gloria de Dios, apóstol ardiente. Soñaba en ser también fundador de sacerdotes misioneros. Pero, al conocer los designios de Claret, se unió a él como simple colaborador renunciando a la propia gloria. Fue un santo de talla gigante, del que se cuentan hasta milagros. Contra todas sus apariencias externas, era tierno, tenía un corazón de oro y una humildad profunda.
Cuando le confió al Padre Mariano Aguilar la Historia de la Congregación en sus primeros cincuenta años, le encargó con su seriedad característica: -No me nombre a mí para nada. -Usted me pide un imposible, Padre. -Pues, que sea lo menos posible. Cuando oigo el nombre de Xifré me parece ver la cosa más repugnante y asquerosa del mundo; paso mucha vergüenza y padezco horriblemente”. Con un poco más de suavidad en su carácter, lo hubieran tenido todos como un verdadero portento. Tomó a la Congregación en sus manos con diez individuos en la casa de Vic, y al morir en 1899 la dejaba distribuida en 60 casas, con más de 1.368 profesos y 406 novicios y postulantes.

El Padre Domingo Fábregas, también de treinta y dos años, hará mucho bien como misionero pero sin llamar nunca la atención. Es uno de esos hombres que han nacido para brillar por su humildad y pasar siempre desapercibidos. Simple coadjutor en una parroquia, el día antes de la fundación, le llama su Obispo: -Cuando usted se ordenó, me insinuó que sentía aficiones por la predicación. -Sí, Señor Obispo. -¿Y ha cambiado de idea? -Todo lo contrario; sigo en las mismas. -Entonces, póngase mañana mismo a disposición del Padre Claret. Ahí estuvo todo.
El severo Padre Xifré lo describirá después: “Aprensivo y melancólico, poco apto para el trato humano. Pero tenía buen talento, buena voz, y facilidad para componer y expresarse. Era apto para toda clase de predicaciones, remirado en sus actos, cauto y devoto. Dio muchísimas misiones y ejercicios espirituales a toda clase de personas”. Modesto cuanto queramos, pero magnífico operario en el campo del Señor.

El Padre Jaime Clotet, el más joven con sólo veintiséis años, era humilde, recatado, detallista, activísimo, sumido siempre en oración, querido de todos, apegado al Padre Fundador como Juan a Jesús. Ejercerá en la Congregación una influencia enorme durante toda su vida, por su santidad mucho más que por sus cargos.
Un día expone con sencillez a los superiores diocesanos su inquietud: -No me siento bien. Creo que párroco no es lo mío. -¿Conoce al Padre Claret? -Sólo de vista y por su fama de santidad. -Vaya a verlo, dígale que va de parte de sus superiores y haga lo que él le diga. Fue, y el Padre Claret, sin más: -¿Le gustaría formar parte de una asociación de sacerdotes que nos dedicaríamos a la predicación durante el año, y en los meses libres a la oración y al estudio? -Sí; pero yo no me creo apto para ello, ni por mi constitución ni dotes físicas. -De eso usted no se preocupe. Vaya a su parroquia, arregle sus asuntos, y el 14 ó 15 de Julio esté aquí.
El humildísimo Padre Clotet va a desempeñar en la Congregación un papel fundamental precisamente por esta humildad y sencillez con que se ha presentado a los Superiores y al Fundador. Con su nimiedad detallista nos ha conservado unos recuerdos que, sin ellos, la Historia del Fundador y de la Congregación tendrían unos vacíos imposibles de llenar.


EL ALETEO DEL ESPIRITU

Ya tenemos fundada la Congregación y conocemos a los cinco primeros “hermanos” que se ponen bajo la guía de Claret. Hubo una falla desde el principio: la ausencia del canónigo Doctor Caixal: “¡Era yo, era yo uno de los que habían de entrar a constituir la Congregación, pero no me dejaron!”. El Arzobispo de Tarragona no quiso desprenderse de tan valioso elemento, el cual era nombrado poco después Obispo de Seo de Urgel.
Por Caixal sabemos que el Fundador asignó a cada uno de los Misioneros un Apóstol en particular como especial Patrono. A Caixal le había señalado San Pablo, y el Doctor lo tomó tan en serio, que, a partir de entonces, dedicó dos horas diarias a leer y meditar las Cartas del Apóstol. Además, en la mente de Claret, cada casa que se fundase no debía de contar con más de doce misioneros. Para él, la cosa no admitía dudas: los hijos de la Congregación eran ante todo apóstoles en el pleno sentido de la palabra, y, como decía, “animados del mismo espíritu que yo”.

Acabados los Ejercicios Espirituales iniciados el 16 de Julio, se nombró por unanimidad Superior al Padre Claret y se estableció un Reglamento, ya que no existían Constituciones.
¿Y qué vida empezaron a llevar en el Seminario de Vic durante las vacaciones de los seminaristas, y después en la Casa de La Merced que les asignó el Obispado una vez iniciado el curso escolar? No era el verano apto para la predicación, y desde un principio lo dedicaron los Misioneros para la formación propia con el estudio y la oración. Esta sería la costumbre de la Congregación por muchos años. Lo que hoy llamaríamos con tanta propiedad la formación permanente. Se impartían tres clases de Teología Moral, Oratoria y Ascética. Consideradas como clases externas, dice Claret que eran admitidos a ellas para su buena formación “hasta cincuenta y seis sacerdotes, y algunos de ellos saldrán muy aventajados predicadores”.

“De los Ejercicios salimos fervorosísimos”, dice Claret, y la pequeña Comunidad empezó a demostrarlo con una vida de oración intensa. Aparte del Oficio Divino, naturalmente, cada uno celebraba la Eucaristía y después ayudaba la de otro compañero, acabada la cual habían de dar gracias por lo menos durante quince minutos. Tenían una hora de meditación diaria, lectura espiritual y examen al mediodía, rosario, visita al Santísimo después de comida y cena, con otras devociones particulares. Entre estas devociones no citan expresamente el Rosario entero. Pero sin temor alguno a equivocarnos, podemos asegurar que aparte del de comunidad rezaban todos en privado las otras dos partes, pues fue una costumbre muy arraigada en la Congregación desde el principio hasta nuestros días el rezar los quince misterios completos. Como se ve, mucha vida de oración.

Para mayor recogimiento, se guardaba perfecto silencio fuera de las tres recreaciones establecidas, que eran: después de la comida y cena un recreo de media hora, y otro de una hora a mitad de la tarde, que podía hacerse de paseo fuera de la casa.
Así, desde el principio y guiados por el mismo Fundador, los Misioneros del primer núcleo, aunque sin votos, fueron trazándose un Reglamento que sería el germen de las futuras Constituciones.

La pobreza de los Misioneros era muy notable, recordada por el Padre Clotet: “La cama era muy sencilla; se componía de tablas de madera; no teníamos en ella sino un colchón, sin jergón. Al principio la encontramos muy dura, pero a los pocos días era para nosotros la más cómoda”. Aprendido en el noviciado de la Compañía, el Padre Claret no estableció penitencias de regla en la Congregación, fuera de la costumbre de ayunar, y muy suavemente, un día a la semana. Pero recomendó muy vivamente la mortificación, especialmente en la comida. Aquella primera comunidad se mostró tan sobria, que el Rector del Seminario se lo hubo de advertir preocupado al Fundador, el cual les llamó gravemente la atención a los hermanos: -Mortificación en la comida, sí; pero en modo alguno que se debiliten las fuerzas y no puedan después con el sagrado ministerio.

La caridad brilló desde el primer momento de modo singular, tal como dice el P. Clotet: “Sus delicias eran servirse los unos a los otros en la mesa y aun en los oficios más bajos”. Para ejercitarse en ella, Dios permitió que el Padre Domingo Fábregas cayese gravemente enfermo, hasta tener que visitarle el médico treinta días seguidos. Empezando por el Padre Claret, sin Hermanos ni ayudantes que todavía no tenían, por unos dos meses al menos tuvieron todos que velarle continuamente, día y noche, prestándole los más humildes servicios. Y tanto Claret como Clotet hacen notar la alegría de todos ellos al poder servir tan caritativamente al hermano enfermo.

El Padre Clotet da unos detalles que podrían ser sacados de los Hechos de los Apóstoles:
-Todos aparecían pobres, desprendidos del mundo y sencillos y obedientes. Sus delicias eran servirse los unos a los otros en la mesa y aun en los oficios más humildes. No tenían sirvientes ni Hermanos Coadjutores, supliendo esta falta ellos mismos con santa emulación. Eran visibles y admirables los efectos del amor que les tenía Jesús y la protección que les dispensaba su bendita Madre.

El Padre Esteban Sala, como ejemplo de humildad, tuvo cierta noche en la cena una ocurrencia singular. Arrodillado en medio del comedor, se acusó públicamente de sus faltas, prácticamente todas íntimas, pues externamente era observantísimo, y lo hizo con tal sentimiento que el bonísimo Padre Ignacio Carbó, recién incorporado a la Comunidad, “no pudo contener sus gemidos y sus lágrimas, poniéndose a llorar como un niño”.

Como no podía ser menos en los “hijos” y “hermanos” del Padre Claret, el celo apostólico era muy intenso, aunque de momento, debido a las circunstancias, estuviera reprimido en el seno del volcán.

Estas eran, añade el Padre Clotet, “las primicias del espíritu de la Congregación”, que, nada más nacida, se va a ver probada en su fe de una manera inesperada y durísima: a muchos miles de kilómetros de distancia había una Iglesia necesitada de pastor y reclamaba un arzobispo con urgencia.

¿Arzobispo, hemos dicho?... El caso fue muy grave. La Congregación no murió apenas nacida porque Dios no quiso. Dejamos muchos detalles para la Vida de San Antonio María Claret y nos fijamos sólo en lo que nos interesa respecto de la Congregación.
Concluidos los Ejercicios iniciales de aquel 16 de Julio, le piden a Claret que dirija otros al Clero de la Ciudad en la misma iglesia del Seminario. Acaba el día 11 de Agosto una meditación, y le llama el Obispo al vecino palacio episcopal: -Tenga, esto es para usted. Abre, y se encuentra con el Real Nombramiento para el Arzobispado de Santiago de Cuba, fechado el 4 de Agosto. Comenta Claret: “Yo quedé como muerto con tal noticia, y supliqué al Sr. Obispo se dignase contestar por mí diciendo que de ninguna manera aceptaba”.

Claret guardaba el secreto, y seguía la vida ordinaria, plenamente convencido de la eficacia de su renuncia. Por si acaso, lo dijo sólo al Padre Sala. Con todo, ¿se podía mantener el silencio por mucho tiempo? Al cabo de tres semanas corrían ya rumores y el P. Sala no tuvo más remedio que confirmar la noticia, aunque algo matizada:
-Sí; pero el Fundador ha renunciado. Y en el peor de los casos, si el Instituto es obra de Dios, saldrá pujante de prueba tan amarga.
El Padre Xifré fue más audaz y se presentó al Padre Claret, que le contestó:
-Es cierto que me han nombrado Arzobispo, pero es cierto también que quien recibe dicho nombramiento puede renunciar. ¿No les parece a Ustedes imposible que me hayan nombrado Arzobispo?

No hace falta seguir con el forcejeo durante meses entre las autoridades de la Iglesia y el elegido Arzobispo de Cuba. Su Obispo, al fin, le escribió con resolución: “Habiendo consultado este asunto con la Virgen Santísima de Montserrat, me atrevo a asegurar que resistirá Usted a la voluntad de Dios si su resolución es negativa, por cuyo motivo, en cuanto yo puedo, le mando que acepte dicho Arzobispado, porque así lo dispone Dios”.
Claret bajó la cabeza, y contestó la carta: “Después de mucha oración, ha resuelto mi director espiritual que era la voluntad de Dios que aceptase el nombramiento para el Arzobispado de Cuba, a lo que humildemente me rindo, no contando con mis fuerzas que son ningunas, sino con el auxilio del cielo”.

Ante el hecho consumado, el Instituto había recibido el golpe mortal, según pensaban todos los de fuera. Entre los hermanos cundió ciertamente el desaliento, pero no les falló la fe, como lo demuestra el que siguieron todos sin excepción en la vocación recibida, a pesar de las tremendas dificultades en que se desenvolvió la obra en este primer año. Mucho influyó para mantener la serenidad el que Claret continuase con sus Misioneros en las mismas tareas que antes, predicando, escribiendo y organizando como si no pasase nada, durante el año y cuatro meses que faltaban hasta su salida para Cuba.


LA PRIMERA COMUNIDAD

Ya en la Casa de la Merced, a donde se trasladaron el 9 de Octubre de aquel 1949, empezaron a dirigir Ejercicios Espirituales a sacerdotes, seminaristas y seglares, dirigidos especialmente por el Padre Claret. Pero, ¿qué ocurrió? El gran convento que, con la iglesia adjunta, les dio tan generosamente el Obispo no estaba debidamente acondicionado. Faltando lo más elemental en las celdas y comedor para tanta gente cuando había Ejercicios, los Misioneros, con un espíritu de mortificación y desprendimiento sorprendentes, cedieron sus habitaciones, camas y muebles, y ellos, tendidos en el suelo de un salón, dormían sobre incómodas esteras. Aunque el Padre Claret, con algunos donativos, determinó acomodar y amueblar más habitaciones para evitar aquella situación.

Instalados ya en la Merced, el 23 de Abril de 1850 comenzó la Comunidad una tanda de Ejercicios Espirituales, dirigida por el mismo Claret, y a la cual asistieron algunos de los compañeros que llevaría a Cuba y otros insignes eclesiásticos, como el célebre oratoriano Padre Bach y los Doctores Caixal y Passarell.
Fue en esta primera tanda cuando se dio aquel caso tan especial del Padre Xifré. El Fundador, ya nombrado definitivamente Arzobispo, pidió el poder besarles los pies a cada uno en el comedor. ¡Bueno estaba el Padre Xifré para esto! -¡A mí no me los besa!... No cedía en modo alguno, hasta que hubo de someterse por obediencia ante el mandato formal del Superior. Pero, terco en la suya, impuso la condición: -Y ahora, Padre, Usted se va a dejar besar los pies por nosotros. No lo consiguió. Y todos convinieron en conmutar aquel acto de humildad por un beso en el Crucifijo que les alargaba el Padre, Fundador y Arzobispo.

La Comunidad de los Misioneros en este año no se componía sólo de aquellos seis primeros hermanos (así los llamaba siempre Claret), sino que pronto se les añadieron nuevos y magníficos elementos, como el Padre Ignacio Carbó. Eran religiosos exclaustrados de otras Órdenes que no podían vivir en sus conventos. Y aunque fuese sólo temporalmente, ingresaron en el nuevo Instituto monjes tan valiosos como el Padre Bernardo Sala y José Reig; igual que otros sacerdotes muy ejemplares que irían a Cuba con el Padre Fundador, tales como Antonio Barjau, Paladio Curríus y Manuel Subirana. No pertenecían a la Congregación, pero siempre se consideraron como verdaderos hermanos los unos con los otros..

Fervorosos de verdad, aquel año se dispersaron los Misioneros por los pueblos con Misiones, Novenarios, Ejercicios y toda clase de ministerios de la Palabra. La estrechez de la vida en la casa, debida a la pobreza, no les amilanaba y la sobrellevaban con gozo. Aunque Don Mariano Aguilar y Don Benito Vilamitjana, excelentes sacerdotes encargados de la Iglesia de la Merced y admitidos desde el principio a vivir con los Misioneros, cuidaban de ellos como dos madres, y les decían cuando se iban a predicar: -¡Váyanse! Al menos podrán comer… Eran los auténticos Misioneros que, según la definición claretiana, “se gozan en las privaciones y abrazan los sacrificios”…
Aquel primer año largo de tanta austeridad fue feliz para ellos, como recuerda el Padre Clotet, porque “estas y otras semejantes cosas no eran pruebas para nuestros Padres, muy bien recompensados con gozar de la presencia del Padre Fundador. La paz de alma del Siervo de Dios que se notaba en todo tiempo y la amenidad de sus conversaciones eran para todos puerto seguro en medio de las tempestades”.

Llegó el 16 de Julio de 1850, todavía sin la consagración episcopal del Fundador, y fue el mismo Claret quien organizó la fiesta del primer cumpleaños, a la cual invitó también al Doctor Caixal. El día de la Virgen del Carmen se ha seguido conmemorando siempre en la Congregación con el mismo fervor, gozo y amor fraternal que aquel primer aniversario dispuesto por el Fundador.

Mientras el Padre Claret se preparaba para su consagración episcopal el 6 de Octubre de 1850ctubre de 1850,Oc, acabado el verano, los Misioneros se dispusieron a emprender la campaña misional de 1850-1851, o sea, de Octubre al mes de Abril siguiente. Al llegar la época de las predicaciones, el Fundador introdujo la costumbre, guardada después como algo habitual, de prepararse con una tanda de Ejercicios especial para el ministerio apostólico que se avecinaba, y practicar después otra tanda al finalizar la campaña.

En esta campaña primera, el P. Fundador ya no pudo dar ninguna misión, por estar preparando el viaje a Cuba, igual que el P. Vilaró, que marchaba con él y no dio más que una sólo. El Padre Sala dio únicamente dos, por no poder dejar la casa en aquellas circunstancias. Quedaban siete Padres disponibles. Pues, bien; la campaña acabó con 48 Misiones, de quince días las más breves, otras de veinte y algunas hasta de un mes completo. ¡Qué tipos aquellos primeros Misioneros! Eran unos perfectos continuadores en el espíritu y en las formas del Misionero apostólico Padre Claret, descritos así por el Padre Clotet:
-A imitación de nuestro amado Padre Fundador, íbamos a las misiones a pie, aunque los pueblos a donde nos enviaban estuviesen a largas horas de distancia. No recibíamos dinero ni cosa equivalente por nuestros trabajos apostólicos; en algunos pueblos, no estando en casa del párroco, sino en otra habitación que él nos señalaba para que estuviéramos más libres y pudiéramos seguir nuestro reglamento como en casa, vivíamos de limosna, o sea, de alimentos frugales en especie, que las gentes espontáneamente nos traían. Concluida la misión, se distribuía lo sobrante entre los pobres”.

Fidelísimos cumplidores de su deber, por hallarse en la temporada de misiones, ni uno de ellos dejó su puesto, con harto dolor, para ir a despedir al Padre Fundador cuando el 28 de Diciembre se embarcaba en Barcelona para Cuba. En representación de los Padres de la Comunidad de la Merced fue el amigo Don Mariano Aguilar.
Ojos avizores adivinaban lo que podía ser la nueva Congregación. El dominico Padre Domingo Costa, apóstol de California, aseguraba años después al Padre Clotet: “Parecía que aquellos Padres salían del Cenáculo; yo lo vi; era una imagen de Pentecostés”.



OCHO AÑOS ESTATICOS

Vamos a llamar así al tiempo que va desde la marcha del Arzobispo Claret a Cuba hasta su vuelta a Madrid como Confesor real, seguida de la muerte del P. Sala y elección del Padre Xifré como Superior.
El distanciamiento físico y obligado entre el Fundador y sus Misioneros no impidió que todos se llevaran afectivamente muy adentro del corazón.
Pero, dicho desde el principio, estos años fueron para la Congregación, en cuanto a desarrollo externo, unos años estáticos, inoperantes, medio muertos, aunque se mantuviese muy vivo el espíritu de Claret en aquel puñadito de selectos.

De los confundadores quedaban en casa cuatro: Sala, Xifré, Fábregas y Clotet, verdaderos santos y misioneros de cuerpo entero. Se les agregaron los monjes exclaustrados Ignacio Carbó, José Reig y Bernardo Sala, hermano del Padre Esteban, los tres verdaderas joyas. Y entre los sacerdotes tan ejemplares que ingresaron hay que contar en especial a los Padres Pedro Alibés, José Serra, Miguel Rota, Francisco Reixac y José Quintana. Todos perseveraron en la Congregación, aunque el benedictino Padre Sala y el Mercedario Padre Reig regresaron a sus respectivas Órdenes apenas se lo permitieron las leyes.
¿Y el cisterciense Padre Carbó? Alma inocente y buena como un ángel, se sintió gravemente enfermo mientras daba misión con el Padre Clotet, a quien le dice el moribundo cuando lo ve entrar en su habitación: -Padre, descúbrase. Pero, ¿es que no ve a la Virgen?... Era el 3 de Diciembre de 1852. Como primicias de la Congregación, le había precedido al Cielo por dos meses el Padre Vilaró, regresado de Cuba enfermo de tuberculosis.

Aquellos Misioneros primeros gozaban de la estima del pueblo, y las Misiones por toda la diócesis vicense y otras partes de Cataluña se hacían famosas como lo habían sido las del Padre Claret, a quien todos veían tan fielmente retratado en sus hijos.

Hubo un momento en que los Misioneros de la Merced rayaron a una altura grande por su heroísmo. Fue el año 1854 cuando el cólera se cebó despiadadamente por toda la diócesis vicense. El Superior Padre Esteban Sala, en nombre de todos los Misioneros, se ofreció al Obispo para ir allí donde más peligro existiera. Ripoll, Roda y Vic fueron los escenarios más crueles. En Roda cae enfermo el Padre José Serra, pasa la terrible enfermedad recostado en un pajar, y, apenas se siente convaleciente, se dedica con el mismo ardor que antes a los atacados… El Padre Clotet en Ripoll iba relevando a uno tras otro asistente hasta que cesó la epidemia… En la ciudad de Vic, se les llamaba a todas horas del día y de la noche. Lo del cólera fue un paréntesis en medio del servicio de las Misiones.

Con algunos otros sacerdotes que entraron, buenos, pero que no perseveraron por justas razones, el “grupo auténtico” se mantuvo durante estos años entre diez y doce. Por lo mismo, el desarrollo de la Congregación fue, diríamos, nulo.
Aunque hay que tener en cuenta la virtud, la observancia estricta y el heroísmo de los Misioneros de la Merced ante el cuadro un poco oscuro que se nos pinta de la primera Comunidad, cuadro que era así, oscuro en varios aspectos. ¿Debido a qué?

Desde un principio, con óptima intención del Padre Fundador y según sus mismas palabras, se admitían sacerdotes a la convivencia con los Misioneros “a fin de que se acostumbrasen al recogimiento y fuesen más espirituales”. Sí; pero…, no siempre daba esto buen resultado. El mismo Claret se lo escribe al Dr. Caixal: “Algunos han podido vivir con nosotros, pero nosotros vamos con mucho tiento y vamos examinando…, pues en estas materias es preciso andar con cuidado, porque una oveja sarnosa contagia a todas las demás”.

El Padre Clotet nos dice la obra de esos indeseables, después que Claret ya había marchado para Cuba:
-Hicieron correr la voz de que gastábamos la salud con el trabajo, y que llevábamos una vida austerísima: decían que no comíamos y que dormíamos muy poco, trabajando más de lo que podíamos, lo cual es falsísimo.
El Padre Xifré añade por su parte que ingresaban religiosos exclaustrados de sus conventos, pero, con la misma facilidad que entraban se salían, si no les gustaba aquella vida de oración, de austeridad y de trabajo, ya que no les ligaba obligación alguna ni de votos ni de perseverancia.

La Comunidad de la Merced como tal, por culpa de aquellos advenedizos indeseables, decayó mucho en prestigio. Tales individuos no se sujetaban al Reglamento, no guardaban el recogimiento, se salían a comer en casas particulares, fomentaban visitas que Claret y los suyos, por norma, no habían hecho nunca. Entre todos, hubo un Padre, exclaustrado jesuita que, por sus dotes personales de talento y sus cargos, hacía más mal que nadie. Fue ciertamente un desacierto desde el principio el que, por aprovechar y formar a sacerdotes, se les admitiera a convivir con los Misioneros en vida plenamente comunitaria con ellos. La experiencia dio un resultado muy negativo.

Para colmo de desgracias, el edificio de la Merced, cedido por la Curia Diocesana a la Congregación, fue, por culpa del Ayuntamiento, fuente de discordias continuas con la población. Por pura condescendencia, se había cedido parte del convento para escuelas durante un año, pero los munícipes se agarraron aquí, incitando la revuelta de la turba, para no ceder el edificio a los Misioneros, que estuvieron a punto de ser expulsados.

Los mismos Padres Misioneros, los del “grupo auténtico”, a pesar de la santidad y celo con que brillaban a los ojos de todos, no tuvieron el empuje de salir de la Comunidad en plan de expansión. Las campañas misionales fueron cada año brillantes y eficacísimas. Pero el Superior, Padre Esteban Sala, “adornado y embellecido de tantas dotes físico naturales que superaban a cualquier elogio”, según palabras del severo Padre Xifré, se dio por entero a mantener la observancia regular dentro de la Comunidad, aunque por exceso de bondad y prudencia no expulsaba a los indeseables. Ni hacía salir a los que estorbaban, ni pensaba en otras fundaciones fuera de Vic.

Y hubo más. Recibido del Obispo el encargo de las Religiosas Carmelitas de la Caridad, las hijas de Santa Joaquina de Vedruna, el Padre Sala se dio de tal modo a su cargo que le absorbía por completo la vida, aunque llevaba adelante los ministerios propios de la Comunidad. Muy respetuosamente se le hizo ver esta falla, el Padre aceptó con humildad la advertencia, y el nuevo Obispo Monseñor Palau encargó las Religiosas, muy acertadamente, a su hermano el Padre Bernardo, con el cual la benemérita Congregación de las Carmelitas adquirió un desarrollo y una perfección espiritual auténticamente admirables.

En definitiva, bajo el régimen del Padre Sala, santo, sabio, admirado y querido de todos, la Congregación se quedó estacionada. Aunque quizá providencialmente, pues no le había llegado el momento oportuno. En aquellos años de espera estaba muy al tanto la mirada de Dios.

EMPIEZA EL PADRE XIFRE

Llegado desde Cuba a Madrid el Padre Claret, y nombrado Confesor de la Reina, cargo que tenía carácter oficial, el Fundador iba a estar más cerca de sus hijos. El Padre Esteban Sala, moría en Barcelona el 18 de Abril de 1858 cuando le llevaban escrito el nombramiento de Arzobispo de Santiago como sucesor de Claret, y, por lo mismo, la Congregación quedaba sin Superior, aunque lo volvía a tener el primero de Mayo en la persona del Padre José Xifré.

No todo era tan improvisado como a primera vista podría parecer. Dentro del grupo había una inquietud manifiesta, que no se le ocultaba al Padre Sala ni al Padre Fundador, debidamente informado. Por difíciles que fueran las circunstancias, no podía seguir ni la inobservancia de algunos, los que hemos llamado “advenedizos”, ni el estancamiento de la Congregación, que no pasaba de los diez o doce individuos. Para eso no la había fundado el Padre Claret ni iban a permanecer fieles a su vocación, por santos que fuesen, los cuatro confundadores que allí seguían.

Ante lo que pudiera pasar, y siguiendo un impulso íntimo de su conciencia, el tremendo Padre Xifré marchó a Montserrat a practicar unos Ejercicios Espirituales que después se hicieron famosos, porque todo se llegó a saber. Años más tarde le preguntaron a ver qué había habido del demonio y cosas que se contaban… -¡Qué, demonio! Con las reflexiones que yo hacía sobre el infierno y extenuado como estaba por las penitencias, cómo tendría llena de diablos la cabeza, y además, yo tengo mucha imaginación. Y es que aquellos Ejercicios excedían lo que el mismo San Ignacio no hubiera aprobado en la vecina Cueva de Manresa. En un rincón del último piso de una hospedería, hacía cuatro meditaciones diarias sobre las verdades eternas tumbado en el suelo; otra, a mitad de la noche; ayuno, casi total; dormir, escasísimas horas; las disciplinas funcionaban sin compasión… Enterado como fuera el Padre Sala, le mandó regresar a Vic sin continuar un minuto más en aquella vida.

Xifré, en la plenitud de sus cuarenta y un años, obedeció al Superior, que dentro de poco se iba a ir al Cielo dejando en todos un recuerdo tan esclarecido.
Había que elegir al sustituto del Padre Sala, y, reunidos los diez u once que componían la Comunidad, recayeron todos los votos sobre el Padre Xifré, “que distaba de pensar en ello”, dice él mismo. Efectivamente, se levantó, y fue claro: -Renuncio al cargo por razón de mi carácter e insuficiencia. Nueva votación, e idéntico resultado. Y de nuevo el Padre, “conmovido y amenazante”: -Ruego a la Comunidad que desista y nombre a otro; y en caso de persistencia, sepan que tengo genio y lo desarrollaré, y alguno de los presentes lo pasará muy mal. Pero los otros hablaron también igualmente claro: -No retiramos el voto, y, por lo tanto, obre como a usted le parezca.
La relación es del mismo Padre Xifré, simpática y que lo retrata de cuerpo entero, pero es de años muy posteriores. Esas amenazas de que habla pudo muy bien haberlas expresado a algunos Padres de más confianza para que desistieran de elegirle, aunque los hechos demostraron después la realidad de sus intenciones.

Enterado el Padre Claret, le escribe desde Madrid: “Mucho me alegro de que tal nombramiento haya recaído sobre usted. Me lo esperaba, y confío que la Divina Providencia así lo ha dispuesto para bien de la Congregación”. Y le añade unas palabras muy jugosas: “Es verdad que nuestra Congregación es pequeñita, pero no importa; vale más que seamos pocos, bien unidos y fervorosos, que muchos y divididos”.

Desde ahora, las relaciones entre el Fundador y el General van a ser no sólo buenas, sino edificantes hasta lo sumo. El Fundador, delicadísimo, jamás se metió en nada de gobierno: quien mandaba era el General, y basta. Y el General a su vez, con una veneración, con un respeto, una delicadeza y una atención suma, no dejaba de consultar cualquier cosa algo importante con el Fundador, el cual estaba al tanto de todo lo que sucedía en la Congregación. Dos caracteres tan diametralmente opuestos el de Xifré y el de Claret, tan enérgico uno, tan bondadoso el otro, y, sin embargo, jamás una sola discrepancia entre los dos. Lo único que contaba no eran los gustos personales, sino lo que ambos tenían tan metido en la cabeza: la gloria de Dios, la salvación de las almas y el bien de la Congregación.

¿Cuánto tardó el Padre Xifré en poner manos a la obra?... Empezó a hacer efectivo sin tardanza aquel “alguno de los presentes lo pasará mal”. Llamó al Padre Picañol, el ex jesuita que por sus muchas cualidades ejercía tanto influjo dentro y fuera con sus murmuraciones y exigencias, le presentó las Constituciones por las que se regían y le mandó leer los puntos que quebrantaba. El interesado los lee y regresa con su respuesta: -No puedo sujetarme a lo que estos números prescriben. -Entonces, escoja: o sujeción o la salida. Y a pesar de su recurso al Obispo, de la acusación que hizo del mal genio del Superior, y de las influencias que buscó en altas personalidades, Picañol dejó la Comunidad. Empezó entonces a reinar la paz y se impuso la observancia, porque cesaron las murmuraciones dentro y fuera de casa; se prohibieron las visitas y comidas en familias particulares; se quedó sólo el grupito aquel tan selecto, y pronto se vieron los frutos.

Se tomó una medida muy importante. Como no se profesaban votos, y sólo tenían los solemnes los monjes Padres Reig y Bernardo, los otros particulares poseían sus cosillas, aunque fueran recibidas de sus propios familiares. Desde ahora, con total generosidad, todo fue de todos y para todos. La pobreza personal era absoluta y se guardaba en toda su perfección.

¿Y los ministerios? Independiente de las Misiones, que cada año seguían su curso normal, se impusieron en la Casa de la Merced los Ejercicios Espirituales ignacianos en toda su perfección, acordes con el espíritu del Padre Fundador que los conocía muy bien teórica y prácticamente desde su estancia en la Compañía. Además, aquella casa primera fue ampliada con un ala de edificio más, hecha por el Padre Xifré con donativos del Arzobispo Padre Claret, y las tandas de Ejercicios se sucedieron con gran regularidad.

¿Cuál fue el resultado de esta medida? El que podía esperarse. Sacerdotes, ordenandos, seminaristas, practicaban los Ejercicios con fervor edificante, “y llamaron la atención del Clero en tales términos, que el número de los que asistían a los Ejercicios era siempre mayor de los que podía contener la casa. La buena forma de estos Ejercicios y de su asistencia a ellos cundió hasta diócesis apartadas, acudiendo a ellas sacerdotes muy distinguidos”. Y lo mejor que apunta al final el magnífico testimonio del propio Padre Xifré: “¡Se presentaron ya vocaciones!”. El nuevo General no se había equivocado…

En estos días primeros de renovación, años 1857-1858, y antes de que el Padre Sala muriera, hubo de resolverse entre Xifré, Sala y Claret, con este orden expresamente, una cuestión al parecer sencilla y fácil, pero de gran importancia. El estancamiento de la primera Comunidad de la Merced era evidente, y aquello no podía seguir así.

El Padre Xifré era el más clarividente y el más dispuesto a proponer la cuestión. Si se abría un día la Congregación con nuevas casas, noviciados, seminarios…, ¿con qué recursos se contaba? Con ninguno. Hasta ahora vivían sin recibir nada de dinero como estipendio por los ministerios y estaban todos firmes en no aceptar nunca nada, misionando de manera totalmente gratuita. El Padre Xifré era el primero en querer la pobreza personal en toda su perfección. La personal, pero no podría ser así la de la Congregación si quería desarrollarse: las Comunidades y el Instituto deberían poseer propiedades y rentas para su debida expansión y funcionamiento.
El Padre Sala, por el contrario, quería la pobreza total tanto a nivel personal como colectivo. La Comunidad no podría poseer nunca nada. Ni la pobreza de San Francisco al fundar su Orden fue tan severa...
No había ni desavenencias ni luchas entre las dos partes, sino gustos y criterios, porque todos buscaban la perfección evangélica.
El Padre Claret, desde Madrid, consultado, y según testimonio del Padre Serrat, que será General un día, respondió: “El Padre Xifré tiene razón”.

Pronto vino la realidad a confirmar el criterio de Xifré y la respuesta del Fundador. Las leyes anticatólicas de la desamortización española ponían en duda las posibilidades del mantenimiento de las nuevas casas, noviciados y seminarios. El Padre Xifré temía, mientras que el Padre Claret pasaba de palabras a las obras, pues ya anteriormente había entregado de sus sueldos y ahorros 12.000 duros. Ahora escribía al General: “Parece que Usted abriga algún temor respecto a la subsistencia. Sobre este punto le quisiera ver a Usted un poco más animado del espíritu de Jesucristo. Lo que sobre en una casa, que supla lo que falta en otra. Contando con la Providencia Divina, y con esa diligencia humana, me parece que la cosa puede marchar muy bien”.

El Padre Xifré no era un sordo que no quisiera oír ni entender. Aprendió de tal modo esta lección del Fundador, que cuando vengan los grandes seminarios de Gracia, Santo Domingo de la Calzada o Cervera, con ciento cincuenta, doscientos o casi quinientos individuos, hará si hacen falta verdaderos milagros, porque la FE EN LA PROVIDENCIA será una constante firmísima a lo largo de todo su generalato.

La Congregación se regía por las Constituciones que Claret, instado por sus hijos, había escrito antes de marchar a Cuba y que aprobaba el Obispo Casadevall. Nada más llegado de Cuba a Madrid, y por sugerencia del Padre Esteban Sala, hizo una nueva redacción conforme a las experiencias de aquellos años anteriores, y el día 8 de Septiembre de aquel 1857 las firmaban todos los individuos de la Merced comprometiéndose a cumplirlas, entre ellos, los tres primeros Hermanos Coadjutores.
En cada junta o Capítulo, con la presencia del Fundador, se modificaban o adaptaban según lo que dictaba la experiencia. Así se llegó a las del año 1865, aprobadas por la Santa Sede como experimento para diez años. Empeñados el Fundador y el Padre Xifré, consiguieron que el Papa Pío IX aprobase las Constituciones y la Congregación definitivamente el 11 de Febrero de 1870. El Fundador, gozoso, las profesó con la nueva fórmula y se fue al Cielo como verdadero Hijo del Corazón de María.

El Padre Serrat, ya General, nos conservó fielmente lo que Claret dijo a sus Misioneros, con atinadas palabras de San Pablo a los Gálatas, cuando les visitó en Prades y les presentó con sus propias manos las Constituciones recién aprobadas y que él acababa de profesar: -Aunque un ángel del Cielo o yo mismo llegáramos a enseñar alguna cosa diferente de lo que aquí os enseñamos, no nos creáis; porque ni el ángel sería de Dios, ni yo mismo sería lo que debo.

Las Constituciones fueron perfeccionadas algo en el Capítulo de 1912 sobre ciertos puntos importantes y aprobados por la Santa Sede. En el Capítulo de 1922 se hubieron de acomodar al recién publicado Derecho Canónico. El Capítulo de 1967 hizo una renovación profunda de ellas conforme al espíritu del Concilio, las aprobó la Santa Sede el año 1982, y, adaptadas al actual Derecho Canónico en el Capítulo General de 1985, recibieron la última aprobación, tal como las tenemos hoy, el 15 de Mayo de 1986.

Y un detalle. El Padre Fundador dibujaba el escudo de la Congregación y lo imprimía como un sello en las primitivas Constituciones. Era un simple medallón con el Corazón de María en el centro y rodeado con el título escrito de la misma Congregación. El escudo o sello fue evolucionando con el tiempo, pero siempre con el Corazón de María en el centro, hasta llegar a su forma actual. Lo domina el Arcángel San Miguel, campeón de la causa de Dios. La cruz y el báculo son el recuerdo perenne de las palabras desarrolladas por Claret en la plática fundacional del 16 de Julio. Y el lema debajo del Corazón de la Madre nos aviva continuamente un ideal: Se levantaron sus hijos y la aclamaron Bienaventurada.




EL DECENIO DE LOS SESENTA

Estos años de 1858 al 1868, el año de la Revolución, tienen una importancia grande en la Congregación, con un desarrollo sin espectacularidad, pero de tal manera firme que le van a imprimir verdadero carácter. Apenas la ha tomado el Padre Xifré en su mano de hierro, dirige unos Ejercicios Espirituales a seminaristas, y lo hace con tal unción, que se atrae a un joven extraordinario, el cual ingresaba el 1 de Julio antes de ser ordenado sacerdote, y el Padre Xifré lo nombraba primer Maestro de novicios. Junto con él, se ordenaba de sacerdote el 18 de Septiembre otro ejercitante del Padre Xifré y compañero íntimo del anterior, el cual le animó de tal manera que pidió también el ingreso, realizado el 3 de Noviembre. ¿Quiénes eran estas primicias vocacionales, junto con otras dos del mismo año 1858? Sus nombres los guarda la Congregación escritos con letras de oro: el gran Misionero Padre Hilario Brossosa y el protomártir Padre Francisco Crusats.

Los nombres para recordar a partir de este decenio son muchos. Sin ellos, difícilmente se entiende la Historia de la Congregación. Las vocaciones profetizadas por el Padre Xifré tenían un inicio esplendente. Las que ahora se presentaban ya no eran las de antes, las de entrada y salida. Eran selectas a más no poder. Para cuando llegue la Revolución del 68, habían ingresado 131 nuevos Misioneros, que han pasado a la posteridad aureolados en su mayoría con merecida fama de santidad. Algunos de ellos eran “santos, santos”, de los que se podría tratar en las altas esferas de la Iglesia... Aparte de ellos era ciertamente muy larga la lista de los Misioneros grandes y muy edificantes que honraron tanto a la Congregación.
Un Padre Antonio Bargués, orador de tal categoría, que las gentes acudían de varias horas lejos para escucharle; y, cuando predicaba en Barcelona, las parroquias habían de cambiar sus horarios, si no querían ir al fracaso en sus funciones.
Un Padre Lorenzo Font, inteligencia privilegiada y sobresaliente en todas las ciencias eclesiásticas, fue una Providencia para la Congregación, pues se convirtió, desde estos días primeros hasta que murió de avanzada edad, en el profesor obligado de tantos Estudiantes como Dios le iba enviando.

El Noviciado y Colegio de Vic fue la primera necesidad que se experimentó apenas empezaron a afluir las vocaciones a la Congregación. Antes, cuando entraban uno o dos sacerdotes aisladamente, la Comunidad los absorbía, con ella convivían, y con ella se determinaban a permanecer o no en el Instituto. En adelante, ya no va a poder ser así. Ingresaban Sacerdotes, Hermanos y Estudiantes en número crecido, con diversa edad, diferencia de estudios y fines distintos en su vocación personal. Por fuerza, el noviciado tenía que ser independiente de la Comunidad y diferente para cada categoría de personas.

Se empezó por los Hermanos. Jóvenes trabajadores, normalmente de familias campesinas muy cristianas, que aspiraban a la santidad y perfección, tan tradicional en la Iglesia desde los primeros Padres del Desierto o desde San Benito o Francisco de Asís. Sin vocación para el sacerdocio, pero verdaderos religiosos en todo el sentido de la palabra, la Congregación los iba a tener en gran abundancia, hasta llegar alguna vez a superar el número de los Sacerdotes. Se llamaron en un principio Hermanos Ayudantes, pero después se admitió de manera definitiva el de Hermanos Coadjutores. Su primer formador fue el santo Padre Clotet. Fueron una bendición inmensa para la Congregación, y entre ellos ha habido santos extraordinarios, que tienen introducida la causa de beatificación. El Padre Xifré empezó el noviciado expreso para ellos el año 1861 en la misma Casa de la Merced, con Maestro propio y vida independiente de las otras dos secciones, aunque vivían juntos tanto novicios como profesos.

Vino necesariamente también el noviciado para los Estudiantes, seminaristas que ingresaban con decidida vocación misionera. En la Congregación se les llamó desde el principio Estudiantes, en vez de seminaristas, y Colegio, en vez de seminario, al centro en que se formaban. Con estos nombres los llamaremos nosotros para no llevarnos a confusión cuando tantas veces los habremos de citar. El Padre Xifré, y en la misma Casa de la Merced, instaló el noviciado de los Estudiantes, que tuvo como primer Maestro al recién ordenado Padre Hilario Brossosa y como primer novicio a su compañero el futuro mártir Padre Crusats. Los Sacerdotes que ingresaban formaban en la misma sección de los Estudiantes. Como se ve, el noviciado gozaba de una gran amplitud de criterio, pues incluso el Maestro P. Brossosa, tan gran misionero desde muy joven y de celo incontenible, salió por orden del Padre Xifré a predicar nueve largas misiones, dando ejemplo de lo que iba a ser la vida de sus formandos.

Igualmente, hubo de abrirse también el Colegio para los seminaristas que iban llegando. El primero funcionó también en la casa de la Merced. Entre los Sacerdotes que entraron había algunos muy preparados para Profesores, en especial el extraordinario Padre Lorenzo Font. A las clases acudían todos los Estudiantes de la casa y también todos los Padres cuando no se hallaban fuera en el ministerio de las Misiones o Ejercicios. Era el mejor medio de formación permanente para aquellos Misioneros de la primera generación.

Algo también curioso y digno de tenerse en cuenta. La Casa tenía adosada la Iglesia de la Virgen de la Merced, aunque el culto y el cuidado de la misma no los llevaba la Congregación, sino que desde un principio siguieron en manos de sus capellanes los dos magníficos sacerdotes Don Mariano Aguilar y Don Benito Vilamitjana, que vivían con los Misioneros como verdaderos hermanos. Así debía ser, porque, al llegar la campaña ministerial, todos los Padres se dispersaban para las Misiones, Ejercicios, Novenarios…, y, cuando regresaban a casa, se recogían para vivir exclusivamente descansados en la propia formación con oración y estudio.

Pero ahora, con los Estudiantes que seguían la carrera y debían formarse en la Liturgia y formas del culto, la Iglesia se les hacía necesaria. El Obispo lo vio claramente, los dos sacerdotes amigos se retiraron con generosidad, y la Iglesia de la Merced pasó al cuidado de los Misioneros. Aquella reliquia insigne de la Congregación, tan venerada por el pueblo de Vic, desapareció arrasada por las hordas marxistas en la persecución religiosa de 1936, como veremos en su lugar.

Por todo lo visto hasta aquí, nos damos cuenta de lo justamente que llamamos al Seminario de Vic la Cuna de la Congregación y a La Merced la Casa Madre.

El Padre Fundador había venido de Cuba y permanecía en Madrid como Confesor de la Reina, aunque desarrollaba desde el principio un ministerio apostólico casi inconcebible. Ahora quiere visitar a sus Misioneros que están en Cataluña, cosa que realiza del 25 al 30 de Abril de 1859, después de vencer la resistencia de la Reina que no sabía cómo desprenderse de su Confesor ni tan siquiera por unos días. Por cierto, que en esta primera visita a Vic la mirada de Claret se detenía en el joven e inocente sacerdote Francisco Crusats. Lo miraba…, y al fin dijo unas palabras misteriosas: “Este Señor me quiere tomar la delantera”… Palabras que completará con envidia en 1868.

El Padre Fundador se regresaba a Madrid lleno de satisfacción. Era el primero en ver que el invierno sobre la semilla se estaba pasando y que despuntaba la primavera con el nuevo decenio. Los números iban a ser elocuentes. De 1849 a 1858 se habían predicado 166 misiones, muchas, ciertamente, para aquel grupito tan pequeño. Pero de 1858 a 1868 fueron 275 y 212 los Ejercicios Espirituales. Esto, sólo en la casa de Vic, porque ya estaban en gran actividad las de Barcelona y Segovia.

Uno de la los Misioneros vicenses narra el impacto que las misiones del Padre Brossosa causaban en los pueblos:
-¡Se figuraban las gentes que el Dios de los misioneros era un Dios de hierro, siempre dispuesto a descargar los rigores de su justicia contra quien le ha ofendido! Y oyen que se les predica un Dios clemente, todo bondad, todo misericordia, dispuesto siempre a perdonar al pecador… Entienden que el Hijo del Inmaculado Corazón de María apenas refiere otros casos que los registrados en las Sagradas Escrituras… Encuentran todos en el Misionero un padre que les recibe con amor, que les abraza con ternura, que les da la mitad de su corazón, y hallan el consuelo apetecido y sosiego deseado, la tranquilidad perdida y la paz de la conciencia, preludio del eterno convite que tienen preparado en el cielo.

Vale la pena un párrafo como éste para ver cómo era la predicación de los primeros hijos de la Congregación: igual que la del Padre Fundador descrita por el gran filósofo Balmes: “Supone siempre la fe. Poco terror, suavidad en todo. Nunca ejemplos que den pie al ridículo. Los ejemplos, en general, de la Sagrada Escritura. Habla del infierno; pero se limita a lo que dice la Escritura. No quiere exasperar ni volver locos. Siempre hay una parte catequística”.

Así eran, así trabajaban aquellos nuestros primeros Misioneros, y así era también el fruto que producían en las almas. Todos por igual. Pero hubo un Padre que fue auténticamente excepcional: Domingo Ramonet. Después que el Padre Fundador había hecho su primera visita a Vic, aquel sacerdote consultó por correspondencia epistolar sobre su vocación con el santo Arzobispo, el cual le contestó resuelto que Dios lo quería Misionero.

Describir al Padre Ramonet es toda una aventura. Santo, por de pronto. Y, de los que lo conocieron, no ha habido valiente en la Congregación que se haya atrevido a escribir su vida, aunque algunos la contaban sin cansarse. Toda se resumiría en estas palabras: Cuarenta años dando misiones fuera de casa, y, mientras permanecía en ella, era un perfecto religioso y la alegría de toda la Comunidad. Un ancianito que convivió mucho con él, aseguraba: -Cuando no estaba el Padre Ramonet faltaba en casa algo, algo que no sé como explicar…
Desde 1861 en que ingresó hasta 1903 en que murió, ¿cuántas misiones predicó en Cataluña?... Y aquí estuvo su peculiaridad. Muy bien preparado intelectualmente, con una imaginación vivísima, y un estilo inimitable, su predicación fue continua y del todo singular. Físicamente grueso y con voz poderosa, su presencia resultaba simpática, aunque no elegante. Y su carácter, siempre amable, era una mezcla de humor, chiste e ironía imposibles de describir.
Al hablar del Padre Ramonet no se habla nunca de su vida, sino de sus sermones, mejor dicho, de las comparaciones y ejemplos usados en sus sermones, célebres en toda Cataluña. Predicados siempre en catalán, resultan casi intraducibles al castellano. Muchos, pero muchos años después, eran repetidos por el pueblo, transmitidos de abuelos a padres e hijos. Por ejemplo, el famoso del infierno. Contaba el Padre:
-Cuando yo esté en el Cielo, bien comodón y repantigado en un sillón de dos brazos, contemplando a Nuestro Señor, tú estarás en el infierno, y comenzarás a gritar: -¡Padre Ramonet, Padre Ramonet, que me quemo, que me quemo!... Yo miraré para abajo, y te contestaré: -¿Que te quemas? ¡Pues, sopla! ¿Por qué no me creías?...
Si leemos en la Vida Documentada del Padre Claret las cartas de consulta entre el Fundador y Don Domingo, vemos que son normales, serias. Pero cuando comenzaba una misión, para justificar su presencia en el pueblo, el Padre Ramonet las comentaba a su manera, inventando lo que le venía bien: -Yo tenía varias vocaciones, entre otras la de canónigo. La que menos me gustaba era la de Misionero, pero me lo fastidió todo aquel Padre Claret, que me dijo: Ramonet, o Misionero o condenado.
Así era aquel santo, el Misionero más popular con que durante tantos años contó la Casa de Vic y desde la cual dejó en la Historia de la Congregación un recuerdo imperecedero.

Digamos que la Casa de Vic ha sido siempre fiel al espíritu que allí infundiera el Fundador a la Congregación. Aparte de las veces que ha sido residencia de Misioneros formandos como Postulantes, Novicios, Estudiantes Profesos y Hermanos, nunca ha abandonado su carácter de Casa-Misión, sobre todo Casa de Ejercicios Espirituales. Durante un siglo, desde la Fundación en 1849 hasta 1951, los Ejercicios se daban casi ininterrumpidamente en la casa antigua y en la que construyó el Padre Xifré con dinero que le entregara el Padre Claret ya Arzobispo.
Pero en 1951 se inauguraba la nueva Casa de Ejercicios, con más de ochenta habitaciones, erigida con providencia manifiesta de Dios por el Padre Luis Pujol, que, junto con la inauguración, fundaba las Misioneras de la Institución Claretiana, junto con la Srta. María Dolores Solá, a quien las Misioneras tienen como cofundadora y Madre. Hoy la Casa, ampliamente reformada, y sin dejar los Ejercicios, se ha convertido en Casa de Espiritualidad, en la cual se celebran tantos acontecimientos congregacionistas.

Además, el Templo que ha sustituido a la Iglesia de la Merced, arrasada por los rojos en 1936, donde se guardan los restos de San Antonio María Claret, y el Museo Claretiano, son centro de visita casi obligada para todo Misionero que pasa por España. Cuida de todo, como es natural, la Provincia de Cataluña, aunque con Padres de diversas partes del mundo, de modo que Vic viene a ser ahora una Casa de la Congregación con carácter verdaderamente internacional.


BARCELONA Y SEGOVIA

Tanto en la mente del Padre Xifré como en la del Padre Fundador, aunque éste no se metía para nada en el gobierno de la Congregación, estaba claro que se debía salir de Vic y empezar con nuevas fundaciones. Cuando el Padre Ramonet, a quien ya conocemos, predicó siete Misiones por Lérida, escribió este párrafo tan significativo:
-En vista de los resultados que dan las Misiones en los pocos puestos que podemos misionar, ¿quién no ve, Padre mío, que si la misión pudiera extender su salvadora influencia por todos los pueblos, villas y ciudades de España, España saldría aún victoriosa de ese borrascoso mar de tan embravecidas olas en que la han echado con sus pestíferos escritos y palabras engañadoras esos solapados enemigos de la familia, del trono y del altar?
No eran sólo el Fundador y el Padre Xifré quienes querían expandirse por las otras regiones de España. Era el pensamiento de todos los demás Misioneros y que pronto vamos a ver realizado.

La primera fundación de todas, muy acertada, fue la de Gracia, entonces una barriada en las afueras de Barcelona. En un amplio terreno rodeado de campos, se alzaba un enorme caserón, antigua Casa de Ejercicios del Obispado, en toda la manzana que hoy ocupan Casa, Iglesia y Colegio. El Padre Clotet con dos Hermanos llegaron el 23 de Enero de 1860, trabajaron fuerte, y el 14 de Marzo se instalaba la nueva Comunidad. Era Casa-Misión y de Ejercicios. A partir de su fundación hasta 1896, hicieron Ejercicios allí bajo la dirección de nuestros Padres tres mil sacerdotes y más de mil caballeros. Desde ella se esparcieron los Padres en campañas misioneras por toda Cataluña.

La Casa-Misión y de Ejercicios se convertirá con los años en Noviciado, Colegio de Estudiantes, Curia General, de manera que en 1883, cuando la visite el Siervo de Dios Padre José Antonio Plancarte en busca de Misioneros para México, escribirá en una carta famosa a su Arzobispo:
-La casa es inmensa, pero demasiado pequeña para tanta gente, ¡sesenta y tantos sacerdotes, ochenta y tantos estudiantes, ciento y tantos novicios de todas edades! Toda gente joven, robusta, instruida, virtuosa, y llena de amor de Dios y llena de celo por la salvación de las almas.

Esta Casa tendrá un historial muy glorioso, aunque le tocará sufrir los zarpazos de varias revoluciones. Cuando ya Gracia quede dentro de Barcelona, la Comunidad será misionera, y contará con gran colegio de externos y magnífica Iglesia, a la vez que desarrollará los ministerios más diversos. Sufrirá mucho en la Revolución de 1868 y en la Semana Trágica de 1909; verá incendiada y destruida la iglesia nada más empezada la persecución religiosa de 1936, en la que contará con nutrido grupo de mártires. Pero siempre se levantará de las cenizas y continuará siendo hasta hoy una de las Casas más notables de la Congregación. La imagen del Corazón de María que centra las miradas de la espléndida Iglesia fue coronada canónicamente el año 1944.

Barcelona nos lleva a Segovia, otra fundación de las más bellas y queridas de la Congregación. En el centro de España, y no lejos de Madrid, está el Palacio Real de La Granja, a once kilómetros nada más de Segovia, pequeña ciudad que es toda una joya arquitectónica, sobre todo por su imponente Acueducto romano. Como la Reina iba a pasar los veranos en La Granja, allá tenía que estar su Confesor el Padre Claret. Y de esta circunstancia ocasional vino esa fundación segoviana, la primera en España fuera de tierra catalana.

Teóricamente, había otra fundación que nunca se ha considerado como Comunidad formada de la Congregación, y era la del Padre Fundador en Madrid. Cuando se quedó en su residencia del Hospital de Montserrat sin sus pajes y Capellán, el Padre Xifré le proporcionó dos Hermanos a la vez que el Padre Lorenzo Puig, y entre los cuatro llevaban una perfecta vida de comunidad con todas las observancias regulares.

La fundación de Segovia fue un encanto. El Padre Fundador, en los veranos de 1859, 1860 y 1861 se llegó a la ciudad, la revolucionó con su predicación de apóstol, y advirtió al Padre Xifré sobre el campo inmenso que se le abría a la Congregación en Castilla. El Padre General no se lo pensó más, y el 22 de Noviembre de ese 1861 llegaban tres Misioneros de primera calidad: el Padre Clemente Serrat, el Padre Crusats y el Hermano Saladich, a los que se añadirían pocos días después cinco individuos más.

Empezaron las misiones, y el Boletín del Obispado decía de aquellas primeras parejas de Misioneros:
-Sin pretensiones de ningún género, recorrían a pie los pueblos más distantes del Obispado, andando muchas veces entre barrizales y por lugares intransitables, llenos de polvo y lodo los vestidos, ayunos, anhelosos y fatigados del viaje, con sólo la maleta, un crucifijo y el báculo, semejantes exactamente al Misionero perfecto, descrito por Nuestro Señor en el Sagrado Evangelio.

Esto, lo que decía el Obispado. Necesitaríamos todo un libro para transcribir las misiones tal como las describen las fieles crónicas de la Casa o las cartas de los Misioneros al Padre General:
-Los pueblos parecían estar en competencia sobre quién había de reportar más fruto de la misión. Y así, prescindiendo de las pruebas del inexplicable cariño con que éramos recibidos, de la asistencia numerosa a las funciones y al confesonario, del fruto inmenso que de esto resultaba y del llanto universal con que se nos despedía, apuntaré cosas más notables que fueron parte de la misión.
Se quemaban por miles los libros heréticos o inmorales, y sobre las confesiones escribían:
-Tres, cuatro y acaso más días tenían que aguardar su turno los pobres penitentes… El 31 de Octubre se dio principio a las confesiones hasta el día 15 de Noviembre. Los Misioneros estaban en los confesonarios desde las cinco de la mañana hasta las seis de la tarde, asistidos además por otros siete sacerdotes de poblaciones vecinas.

Las crónicas de las misiones segovianas son inacabables, y demuestran lo acertados que tanto Claret como Xifré estuvieron al llegar a Castilla y expandirse por sus pueblos. Aparte de que la fundación segoviana fue después una fuente abundosa de vocaciones muy escogidas para la Congregación.

La Casa de Segovia, inaugurada el 14 de Julio de 1862, a lo largo de sus ciento cincuenta años ha sido de todo. Casa-Misión primeramente y después Casa de Ejercicios Espirituales. Ha sido Postulantado, Colegio de Estudiantes y Noviciado. También, Colegio de Primera y de Segunda Enseñanza.

Además, la Iglesia que nació con la misma Comunidad fue un centro de espiritualidad intensa para la ciudad, y tuvo un significado especial dentro de la Congregación por haber celebrado en ella por primera vez el Fundador con sus Misioneros la Fiesta del Corazón de María, recién concedida a España, el domingo 24 de Agosto de 1862. Aunque muy pobres el convento y la Iglesia, allí reinaban por doquier el orden, la limpieza, el buen gusto, hasta quedar encantada la misma Reina Isabel II y su corte, que la visitaron con el Fundador, entre otras veces, al despedirse de La Granja en el verano de 1864, ocasión en que la Reina les decía a los Padres: “No pueden figurarse lo que me cuesta sostener al Padre Claret allí, pues si yo le diera licencia, mañana estaría con ustedes”.

Segovia. Casa y Comunidad de lo más histórico, venerable y querido en la Congregación.

LA REVOLUCIÓN DE 1868

La Congregación, tan pequeña, estaba dando señales de vida muy vigorosa, y el Padre General no podía satisfacer tanta petición de fundaciones. Los Obispos de España conocían bien a Claret, y le pedían como un regalo de Dios Misioneros para sus diócesis, como cuenta él mismo: “Esto lo quieren todos los Obispos que han hablado conmigo”.
Así sonreía a la Congregación su porvenir, pero va a sufrir un frenazo violento en su marcha, precisamente cuando acababa de abrir en Cataluña otra Casa muy prometedora: SELVA DEL CAMP, que va a tener un significado tan grande en nuestra Historia.
El 1 de Agosto de 1868 se instalaba en ella el Padre Pedro Alibés con dos Hermanos y para final de Septiembre estaba completa la Comunidad. Selva del Camp era una ciudad muy buena, pero al lado estaba la peligrosa ciudad de Reus, y todos le tenían miedo si venía la temida Revolución. Como así fue. El 18 de Septiembre, la escuadra anunciaba con veintiún cañonazos el destronamiento de la Monarquía. La Reina Isabel marchaba al destierro en Francia, acompañada de su fiel Confesor el Arzobispo Claret, y toda España caía en el desorden más completo, con un manifiesto espíritu anticatólico.

El Padre Francisco Crusats, fervoroso y angelical, había llegado de Segovia a Selva del Camp, y en la conferencia habitual de la Comunidad el día 29 preguntó el Padre con toda inocencia: -Si matan a alguno en la revolución que se avecina, ¿será verdadero mártir?... Algo presentía dentro de sí, como voz secreta del Espíritu, pues desde hacía días iba repitiendo estas jaculatorias con aquel fervor que le caracterizaba: -¡Que venga tu Reino! ¡Señor, traspásame el corazón antes que desertar de mi vocación! ¡Quién pudiera derramar la sangre por Cristo!... Y ya comenzada la noche del 30, pide a un Padre que le reconcilie en el Sacramento: -Conviene estar preparado por lo que pueda suceder.

El Párroco de la población les había prevenido a mitad de la tarde sobre lo que ocurría en la vecina ciudad de Reus, tan revoltosa: -¡Cuidado! Dicen que ya hay varios cadáveres en la calle. Pasadas las ocho, se reúnen todos, y se distribuyen todas las providencias para la huída. Planes nada más, porque no tuvieron tiempo de realizarlos. Aún estaban hablando, cuando llegaron los revolucionarios de Reus entre gritos furiosos. Cuatro Hermanos pudieron fugarse por el huerto. El Padre Donato Berenguer, en una tribuna de la iglesia, se quedaba en oración esperando el momento del sacrificio. El Padre Coma y el Hermano Mas alcanzaron la bóveda de la iglesia y permanecieron allí arrinconados en oración mirando la lamparita del Sagrario. El Hermano Pallejá se escondió en el púlpito del templo.
Entre tanto, los Padres Reixach y Crusats, con más inocencia que prudencia, salen al frente de los revolucionarios intentando calmar su ira. Van hacia su encuentro en la puerta del huerto; los asaltantes agarran a los dos Padres, los meten en la casa y los llevan hasta la puerta principal entre blasfemias, insultos, golpes…, mientras los dos Misioneros van repitiendo con devoción profunda: -¡Jesús! ¡María!... Y a los verdugos: -¡Tened compasión! Pero ellos, furiosos: -¡Aquí no hay compasión!...
Viéndolo todo perdido, el P. Reixach aprovecha la oscuridad y se lanza a correr por el pasillo. Un revolucionario le dispara con la pistola, y cree que lo ha matado, aunque sólo le ha causado alguna herida no grave; logra llegar a la Iglesia y se esconde debajo de una mesa cubierta con un manto, encima de la cual estaba la estatua de la Virgen Dolorosa con el Hijo muerto en los brazos…
El Padre Crusats queda solo a merced de los revolucionarios en mitad del claustro conventual. Empiezan los insultos, malos tratos, golpes, y un disparo que no lo mata… Al fin, una fiera cuchillada con que le cortaron el cuello. En tierra quedaba el cadáver bañado en un charco de sangre.

Los revolucionarios asaltantes de Reus han consumado la tragedia. Quieren hasta incendiar el convento, pero llegan los ciudadanos de La Selva, con el Presidente de la Junta en persona, y tras discusiones violentas les obligan a marchar. Los Padres y Hermanos seguían en sus escondites. Ya cerca de las doce de la noche, el Hermano Mas reconoce a algunos trabajadores, baja de la bóveda, y se encuentra con la realidad: eran amigos de la población que venían a salvarlos. Lamentos, abrazos, y la pregunta angustiosa: -¿Cuántos muertos hay? -Sólo uno: el Padre Crusats. Y comenta el testigo:
-Se afligió nuestro corazón, y nuestros ojos le pagaron tributo de lágrimas; pero ya teníamos un mártir, que interponía su valimiento por nosotros ante el trono de Dios.

Se había cumplido el presentimiento del Fundador: -Ya sabía yo que ese Crusats se me iba a adelantar. Y escribía al Padre Xifré nada más saber la noticia:
-Demos gracias a Dios. Ya el Señor y su Santísima Madre se han dignado aceptar las primicias de los mártires. Yo deseaba muchísimo ser el primer mártir de la Congregación; pero no he sido digno, otro me ha ganado la mano. Doy el parabién al Mártir y santo Crusats y felicito al Padre Reixach por la suerte que ha tenido de ser herido, y también doy mil parabienes a todos los de la Congregación, por la dicha que tiene de ser perseguida.

“La Congregación perseguida”, acaba de decir el Fundador Y así era. Porque la suerte de las otras casas fue la que se podía esperar. Todos los individuos de la Merced en Vic y los de Gracia en Barcelona quedaban aventados y dispersos. Las Juntas respectivas les habían dado plazos improrrogables para salir todos dejando vacíos los conventos. El Gobierno de Madrid, por decreto del 18 de Octubre, al suprimir las Congregaciones Religiosas, señalaba expresamente a Paúles, Oratorianos, Redentoristas y Misioneros del Purísimo Corazón de María… Los nuestros sabían a qué atenerse: civilmente quedaban borrados del mapa de España.

El Padre Xifré, ante todo, señalado a dedo en Vic y perseguido a muerte, decía de sí mismo: -Estoy resuelto a no separarme de mis queridos Hermanos y dar por ellos gustosamente la vida.
Porque, hasta algunos que parecían más sensatos, le aconsejaron renunciar, encargarse de alguna parroquia, y dejar que la Congregación siguiera su suerte, es decir, su desaparición… Pero, ¡bueno era el Padre Xifré! Escribió una carta a todos haciéndoles ver lo equivocados que estaban sobre la Congregación y excitando a todos a la fidelidad. Y estaba clara su propia resolución: -¡Yo no me voy! ¡Yo no me escondo!...
Lo cual no significa que no se diese cuenta de la dura realidad y no sintiera a ratos el desaliento. Es simpática la anécdota del Hermano Josep Seguranyes, que le dice al Padre Xifré en estos días: -Padre General, no se desanime; que si queda Usted, en la Congregación seremos dos.

Pero los Consultores, el Señor Obispo y otros amigos muy responsables, le dijeron que era un deber de conciencia ponerse a salvo. Y el mismo Padre Claret, al saber que el Padre Xifré había hecho caso y se había escondido para salvar de la Congregación todo lo que se pudiera, pues todos sus miembros estaban dispersos, le escribía desde Francia:
-Me parece muy bien que Usted se haya retirado y escondido. Desde su rincón puede Usted dar disposiciones a los demás. En cuanto sea posible, que los Sacerdotes vivan de dos en dos con uno o dos Hermanos. Que vivan como si estuviesen en la Casa-Misión. Que se ocupen en confesar, animar y consolar a los fieles.

Era muy atinado y muy apostólico este consejo, y las Comunidades de Vic, Gracia, Selva y Segovia se dividieron en bastantes y pequeñitos núcleos que vivían dispersos.
Al aproximarse la Revolución, previendo lo que venía, el Noviciado y Colegio de Vic fue debidamente disuelto y los novicios y estudiantes enviados al seno de sus familias. Al tener que esconderse y huir el Padre Xifré dejó como encargado de todo al Padre Clotet, que no podía causar sospechas a nadie, en el apartamento que le cediera un gran amigo y desde el cual pudiese atender a todos los que necesitaran algo.

¿Cuánto iba a durar situación tan penosa?... Era el año 1868, y la Restauración no se iba a producir hasta el año 1875 con la reposición en el trono de Alfonso XII, en quien había abdicado la Reina Isabel. Demasiados años. Pero la Congregación contaba con un hombre excepcional…

LA GRAN HORA DEL PADRE XIFRE

Todos se lo habían dicho, y aprobado por el mismo Fundador: -Escóndase, y márchese. El Padre General hizo caso, pero no fue para salvar su vida, sino para realizar una inexplicable aventura por la Congregación. El 2 de Noviembre salía de su escondrijo en las cercanías de Vic, a pie hacia la frontera, y el día 4 ya se hallaba salvo en Francia.
Antes de marchar, había tenido consejo con su Gobierno en aquel piso del Padre Clotet: -¿Qué hacemos con los estudiantes y novicios? ¿Dejarlos en sus familias? ¿Y si se pierden esas vocaciones?... Los Padres Clotet y Serrat, ¡tan bondadosos los dos!, son los más decididos: -¡A Francia! Hay que buscar en Francia un edificio donde salvarlos y formarlos. El Padre Xifré no necesitó nada más. Llega a Perpignan, es acogido muy benignamente por el Obispo y Vicario General, que quedan asombrados por la ambición de este sacerdote perseguido: -¿Un edificio para Noviciado y Colegio? No hay en todo Perpignan lo que Usted quiere. A no ser una casa que, si le gusta, le va a costar 30.000 francos. Imposible. Era una suma fabulosa, y la Congregación en España se había quedado sin un centavo.

Aunque Xifré no se rinde. El Capellán del Hospital le ofrece como vivienda una miserable habitación, pequeña y oscura, debajo del depósito de los cadáveres. El Padre, perseguido por las autoridades españolas y, dada su significación, seguido también ahora por las francesas, acepta aquel rincón donde se pasa largas horas en oración y estudio, sin más comida que pan y agua con algunas legumbres. A las tres de la mañana estaba en el coro absorto en oración profunda. Las Hermanas hacían su hora de oración, les celebraba el Padre la Misa, seguía después en el coro con sus devociones y gastaba horas interminables de oración. Empezó a correr su fama de santidad, acudían a él desde el Obispo y Canónigos y Clero de la ciudad a confesarse y a consultar, lo que le daba también fama de sabio, mientras él esperaba el momento de la Providencia.

Pero ese “esperar” en el Padre Xifré era sólo cuestión de días. Para el 20 de ese mismo mes de Noviembre ya había alquilado un piso en plena ciudad y escribía al Padre Clotet que llegara cuanto antes con algunos otros Padres. El 23 inauguraba el piso provisional. El 1 de Diciembre se presentaba el P. Clotet, y el Padre Xifré se marchaba en busca de un local definitivo para Noviciado y Colegio. En su ausencia, un señor, propietario de una buena casa con amplia huerta en Prades, se la ofrece al P. Clotet, y al verla el Padre Xifré el 4 de Enero de 1869, dice resuelto: -¡Esta sí que me gusta! -Pero, le va a costar 2.000 francos de alquiler al año… -¡Está bien! Se la alquilamos. Y, con la casa en sus manos, empezó el Padre a llamar a los novicios y estudiantes dispersos por España y a invitar a nuevas vocaciones. ¿Milagros?... No. Pero cosas inexplicables, sí. El detallista P. Clotet va anotando: -Día 17. Llega a esta casa el Padre Vallier con siete estudiantes y novicios... -Día 17. Llegan cuatro Padres más, dos Hermanos y un novicio... Y sigue contando…

Pero hemos de hacer ahora un breve y obligado paréntesis. ¿Cómo es posible que el Padre Xifré, en estos mismos días, tenga la audacia de lanzar fuera de España las dos primeras expediciones misioneras, la de Argel en el Norte de África, y la de Chile en la América tan soñada? Pero, así fue. El Fundador, antes de morir, va a ver a sus Misioneros allende el mar. Una ilusión satisfecha y un orgullo grande. Así comprobaba cómo aquel “Mi espíritu es para todo el mundo” lo estaba llevando adelante la Congregación, que había empezado a surcar los mares con estas dos expediciones, multiplicadas después por tantas y tantas más.

Cronológicamente, aquí deberíamos detenernos y continuar la Historia con las fundaciones de Argel y Chile. Pero, lógicamente, es preferible que sigamos con Prades y su continuador Thuir, los nuevos cenáculos de la Congregación perseguida, a los que llegaban los valientes que, dejando de lado a los desertores, habían resistido la prueba más dura de su vocación.

El Arzobispo Claret, desterrado, vivía primero en Francia con la Reina. Al dejar definitivamente a la Soberana, pasó a Roma para la preparación y desarrollo del Concilio Vaticano I. Estaba al tanto de lo que el Padre Xifré había hecho con la Congregación y se sintió orgulloso de sus hijos, a los que visitó en Prades, una vez suspendido el Concilio en el mes de Julio de 1870. Porque el Padre Xifré supo de la mala salud que tenía el Fundador, y se presentó en Roma con decisión: -Vengo para llevarme a Vuestra Excelencia a Prades. El Arzobispo se avino a ello con la única condición: -Está bien. Aguarde usted a que se haya definido la Infalibilidad del Papa, y prepare lo conveniente para el próximo viaje. Así fue todo. En la sesión solemne del 18 de Julio, Pío IX aprobaba la Constitución “Pastor aeternus”, que sancionaba como dogma de fe la infalibilidad pontificia. Y ese mismo día de gozo inmenso para toda la Iglesia el Padre Xifré se llevaba consigo al Arzobispo y Fundador a Prades, a donde llegaban el sábado día 23 casi a media noche. Se esperó al día siguiente para el saludo con toda la Comunidad.

Aquel encuentro estuvo lleno de encantos, según la detallada narración del imprescindible Padre Clotet:
-En nuestra hermosa huerta, debajo de las ventanas de la casa, hay una frondosa parra, que mira al mediodía y forma un verde y largo entoldado; allí fue donde recibió el señor Arzobispo a Padres, Estudiantes y Hermanos. Yo no puedo olvidar aquel acto, que fue como el sello de lo que hizo tan buen Padre con sus hijos. En el semblante de todos estaba pintada la alegría, y, comenzando el Padre Superior, fuimos de uno en uno besándole el anillo. El Padre Superior y yo cuidábamos de irle diciendo los Obispados y Provincias a que pertenecían aquellos a quienes él no conocía, a medida que iban acercándose. Concluidos, nos dirigió unas breves y amables palabras. Esto sucedió en domingo y a la hora en que el sol había comenzado con sus rayos a dorar las verdes hojas de la vid, lo cual daba un realce a la fiesta.

Durante su permanencia en Prades, la maltrecha salud del Fundador mejoraba a ojos vistas, pero nadie podía hacerse grandes ilusiones. Era el gozo de estar con sus Misioneros lo que suplía un vigor que ya no estaba en su organismo. Disfrutaba con los más jóvenes, que un día lo rodearon felices. El Padre extiende su manteo como cobijando a todos, y les dice ilusionado: -Aquí tengo a la Congregación de Misioneros; día vendrá en que se extenderá por toda la tierra.

No fue aquí en Prades, porque será bastantes años más tarde con una famosa carta circular del Padre General, cuando los Misioneros se enterarán de un secreto que se guardaba el Fundador, pero que sabía muy bien su director espiritual el Padre Xifré, y que lo hemos conservado siempre con el nombre de La promesa consoladora: “Dios me ha revelado que todos los que perseveren hasta la muerte en la Congregación se salvarán”.

El Padre Claret estaba muy bien con sus hijos. Pero la fiera revolucionaria lo buscaba para cebarse en él de una manera total: Claret tenía que morir fuera como fuera… Conocida confidencialmente la orden de captura que pesaba sobre él, había que ponerlo a salvo. De mil amores aceptaron los Cistercienses de Fontfroide la propuesta del Padre Xifré, y el 6 de Agosto, calladamente, en secreto, sin poder despedir a nadie, el perseguido Arzobispo y Fundador llegaba al Monasterio, donde moría el 24 de Octubre de 1870.

¿Nos pasamos a Thuir? Pronto la casa de Prades iba a resultar pequeña, y no habría más remedio que cambiarla por otra mayor: la cercana de Thuir, más hacia la costa mediterránea. Prades, a los tres años de funcionamiento, resultaba imposible para tantos que venían. ¿Y qué solución quedaba?... Fue protagonista el bendito Padre Clotet, Subdirector de la Congregación. El Padre General estaba ausente. Y en una visita al monasterio de Fontfroide, se encuentra con un amigo sacerdote, el Reverendo Roca, que le dice: -¡Dios bendice de veras a la Congregación!... Y el Padre Clotet: -Sí; pero ya no sabemos dónde colocar a los novicios y estudiantes. -Yo soy propietario de la tercera parte de un gran convento situado en Thuir. Si les gusta y lo quieren, es suyo. El Padre Clotet lleva la noticia a Prades, consulta, y vuelve a visitar al Reverendo Roca: -¿Me hablaba usted el otro día en broma o en serio? -Se lo dije bien en serio. Vaya a verlo, y si le gusta, quédeselo. Lo vio el Padre, ¿y qué iba a decir?: -Me ha gustado mucho, y lo acepto con mil acciones de gracias.

Empezaron los arreglos, que eran muchos. Con el tiempo, haciéndose pequeño el gran caserón, se entró en contacto con los propietarios de las otras dos partes, que no las querían vender. El bueno de San José, el recurso último en todos los apuros financieros, lo arregló todo desde el Cielo. Y al fin Thuir, con su gran huerta, era todo de los Misioneros. A él se trasladaba poco a poco la Comunidad de Prades, y definitivamente toda entera el 29 de Junio de 1872. ¿Hasta cuándo?...

Thuir fue providencial en grado sumo. Allí funcionaban el Postulantado, Noviciado, Colegio Escolasticado, y era sede del Gobierno General con tres hombres tan excepcionales como el Padre Xifré, el santo Padre Clotet y el finísimo director de almas Padre Clemente Serrat. Dotado además de magníficos Profesores, Thuir fue un centro incomparable de formación científica y religiosa para la que podríamos llamar segunda generación de la Congregación, que allí comenzaba y se fraguaba tan ejemplarmente. La observancia regular, a la que llamaremos fidelísima y no rigurosa, hizo que la santidad floreciera en aquel plantel de manera espléndida. Habríamos de hacer una lista bien extensa si citáramos a tantos Padres y Hermanos que salieron de Thuir para brillar en las Comunidades como santos verdaderos.

El Padre Ignacio Delgado, fallecido en el mismo Thuir, merece una mención especial. Ya sacerdote, venía de Segovia y profesó el 12 de Junio de 1873 después de un noviciado ejemplar. Lo nombran auxiliar del Maestro y después profesor de Teología, cátedra que ya había desempeñado en el seminario diocesano de Segovia. El autorizado Padre Domingo Solá dice de él que su alma tan pura parecía la de un Luis Gonzaga; era tan observante, que ni Juan Berchmans le igualaba; y a devoción a la Virgen ni el mismo Estanislao de Kotska... Un año exacto después de haber profesado, el 10 de Junio de 1874 se iba al Cielo aquel ángel de Dios. Cómo sería su santidad, que el mismo Venerable Padre Jaime Clotet “puso en una botella dentro de la caja mortuoria la relación de sus virtudes por si Dios quería glorificarle con el tiempo”. Y un periódico de Segovia informaba: “Hasta tal punto llegaron su fervor religioso y sus ejemplares virtudes, que hoy se trata de formar el oportuno expediente con objeto de proceder a la Beatificación del Padre Delgado”.

Para el año 1875 ya resultaba insuficiente Thuir. Afortunadamente, en España empezaba la llamada Restauración con el nuevo Rey Alfonso XII, y las cosas se iban tranquilizando sin que se le molestara a la Iglesia. El Padre Xifré, ante la insuficiencia de Thuir, tuvo la audacia de abrir los Postulantados en varios puntos de España con nuevas Comunidades que aliviaban la casa central de Thuir.

¿Y cómo acabó esta fundación tan espléndida?... De una manera insospechada, aunque muy a lo apostólica también. A la caída de Napoleón III en 1870 comenzaba en Francia la república sectaria y masónica, que iría acreciendo su anticatolicismo tal como transcurrían los años. En 1879, con las elecciones senatoriales, empeoró mucho la situación. El 26 de Octubre llegaba a la Casa el Comisario con dos policías de Perpignan, exigiendo la salida inmediata de toda la Comunidad. Empezó un terrible forcejeo de los Padres Clotet y el Superior Padre Domingo Solá ante tan inicua medida del Comisario del Gobierno, pero todo resultó inútil.

Como no se les concedió nada, a las tres de la mañana del 31 de Octubre celebraban Misa todos los sacerdotes y comulgaban los novicios y estudiantes. Aquel día, Vigilia de Todos los Santos, era ayuno obligatorio, pero el delicadísimo Padre Clotet no tuvo escrúpulo en dispensarlo a todos en vista del largo viaje a pie que les esperaba, y, tomado el desayuno, al amanecer salían todos en filas impresionantes, acompañados por gente amiga de la ciudad, que prestaron algunos carruajes para los enfermos. Se sucedían los rosarios uno tras otro con los cantos del Miserere y De profundis, y así llegaron hasta Elna donde pudieron tomar el tren, que los dejaría en la estación del Clot en Barcelona, desde la cual, otra vez en procesión silenciosa y recogida, se dirigieron hacia la Casa de Gracia.

Cuando el Padre Fundador visitó la Comunidad de Prades poco antes de morir, la Congregación contaba con 72 individuos. Nueve años más tarde, al cerrarse Thuir, donde se habían formado la mayoría, ascendían ya a 400, esparcidos por gran parte de España y América, y muchos de ellos eran insignes por su santidad y celo apostólico. Había sido la gran hora del Padre Xifré. De las cenizas de la revolución, con fe divina y tenacidad increíble, hizo de una Congregación desterrada y perseguida la “grande obra” anunciada por Claret en el momento de la Fundación.

No hay que decir que la santidad floreció espléndida en la Congregación hasta la muerte de los Padres Clotet y Xifré, que cierran el ciclo de los Confundadores al final del siglo diecinueve. Lo veremos en las fundaciones que van a seguir, en Chile sobre todo, pero traemos ahora algunos nombres de entre los muchos que se podrían escoger a lo largo de este tiempo.

En 1880 vemos que muere en Thuir el Estudiante Ignacio Buil. Tiene escrita la biografía, que resulta una inutilidad el leerla pues no cuenta nada especial. Porque el autor describe todas las virtudes para concluir diciendo que Ignacio fue perfecto en todas y cada una. Toda la vida podría resumirse en su pregunta constante al Padre Maestro: -¿Qué más puedo hacer para que mi corazón sea todo de Dios?

Otro jovencito de sólo dieciséis años, que profesaba en el lecho de muerte el año 1882, fue Domingo Simón, de quien dice la primera Historia de la Congregación: -Edificante y ejemplar. A pesar de sus pocos años se dio con tanto rigor a la penitencia, que las mortificaciones más extraordinarias de los santos eran por él practicadas con grande fervor, y mayores aún las hubiera hecho si sus directores espirituales no le hubieran moderado sus bríos. Llegó a reprimir de tal modo sus pasiones hasta parecer dotado naturalmente de un carácter humilde, quieto y manso, cuando, por el contrario, lo tenía pronto, bullicioso e irascible, y así toda su dulzura y mansedumbre era fruto de su mucha virtud.

El Padre José Adrobau era tan fervoroso que en la fiesta del Carmen, al predicar sobre la Madre de la Congregación, el Padre Xifré rompió a llorar y no pudo seguir escuchando más la plática. En la Catedral de Barcelona predicaba con tal unción que el Obispo Urquinaona se daba fuertes golpes en las rodillas al no poder aguantar su entusiasmo. Al predicar en Granollers en 1883 contra la blasfemia rompió en un exabrupto: -Dios mío, como reparación por las blasfemias te ofrezco mi vida en sacrificio. Allí mismo le daba un ataque de apoplejía y moría poco después, con estas palabras: -¡Madre de Dios!... Su entierro fue una apoteosis.

El año siguiente, 1884, moría también el Estudiante Juan Puigmitjà, dotado por Dios con gracias místicas muy especiales. Su Padre Prefecto dio en público este testimonio: -Parecía que la Sagrada Hostia se deslizaba espontáneamente de entre los dedos del sacerdote al darle la Comunión, notaba sensiblemente el gusto con que entraba en él el Señor, y experimentaba una cosa especial que no puedo explicar.

No podemos olvidar a Miguel Arrese, otro Estudiante que a pesar de su juventud estaba en lo más alto de la perfección dictada por Ignacio de Loyola en sus Ejercicios: -Jesús, nunca estaré contento hasta que me vea como Tú: harto de oprobios, humillaciones y desprecios. Así llegó a conseguir su ideal: -He de ser santo cueste lo que cueste. Y lo he de conseguir.

Dejemos bastantes casos más para citarlos cuando nos toque hablar de sus respectivos Organismos.

LA CONGREGACION EN ARGELIA

La fundación en Argel, Capital de Argelia en el Norte de Africa, primera experiencia misionera de la Congregación fuera de la patria nativa, supuso una aventura fracasada desde el principio hasta el final, desde 1869 hasta 1888. Nos contentaremos sólo con algunas pinceladas sobre aquel acontecimiento doloroso.

Mientras el Padre Xifré daba los primeros pasos en la fundación de Prades, recibe a un emisario del Arzobispo de Argel, el Cardenal Lavigerie, que buscaba misioneros para aquella gran colonia francesa, en la que había unos 60.000 emigrantes españoles en una situación religiosa deplorable. El Padre General envió unos Padres y Hermanos de lo más selecto que podía encontrar en la Congregación, como eran los Padres Pedro Alibés, Bernardo Bech, Donato Berenguer e Hilario Brossosa, el cual sintetizaba después todo el apostolado de los Misioneros con laconismo escalofriante: “Historia llena de disgustos”. A lo que podríamos añadir nosotros desde un principio: mucho trabajo, mucho sacrificio, y frutos muy escasos, aunque esto último lo sabe sólo Dios.

El ministerio se tenía que ceñir a las tres Parroquias en las que el Arzobispo y Cardenal les encomendaba celebrar la Misa, pero a las órdenes de Párrocos franceses. No se puede casi describir el sacrifico que suponía a los Padres el ir cada mañana a iglesias tan distantes, o por la tarde y noche cuando debían hacer alguna función.
La propia Capilla para los españoles resultó también otro quebradero de cabeza.

Recordamos algunos detalles no más, que resultarían divertidos si no fueran tan graves e incomprensibles dentro de la Iglesia.
La colonia española, tanto tiempo sin atención, daba verdadera lástima. Empezaron los Padres predicando Misión en las tres Parroquias asignadas. En la Catedral asistieron sólo unos cincuenta. Así era la colonia española que tenían que atender los Padres. ¿Podían éstos causar celos a los quisquillosos Párrocos franceses?... Pues, veamos cómo fueron las cosas.

Los Párrocos, al aceptar la celebración impuesta a los Padres por el Arzobispo, les prohibieron predicar. Entonces, ¿para qué eran los misioneros?...
El Padre Brossosa se da al catecismo de los niños, y cuando ha llegado a reunir a unos cien en el patio, el Cura Párroco y las Hermanas Paúlas, llevados de celos tontos, lo ven mal y el Padre tiene que dejar la obra catequística comenzada con tan halagüeños auspicios...
Se les permite a los Padres abrir una Capilla en la propia casa de la Comunidad a fin de atraer a los pobres españoles e instruirlos en la fe. A instancias del Párroco interesado, al poco tiempo les llega del Arzobispo la prohibición de celebrar la Misa, especialmente la dominical, con la puerta abierta, que, por nueva orden, tuvo que ser cerrada. Protesta el Padre Superior ante el Arzobispo, y éste contesta: -Así tiene que ser. De querer enseñar la capilla a algún español, le hacen entrar por dentro de la casa…
En la Parroquia de las Victorias especialmente, los españoles tenían asignada hora para sus funciones; si se presentaba sin previo aviso un acto que querían los franceses, tenían que marchar los españoles o aguardar a que los otros acabaran. Le pasó al Padre Alibés. Se había organizado para los españoles un Triduo en honor del Santísimo Sacramento, con la debida aprobación del Párroco. Mientras el Padre estaba en la letanía de la Virgen, poco antes del sermón, le llega la orden del Párroco de suspenderlo. El Padre obedece con humildad, aunque da la advertencia: -No podemos hacer nuestra función, pues los franceses quieren hacer una para ellos; haréis muy bien en quedaros. Pero todos se marcharon enojados, aunque los franceses que vinieron no llegaban a media docena…
El mismo Padre Alibés nos cuenta la razón suprema que daba un Párroco sobre este proceder:
-Hubo sacerdote francés que sostuvo que hacer funciones en español, para los dos mil o tres mil españoles que había en el barrio, si había franceses, era levantar altar contra altar…

El impetuoso Padre Brossosa quiso acabar con todas esas cuestiones, y un día le pide al Padre Superior permiso para batirse con los franceses. El bueno del Padre Alibés le contesta: -Estamos en país extranjero, suframos y veremos.
Nos cuenta el mismo Superior:
-El celo de trabajar por la gloria de Dios devoraba el corazón de los Padres; y, no pudiendo explotar de otra manera, se desahogaban confeccionando y repartiendo por miles los rosarios. ¡Quién podría decir las oraciones que dirigían al cielo aquellos Padres! Sé de uno que rezaba veinticinco rosarios por cada penitente que se le presentaba. Murió allí con semejante martirio.

Así, durante algunos años. Hasta que pudieron dejar la ayuda a aquellas tres Parroquias, incluida la Catedral, a que les había sujetado el Cardenal Lavigerie, con el cual siempre estuvo en tensión el Padre Xifré.
A partir de entonces se pudieron dedicar a dar unas 109 misiones por los pueblos de la diócesis, con asistencia más o menos regular; sólo en una misión de Orán y como excepción vieron la Iglesia completamente llena.

¿Se acabaron las dificultades de la Misión con el cambio? No. Si antes venían de parte francesa, ahora iban a venir de parte española. Reinstaurada la Monarquía y acabada la persecución religiosa, autoridades y Gobierno vieron siempre con buenos ojos la Misión española de Argel. Pero estaban a merced del Cónsul, que unas veces era magnífica persona y otras un anticlerical furibundo. Como consecuencia, unas veces tenían los Misioneros todo lo necesario para su vida y el desenvolvimiento del trabajo y otras se veían en estrecheces inaceptables. Además de que Francia, volviendo a sus leyes persecutorias, prohibía la enseñanza religiosa. Sin poder abrir ni una escuela de niños para impartir el catecismo, ¿qué hacían allí los Misioneros?

Por fin, el Padre Xifré tomó la decisión definitiva. En Julio de 1888 se dejaba para siempre aquella Misión tan problemática, aunque suavizaba su comunicación al Ministro del Gobierno: “La actual situación de Francia nos obliga, con mucho sentimiento, a levantar aquella residencia, disponiendo de aquellos individuos y destinándolos a otros puntos más provechosos y honrosos de nuestra España”.

Fueron diecinueve años de trabajo, fatigas, humillaciones y fruto muy escaso, aunque la Congregación no escatimó sacrificar para Argelia lo mejor que tenía. Ahora el inflexible y generoso Padre Xifré no claudicaba en sus ideales misioneros. Sencillamente, aplicaba lo del Evangelio: “sacudid el polvo de vuestras sandalias”…


CHILE

Eran los días del Concilio Vaticano I, cuando el Padre Fundador escribió la carta famosa al Padre Xifré: “Europa es una viña vieja que ya da poco fruto. América es la viña joven de la Iglesia. Si yo no estuviera ya viejo y tan achacoso, allá volaba”. El salto del Atlántico lo iban a dar sus hijos en una misión que será de lo más glorioso de la Congregación hasta formar la que se llamará por antonomasia “la Provincia de los santos”.

¿Cómo vino lo de Chile, primicia de la Congregación en América? Todo empezó por la invitación de un sacerdote nativo algo excéntrico, Don Santiago de la Peña, que ofrecía iglesia, casa, todo… El Fundador se estremeció de emoción en Roma, pero dejó por delicadeza todo el asunto en manos del Padre General, que, a pesar de ciertas cosas algo raras que vislumbraba en el sacerdote en cuestión, aceptó la proposición sin más y arregló el contrato de manera muy rápida. ¡Al fin la Congregación saltaba los mares con siete elegidos, repitiendo el gesto de la Iglesia de Antioquía!... A partir de este momento, la Congregación iba a vivir en carne propia las aventuras de los Hechos de los Apóstoles.

Al frente de esta expedición primera iba el gran Padre Pablo Vallier, ¡Pablo, precisamente!, aquel que en el patio de Vic, contemplando en la noche serena con el Padre Fundador el cielo estrellado, se quedó enajenado en éxtasis divino, igual que Claret… Ahora no eran éxtasis místicos lo que le embargaban, sino un celo apostólico vehemente, como lo expresó en la relación de la despedida a la desterrada Comunidad de Prades:
-¡Qué espectáculo tan conmovedor presentaba la Casa misión y Noviciado de Prades a las diez de la mañana de aquel día! ¡Qué devoción en las preces del Itinerario y en los cantos a María que se siguieron! ¡Qué despedida tan tierna! ¡Qué abrazos, qué lágrimas! ¡Qué promesas tan repetidas de una y otra parte de tenerse presentes en nuestras oraciones!... La Congregación extendía ya su acción hasta la América, pero exigía el sacrificio de una separación, que de algunos se suponía había de ser para siempre en este mundo.

Así habla el Padre Vallier, santo y misionero excepcional, de lo más grande que tuvo la Congregación en sus principios. Ingresa ya sacerdote y con fama de santidad. “Una joya”, decía el Padre Xifré. Hombre de oración y elevada mística, se pasaba siempre que podía ante el Santísimo ratos interminables ya en el noviciado, costumbre que guardará toda sus vida. En 1865 intimó grandemente con el Padre Fundador, el cual le hizo en Vic serias profecías sobre lo mucho que tendría que padecer por el Señor, aunque le animó también con una gran promesa: -Su suerte eterna la tiene ligada a su fidelidad a la vocación.
Santo de humildad muy profunda, confesaba de sí mismo: -No valgo para nada; sé que soy una carga pesada para la comunidad; no hago más que impedir la gloria de Dios. Todo andaría mejor en la casa si yo me retirase.
Así era el instrumento que Dios elegía para una empresa tan grande como era el primer establecimiento de la Congregación en América: un santo y un apóstol, líder insigne de otros santos y apóstoles esclarecidos.

Finalizaba el año 1869. Los expedicionarios se embarcaban en Burdeos y el 21 de Enero de 1870 anclaban en el puerto de Valparaíso, desde donde se dirigieron a la Capital.

¿Y con qué se encuentran al llegar? Lo insospechado, aunque algo temido. Antes de una semana, las devotas de Don Santiago les han hecho la vida imposible con la casa y la capilla. La maledicencia se ceba en los Misioneros: -Esos extranjeros intrusos, esos que trastornan las ceremonias de la capilla, esos… El Padre Vallier tiene que decirse: ¡Nos vamos!... Pero esto era inviable, pues no se contaba ni con un céntimo para el viaje. El valiente Padre Marcos Domínguez, salvando la autoridad del Superior, se impone a todas aquellas beatas que entraban en la casa y salían a placer: -¡Fuera, y aquí no entra ni una más!...
Seguía la guerra, pero no había más remedio que aguantar y trabajar. Habían llegado a mediados de Enero de 1870, y ya en Marzo comenzaban con el compromiso de doce misiones. Mientras seguían aún en la casa de Don Santiago, se preguntan los Padres: ¿Por dónde comenzamos?... Y nos cuenta uno de ellos lo que decidieron: -Para no dar envidia, hagamos como Jesús: vayamos a evangelizar a los pobres. Y así fue. La envidia se iba transformando en admiración: -Les hemos seguido a ustedes todos los pasos, hemos examinado hasta sus menores movimientos, hemos pesado sus palabras, y no hemos podido menos que rendirnos a la evidencia.

Pero, aunque la cosa se fuera calmando, aquella situación era necesariamente provisional. De acuerdo con la Curia diocesana, los recién llegados Misioneros optan por irse al barrio de Belén, pobre, pobladísimo, necesitado en absoluto de ayuda material y espiritual. Y llega el milagro. La casa en que los Padres iban a vivir era en verdad digna de la cueva del Belén de Judá. Pequeña, sin condición alguna, tenía un comedor tan justo que, si uno había de salir, habían de levantarse todos para dejarle espacio. Por la noche veían las estrellas, y durante el día caía implacable el sol o se metía el frío por todos los agujeros.

Los Hermanos recompusieron poco a poco la casa hasta hacerla algo más habitable, y los Padres se dieron al ministerio sacerdotal con empeño: predicación continua en la capilla, sacramentos, enfermos, pobres… En pocas semanas el barrio se convertía en otra cosa muy diferente…
El Padre Coma era un catequista consumado y se dio a los niños. A tanto alcanzará su catequesis que, con el tiempo, atestiguado por el propio Obispo, llegaban a reunirse más de tres mil pequeños, a los que se adherían con gusto las personas mayores.

¿Y el ministerio principal de la Congregación, las Misiones, los Ejercicios?... El Padre Vallier era experto en Ejercicios, y pronto adquirió un prestigio grande por su competencia y, sobre todo, por su altísima espiritualidad y fama de santo. Los demás, aparte de aquellas doce primeras misiones, en los meses siguientes predicaron diecisiete más, con otras diecisiete tandas de Ejercicios. Y así, entre el servicio al barrio de Belén y las Misiones y Ejercicios, pronto el nombre de los Hijos del Corazón de María se hizo familiar a la población entera.

Empezando por el Arzobispo Valentín Valdivieso, que, llegado de Roma después del Concilio, y reconociendo tanta maravilla espiritual, ofreció al Padre Vallier el barrio más acomodado de Matucana, populoso y también muy necesitado espiritualmente. Los Misioneros optaron por quedarse en el más pobre de Belén, cuyos habitantes, al saberlo, rindieron a los Padres un homenaje de gratitud.

El Padre Fundador, antes de morir en el mes de Octubre, ya sabía muchas cosas de estos sus hijos que le llenaban de orgullo. Las cartas de los Misioneros de Chile se leían con fruición apasionada en el comedor de Prades. Y el Padre Xifré se apresuró a hacerles una visita, los admiró, y con el Padre Vallier afrontó los problemas para robustecer cada día más la mimada misión chilena.

Tan observantes religiosos todos ellos, los únicos palos que hubo de pegarles el Padre Xifré fueron los que se merecían: que no trabajaran tanto, porque no iban a cambiar el mundo; que miraran por su salud; que dejaran ministerios, si era preciso, para que no sufriera nada la oración.
Tanto fue el entusiasmo del Padre Xifré, muy raro en él, que les aseguró: -Cuando acabe mi generalato, me vengo a Chile para terminar mi vida enseñando el catecismo a los niños, juntándolos por las calles. Así, igual que lo hacía el Padre Coma con su famoso estandarte.
Como regalo para los de Thuir les llevaba el Padre General los incontables rosarios que en recreos y tiempos libres confeccionaban los Padres y Hermanos con tanto amor a la Virgen. Aunque uno se pregunta: -Pero, ¿tenían tiempos libres?...

Lo más importante de aquella informal visita generalicia era, sin embargo, la promesa de una nueva expedición apenas el Padre Xifré llegase a Europa. Y lo cumplió sin pensárselo más.

El Padre Donato Berenguer, un santo y misionero de talla gigante, era quien venía al frente de la nueva expedición. En el barco, y conversando con otros pasajeros, realizó verdaderos prodigios de la Gracia “en conversiones notabilísimas y milagrosas”, dice la nota del Hermano Ramón Pouignou. Para conocer quién y cómo era semejante jefe, nos basta el hecho de una su enfermedad que se le presentará aquí en Chile. Había que hacerle una operación difícil y cortar tajadas en carne viva. Al ir a aplicarle la anestesia, ordena a los médicos, mientras clava los ojos en el Crucifijo -¿Cloroformo? Sajen y corten sin temor cuanto quieran. Y la carnicería acabó sin un quejido del enfermo. Era el santo que decía: -Más quiero en este mundo andar por el camino del Calvario que por las glorias del Tabor.
El Padre Donato Berenguer era el tipo clavado del Misionero, con trabajo continuo y sufriendo visibles persecuciones del demonio. Apóstol indomable y entusiasmado con su vocación, le pedía al Padre Xifré dijera a los jóvenes Misioneros:
-Salude a todos esos hermanos y anímeles a la perseverancia en la Congregación, en donde tanta gloria pueden dar a Dios. Yo confieso la verdad, que, aunque me ofreciesen todo el mundo, lo abandonaría para hacerme Hijo del Corazón Inmaculado de María.
Cuando muera semejante Misionero, el Padre Vallier, que se encontraba de viaje, derramará como un niño lágrimas muy sentidas.

¿Qué no se podía esperar de Misioneros con este temple? Pronto se dieron a las Misiones, de quince días de duración cada una, y a Ejercicios Espirituales, con una intensidad casi pasmosa. Tan pocos Padres, y, sin dejar los ministerios ordinarios de la Casa, dieron en los tres primeros años 120 Misiones y 86 Ejercicios.

Con el nuevo refuerzo, se pudo admitir, aunque fuera con carácter provisional, la Capellanía del Hospital de Valparaíso, en el que Dios realizó por aquellos Misioneros incontables milagros de la gracia. Durante su ministerio ingresaron 5.186 enfermos; salieron 4.070; murieron 1.139. Aquello fue una continua misión. Durante los seis meses cortos que permanecieron allí los Padres, ni uno de los pacientes murió sin recibir los Sacramentos.

Nueva expedición en 1873 debida a la generosidad del Padre Xifré, cada vez más ilusionado por Chile, en vistas a una fundación de valor y porvenir excepcional: La Serena. Aunque le advirtió al Padre Vallier: -La Serena, ¡y basta de expediciones a Chile!... Afortunadamente, no iba a cumplir su promesa. En este nuevo contingente de siete Misioneros venía nada menos que el Padre Mariano Avellana, el cual, al llegar el grupo a la casa de Santiago en plena noche y sin previo aviso, desarrolló una escena cómica al gritar misteriosamente desde la calle con su voz de bajo profundo, porque no les atendían: -Abra, Hermano, que somos Hijos del Corazón de María que venimos del otro mundo…
Con esta expedición que venía especialmente para La Serena, esta Casa ofrecía al cabo del siguiente decenio este palmarés: Ejercicios Espirituales, 160; Novenarios, 182; Triduos, 120; Misiones, 521. ¿Sabemos lo que son quinientas veintiuna Misiones, normalmente de quince días cada una?... El Obispo, que veía cómo se desarrollaba la Comunidad, se lo comunicaba desde el principio personalmente al Papa Pío IX:
-La pequeña Comunidad de La Serena viene a ser para mis diocesanos una verdadera antorcha, la edificación de todos los fieles, mi brazo derecho y el más poderoso alivio y consuelo en la tribulación.

¿Cómo premió Dios los principios de esta Comunidad heroica? Parece una simpleza, y fue algo significativo de verdad. Un joven sacerdote, lleno de prestigio, de títulos civiles y eclesiásticos, escritor, piadoso, ejemplar, esperanza grande de su diócesis, salía un día de la Iglesia regentada por los Padres, mientras entraba en ella un canónigo amigo, al que le dice entre festivo y malicioso: -Amigo, este pajarito halló, por fin, el árbol donde cantar; mañana voy a Santiago; estoy admitido en la Congregación del Padre Claret; voy a ser Misionero Hijo del Corazón de María. -¿Tú? ¿Cómo? ¿Y por qué? -Porque los Misioneros de Chile son todos unos santos. Era la primera flor vocacional claretiana en América. ¡Y qué preciosidad de flor! Su nombre está en los labios de todos: el Padre Félix Alejandro Cepeda. Al dividirse la Congregación en Provincias, será el primer Superior Mayor de Cataluña y América Septentrional; le tocará México, y de allí trasplantará otra flor tan vistosa como él mismo, el angelical joven Luis Álvarez Icaza, hermano de otra religiosa, Conchita, que está en causa de beatificación. Siempre con altos cargos de Gobierno, escritor fecundo y piadoso, querido de todos, morirá como un santo en Madrid el año 1930.

Algo importante resolvió en su segundo viaje el Padre Xifré, acorde en todo con el Padre Vallier, aceptando el reto del Arzobispo: -Levanten en Belén un gran Templo al Corazón de María. -¡Pero, Monseñor, si no contamos con nada!... -Ustedes no saben lo que pueden. Padres, y que la iglesia sea grande, que quepa mucha gente. Dejemos que pasen los años. Al final de su larga vida llegará destinado a Santiago el santo Hermano Puignou, ya ancianito, y el domingo, al entrar en la gran iglesia, romperá a llorar: -¡Si cuando vinimos aquí no encontramos sino ratones!...
El Padre Xifré se enorgulleció: en América iba a tener el Corazón de María el primer gran Templo levantado por sus Hijos. Para ello, ¡una nueva expedición aquel mismo año! Dos solamente: el Padre José Viladrich, prácticamente un arquitecto, con el Hermano Pedro Mas, infatigable constructor. Entre los dos, a los cuatro años, con los doce peones que habían escogido, habían concluido la obra que parecía inverosímil, y el Templo era consagrado el 7 de Diciembre de 1879.

La tercera visita del Padre General fue especial de veras. “¡Basta de Misioneros a esa República!”; pero nada más regresado a España mandaba una quinta expedición para las fundaciones de Valparaíso y Curicó. Al frente de ésta venía el Padre Gumersindo Vilahur, otro Misionero algo fuera de serie. Militar en la guerra civil española entre carlistas y liberales, se hicieron famosas sus aventuras, que él iba a trocar por otras más gloriosas en favor del Reino. Humilde, las callaba como un muerto, como callaría todo lo que iba a hacer después por la Iglesia dentro de la Congregación. Requerido un día a que contase sus recuerdos castrenses, contestó: -Si quiere, apunte mis pecados, que se los digo todos; de lo otro, ni una palabra. Entre la humildad, la abnegación y la audacia del Misionero, Jesucristo iba a contar con un soldado de primera talla en Chile, empezando en Curicó.

El Padre Xifré, tan parco siempre en alabanzas, cuando hablaba de Chile en España era un torrente. Los Misioneros de Chile respondían plenamente al ideal misionero trazado por Claret. Por eso, al ser llamado a España el Padre Vallier por asuntos de Gobierno, lo hizo pasar por las Comunidades más numerosas, en especial por los Colegios Seminarios, para que confirmara con su propio testimonio las legendarias noticias que el Padre General traía de cada una de sus visitas y animara a los jóvenes a ser generosos si eran llamados para la misión. Porque las Misiones de Chile suponían sacrificios que hoy casi no entendemos: viajes incomodísimos, estancias en fincas con las gentes dispersas, lluvias e inclemencias de todas clases. Y, sin embargo, llevado todo con un espíritu de sacrificio y una alegría que no podían ser sino dones especiales de Dios.

¿Y por quién se jugaban la vida aquellos Misioneros? En aquella despedida a los de Prades, oímos las palabras graves del Padre Vallier: -Esto exige una separación quizá definitiva en este mundo. ¿Era esto verdad?... Por los años cuarenta venía a España, como excepción y accidentalmente, el ancianito pero vigoroso Padre Rogelio Oñate, que nos contaba su pintoresca historia. Le llama una tarde el Padre Xifré en la casa de Alagón, y le dice: -Oye, chico, ¿quieres ir mañana a Chile?... -Padre General, un poco lejos está aquello. Pero, ¡vaya!... -Hala, pues; prepara la maleta, que mañana nos vamos a Barcelona para que tomes el barco… A poco más de cien kilómetros vivía su familia en la cercana Rioja. Con una carta se enteraron los padres y hermanos de que Rogelio estaba en las vecinas playas del Pacífico…
Hoy no aceptaríamos un proceder semejante en los destinos, que eran para toda la vida. La piedad familiar tiene sus exigencias, y también el diálogo cordial entre superiores y súbditos. Pero en aquel tiempo, ésta era la fibra misionera de que estaban hechos aquellos nuestros hermanos… Completemos la historia del Padre Oñate, que fue a Roma antes de ir a España, y lo presentaron en una audiencia al Papa Pío XII: -Santidad, cincuenta y cinco años seguidos de misionero en Chile sin volver nunca a España. Y el Papa: -¿Cincuenta y cinco años sin volver ni una sola vez a la Patria? ¡Bravo, bravo, bravo!, le repitió con tres palmadas cariñosas. Concluía el agraciado: -Yo me emocioné, y me figuré que me lo decía el mismo Jesucristo...

Recordemos la advertencia del Padre Xifré sobre el excesivo trabajo que desarrollaban los Misioneros. En su tercer viaje fue tajante con los Superiores, Padres Vallier y Molinero:
-Guárdense de pedir más personal; arréglense como puedan. Aunque hubiera veinte individuos más en cada casa, ustedes, llevados de su celo, los harían trabajar tanto que no bastarían para los compromisos. Déjenles trabajar y tomen menos trabajo.
Esto lo sabía muy bien el Padre Vallier, que le decía al Padre Avellana:
-El Padre General me escribió duramente y me dijo algo que siempre llevaré como espina en el corazón: “Yo deseo que tengamos todos espíritu para hacer, para padecer y para dejar de hacer”.

No estaba mal el aviso. Porque si los ministerios eran muchos, lo de menos eran las cifras que arrojaban. Lo pasmoso era la intensidad y sacrificio de los mismos. -Mas de setenta misiones hemos dado en los meses de marzo, abril y mayo, consiguiendo en ellas notabilísimos triunfos. Y, como las Misiones, igual los Ejercicios: -Hemos dado cuarenta y cuatro Ejercicios de diez días. Para valorar estos ministerios, bastan sólo algunos párrafos de una larga relación, que se ha hecho célebre entre nosotros. Empieza por hablar de los que llegaban a la Casa de Ejercicios, por ejemplo, la de Curicó: 630 hombres, venidos de hasta cuarenta o cincuenta leguas, que para dormir llenaban pasillos, salas, cualquier rincón. Y muchos, ¡a llorar!, porque no se les admitía al no caber ni uno más dentro en esas condiciones. Claro, que al fin se quedaban… Dice la relación:
-En los Ejercicios entran tomadores, jugadores, amancebados, protestantes, y también muchos de vida arreglada que entran para santificarse más y más. Lo que más llama la atención en los Ejercicios es la disciplina. El ruido que producen trescientos, quinientos o mil hombres disciplinándose es idéntico al que produjera un gran chubasco de agua en obscura noche de invierno, y sólo se oye el lúgubre canto del Miserere entonado por el Director y los sollozos y jaculatorias que exhalan los disciplinantes. Mientras tanto, Dios no puede menos de moverse a compasión de tantos penitentes que azotándose claman: ¡Jesús mío, misericordia!... Cuando están ya recogidos, un coro de jóvenes pasa por los corredores entonando la coplilla: “Un cuidado noche y día me atormenta sin cesar”. A lo que responden todos: “¡Ay, Jesús, del alma mía, si me tengo de salvar!”…
Acabados los Ejercicios o la Misión, regresaban los hombres a sus casas, y el ritual era fijo, con fruto doble:
-La mujer y la familia han de estar confesados para recibir al ejercitante que viene en gracia de Dios. Acompañados de su compadre, o padrino, que mira al ejercitante como un objeto digno de gran veneración, es acompañado a casa donde le aguardan la esposa, la madre, con un hermoso jarro de flores, por pobres que sean. El primer saludo del ejercitante es postrarse de rodillas y pedir, con grandes sollozos, perdón a su esposa y a sus hijos por los malos ejemplos que antes les hubiera dado. Ese día lo pasan todos en familia guardando con todo esmero al ejercitante, que asiste a la Misa, y después asiste también algunos días seguidos.

¿No estamos ante algo increíble? Los Padres hacen hincapié en el sacrificio que suponía atender tanta y tanta confesión, arreglar matrimonios, etc, etc… En las Casas se exigía con gran fidelidad la Crónica, y por eso sabemos con certeza tantas cifras que hoy casi nos aturden. Por ejemplo, que en esos años de vida del Padre Xifré dieran los Padres 1.536 Misiones, y contabilizaran en ellas hasta 1.679.950 confesiones. Algunas de las misiones fueron llamadas por la Crónica del Padre Osés “misiones al copo”, pues no quedaba persona sin recibir los Sacramentos, como en una con 7.000 confesiones.

Los Padres de Chile fueron muy asiduos a este ministerio de las Confesiones también en las propias Iglesias, no sólo en estos primeros tiempos sino hasta mucho después. Y Dios les recompensó de manera especial. Los Padres José Blanch y Julián Cea, y en ellos la Provincia, recibieron de Dios el premio de dirigir espiritualmente a la encantadora jovencita Santa Teresa de los Andes. Y ya que citamos al P. Blanch, él es uno de los cinco hermanos Claretianos que hoy vemos consignados en el Necrologio (tuvieron también una hermana religiosa, María), todos ellos grandemente distinguidos por su sabiduría y su santidad, como el Padre Jacinto, mártir en Barcelona. El Padre José, Misionero en Chile, fue además un preclaro profesor en el Teologado y en la Universidad.

Todas las Comunidades eran prácticamente igual, aunque una merece especial mención: La Serena. Situada algo hacia al norte, la gente era más fría religiosamente. Pero Dios le deparó un Misionero de talla excepcional: “El santo Padre Mariano”, como le llamó todo Chile.

El Padre Mariano Avellana ingresó ya sacerdote en la Congregación el año 1870, cuando fallecía el Padre Claret, al que no conoció por unos días contados. Era un hombre que no nació santo, sino que se empeñó en ser santo. Antes de mandarlo a Chile, el Padre Xifré preguntó al prudente y santo Padre Clemente Serrat: -¿Qué tal el Padre Avellana? -Padre, madera de santos muy fina, pero hay que desbastarla mucho. Ese ejercicio de desbaste lo va a hacer con la Gracia el mismo interesado, que, al despedirse de la Comunidad para ir a Chile, pidió a todos arrodillado en medio del comedor: -Rueguen por mí para que sea un hecho mi propósito: O santo o muerto.
¿Santo?... Pues, a empezar a vencer una naturaleza auténticamente salvaje. Apasionado, sensual, carácter violento, pero, eso sí, un corazón de oro y un ideal altísimo. ¿Remedios? Propósitos, exámenes, oración, penitencia dura por cada falta… No se perdona nada.
Su piedad se hizo célebre. Las horas ante el Santísimo, siempre de rodillas, le merecieron el sobrenombre de “La lámpara del Sagrario”.
¿Y su trabajo ministerial? Algo inconcebible. Si no constara por las crónicas de las casas día por día su itinerario, no lo podríamos creer. Treinta años justos en Chile, y predicó ¡536 Misiones!, aparte de Ejercicios, Novenarios, etc. ¿Cómo es posible?
Y esto, con otro ministerio voluntario, notabilísimo en su vida: la visita diaria y detenida a los hospitales y cárceles dondequiera estuviese. Y con los pobres, lo mismo. Fiesta sin dar a los pobres una comida especial, era para el Padre Mariano algo inconcebible, y más de un disgusto se llevó por esta causa, al serle negado lo que él pedía.
Aquel hombre bravío de antaño se había convertido, a fuerza de vencimiento propio y con la gracia que Dios le comunicó a raudales, en el hombre más suave, educado y caritativo que se podía pensar.
Moría el 14 de Abril de 1904, dos días antes de que cumpliera los sesenta años de edad. Hoy, en espera de la glorificación por la Iglesia, para la que no falta más que el ansiado milagro, los restos del Venerable Padre Mariano Avellana descansan en el Templo del Corazón de María de Santiago de Chile.

Antes de este tercer viaje del Padre General había pasado algo grave: la guerra de Chile contra Perú y Bolivia, y la peste que se cebó implacable en Quillota. ¿Qué harían aquellos Misioneros, que parecían se les iba todo en espiritualidad abstracta?... El Padre Vallier se ofreció, junto con el Padre Bech, como Capellán militar. Su labor fue intensísima y abnegada. Pero el Hospital militar de Iquique estaba minado por un verdadero hato de masones, que se cebaron con odio en los Misioneros. El Padre Bech estuvo a punto de morir, y el Padre Vallier, envenenado, contrajo una terrible enfermedad de cabeza, cuyos intensos dolores ya no se le fueron en toda la vida, constituida desde ahora en un continuo martirio.

¿Y lo de la peste? El Padre Molinero reunió a la Comunidad y, por solicitud del Obispado, pidió si había algún voluntario. Se ofrecieron todos: -Sí, Padre Superior, con la condición de que en modo alguno vaya usted. Al fin se convino en que fueran a Quillota, con riesgo de su vida, los Padres Claparols y Calmet.

Marchó de Chile el Padre Xifré, y sobre la cubierta del barco, al pasar por el estrecho de Magallanes, confesaba: -Mi separación de Ustedes me afectó de tal modo, que con frecuencia me asaltaba el llanto, obligándome a levantar el corazón al cielo.

No había para menos. En aquella generación de los años setenta a los noventa abundaron de verdad los santos en la primera Provincia americana. Ya hemos visto cómo fue la vocación selectísima del Padre Cepeda: “Porque todos los Misioneros son unos santos”.
Este singular testimonio del primer hijo de Chile en la Congregación era comprobable a ojos vistas. Aquí nos limitamos a nombrar nada más a algunos de aquellos santos.

El Padre Marcos Domínguez, apóstol apasionado de la Virgen, a la que le rezaba hasta cuarenta rosarios al día. ¿Cómo se las arreglaba?...
El Padre Plácido Abella, enamorado de la cruz y director espiritual del Padre Vallier, se convirtió por una larga y dolorosa enfermedad en un verdadero crucificado.
Asimismo, el Padre Antonio Molinero, aquel Superior tan querido, que se despidió festivo: -Yo me voy al Cielo. No miremos sino al Cielo, que los que se quedan en la tierra ya se arreglarán. Esto lo decía un incansable trabajador por mantener los Noviciados y Colegios de la Congregación, a la que amaba con pasión divina.
El extático Padre Francisco Berenguer, amantísimo de la vocación, oye cómo en la recreación se pondera el poder del Zar de Rusia. Interrumpe, dirige su dedo hacia el suelo, y comenta: -¡No le cambio todo su imperio por la suela de este zapato!...
El Padre José Bayona, austero, muy entregado a los niños, a los enfermos y a los más pobres. Ante una operación grave en la rodilla, no quiso la anestesia, agarró el Crucifijo en la mano, y riendo de continuo iba repitiendo festivamente: -¡Jesús! ¡Jesús!...
El Padre Francisco Claparols pierde la voz y no puede predicar. Con humildad indecible, iba a las misiones sólo para confesar, dejando la gloria para los compañeros. Los pobres le cautivaban, y se decía de él: -Un solo pobre tiene en su corazón más influencia que todos los millonarios de la Capital.
Sobran todas alabanzas al Padre Pablo Vallier, la primera autoridad espiritual de Chile en sus días. Parece que la enfermedad contraída con aquel envenenamiento de los masones, que le afectó para siempre a la cabeza, fue uno de los obstáculos por el que se renunció a proponerlo para los altares.

Del Hermano Miguel Xancó, en un noviciado cuajado de santos, se dijo de él que brillaba como un maestro sobre los discípulos. Y en aquella visita ocasional del Padre Claret a Vic el año 1865, tuvo la suerte de hacer el 22 de Octubre su profesión en manos del Fundador. Destinado a Chile en la segunda expedición capitaneada por el Padre Donato Berenguer, va después con el Padre Vallier a La Serena para acondicionar la casa e iglesia de la nueva e importante fundación. Dotado Xancó de una rara aptitud para todos los oficios, igual hacía de albañil y carpintero, que de cocinero estupendo y agricultor competente.
Había que construir la Iglesia del Sagrado Corazón, que la acabó del todo, y se quiso decorarla dignamente. Se le señala al Hermano un pintor primoroso que había en La Serena, pero la idea era desechable: -No; porque es un borracho y vicioso perdido. El Hermano ve lo que Dios le pone en la mano: le visita, le convence, el templo queda una preciosidad, y el pintor de marras deja sus vicios, frecuenta los Sacramentos, se casa con una buena mujer, y el vicioso de antes se convierte en un cristiano ejemplar.
Por la sociedad serenense corre la idea: -El Hermano Xancó se merece un monumento en la ciudad. Cierto. Pero, a juicio de todos, ese monumento no debe estar adornando una calle o un parque, sino dentro de una iglesia y venerado por los fieles una vez reconociera la Iglesia la santidad esclarecida del homenajeado, el de las muchas horas ante el Sagrario y el enamorado de la Virgen, sobre lo cual decían todos los que le observaban: -María es todo para él, y él todo para María.
El 23 de Septiembre de 1887 las Religiosas del Buen Pastor estaban rezando y vieron cómo una paloma blanca atravesaba rápida el recinto de la iglesia. Nada sabían, pero era el momento exacto en que el “dichosísimo Hermano”, como le llamaban, moría víctima de una fulminante y terrible infección que le había atacado dos días antes. Enterrado en un sepulcro ofrecido generosamente por un amigo, al llegar nueve años después la secularización de los cementerios se sacó el cadáver del Hermano: las dos cajas, tanto la de madera como la de zinc, estaban podridas, mientras que el cuerpo de aquel Religioso perfecto aparecía incorrupto, flexible, íntegras la sotana y toda su ropa. ¿Por qué?... Dios habla de muchas maneras.

El Hermano Ramón Puignou, connovicio del Hermano Miguel Xancó, y compañeros los dos en la segunda expedición a Chile, va a ser otra estrella radiante de santidad. -¿Y cómo fue eso de su vocación?, se le pregunta un día. -¡El Rosario! Sólo el Rosario me salvó. El demonio me tentó a dejarlo por completo cuando era un joven. Resistí la tentación, y un día quedé ofuscado de repente por una luz que me hizo ver con toda claridad la vanidad de las cosas humanas, y pasó por mí el mundo como transformado y creado todo de nuevo. Empezaba su vida mística. Por el rezo del Rosario, que en adelante no se le caerá de la mano, y al final de su larga vida, cuando ya no pueda trabajar, rezará hasta veinte rosarios cada día. En el noviciado, apasionado Puignou de Jesucristo, y entusiasta de la Virgen Xancó, era una delicia ver a los dos discutiendo acaloradamente sobre sus amores.
En las Comunidades de Chile llevará la vida más sencilla, pero, en medio de sus oficios de Hermano Coadjutor, siempre en oración altísima, abismado en la presencia de la Santísima Trinidad, con horas seguidas ante Jesús Sacramentado, y con noches enteras sin dormir pensando en las almas del Purgatorio.
El Padre Vallier, como si fuera uno de aquellos antiguos Padres del desierto, lo somete a una prueba dura: le pasa bromeando por la cara el cepillo embetunado precisamente cuando llamaban a la portería, y Ramón, como si tal cosa, sin limpiarse, con acto heroico de humildad y sonriente, va a abrir con la sonrisa en los labios…
Con ochenta años encima, aquella alma mística no podía disimular el gozo que le embargaba porque ¡pronto, pronto podré conversar con Dios y hablar con nuestra Madre!...

¿Y el Hermano Pedro Marcer?... Por algo tiene introducido el proceso de beatificación. Llegaba a Chile en el año 1880. El Padre Vallier lo coloca en la portería. Cuarenta y cinco años se va a pasar en ella, más que el capuchino San Conrado Parzhan, que en el convento de Altötting se tiró cuarenta y dos. Y será en el Oficio como un gemelo del jesuita San Alonso Rodríguez, el portero del Colegio Sión en Mallorca.
Toda su vida se resume en unas cuantas palabras. Oficio, portero perpetuo. Oración, ininterrumpida. Visitas al Santísimo, continuas las breves y largas las de tiempos libres. Atención a los visitantes, delicada siempre, y muy sufrida en muchas ocasiones ante desatenciones humillantes y exigencias inaceptables. Mortificación, la del mayor penitente, aparte de su paciencia con enfermedades crónicas. Apostolado, ardiente, aunque no fuera el itinerante de un hijo de Claret, ya que los únicos caminos que recorría eran el de la portería a la iglesia, a su celda, al comedor común y al lugar de las recreaciones obligadas. Citamos al pie de la letra las palabras de su autobiografía: -Jamás salió a paseo en los cuarenta y cinco años o más que fue portero, ni tuvo que suplirle nadie en la portaría por tener que ir fuera de casa. Con toda seguridad que no conocía poco ni mucho la ciudad, ni había montado una sola vez en tranvía, ni automóvil, no manifestó jamás curiosidad por ello.
Sin embargo, este apóstol inmóvil llegó en sus años de portero a arreglar, según los cálculos más seguros, unos 10.000 matrimonios irregulares, pues, ya se sabía: -¿Llamadas no esperadas a los Padres?... Novios del Hermano Marcer. Se legitimaron en nuestra portería más matrimonios que en toda la arquidiócesis: ningún año bajaron de 400 y en alguno superaron los 500.
Y todo, bañado con una devoción inefable a la Virgen. El Padre Abella se le queja un día al Arzobispo Monseñor Casanova: -¿Para qué tiene que venir su Excelencia a confesarse aquí? Ya iré yo a palacio. Y contesta el Prelado -No me prive de la satisfacción de escuchar del Hermano Marcer el ¡Sin pecado concebida! cuando yo le saludo con el ¡Ave María Purísima!... Y nadie es capaz de contar los rosarios que confeccionó, mientras tenía sus manos libres, para extender la devoción mariana.
Así fue su vida entera, que terminaba para irse al Cielo el día 17 de Agosto de 1927.

Chile. ¡Qué Provincia religiosa y misionera! Ni una corrección en sus repetidas visitas del intransigente y rigurosísimo Padre Xifré sobre la observancia, a no ser aquella: ¡que no trabajen tanto!
O lo del Visitador Padre Vallier, que pregunta al Superior de La Serena si había cumplido la norma de hacer las correcciones de Regla, y recibe esta respuesta casi inaudita: -No, porque no ha habido de qué.
Años más tarde, en el generalato del Padre Martín Alsina, se decidió el seleccionar a algunos de Chile para introducirles la causa de beatificación. Ante lo que son los procesos, se hubo de optar por uno nada más y se escogió acertadamente al Padre Mariano Avellana, aunque eran varios los considerados dignos de subir a los altares, pues a los ya citados habríamos de añadir los nombres de los Padres Jaime Heras, Juan Olivet y los Hermanos Pedro Coll, Francisco Gasull, Pedro Mas, José Masmitjà, Secundino Saso y Juan Vilar.
Chile, “la Provincia de los santos”. Un puñado de beatificables. Irrepetible…

¿Hasta cuándo durará esta situación inimaginable, este idilio de observancia y de santidad? Entrado ya el siglo XX, el Padre Xifré había muerto y casi todos aquellos Padres y Hermanos de la primera generación estaban desapareciendo. No extraña la observación atinada del historiador de la Congregación Padre Cristóbal Fernández sobre estos días:
-Quedó planteado el problema de la mitigación de la observancia religiosa, mitigación muy relativa, claro está, pero que hería y preocupaba a aquellos primitivos, observantes y celosos como fundadores, enamorados de la perfección y del apostolado, sin miramientos ni condescendencias con otras aspiraciones o tendencias mundanales… La eterna discordancia entre jóvenes y viejos, inevitable en todos los tiempos y en todas las latitudes.
Y con nuevas modalidades, bajo la dirección de excelentes Superiores, aunque con más apertura, Chile siguió prosperando como un organismo muy pujante de la Congregación.

Entre las fundaciones venideras, como la espléndida de Linares, hay otras que merecen especial atención por el sacrificio que exigieron a los Misioneros que las emprendían.

Empezando por la de Andacollo, una población de sólo 1.000 habitantes, alejada en la sierra en medio de soledades inhóspitas. Pero aquel pequeñito poblado encerraba el Santuario de la Virgen del Rosario de Andacollo, el gran Santuario mariano de Chile, al que acudían peregrinaciones hasta de las naciones vecinas Argentina, Bolivia y Perú, y estaba sin un sacerdote que las atendiese. Es inmenso el bien que se ha realizado en ese Santuario nacional, y, de hecho, después de más de cien años, la Congregación sigue firme en su atención. Actualmente Andacollo tiene 10.000 habitantes, y a fines de cada año reúne hasta 350.000 peregrinos que celebran a la Virgen del Rosario, la Patrona de los mineros y de la arquidiócesis de La Serena.
Los Padres fueron audaces y aquí empezaron con su primera revista en aquellas tierras: La Estrella de Andacollo, a la que siguieron “El Inmaculado Corazón de María” y “El Faro del Hogar”, hoja dominical que tiraba 25.000 ejemplares cada semana, repartido gratuitamente en las iglesias.
La Provincia de Chile, fiel a esta su tradición, sigue hasta hoy con publicaciones que son una gran gloria suya y con las cuales tanto bien hace en la Iglesia.

Otra fundación insospechada, también aceptada por el Padre Xifré pero que no llegó a ver consumada, fue la de Temuco, en lo más al sur de Chile, hacia la Antártida. Estaba poblada la región por unos 10.000 indios araucanos, y la ciudad la constituían los muchos inmigrantes, nacionales y sobre todo extranjeros, atraídos por sus abundantes riquezas en explotación. Casi todos sus habitantes eran indiferentes en religión; muchos, protestantes; malos cristianos, la mayoría; y los indígenas, supersticiosos.

Así las cosas, en la misión exploradora el Padre Dalmau tuvo un arranque apasionado que resultó genial, como aquel de Elías ante la multitud por los sacerdotes de Baal: -Los protestantes quieren hacer suyo a Temuco, lo que no deben ustedes tolerar. Hoy han de declarar ustedes de quién quieren ser, de los protestantes o del Corazón de Jesús. Se levantó un grito unánime, destacándose entre todas las voces la del Sr. Intendente: -¡Queremos ser del Corazón de Jesús!

Campo tan difícil resultaba magnífico para misioneros y evangelizadores. Y allí iban los Hijos del Corazón de María el año 1901, para comenzar de cero, pero también allí siguen hasta nuestros días, aunque cambiadas del todo las circunstancias sociales y religiosas. Como un detalle de hoy, al cabo de cien años se inauguraba el Polideportivo Centenario, con graderías para 1.300 personas.

Otra fundación chilena que traemos aquí y se presentaba también muy difícil y grandemente sacrificada es la de Coquimbo, iniciada en 1903, con solo tres Padres ancianos y enfermos, aunque los tres de una categoría espiritual y misionera excepcionales: el Padre José Coma, aquel que entusiasmó con sus catequesis al Padre Xifré; el otro catequista, único también, Padre Cristóbal Soteras; y, nada digamos, del Padre Mariano Avellana, que, cuando estaba en casa, salía cada tarde por las calles tocando la campanilla, estilo Francisco Javier, reuniendo a las gentes para instruirlas en la doctrina cristiana, y pidiendo arrodillado en la calle: -Señor, mándame almas para convertirlas.

Aunque no será la última fundación que se haga en Chile, traemos aquí finalmente la de Antofagasta, totalmente al norte de la República, ya colindante con Bolivia. Se necesitaba temple de apóstol para ir allá, pero los Misioneros no dudaron en aceptar e ir al campo más problemático y difícil hasta ahora explorado. Cuando llegaron los Misioneros en 1903, Antofagasta tenía ya 45.000 habitantes. Pero, añade el cronista: -Riqueza material, mucha; riqueza espiritual, nada; amor de Dios, cero; amor a las riquezas, al goce, a los placeres, millones de millones. Los Misioneros no sabían por dónde empezar, porque había que hacer todo y no se podía hacer nada. El Padre Constansó escribía al Padre General: -Haré lo que pueda, veré si acierto a darme a la vida contemplativa, que la activa es aquí imposible; en tres semanas he confesado a una mujercita no más.

La labor iba a empezar por donde menos se podía pensar. Vale la pena dejar la pluma al Padre Ambrosio García, que escribía al Padre General:
-Fui a hacer una visita a un lazareto donde hay 27 variolosos. Ninguno de los sacerdotes se atreve a confesar a un enfermo de viruela. Me dijeron que el día antes había muerto una mujer que pedía confesión, y que al fin murió sin confesarse. Me dio tanta pena, que pasé por las tres salas, cama por cama, exhortando a todos y a cada uno que me llamasen si me necesitaban. No me importa nada si me da la peste viruela por asistir a los variolosos, y estoy dispuesto a morir en la demanda. Me he ofrecido a los otros sacerdotes que, cuando pidan confesión para tales enfermos, me los manden a mí.
Con esta generosidad del Padre vino el milagro. Ante todo, catecismo a grupitos de niños; devotas funciones en la iglesia; a pesar de tanta dificultad, misiones por aquellas latitudes; y la santa audacia de los Misioneros que se metieron por almacenes, aduanas, muelles, cárceles, hospitales..., y, lo más importante en Antofagasta, levantaron una escuela, un colegio…
Después de más de cien años, aún sigue la labor de los Misioneros en una ciudad al principio tan ingrata y después tan copiosa en ricos frutos.

Hoy la Provincia de Chile, aunque reducida tanto en su personal, lleva adelante ministerios muy actuales, sobre todo en los medios de comunicación. Ha realizado, y tiene la aprobación oficial, la Fundación ECCLA, entidad sin fines de lucro, con un directivo de cinco miembros, tres de ellos claretianos, que edita Telar, Diario Bíblico, Agenda Latinoamericana, Guía de la Iglesia en Chile y varias publicaciones más.
Para nosotros, decir Chile es recordar la página más lucida que la Congregación escribió en sus principios.


CUBA. Desastre, Resurgimiento e Interrogantes

Recuerdo, tragedia y gloria. Sí, las tres palabras son necesarias al describir la fundación de Santiago de Cuba en el año 1880. La historia es fría, pero a veces tiene momentos de mucha emoción. Y en la Historia de nuestra Congregación, éste es uno de esos momentos excepcionales.

El Arzobispo de Santiago de Cuba, de paso por Madrid a finales de 1879, le ofrecía la fundación al Padre Xifré, el cual no se la pensó un momento: había que ir sin más a la diócesis del Padre Fundador. El 23 de Mayo de 1880 se embarcaban en Barcelona los once expedicionarios, a los que el día 30 se les unía en Cádiz el Padre Xifré. A finales de Junio estaban en Santiago, desde donde escribían festivamente a Thuir para animar a sus hermanos a la aventura misionera.
El Padre Xifré, visto nada más el campo y arreglados sobre el terreno los últimos detalles, aprovechando una buena y “casual” oportunidad, se embarcaba para Chile por la fundación de Curicó. Dios estaba al tanto del Padre General ante lo que iba a venir.
En recuerdo del Santo Fundador, tanto el Arzobispo como muchos otros amigos, dispensaban a los Misioneros las mayores y cariñosas atenciones. Pero, más que para agasajos, los enviados de Dios habían venido y estaban prontos para trabajar. La Iglesia de San Francisco que se les entregaba era la mejor de la ciudad después de la Catedral. Y el día 1 de Julio se abría la primera enseñanza en la escuela y colegio, suprema ilusión de todos. Para estos como para los demás ministerios, entrevieron inmediatamente los Padres lo que más se necesitaba, y así lo escribía el Superior P. Manent a los de Thuir:
-Aquí se necesita amor de Dios y un corazón grande, hombres de sacrificio, que no reparen en morir mártires de la caridad; aquí no sirven hombres meticulosos y prudentes según la carne… Si yo pudiera hablar personalmente con Usted y con los novicios, ¡cuántas cosas les diría! Padre, la mies es mucha, y los trabajadores pocos...

Muchas ilusiones en los Misioneros, que estaban metidos en el ojo del huracán sin ellos saberlo. El Padre Manent escribía su carta el 29 de Junio sabiendo que el barco del correo salía el día 5 de Julio. Antes de enviarla, tenía que añadir esta postdata:
-Hoy, que estamos a tres, voy a consignar una noticia que tal vez va a llenar de amargura el corazón de todos ustedes. Dios Nuestro Señor ha exigido de nosotros un sacrificio muy sensible. Los Padres Ferrer y Rierola, como también el Hermano Casas, han sido víctimas de la fiebre amarilla…

Esto no era más que el principio. El día 14 caía el animoso, festivo y tan cariñoso Padre Requesens y el día 15 el Hermano Güell. Al Superior Padre Manent le fallaron las fuerzas para seguir escribiendo a Thuir, y era el Padre Luis Xuriach quien escribía al Subdirector Padre Clotet: -Todos acabaron con la muerte de los santos, de tal manera que no dudo puede envidiarse su suerte… Al fin escribía de nuevo el Padre Manent al Padre Clemente Serrat estas palabras: -Al ver desaparecer de nuestra compañía a esos mártires de la obediencia, mi corazón se alegra por una parte; pero, por otra, al ver que quedamos sin individuos, no puedo menos de afligirme y esperar que pronto se mandarán otros Padres y Hermanos.

El Padre Superior escribía estas últimas palabras con cierto optimismo, pues creía que, subidos los restantes a las alturas del Santuario del Cobre, había desparecido allí el peligro de la peste. En Thuir podían respirar, y más con la presencia del Padre Xifré que había regresado de Chile. Sólo que el 25 de Septiembre se recibía otro cable: -Sola, Massoliver y Pérez murieron. Xuriach, grave. ¿Qué?... El día siguiente moría también el Padre Xuriach, y ese “¿Qué?” era respondido por el Padre General con este cable: -Vengan primer vapor. Xifré.

Así lo hicieron el Padre Manent y el Hermano Sesé. ¡Sin embargo, en qué circunstancias! El día 27 dejaban El Cobre para ir a Santiago, donde habían de tomar el barco que iba a salir el día 5 de Octubre. Pero el Padre caía gravemente enfermo el día 27 y, desahuciado de los médicos, recibía los Santos Sacramentos para bien morir. El Hermano estaba muy débil y todavía convaleciente de las calenturas, de modo que no podía ayudar nada al moribundo. Pero Dios, con Providencia muy grande, hizo que el Padre no muriera y que los dos llegaran con fuerzas suficientes para embarcarse hacia Barcelona, adonde arribaban el día 30 del mismo Octubre.

Fue grande la consternación en todas las Comunidades al saberse la plenitud de la tragedia. Pero, ¿cuál fue la reacción? En el mismo Thuir, mientras el santo Padre Clotet suspiraba: “¡Virgen Santísima, oíd a vuestros hijos! ¡Dios mío, asistidnos!”, anotaba también con sencillez pasmosa: -Muchos estudiantes de Thuir, de palabra, y otros de las casas, por escrito, se han ofrecido para ir a Cuba. Y años más tarde, el Vicario Apostólico de Guinea, Padre Armengol Coll, recordaba este hecho escribiendo al Padre Batlló en Roma: -Cuando en el 80 se murieron los de Cuba, a cada cablegrama de defunción había la mar de ofrecimientos para cubrir la plaza. En la Congregación no habían acabado los héroes…

Como podemos suponer, un día u otro había que volver a Cuba. Y llegó la hora en 1918 cuando el Arzobispo de Santiago confiaba a la Congregación la Parroquia de Palma Soriano, y, admirado el Prelado de la labor de los Padres, el año 1920 les entregaba otra fundación en la misma ciudad claretiana: la Iglesia de la Trinidad en Santiago de Cuba.
Seguía en 1930 la Casa de La Habana, que, nada más instalada en muy difíciles circunstancias, ya comunicaban los fundadores diez misiones, Ejercicios, novenas y otras predicaciones, lo clásico de la Congregación, aparte del cuidado parroquial. Eran buenos augurios, contra el pesimismo que podían infundir las palabras del Arzobispo, el cual dio a regañadientes nada más que el estricto permiso para fundar en un barrio pobre y abandonado, el Cerro, y añadió estas oscuras palabras: -Del rocío del cielo, lo que quieran; pero de mí, que no esperen nada. Con esto, los principios fueron durísimos debido a la suma pobreza en que vivía la Comunidad, por más que el barrio se fue transformando desde el primer día: ¡no iba más gente por no caber en la iglesia!... A soñar en hacer otra con más capacidad.
A pesar del sacrificio que suponían, en los dos primeros años llegarán a 52 las misiones predicadas, más 37 Ejercicios Espirituales y novenas. En un lugar, donde no se veían nunca en la iglesia más de una veintena de hombres, llegaron a asistir 300. El huraño Arzobispo hubo de empezar así el saludo al Padre Misionero: -Ya sé que los Padres del Corazón de María trabajan muy bien. Y contra el primer propósito del Prelado, el tesorero diocesano canceló todos los gastos del viaje: -Esto es justo pagarlo. Estos Misioneros gastan muy poco.

Los Padres Paúles y las Hermanas de la Caridad, después de tantos años, recordaban como recientes las atenciones y el cariño que con ellos y ellas gastó el Arzobispo Claret, y, además de ayudar eficazmente en su pobreza a los Padres, empezaron a desprenderse de los recuerdos claretianos que conservaban: dos dalmáticas, una mitra, un cíngulo, dos guantes y dos zapatos. Preciosas reliquias. Pero faltaba la principal, en poder de los Padres Jesuitas, que también paró en manos de la Congregación: el roquete ensangrentado que el Padre Fundador vestía cuando el atentado de Holguín. Llevado a Roma, el Padre Ledochoswski, General de la Compañía, lo entregaba personalmente a la Comunidad de Via Giulia cuando la Beatificación del Padre.

Fue penosa la fundación de La Habana. Pero algo hizo y hace la Comunidad cuando dura hasta nuestros días, incluso en medio de la actual revolución castrista. Siguieron a ésta otras fundaciones, como Cárdenas y Varadero… Hoy se ha vuelto a la de La Trinidad en Santiago y se ha abierto la Parroquia de La Milagrosa, en Guantánamo.
La Parroquia de la Santísima Trinidad, aparte de los trabajos parroquiales ordinarios, desarrolla actualmente con éxito una actividad muy claretiana, porque recuerda al Fundador de la Academia de San Miguel. Se trabaja en el mundo de la Cultura, sobre todo de los artistas. Cada año se hace una Exposición Religiosa, convocada para toda Cuba, y con éxito cada vez más creciente.

En 1959 vino con Fidel Castro el violento cambio de régimen en Cuba, y las consecuencias del comunismo marxista no se hicieron esperar. La Congregación contaba en Cuba con veinte Padres en seis Comunidades, cinco Parroquias y cuatro escuelas o colegios parroquiales. Pero las obras empezaron a hundirse. La Santa Sede había sugerido a los Padres la actitud debida, el Gobierno General la aceptó con fidelidad y valentía, y contestaba en Mayo de 1961: -El Superior General ha tomado nota del deseo de la Secretaría de Estado de Su Santidad, de mantener en el puesto todo el tiempo posible a los Padres que ahí trabajan, los cuales lo abandonarán sólo por fuerza mayor.
Casi todos los Padres hubieron de salir de la Isla, algunos quedaron, pero hoy han muerto ya todos ellos. A los que quedaban les hizo una visita el General Padre Antonio Leghisa, que, a pesar de su normal optimismo, regresaba deshecho. Y nos dijo: -Si tienen ocasión, lo mejor que pueden hacer es mandar a nuestros hermanos algo de ropa interior, aunque sea unos calzoncillos… Los días que estuvo allí pudo el Padre General celebrar Misa, pero seguido siempre por la inevitable policía. Uno de aquellos Padres, hoy difunto, escribió esta carta:
-¿Y de Cuba? Mucho podría contarte, pero como todo es desagradable, lo mejor es que sea parco. Hemos ido de mal en peor. A estas horas todos son esclavos del Gobierno en todo. Hay escasez en todos los renglones: comida, vestido, libertad, etc… No hay una familia que no tenga una tragedia dentro: o un preso; familiares fuera del país; discordia entre padres e hijos o hermanos… Yo no sé cómo pueden aguantar tanto. En la parte religiosa, después que nos persiguieron directamente y quitaron Colegios, expulsaron a casi todos los sacerdotes etc..., han cambiado de táctica. Podemos trabajar dentro de las Iglesias; pero ellos se cuidan por el terror, y utilizando todos los recursos, de que no vengan o no puedan ir a la Iglesia. Todavía tenemos un buen grupo de fieles; pero los más asiduos son de las personas que van a salir del país y que por lo tanto no tienen nada que perder. Cuando éstas salgan, quedaremos prácticamente sin fieles. A pesar de ello, no creas que vivimos tristes y arrinconados; siempre reina el entusiasmo y hacemos cosas que a nosotros mismos nos extrañan.
Una de nuestras Hermanas las Misioneras Claretianas escribía también en aquellos ya lejanos días:
-La situación, dolorosísima. No se pueden copiar los párrafos de “Sierra Maestra”, el periódico Oficial. “¡Al paredón!” era lo más suave que oímos. Eran los revolucionarios. La reacción del pueblo era muy diferente. La mayoría del pueblo nos respeta más que antes y en la calle nos trata con la mayor deferencia. En los días en que esto se puso tan feo, esta casa estaba a todas horas llena de personas que venían a manifestarnos su apoyo y a ofrecerse incondicionalmente a nosotras.

Todo aquello pasó. ¿Cuál será el final? Sólo Dios lo sabe. Los Padres que continúan hoy en Cuba están bien y trabajan con relativa libertad. La Congregación en Cuba, desde el principio hasta hoy, ha sabido lo que es la cruz. Pero la cruz no es ningún término definitivo, pues, si en ella está Cristo, siempre acaba en una resurrección.


CASAS POR TODA ESPAÑA

Para los destinatarios de este libro no vale la pena bajar a detalles ni citar nombres de cada nueva Comunidad que la Congregación va a abrir en estos años, a partir de Thuir hasta su distribución en las tres Provincias de Cataluña, Castilla y Bética.
Es un período de gran expansión por toda España, y por excepción se indicarán sólo algunas Casas de las más significativas. Como unas particulares que deben conocerse en la Historia de la Congregación, aparte de Madrid, están los tres grandes Colegios de Santo Domingo de la Calzada, Cervera y Aranda de Duero.
El adjunto mapa de España, demarcadas las tres primeras Provincias, les vale para identificar esas Casas de más relieve.

Conocemos bien la Revolución del año 1868, que dispersó las cinco casas existentes e hizo refugiarse en Prades y después en Thuir a casi toda la Congregación. En el año 1869 el gran Padre Diego Gavín, con el permiso del Padre Xifré, tuvo la audacia de fundar la Casa de Barbastro, entre gentes muy buenas unas y bastante revolucionarias otras. Allí el Padre levantó una Iglesia pequeña, pero que tiene el honor de ser la primera de España en honor del Corazón de María, y de la cual saldrán muchos años más tarde hacía la muerte los 51 Beatos Mártires que llenarán de gloria imperecedera esta Casa.

El año 1875 llegó para España la Restauración con el Rey Alfonso XII, y el Padre Xifré, actuando rápidamente, consiguió del Gobierno la Real Orden que devolvía todos sus derechos a la Congregación dispersa. Con esta Real Orden en la mano, la primera Casa que el Padre Xifré recobraba era la de Vic, en medio de dificultades muy grandes; e igualmente las otras de Gracia en Barcelona, Segovia y Selva del Camp. A ellas podían acudir ahora los que salían formados de Thuir y todos los Padres y Hermanos que se hallaban desparramados en grupitos de dos o tres.

Pero lo más importante era que ya se podían fundar otras Casas, centros de Misiones y Ejercicios, y Colegios que acogían las vocaciones que Dios iba a enviar. Basta comparar estas cifras: en 1870, al morir el Fundador, eran 102 los miembros de la Congregación; y diez años después, a los cinco de la Restauración, ascendían los profesos a 306 y a 94 los novicios, con un total de 400 exactos.

Aparte de las nuevas Casas por el Norte de España y otras en el centro de la Península, podemos consignar la de Córdoba, primera en el Sur, que habría de producir tantos frutos de apostolado y de piedad en las tierras de Andalucía. Alma de esta fundación tan notable fue el Padre Antonio Pueyo, al que veremos un día Misionero destacado y Obispo en Colombia. En Córdoba reconstruyó el convento dominico e iglesia de San Pablo, convirtiéndolos en verdaderas joyas de arte y de riqueza mudéjar, herencia de la cultura árabe. Aunque lo hubo de hacer con sacrificios económicos muy grandes. Como aquella vez en que le vencía al día siguiente una letra con la gran cantidad de 5.000 pesetas. No podía conciliar el sueño, y optó por lo principal: se levantó y se pasó la noche arrodillado delante el Sagrario. -Señor, esto te toca a ti. Llega la mañana, visita a los trabajadores, y el correo le traía una carta de lejos, del Arzobispo de Valencia, con estas palabras: -El Padre Pueyo debe estar a estas horas muy apurado. Y con palabras tan comprensivas, venían las 5.000 pesetas soñadas…

Restauradas así las Comunidades en casas propias y libres, en el año 1876 se celebró un Capítulo General en que salió reelegido, como era de suponer, el Padre Xifré. Y se pudo dar una norma sobre la oración que ya sería fija en adelante, a saber: la meditación, la lectura espiritual, el examen de conciencia, el rezo del santo Rosario y la Visita al Santísimo dejaban de ser individuales y pasaban a ser actos comunitarios, incluso en tiempo de misión.

Siguiendo nuestro orden cronológico, aquí deberíamos colocar la Casa de Madrid antes de muchas otras de España. Pero la dejamos para más tarde. Su extrema importancia hace que la coloquemos más adecuadamente después.

Los tres grandes Colegios que iban a continuar la obra de Thuir merecen una mención especial. Toda aquella Comunidad, al ser expulsada de Francia, vino a refugiarse en la Casa de Gracia en Barcelona. Eran los finales del año 1879, y al cabo de poco más de tres años la describe admirado un ilustre visitante, el mexicano Siervo de Dios Padre Plancarte, con quien nos vamos a encontrar muy pronto:
-La casa es inmensa, pero demasiado pequeña para tanta gente: sesenta y tantos sacerdotes, ochenta y tantos estudiantes y ciento y tantos novicios de todas las edades. Toda gente joven, robusta, instruida, virtuosa, y llena de amor a Dios y celo por la salvación de las almas.
Esta era la bendición de Dios. Las vocaciones afluían de todas partes, y la Congregación no tenía dinero para afrontar la construcción de los edificios necesarios. Pero la Providencia estaba sobre todos los cálculos humanos, esa Providencia de la que el Padre Xifré era un esclavo y un adorador…

El Noviciado, cuando hubo de salir de Thuir, se estableció en Vic el año 1878. Tuvo como Maestro de Novicios al Padre Cayetano Girbau, considerado como uno de los grandes santos de aquel tiempo. Sacerdote ejemplar y profesor brillante, ingresó en la Congregación a sus 48 años, y en Thuir y Cervera, como Maestro y Prefecto, supo formar a verdaderos santos, igual que lo era él.
En Vic seguirá el Noviciado hasta que logre en 1888 una institución plenamente canónica al establecerse en Cervera.

Santo Domingo de la Calzada goza de un gran nombre en nuestra Historia. Antiguo convento franciscano, con amplia huerta y una iglesia magnífica, necesitó serias reparaciones después que llevaba tantos años de abandono. El Padre Isaac Burgos, otro nombre que conviene recordar, con un grupo de Hermanos diestros en albañilería, disponían el edificio que era inaugurado el año 1884 como Colegio Teologado. La cristiana ciudad de Santo Domingo se entusiasmó cuando vio el desfile de aquellos 150 jóvenes, Teólogos y Novicios, que llegaban tan ilusionados desde la Casa de Gracia en Barcelona, a la que urgía descongestionar por el peligro de la peste, aparte de que era siempre problemática por los movimientos revolucionarios de la gran ciudad industrial.

Durante veinte años Santo Domingo iba a ser el único Teologado de la Congregación, por el que pasaron tantos jóvenes que serían ilustres Misioneros.
Además, esta Casa Colegio se convertía, dejada Gracia, en el centro de la Congregación por instalarse en ella el Gobierno General. Los primeros Padres que la ocuparon son de lo más significativo: Clemente Serrat como Superior; Martín Alsina, Prefecto de los Estudiantes, ambos del Gobierno General, y Pablo Vallier, venido de Chile para Maestro de novicios
Años más tarde, en el edificio adjunto que se llamará el Colegio Menor, se formaban los niños Postulantes, que acudían muy numerosos de aquellas regiones tan cristianas. Al dividirse después la Congregación en Provincias, el Colegio quedará como Teologado únicamente de Castilla, siempre lleno de Estudiantes y con un gran prestigio de Formadores y Profesores.

Cervera es el otro gran Colegio que Dios deparaba a la Congregación, suntuoso y elegante como ninguno. Lo había construido el Rey Felipe V para Universidad como premio a la lealtad con que la ciudad había apoyado la causa del Rey. Con una fachada toda sillería, de 115 metros de ancha y una profundidad de 90, con tres patios interiores y claustros solidísimos, con paredes entre 1’4 y 2’3 metros de anchas, resulta un edificio imponente. La Capilla Real, en el segundo piso, a la que se sube por una escalera majestuosa, está dedicada a la Inmaculada Concepción de María, con riquísimo altar y adornada toda con mármoles de Carrara.
Había para entusiasmarse con la oferta que se le hacía a la Congregación. Pero, como siempre, era un edificio que por el gran descuido de tantos años anteriores, necesitaba unas reparaciones que tiraron atrás a los miembros del Gobierno General: no podría la Congregación con tales gastos. Pero el Padre Xifré no se rindió. Y con aquel puñado de Hermanos tan diestros se realizó la proeza de la restauración. La visitaron tres arquitectos, guiados por el Padre Francisco Naval, y no entendían la realidad que contemplaban. -¿Esto es de un Hermano Coadjutor, sin ningún estudio de arquitectura, sino simple aficionado? Ninguno de nosotros lo hubiera hecho.

El Hermano Villaró, que morirá en la misma Universidad ya muy anciano el año 1932, era no sólo un auténtico especialista en construcción, sino también y sobre todo un religioso santo. Al pedir el ingreso en la Congregación, le dice el Padre Xifré: -¿Eres albañil? Al paso que vamos, no te faltará trabajo, pues hacemos fundaciones en casas viejas y hay que hacer en ellas muchas reparaciones. Toda una profecía. El Hermano tuvo casi cincuenta destinos, para construir o reparar casas; nadie le ha ganado a cambiar tantas veces de residencia. Siempre de buen humor, se levantaba cada día a las tres de la mañana, y se iba a la capilla “a perder el tiempo”, hasta que una hora más tarde llegaba la Comunidad. Ya había hablado largamente con Jesús Sacramentado, practicado el Víacrucis y rezado el Rosario. Se tomaba una copa de aguardiente, porque “mata los crómicos del estómago”, y, después, a trabajar todo el día. Hasta que una vez le pidió a Dios una cruz. ¿Imprudencia? ¿Generosidad de un santo? El caso es que por descuido de un ayudante falló la escalera, le cayó una gran losa encima, y le destrozó la pierna y pie izquierdos. A pesar de los muchos cuidados, se le abrieron varias y grandes úlceras, fuentes inagotables de podredumbre y de sufrimientos continuos. Era en 1886, y le faltaban cuarenta y cuatro años para morir. ¿Rendirse? ¡A trabajar como si nada pasase! A quienes rendía de cansancio era a los dos peones que tenía a su servicio… Los últimos años de su vida los pasó en Cervera con otro compañero albañil, el Siervo de Dios Hermano Miguel Palau. En la última enfermedad, le sorprende un Padre con el rosario en la mano: -¿Cuántos rosarios ha rezado ya hoy? -Creo que unos treinta. -¿Y cuántos recitaba cuando podía trabajar? -Entonces, sólo unos seis.
Cuando murió, el General Rmo. Padre Nicolás García escribió de él: “Fue ese Hermano grandemente benemérito de la Congregación; le prestó señaladísimos servicios, que nunca le agradecerá bastante; añadía a eso unas virtudes sólidas y macizas; su abnegación y sacrificio no tenían límites; todo ello con una paz y un carácter bondadosísimo”.
En el Hermano Villaró queremos hacer memoria de todos aquellos Hermanos únicos, trabajadores incansables y magníficos religiosos.

Se acabaron las obras de reparación más necesarias en el edificio de la Universidad, y entre Agosto y Septiembre del año 1888 llegaron las diversas expediciones. Aunque el Gobierno General seguía en Santo Domingo, el Padre Xifré fijó su residencia junto con el Padre Clotet en Cervera debido a los grandes asuntos que allí habrían de resolverse. En Cervera se iba a realizar lo que nunca se había podido hacer: separación completa de las tres secciones: Estudiantes de Filosofía; Noviciado de Estudiantes y de Hermanos en forma plenamente canónica; y Hermanos profesos, tan numerosos para atender aquella gran Comunidad. La inauguraba el Padre Xifré dirigiendo unos Ejercicios Espirituales a todos juntos, una Comunidad de “sólo” 288 individuos. Habrá ocasiones en que serán muchos más, hasta rozar los 500..

Al hablar de la constitución canónica del Noviciado de Hermanos en Cervera, hay que decir algo de los Hermanos Coadjutores que florecieron tanto en la Congregación por estos años. Fue una bendición extraordinaria de Dios. No hubo Comunidad que no contara siempre con uno o varios, según sus necesidades. Imaginar en aquel entonces a una mujer para servicio de la casa, aunque se tratara de religiosas, era algo impensable. Los Hermanos valían para todo y lo hacían todo. Y más que nada, entre ellos se dieron bastantes casos de santidad extraordinaria y muchos eran columnas de observancia religiosa que dejaron recuerdos imborrables.
Como un caso curioso y admirable de verdad, podemos mirar en el Necrologio Claretiano a los seis Hermanos Coll Bassagaña. Hijos de una familia campesina catalana, uno tras otro fueron entrando en la Congregación. Fallecido el padre, el mayor y heredero de los hermanos, Pedro, ingresaba trayendo consigo los restos de la herencia, incluida la mula para los trabajos de la huerta… Con él venía también el criado, unido a la suerte religiosa de los seis hermanos. En esta feliz “liquidación” de la familia Coll Bassagaña tomaba parte también la santa madre, que se instalaba en Vic al lado de la Merced donde vivían y se santificaban sus hijos. Pedro murió en Chile con fama de santidad.

Así como el Colegio de Santo Domingo era Teologado, Cervera será Noviciado y Filosofado para toda la Congregación hasta la futura división de Provincias. Después quedará exclusivamente para Cataluña. E igual que en el otro Colegio, por éste también pasarán Profesores muy prestigiosos e individuos aureolados con fama de santidad. En la persecución religiosa de 1936, la Comunidad de Cervera se verá coronada con la gloria de setenta y un mártires.

Hemos de saber desde ahora que la Comunidad contaba, desde el año 1920, a siete kilómetros hacia Barcelona, con una pequeña finca, que, aparte de jugar un modesto papel en la economía del Colegio, servía para reposo de algunos enfermos y ancianos. La llamaban familiarmente Mas Claret, y pronto la vamos a ver convertida en un jardín escogido de las flores martiriales más galanas...

El Colegio de Aranda de Duero merece también una atención muy especial. Era una necesidad sentida que cada Provincia debía tener sus Escolasticados propios, y así, en 1905 el Teologado de Santo Domingo se dividía en dos: Santo Domingo para Castilla y Cervera para Cataluña.
Pero se suscitó una cuestión muy importante: ¿Y los sacerdotes recién ordenados o los diáconos a punto de ordenarse? Necesitan un año de preparación. ¿Dónde y cómo tenerlo?
En la mente de todos estaba que, una vez separados los Teologados, donde los Estudiantes se formaban conforme a la idiosincrasia regional de donde eran nativos, convenía un Colegio Central, en el que se aunaran criterios, aprendieran los Padres jóvenes de manera uniforme a ejercer los ministerios propios de la Congregación, y, muy importante también, ayudara a conservar en la Congregación ese aire de familia tan peculiar que siempre le ha distinguido. El Capítulo General extraordinario de 1904 celebrado en Selva del Camp aceptó plenamente esta idea, y se determinaba abrir el Colegio Central, dependiente del Gobierno General, aunque con esta importante salvedad sobre los alumnos:
-El Padre Provincial respectivo no pierde la jurisdicción sobre ellos; podrá, en consecuencia, comunicarse libremente con los mismos, y éstos con él; y, concluido el curso de preparación, o antes, según las disposiciones de la Provincia, podrá disponer de ellos poniéndose previamente de acuerdo con el Padre General.

Esta fue la determinación del Capítulo, y en Octubre de 1905 se iniciaba el Colegio Central en la ciudad de Aranda de Duero. Una elección acertadísima. Allí funcionaba una Casa-Misión desde hacía ocho años, en un bello edificio que, debidamente ampliado, sirvió para el Colegio y para Sede también del Gobierno General. La población tenía entonces 8.000 habitantes, y dominaba una campiña rica y feraz. Sobre todo, se hallaba en una región sumamente cristiana, muy apta para iniciar a los neosacerdotes en los ministerios, y era una tierra con tradición de abundantes y escogidas vocaciones.

¿Cuáles fueron los resultados de esta erección del Colegio Central? Magníficos en toda la línea. Los Padres jóvenes, aparte de completar su formación científica y religiosa, se ejercitaban prudentemente en los ministerios, hasta con algunas misiones bajo la dirección de Padres experimentados. Era una cosa sabida en la Congregación que todos los Padres jóvenes iban felices al tradicional Año de Aranda y de él salían todos también muy contentos.

En las Islas Canarias. Muy alejadas de la Península, y en pleno Atlántico, se hallan las “Islas Afortunadas”, que tuvieron la fortuna del servicio de la Congregación, y fueron también para la Congregación una verdadera fortuna. Las Canarias tenían y siguen teniendo siempre para la Congregación un recuerdo nostálgico inolvidable: la campaña misionera del Padre Fundador, que aseguraba: “Estos canarios me tienen robado el corazón”.

¿Cómo empezó todo? El Padre Hilario Brossosa y el Padre Prim fueron a misionar a Tenerife, llamados por su primer Obispo Mons. Infante, tan amigo de nuestros primeros Padres de Segovia, incluido el Padre Fundador. El Padre Brossosa era un Misionero gigante, y el Padre Prim, muy buen religioso y querido de todos, resultaba de lo más simpático. Del Padre Prim se contaron siempre anécdotas por demás divertidas, incluso las habidas con el Padre Xifré, que no podía resistir a este chispeante andaluz, el cual acabará en México su vida de misionero.

Es increíble lo que hicieron los dos Padres en aquellos seis meses de continuo misionar. Los viajes, siempre a pie, empezando por la primera salida de ocho leguas bajo una lluvia torrencial. El Obispo llegó a finales de la primera misión queriendo ayudar a los Misioneros en el confesonario. Lo intentó, y no pudo resistir. Hombres con treinta, y hasta cincuenta años o nunca sin confesarse. El Prelado se asustó y dejó solos a los Padres, que en esta misión como en todas las demás se iban a acostar a las doce o a la una de la noche, y a las cuatro estaban de nuevo en la iglesia. ¿Cómo pudieron resistir? Aquello pareció un milagro. Igual que lo del Padre Claret hacía treinta años…

Acabada la campaña en la isla de Tenerife, pasaron a la de Gran Canaria para otra campaña misionera, con un trabajo tan inmenso como en la de Tenerife. Pero lo importante fue que el Padre Brossosa se traía de un viaje a España varios Misioneros para la fundación en Las Palmas. ¿Y cómo actuaron aquellos primeros Padres? Traemos la cita del Obispo:bispo:

-Desde el tiempo en que estos Misioneros viven en esta diócesis han recorrido todos los pueblos y hasta los pagos más importantes de la misma, dando misiones que han producido un fruto copiosísimo. Han desempeñado la dirección espiritual del Seminario y se han dedicado continuamente a la tarea del confesonario; han dado Ejercicios al Clero y han ayudado a los señores Curas Párrocos en novenas y comuniones generales. El fruto más grande lo están recogiendo ahora con una escuela de niños pobres que se halla provisionalmente en los bajos del Palacio Episcopal. No obstante tan grandes y tan esclarecidos servicios, los Misioneros son objeto del odio de los impíos, de los masones y de los malos católicos, a los que se asocian algunos malos clérigos. Los odios aún no se han extinguido, y si públicamente no se manifiestan, depende de lo mucho que el pueblo quiere ya a los Misioneros.

Esa lucha con los masones la suscitó sobre todo la actitud del tremendo Padre Hilario Brossosa, un gigante para emprenderla contra cualquier enemigo de Dios, como lo supieron bien los masones, judíos y cuantos le hicieron frente en Argel. Pero aquí en Gran Canaria armó tal revolución dentro de la sociedad, de la Iglesia, y hasta de la Comunidad con sus genialidades, sus métodos violentos e intransigentes, que el Padre Xifré no tuvo más remedio que sacarlo y mandarlo a la Península. El Padre Hilario Brossosa, que moriría en 1903, fue uno de los Misioneros más grandes que dio la Congregación a la Iglesia en aquellos tiempos.

Aparte del ministerio directamente sacerdotal, el Obispo nos ha dicho lo que fue aquella escuela tan sencillita. ¡La importancia que tuvo en esta fundación! En Las Palmas contará siempre la Comunidad, hasta nuestros días, con un prestigioso Colegio, que no es sino la prolongación de aquel ministerio y servicio social de los primeros Misioneros.

Esta fundación de Las Palmas, por su situación geográfica, sirvió de puente y descanso para tantos Misioneros que pasaban por ella en sus viajes por barco a América y, sobre todo, a las próximas misiones de Guinea. Unos expedicionarios, al rogar a todos los Padres de la Comunidad que no perdieran la noche entera, sino que los condujeran pronto al barco y se retiraran ellos a descansar, recibieron esta respuesta: -No priven a esta Comunidad de su mayor gloria, como es, desde su fundación, el haber atendido siempre a todos los Misioneros que por aquí han de pasar. Lo seguiremos haciendo siempre. Los Misioneros de Guinea, a los que conoceremos pronto, van a saber esto muy bien…
Las Canarias siguen perteneciendo a Bética, Provincia que las asumió como suyas desde 1906.

No podemos enumerar todas las fundaciones realizadas en estos años a lo largo y ancho de España, varias muy importantes y meritísimas, como las de Baltar, Medina de Rioseco, Pamplona, Calatayud, Lérida, Solsona y Tarragona, todas en la mitad Norte de la Península. Citamos particularmente algunas como Ciudad Real, Jerez de los Caballeros y Sevilla, que aumentaban las Comunidades del Sur de España hasta exigir presto la erección de la nueva Provincia de Bética. Aquí recordamos algunas fundaciones de significado especial.

Bilbao, la gran ciudad industrial en el país vasco, era y ha sido siempre tradicionalmente muy cristiana. No podía la Congregación dejar de pensar en Bilbao, y en 1886 se establecía allí con las mayores ilusiones, aunque ya se había abierto antes en el país vasco la Casa de Valmaseda. Todo fue obra del Corazón de María, cuya Archicofradía funcionaba desde sus orígenes en el ya muy lejano 1834 dentro de la Iglesia de Santiago. Fue la Virgen quien inspiró a una acaudalada y cristiana Señora y a su Apoderado el volcar su fortuna en edificar una Casa para Misioneros y un gran Templo al Corazón de María, precisamente en un barrio obrero, de gente modesta y muy necesitada de ayuda espiritual. No quedaron defraudadas tantas esperanzas a lo largo de los años, pues Casa e Iglesia desarrollaron siempre un ministerio magnífico.

Para la fundación mandó el Padre Xifré nada menos que al Padre Diego Gavín, aquel Misionero tan grande, que pronto se hizo célebre en la ciudad con su predicación arrebatadora y su atención a las almas más selectas. El Apoderado de la bienhechora había fundado la hoja Boletín del Corazón de María, que consiguió un éxito tan rotundo, pero el Padre Gavín la transformó en la que sería la más clásica publicación de la Congregación: El Iris de Paz, trasladada a Madrid en Abril de 1891.
El Padre Diego Gavín fue conquista del mismo Padre Xifré con su Reseña de la Congregación. Joven sacerdote de Huesca, ingresaba en Vic el año 1863. Culto y magnífico predicador, fue uno de aquellos primeros Misioneros de las campañas de Segovia, que ya conocemos. Al estallar la Revolución de 1868 que nos dio el primer mártir Padre Crusats, se fue el Padre Gavín con el Padre Xifré a Francia, y ya vimos cómo el mismo año 1869, y en plena revuelta, el audaz Misionero se iba a su tierra de Barbastro para predicar y, más que nada, para establecer allí una nueva fundación. ¡Atrevido de verdad! Ahora, sentado en su confesonario de la iglesia de Bilbao atendiendo a las almas, le vino el ataque fulminante que pocos días después le llevaría al Cielo en Enero de 1893.

Zafra era una ciudad extremeña que iba a acoger una fundación de porvenir muy glorioso. La iniciaba otro de los grandes Misioneros de aquel tiempo, el Padre Inocencio Heredero, que pronto se ganó a la ciudad con su oratoria brillante y llena de unción. Los Padres de la Comunidad se esparcieron por las tierras de Badajoz, bastante abandonadas religiosamente, y en las que consiguieron muchos triunfos de la Gracia con las misiones. En la Casa iniciaron una escuela para niños, la mayoría pobres, con grande provecho para muchas familias trabajadoras. Cuando Zafra se convierta en el Teologado de Bética, de allí saldrán los Mártires de Fernán Caballero, y, pasada la contienda civil, contará con un claustro de Profesores muy notable, que dejará honda huella en el desarrollo y porvenir de la Provincia.

Almendralejo surgió como un regalo de Dios a la acción misionera del mismo Padre Inocencio Heredero, el cual llenaba con su celo y predicación los pueblos de Extremadura y La Mancha. Almendralejo, ciudad rica y vecina de Zafra, quería a todo trance Misioneros como aquel a quien tanto admiraba. Y una Señora rica, para sosegar su espíritu, puso su fortuna a disposición del Padre Heredero con el fin de que levantase en la ciudad Casa e Iglesia para los Hijos del Corazón de María. Era a finales del año 1891. Sobre los ministerios normales de los Padres, pronto se abrió una escuela para niños, pensionada con normalidad. Pero la fundadora, no contenta con sólo esa escuela, añadió otra totalmente gratuita, costeada por ella misma, para niños sin ningún recurso.

Don Benito va a ser una fundación muy especial por la tenacidad de los Padres fundadores, empeñados no solamente con escuela primaria de niños y segunda enseñanza, sino también con la novedad de un Colegio-Internado. Hoy lo vemos esto fácil, pero entonces chocaba con la mentalidad de quienes creían que eso iba contra el fin primordial de la Congregación. Un gran caballero, Don José Antonio Carrasco, vivió el ideal sacerdotal, pero no llegó a ordenarse. Fallecida su madre y casado su hermano, ¿qué hacía con su opulenta herencia, con sus fincas y todos sus bienes? Quiso consagrarlo todo a la educación de los niños y la juventud con un gran Colegio en su misma ciudad. Don José Antonio era el ideólogo y el hacedor de todo su proyecto, que ponía en manos de los Hijos del Corazón de María con los cuales quería él mismo vivir. Manos a la obra, y en 1893 se inauguraban Casa e Iglesia. De momento, los Padres se dieron a los ministerios tradicionales de la Iglesia y a la predicación misionera por tierras extremeñas, siempre muy necesitadas de siembra espiritual.
Pero el fin principal de la fundación era otro: la enseñanza. Magnífica la primaria. La secundaria no encontró mayores dificultades, aunque también las hubo. Se permitió un seminternado, pero no era suficiente. Si el Colegio había de estar a la altura de los mejores, debía ser Internado: para esto lo había construido con toda su fortuna el generoso fundador. Entre los Superiores de la Casa y el Gobierno General se entabló una lucha emocionante desde los años 1898 al 1905. Al fin triunfó la idea, y el Internado fue una realidad. El Colegio-Internado fue reconocido por todos como el mejor de toda la provincia de Badajoz. Un dato: en 1911, de 600 alumnos examinados en el Instituto, sólo suspendieron tres; otro colegio, preferido por otras clases sociales más altas, se encontró con 300 alumnos suspendidos. Hasta el día de hoy mantiene Bética esta Fundación tan importante.

Los Colegios de Postulantes eran cosa ya muy anterior a estos días, y vamos a hacer un retroceso en nuestra Relación histórica, no precisamente con nuevas fundaciones, sino con el carácter que se les va a dar a algunas Casas ya constituidas, convertidas en Colegios o Seminarios Menores. Nos remontamos hasta el año 1876, cuando las circunstancias políticas de España empezaron a permitir una gran libertad religiosa.
Los primeros ingresados en la Congregación allá en Vic, aún en vida del Padre Fundador, eran Sacerdotes o Seminaristas avanzados en la carrera eclesiástica. Pero ya en Thuir se echaba de ver que las nuevas generaciones habían de ser totalmente de nueva planta, y el Padre Xifré arremetió con la empresa de crear nuestros clásicos Postulantados.
Los Misioneros suscitaban por doquier con sus predicaciones grandes entusiasmos y eran muchas las familias cristianas que sentían como una gloria la vocación misionera en alguno de sus hijos. Y aquí estuvo la idea que se iba a convertir en realidad. Ya vimos cómo el Noviciado, Teologado y Filosofado quedaban organizados en los Colegios de Santo Domingo de la Calzada y de Cervera. Ahora los Postulantados se iban a instalar en las Casas de Barbastro, Alagón, Segovia, Valmaseda, y algo después en Aguas Santas y en Vic, que se convirtieron en los planteles de muchas vocaciones. Niños que oscilaban entre los once y catorce años normalmente, empezaban con el Latín, estudiaban Humanidades y acababan con el curso de Retórica. Resultaban cuatro años fecundos de muy buena formación literaria y religiosa, al cabo de los cuales pasaban al Noviciado, finalizado el cual emitían la Profesión.
Suponían, como es natural, grandes sacrificios a la Congregación, que destinaba para su formación a Padres muy valiosos, y erogaba cantidades enormes de dinero para el sostenimiento de tales Colegios. Pero, ¿cuáles fueron los resultados? El término medio de los que seguían hasta el Noviciado era superior al cincuenta por ciento, y ya desde el Noviciado hasta la ordenación sacerdotal era muy alto el número de perseverancia.
Aquí estuvo el secreto del espectacular crecimiento que experimentó la Congregación en los últimos años del Padre Xifré y en los inmediatos a su muerte.

LA CASA DE MADRID iba a tener en la Congregación una importancia muy grande desde su principio hasta nuestros días. Por ella ha pasado toda una legión de Padres y Hermanos que han dejado muy alto el nombre del Instituto ante las autoridades civiles, eclesiásticas y el pueblo católico de Madrid. Las obras que ha desarrollado en su largo siglo de historia han tenido amplia repercusión en toda España e Hispanoamérica.
Empezó en 1877 de manera modesta, aunque muy eficiente, hasta que en los años 1905 y 1908 se estabilizó con la Casa y la Iglesia del Corazón de María en la Calle de Buen Suceso. Madrid, la ciudad en que el Fundador San Antonio María Claret desarrolló un apostolado asombroso por sus grandes empresas, iba a ser también escenario de obras muy meritorias de sus hijos.

La nueva Comunidad se iniciaba con personal muy selecto. Hasta el año 1885 Madrid no era Diócesis, y su primer Obispo encargó ministerios delicados e importantes a los Misioneros, sobre todo la dirección del Seminario, en el que durante muchos años los Padres formaron ejemplarmente a tantos Sacerdotes de la nueva diócesis. De este servicio al clero de Madrid, prolongado durante cerca de cuarenta años, afirma el P. Cristóbal Fernández haber sido prestado “con tanto prestigio como eficacia sin un fallo en el aprecio de los sacerdotes allí formados, que unánimemente elogian la actuación de los Hijos del Corazón de María”.
Misioneros de primera talla se dedicaron desde el principio y por bastantes años al ministerio primario de las Misiones, por el que dejaron el nombre de la Congregación a mucha altura.
Desde un principio también, el Obispado, la Nunciatura, y la Familia Real por el recuerdo del Fundador, tuvieron en alta estima a la Comunidad, a la que distinguieron siempre de manera extraordinaria. Y, hasta la Revolución de 1936, en la Casa de Buen Suceso se hospedaban habitualmente los Obispos y Cardenales más distinguidos de España, tanto que el tercer piso de la casa se levantó de modo especial para este servicio a los Prelados, a fin de no verse en la precisión de dar negativas..

El Padre José Mata debe destacarse como el hombre más notable y meritísimo de la Congregación en los veinticinco primeros años de la Casa de Madrid. Es increíble el trabajo que desarrolló como Procurador ante el Gobierno; como Representante de las Misiones de Guinea; como fundador del Boletín Religioso, convertido por él mismo en los Anales de la Congregación; como Ministro o Ecónomo General desde el Capitulo del año 1888. A todo esto, hay que añadir que era un religioso perfecto. Además de los actos comunitarios de oración que ya conocemos, él no dejaba en particular cada día el Rosario entero en sus quince misterios ni el ejercicio del Víacrucis; por si tanta oración fuera poca, oía una Misa de preparación y otra de acción de gracias por su propia Misa. Como sacerdote misionero no pudo tener otro ministerio que el confesonario al que era muy asiduo también. Con su trabajo y su santidad dejaba a los sucesores un ejemplo que nadie podría olvidar.

La Casa era al principio una simple Procuraduría sobre todo por las Misiones de Guinea Ecuatorial, pero se convertía en Casa Generalicia a partir del año 1913 y tendría ese carácter hasta 1934, en que la Curia General era traspasada a Roma. Los individuos que constituyen desde ahora la Comunidad forman una lista impresionante por su calidad tanto humana como científica y religiosa. En la observancia regular se mantuvo siempre a grande altura. Y así seguirá hasta 1936 cuando la deshaga la persecución y la corone de gloria con el puñado de mártires que ofrecerá a la Iglesia.

Digamos algo de la Iglesia del Corazón de María. Fue uno de los centros de piedad más notables de Madrid. Grande y espacioso en un principio, al cabo de poco tiempo era del todo insuficiente por la mucha y continua asistencia, aunque era tarde para cualquier ampliación.
Centro de todos los cultos de la Iglesia fue la Archicofradía del Corazón de María, cuya fiesta resultaba cada año multitudinaria.
La Iglesia era cenáculo de honda devoción por la Adoración continua al Smo. Sacramento. Se repartían más de 160.000 Comuniones al año. Sus funciones, piadosísimas. Las procesiones, siempre muy concurridas. Y los directores espirituales que ocupaban continuamente los confesonarios llevaron innumerables almas selectas hacia la perfección y escogidísimas vocaciones a los conventos.

Sobre esto último de la dirección espiritual traemos un caso nada más por la enseñanza que entraña. Había por aquellos años en Madrid tres directores espirituales famosos: el jesuita Padre Rubio, hoy San José Rubio, el redentorista Padre Mutiloa, y nuestro Padre Antonio Naval. Un joven de la Nobleza, insatisfecho en la Universidad por las clases del socialista Besteiro, va en busca de orientación al convento redentorista y pregunta por el Padre Mutiloa. El Hermano portero, que aquel día por lo visto no estaba de buenas, le responde malhumorado: -¿Qué se figuran estos jóvenes, que pueden venir a molestar a los Padres cuando les dé la gana, a cualquier momento, siempre que les venga a ellos bien? El Padre no está para verlo ahora... El pobre muchacho se despidió cortésmente y dirigió sus pasos hacia el Padre Naval. Y el Hermano portero de Buen Suceso, con toda amabilidad: -Sí, ¡cómo no! Pase, que dentro de unos momentos baja el Padre. Aquel joven, de presencia muy elegante y de tantas cualidades, dirigido por el santo Padre Naval, pedía el ingreso en la Congregación. Cuando el Rey Alfonso XIII visitó la Comunidad de Cervera en 1930, él fue quien desde la escalera real de la Universidad dirigió la bienvenida al Soberano, el cual le pregunta: -¿Cómo te llamas? -José Ignacio Gordon de la Serna. El Rey, que conocía muy bien todos los apellidos de la Nobleza, sigue: -¿Y qué haces tú aquí? -Majestad, estoy muy contento con mi vocación sacerdotal y misionera. Mártir de Jesucristo en 1936 y con fama de santo, su sepulcro en Játiva siguió por muchos años cubierto siempre de flores frescas hasta el traslado de sus restos a Valencia. El Padre Mutiloa, después Obispo, se quejaba familiarmente con nuestros Padres: -El mal genio de un Hermano nos hizo perder semejante vocación, que se llevaron los Hijos del Corazón de María…

Eso fue siempre la Iglesia de Buen Suceso. Destruida por la dinamita que le puso la Revolución del 36, se edificó después la actual de la calle Ferraz, más amplia, y que sigue su tradición de servicio evangelizador y sacramental con el interminable público que la frecuenta. La Comunidad, ejemplar por la unión de sus miembros, llevó adelante obras magníficas.

Ante todo, el apostolado de la Prensa, que comenzó con el Iris de Paz, tan popular y tan atinado, hasta llegar a ser la revista típica de la Congregación, imitada ejemplarmente por otras en las Provincias americanas. Igualmente, Ilustración del Clero, que alcanzó tanto prestigio entre los sacerdotes.
El Padre José Dueso, de ideas atrevidas sobre la Prensa católica, inició Los Legionarios de la Buena Prensa, cuyos Coros empezaron en 1910 con 500, y en 1912 ya eran 6.822. Con ellos puso en grave peligro la existencia misma de los grandes periódicos liberales y anticatólicos de Madrid, como reconocía uno de ellos, “El Radical”:
-La asquerosa laya de Dueso ha conseguido causarnos inmensos daños… Declaramos que la prensa no católica va de mal en peor, hacia su ruina, más cercana de lo que parece… “El Imparcial” ha quedado reducido a la mitad de su antigua tirada, y “El Heraldo” baja y el “Trust” tiene que atender con los productos de “El Liberal” a esos dos colegas… No le devuelvan al Dueso las pedradas. Porque si quisieran esos tres colegas, sólo ellos tres, ¿adónde habría ido ya el Padre Dueso con su Orden, su Iris y sus tracamundanas difamatorias?...
El Padre Dueso, que publicó aquel folleto incendiario ¡Escándalo, escándalo! sobre la Prensa, ha sido quizá el Hijo del Corazón de María que mejor supo continuar, precisamente en Madrid, la idea del Padre Fundador con la Academia de San Miguel.

La Editorial del Corazón de María merece una mención especial. Por la Vida del Fundador sabemos lo que fue la Librería Religiosa, fundada en Barcelona por el Padre Claret no mucho antes que la Congregación, y la cantidad de libros, folletos y hojas volantes con que inundó a toda España. Su brazo derecho en toda la empresa fue el íntimo amigo Doctor Caixal, a quien el Padre Claret encomendó la Librería, y, los dos Obispos, el uno de Cuba y el otro de Seo de Urgel, fueron los héroes de aquella obra tan apostólica.
Murió Claret, y todo quedaba al cuidado de Caixal. El impresor Riera fue un desleal completo cuando quiso apoderarse en juicio de toda la empresa. Perdió el pleito, y todo pasó a Caixal, cuyos herederos, transcurridos muchos años, entregaban todo a la Congregación: máquinas, libros, reservas… ¡Qué bien hubiera venido semejante caudal a la Comunidad de Buen Suceso! Pero ponían una condición extraña por demás: había que reconocer como fundador de la Librería Religiosa al Doctor Caixal, y no a Claret. El Padre General, Martín Alsina, replicó valiente: “Una deslealtad con nuestro Padre yo no la cometo por nada del mundo”. Se perdió con semejante dignidad la Librería Religiosa, pero se fundó con libertad completa la Editorial del Corazón de María, llamada después Coculsa, y sustituida hoy por Ediciones Claretianas. Eata última ha publicado a estas horas más de 400 libros, algunos de ellos con varias ediciones.

Junto con el Iris de Paz e Ilustración del Clero, transformada después en Misión Abierta, allí se editaban otras revistas posteriores, como El Misionero y El Pequeño Misionero, Tesoro Sacro Musical, Melodías y Suplemento Polifónico, dependientes éstas de la Escuela Superior de Música Sagrada, Vinieron después, ya muy pasada la guerra civil del 36, las prestigiosas revistas Vida Religiosa y Ephemerides Mariologicae, y, sin ser precisamente claretiana pero con amplia colaboración de la Comunidad, Estudios Marianos, un denso volumen cada año desde 1940, órgano de la Sociedad Mariológica Española fundada por el inolvidable Padre Narciso García Garcés. Aparte de las revistas, surgieron colecciones de estudios especializados, como la de mariología Cor Mariae, Vida religiosa, Vida en Cristo, Sacra doctrina. Y hubo libros que eran manuales imprescindibles en las manos de todos los sacerdotes: Thesaurus Confessarii, del Padre Juan Busquet y Jesús García Bayón, y el Manual de Liturgia Sagrada, del Padre Gregorio Martínez de Antoñana. Igualmente, no faltaba en ninguna casa religiosa el libro Derecho de los Religiosos, de los Padres Tabera y Escudero. Se atrevió después a sacar la edición del Breviario Romano, en sus cuatro tomos, aquel de antes de la reforma litúrgica.
Como algo propio de la Congregación, hay que destacar la aportación del Padre Cristóbal Fernández con la Vida Documentada del Beato Padre Claret, en sus dos gruesos volúmenes, y la Historia de la Congregación, editada en los dos tomos del Compendio. O los dos volúmenes Misioneros Claretianos del Padre Jesús Álvarez

Vino el Concilio y la Casa de Madrid no podía menos que aceptar la reforma en los apostolados de la Comunidad, asumidos sin espectacularidad, pero de manera profunda.
Bastantes y variados han sido estos ministerios postconciliares, aunque lo peculiar de esta Casa de Madrid se ha centrado en la VIDA CONSAGRADA, con un historial ya muy grande y glorioso a estas horas. Colabora ante todo, muy activamente y en primer plano siempre, con las Instituciones que van apareciendo: Confer, Claune, Fere… Se funda después en la Casa el Instituto de Vida Religiosa, agregado a la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca, con actividades propias muy señaladas, pero con una muy peculiar después de Pascua, como es la Semana Nacional de estudio y reflexión, perpetuada con un valioso volumen de todos los estudios desarrollados en la misma por sus prestigiosos profesores.
El Instituto ha publicado los grandes volúmenes Diccionario Teológico de la Vida Consagrada (1988 págs.), Suplemento al Diccionario de la Vida Consagrada (1102 págs.) y La Vida Religiosa: Documentos Conciliares y Postconciliares (1226 págs.), cada uno de ellos con varias ediciones. La revista Vida Religiosa, en su nueva forma de 10 números mensuales y seis monográficos, tiene un tiraje de 8.400 ejemplares, pero es imposible saber el número de lectores, muchos indiscutiblemente, porque la revista va a tantas Comunidades españolas e hispanoamericanas.

Todo esto quiere decir que la Casa de Buen Suceso contó siempre con un personal muy escogido de Profesores, Escritores, Músicos… Entre los músicos destaca el Padre Luis Iruarrízaga, el mayor de los seis hermanos Iruarrízaga, cuyos nombres pueden verse juntos en el Necrologium Claretianum. Todos ellos fueron músicos de talla, aunque el Padre Luis descolló sobre todos. Era músico con un gran espíritu misionero. Compuso únicamente para Dios, para el culto, para las almas. No quiso una sola composición profana, sino exclusivamente religiosa. Muerto a sus 37 años de edad, es considerado como el príncipe de la Música Sagrada española del siglo XX.

Si queremos escoger nombres de los Claretianos ilustres por su saber, y en especial por su santidad y perfección religiosa que han ilustrado la Casa de Madrid, la lista resulta abundante. No podemos citar a todos, y escoger resulta un problema, pues nos exponemos a dolorosas omisiones e incluso a injusticias. Callando en absoluto a los que todavía viven, aducimos algunos nombres nada más.

El Padre Domingo Solá, fundador de la Casa de Madrid y después de las primeras de México. Ejemplarísimo, no murió en Madrid, sino en Barcelona a donde había ido por un viaje, y del que leemos en su necrología: “En su última enfermedad acrisolóse su virtud, siendo la edificación de la respetable comunidad de Gracia, que le admiraba abrazado con la cruz, fervoroso, obediente, humilde, ofreciéndose como víctima por la Congregación y por las almas”.

El Padre Ramón Fluviá, famoso Ministro o ecónomo local y General durante cuarenta y ocho años, vivía la pobreza religiosa como nadie, aunque tenía todo el dinero en sus manos. De él decía el Rmo. Padre Clemente Serrat: -Nosotros tenemos una segunda Providencia en nuestro Padre Fluviá. Después de las últimas oraciones comunitarias, él se quedaba absorto ante Dios hasta las doce de la noche, concediéndole al sueño sólo cuatro horas… Su ideal de santidad eran los Tres Grados de Humildad ignacianos: -Evitaré todo pecado advertido por leve que sea. Seguiré las inspiraciones de la gracia. Y pediré a nuestro Señor adversidades y trabajos.

El Hermano Juan Suils era toda una institución en la Casa de Madrid. Muy preparado para todo, sacrificado en extremo y trabajador infatigable, fue gran ayudante en la administración de las revistas y de la Archicofradía. Al ofrecerse voluntario para las misiones de Guinea, el Padre Xifré le respondió resuelto: -Sus misiones están aquí. Y en sus “misiones” de Madrid perseveró durante cuarenta y ocho años.

Los Padres Francisco y Antonio Naval han sido de lo más notable que ha tenido la Congregación. Los dos hermanos, tan distintos en temperamento, murieron con la diferencia de nueve años. Ambos desempeñaron importantes cargos en las Comunidades y en el Gobierno General. El Padre Francisco era abierto, comunicativo, escritor profundo y con gran poder de síntesis, trabajador incansable, de mucha oración y gran asceta. A quienes le reprochaban que dormía poco y trabajaba demasiado, respondía con gracejo: -Es que duermo muy aprisa y así puedo trabajar más y llego a todo. El Padre Antonio, de inteligencia tanto o más privilegiada que la de su hermano, ocultó su saber encerrando toda su vida en una humildad desconcertante. Siempre por las alturas místicas y consumado director espiritual, guió a muchas almas selectas hacia los conventos de clausura. Y a los pesimistas les tenía dicho: -Hay muchos más santos debajo del altar que sobre los altares. Quien no se movía del confesonario sabía esto muy bien.

El Padre Juan Gorricho, amantísimo de la Virgen, siempre fervoroso y uno de esos que se abrazaron valientemente con el tercer grado de humildad de los Ejercicios ignacianos. El Hermano Segundo Malaxechevarría, aquel sastre y portero servicial, el de la sonrisa inextinguible en sus labios.
Y nada digamos del Padre Juan Postíus, la figura más eminente que pasó por esta Casa, consejero de reyes, de gobernantes, de obispos y sacerdotes. Era único en todo lo referente a la Virgen y a la Congregación. Sus trabajos superan los setecientos títulos, hasta afirmar su biógrafo: “Entre sus manuscritos se hallan estudios de los temas más diversos e impensados: arte, microbiología, historia, astronomía, heráldica, fisiología, política, oratoria, mineralogía, indigenismo, literatura, inventos, geografía, ateísmo, numismática, arqueología, botánica, etc”. Todo esto está muy bien, pero hay que decir, ante todo, que el gran Padre Postíus era un religioso perfecto.

Madrid. Una Casa muy gloriosa. Y tal como desarrolla actualmente sus obras, ayudada por Dios va a seguir por mucho tiempo con su brillante historial.

Antes de dejar las fundaciones de España donde nació la Congregación y donde se desarrolló en sus primeros años, decimos algo nada más sobre la división de la misma Congregación en Provincias. Diríamos que la Congregación era una e indivisible Institución bajo el mando único y supremo del Padre Xifré.
Pero llegó un momento en que no podía seguir así. Y en el Capítulo General de 1895 se dividió en dos Provincias: Cataluña y Castilla. De Cataluña dependían las Comunidades de la América Septentrional, como México, y de la de Castilla las de América Meridional, como Chile, Brasil y Argentina, bajo la dirección de sus respectivos Visitadores.
En el Capítulo de 1904 las Visitadurías de América dejaban de depender de Cataluña y de Castilla. Este Capítulo extraordinario de 1904, celebrado en Selva del Camp, resultó de una importancia suma.
Además, al haber aumentado las fundaciones en el Sur de España, como la de Sevilla, se acordaba la nueva Provincia de Bética, que nacería dos años más tarde en 1906 y pondría su primera sede provincial, noviciado y postulantado en Jerez de los Caballeros.
Y otro punto muy importante, los Colegios y Noviciados dejaban de ser organismos comunes de toda la Congregación, y cada Provincia podía y había de tener los suyos propios. Aunque seguía común para todas el Colegio de Preparación de los jóvenes Sacerdotes en Aranda de Duero.

Las Provincias españolas. A partir de este año 1906, las Provincias de España formaron aquella clásica división: Cataluña, Castilla y Bética. En otras subdivisiones nacieron Cantabria, Aragón y León.
El 1 de Enero del año 2007 marca una fecha muy especial. Las Provincias españolas han quedado constituidas en estas cuatro: Cataluña, Bética, Euskalerría y la de Santiago, formada ésta por las anteriores de Castilla, Aragón y León.

Hay que decir que las Provincias españolas desarrollaron un historial muy glorioso y tuvieron muchos individuos insignes por su saber, sus empresas y, más que todo, por su santidad.

CATALUÑA ha conservado muy fielmente el espíritu que le infundieran desde el principio el Padre Claret y los Confundadores, todos ellos catalanes, con los ministerios más tradicionales de la Congregación, las Misiones y los Ejercicios. Y hoy desarrolla un apostolado muy moderno, muy actual y muy eficaz: La Fundaciò Claret, que transmite la Experiencia Cristiana a través de los Medios de Comunicación, especialmente por Internet y por Cursos, dirigido todo de manera particular a las familias.
No olvida la Provincia de Cataluña su condición misionera, y, saliendo de sus límites geográficos, fundó en Brasil las casas de Sao Francisco do Guarapuré y Seringueiras.

Y como no podía ser menos, en Barcelona, donde el Misionero de Cataluña Padre Claret fundara la Librería Religiosa, la Provincia ha fundado también la Editorial Claret, Librería y Distribuidora, de gran actividad y prestigio.

Muchos Padres catalanes se dedicaron al apostolado tan claretiano de la pluma, pero hay uno que debe mencionarse con todos los honores: el Padre Luis Ribera, ejemplar y piadosísimo religioso. Su librito MI JESUS, el catalán JESUSET, llegó a estar en manos de todos los niños de España. Sobrepasó con creces el millón de ejemplares, y, como se dijo de él, “no hay niño que con el Mi Jesús no viva el santo temor de Dios”. Y no fue este devocionario lo único del Padre Ribera. La hoja dominical La Fiesta Santificada fue la clásica en multitud de Iglesias hasta que todas las diócesis sacaron la suya propia, y mientras no llegó la reforma litúrgica postconciliar, el Misal del Padre Ribera tenía una edición tras otra. Como catequista y publicista, pocos hijos ha tenido el Fundador como el Padre Luis.
Hemos de decir que encontró un gran apoyo y estímulo en su hermano el Padre Ramón Ribera, el formador de novicios durante tantos años y Secretario General, fallecido en Roma en olor de santidad durante el Capítulo General de 1949. El General Padre Nicolás García se lo comunicaba a los Capitulares con estas palabras en la oración matinal de aquel 6 de Mayo: -Les comunico una buena noticia: tenemos en el Cielo otro gran santo intercediendo por nosotros. Esta noche ha muerto el Padre Ramón Ribera. Y el Padre Larraona dijo de él, después de haberle asistido hasta el final: -¿El Padre Ribera? Estaba en acto continuo de amor de Dios. Esto fueron aquellos dos hermanos tan esclarecidos de la Provincia de Cataluña.

BETICA. Se distinguió siempre por el ministerio de la educación, no sólo de niños y jóvenes, sino de los Misioneros propios con seminarios tan prestigiosos como el de Zafra, Hoy continúa, muy conforme con su tradición, con los tres colegios tan clásicos de Las Palmas, Don Benito y Sevilla. Dirige cinco Parroquias, dos de ellas rurales. Su espíritu misionero lo mantiene muy vivo con las misiones de Humahuaca en los Andes argentinos y la de Zinwabwe en Africa. Y cultiva de modo especial, con un Proyecto Provincial muy definido de “Jóvenes y Misión compartida”, la Pastoral Juvenil y Vocacional en todas sus formas, especialmente en el centro de Espiritualidad de Loja.

EUSKALERRIA, circunscrita al país vasco, cuenta en Pamplona con el presstigioso Colegio Larraona y expande su espíritu apostólico en la República de Bolivia.

SANTIAGO, con nombre muy moderno, abraza prácticamente toda la antigua Provincia de CASTILLA, ¡tan gloriosa!, con partes nuevas como Aragón. Sus regiones han dado a la Congregación el contingente más copioso de vocaciones, que durante tantos años parecían inagotables.

Durante muchos años la Congregación fue netamente española, y sería prolijo traer nombres y más nombres de los Misioneros ilustres que produjeron las Provincias españolas: sabios, escritores, músicos, oradores, publicistas, y, sobre todo, santos. El Calendario de la Congregación nos recuerda cada día a los más ilustres de sus hijos. Aquí nos contentaremos con recordar solamente algunos de los más distinguidos en la virtud pertenecientes a esas Provincias. En 1949, primer centenario de la Congregación, el tan autorizado Padre Ramón Ribera publicaba una lista impresionante de cien “santos” escogidos, aunque ya advertía que se dejaba otros muchos que merecían el mismo honor. Los pocos que ahora citamos van por riguroso orden cronológico, y la fecha de su muerte se encuentra fácilmente en el Necrologio Claretiano.

El Padre José Sutrías, un héroe en la Misión de Guinea. Se decía de él que las escuelas de niños y muchachos negros las convirtió en “noviciados”. Mandado a Las Palmas por su salud, las gentes decían: -Ahí va el angelito. Sus penitencias estremecen. Siempre soñando en regresar a Fernando Póo, los Superiores se lo negaron. Pero suplió su celo con horas interminables ante el Sagrario y con rosarios sin cuento.

El Estudiante Eusebio Bofill es famoso. Ya mayor, con 18 años, lee la Vida del Padre Fundador, y se pregunta: -¿Y ninguno de nuestra familia es Misionero? Porque el Padre Claret, Cura en Viladrau, era como uno más de la casa. Ahí estuvo todo. Deja Eusebio su rica familia, y entra en la Congregación el 16 de Julio de 1899. Era el regalo que en el 50º aniversario hacía Dios a la Congregación, en la cual el joven dejaría tan gran recuerdo al morir cuatro años después.

El Padre Mariano Almazor, después de una carrera brillante, suplica tembloroso al Padre Xifré: -¿Yo, Sacerdote? No, que no soy digno. Y el General, inflexible: -¡A ordenarse! Sin cargos de lucimiento, será durante años el Confesor obligado en la gran Comunidad de Cervera. Su consagración al Corazón de Jesús la firmaba con su propia sangre, y decía sobre la Virgen: -He de ser mariano. ¡Todo de María! Siempre en oración, sus jaculatorias eran continuas. Si pasaba algún ratito sin recitar algunas, hasta en la última enfermedad, se reprochaba serio a sí mismo: -¡Pareces un pagano, que no te encomiendas a Dios!

Habríamos de copiar toda la biografía del Hermano Manuel Giol si queremos hablar de él. Vivía en Barcelona con otro santo, el Padre Miguel Rota, los dos solos en la Casa de la Procura. Y cuenta con gracia: -Fui entonces cocinero, pero apenas cocinaba, porque comíamos muy poquito los dos. De resultas, caí yo enfermo y el médico me reprendió por haberme mortificado tanto en las comidas, y el Padre Rota tomó la reprensión como hecha a sí mismo, porque él comía menos que yo. A pesar de su vida tan penitente y fervorosa, se vio duramente tentado contra la castidad. Como el seminarista Claret, cuya historia conocemos, una vez, la noche del 7 de Diciembre, víspera de la Inmaculada, le viene el último ataque fortísimo del demonio. Decidido, se levanta de la cama y pasa la noche en la capilla. Al amanecer, oye la voz de la Virgen: -Hijo mío, has peleado como valiente. Jesús está contento de ti. ¡Alégrate, porque hoy mismo cesará de combatirte la tentación impura. La lucha se acabó para siempre. Y la ascensión hacia las cumbres de la santidad fue constante, conforme a su propósito: -No resistiré nunca a las inspiraciones de la gracia. Hacia el final de su vida lo vio el futuro mátir Beato Padre Felipe de Jesús Munárriz, que dirá. -Me encantó su acendrada piedad, rendida obediencia, modestia ejemplar y discreta sencillez. No podía esconder tanta virtud.

El Padre Francisco Cases fue Provincial de Cataluña. Era proverbial su recogimiento y espíritu de oración. Por las calles de Barcelona iba tan modesto que llamó poderosamente la atención de un Médico, el cual clavaba en el Padre la mirada, hasta que un día le siguió los pasos y lo vio entrar en la Casa de Gracia. -¡Con éstos religiosos me quedo!, se dijo el Doctor Juan Buxó, santo después de gran talla y mártir esclarecido en Cervera. Semejante vocación se debió a la santidad que traslucía la figura ejemplar del Padre Cases.

¿Y qué decir del Padre Armengol Coll? Por haber sido Vicario Apostólico de Fernando Póo y el primer Obispo de la Congregación gozó siempre de gran estima, pero sobre todo por su merecida fama de hombre todo de Dios: fiel a las Constituciones, de profunda oración y lleno de celo por la salvación de sus encomendados para los que fue verdadero padre.

El Padre Demetrio Galache, héroe de los bosques africanos en Guinea, aprendió el pamue de manera que los nativos, según sus creencias, pensaron que un pamue se había reencarnado en el Misionero. Diez años seguidos permaneció con excursión quincenal a la selva, siempre en oración continua, según su profunda convicción: -Lo que más importa es orar: en los trabajos y peligros lo que ayuda y salva, lo que vale es la oración. Un alto Oficial de la Colonia confesaba: -Este Padre Galache se lleva los pueblos tras de sí; nosotros, con toda nuestra fuerza, no hacemos cosa de provecho.

Resulta difícil especificar virtudes en el Padre Pablo Franqués: las practicaba todas a la vez, hasta decir de él aquel santo Cardenal Casañas, Obispo de Barcelona: -El Padre Franqués es un santo, un gran santo. Ya el Padre Xifré había dicho de él en Valmaseda: -Tenéis un santo en vuestro Prefecto el Padre Franqués; él, con el Padre Leandro González, el Superior, otro santo, son dos columnas de la Congregación. Por circunstancias especiales, el Obispo le encargó los Ejercicios Espirituales a unas Religiosas. Cómo lo haría, que después los dirigió a la misma Comunidad durante veintidós años seguidos. Se distinguió el Padre por su espíritu de penitencia y sus horas interminables ante el Sagrario en aquella Casa Procura de Barcelona..

El Hermano José Olivart, con grado de Maestro y Profesor durante once años, ingresa en la Congregación para dedicarse en ella con humildad a su ministerio favorito de la enseñanza, sin pretender el sacerdocio, y llegó a merecer el apelativo de “escultor de inteligencias” en los colegios de Zafra, Almendralejo y Segovia.

El Padre José Arumí no tuvo otro destino que la Casa de Segovia: Profesor, Maestro de Novicios, Superior, Provincial… Alma mística, su oración era elevadísima. Le bastaba oír algo sobre la Pasión de Jesús para que las lágrimas le corrieran por las mejillas. Muy amante de la pobreza, tenía dicho: -Si buscamos los bienes de la tierra, Dios los da; pero entonces retira su espíritu, que es el gran tesoro. Dicen que la síntesis de su vida es sólo esta: “Obra acabada de nuestras Constituciones, era el reflejo perfectísimo de ellas”.

El Hermano Miguel Palau tiene introducida su causa de beatificación. Con esto está dicho todo. Albañil de oficio, entre los andamios escaló las mayores alturas de Dios. Amantísimo de la Virgen, era su jaculatoria favorita: “¡Madre, ven y vive en mí!”. Y aquí viene lo bonito. En la finca del Mas Claret pasaba con su yunta de bueyes el clásico Hermano Casany, mártir después, y alguien rompió el silencio: -¡Miren al Hermano Casany con el royo y el negro! Todos volvieron la vista y rieron, y el Hermano Palau también… En mal momento lo hizo. Regresados a casa, fue directo al Padre Ministro: -Padre, por haber mirado al Hermano Casany con el “roset i el negret”, he perdido por unos momentos la presencia de María. El ejemplarísimo Padre Jansá comentaba emocionado: -Fue la mayor falta de que se me acusó durante los dieciocho años que fui su Encargado. Unos momentos sin pensar en la Virgen. Ese “Madre, ven y vive en mí”, dicho a María como se le dice a Dios, ha dado quehacer a más de un teólogo…

Otro Hermano muy notable fue Teodoro Tolo. Ante las dificultades que se opusieron a su vocación, oyó de la Virgen: -No temas; entrarás en la Congregación y vivirás en ella cuarenta y cuatro años. Promesa de la Virgen que se cumplió con fidelidad. Inteligente, valía para todos los oficios, que desempeñaba siempre a perfección. ¿Su secreto? Ante un deber, ante cualquier sacrificio, se preguntaba resuelto: -¿Lo quiere la Madre? ¡Pues, basta! No le negó nunca nada, y de la mano de María subió a las mayores alturas.

Pedro Mardones, muerto por tisis galopante en el frente de guerra en Madrid durante la guerra civil española, fue un Estudiante que dejó gran recuerdo. Ante la vocación, su padre se puso implacable. Pero el muchachito se escapó de casa. El alcalde, con dos policías, se presenta en el Colegio, y el chico indomable: -Ustedes pueden volverme a la fuerza a casa de mis padres; pero sepan que me escaparé cuantas veces me lleven. El alcalde, socialista, se conmueve y contesta: -Cuando llegue a sacerdote, yo he de ser el padrino de su Primera Misa. A lo largo de la carrera, que no pudo concluir, fue modelo acabado de todas las virtudes religiosas.

Se dijo del Hermano José Mendióroz, enfermero en nuestros Colegios durante cuarenta y un años: -Su cielo en la tierra, estar junto al lecho de los Estudiantes enfermos; como un ángel, como una madre. Cuando fallaban los medios humanos ante el paciente, la oración y una terrible disciplina era lo que ofrecía a Dios por el enfermo querido. Joven con muy buen porvenir, fue un modelo admirable de fidelidad a la vocación. Huérfano de padre y madre, su madre adoptiva le dejaba una gran fortuna…, que el muchacho cambiaba por el servicio humilde de Hermano Coadjutor en la Congregación.

El Padre Pedro L. de Guevara era nombrado Provincial de Castilla. Llora, y suplica al Capítulo General que lo ha elegido: -¡No, no, que yo no valgo! Piensen en otro. Yo renuncio. El General Padre Alsina se conmueve, y acepta. Nueva votación, y más votos que la vez anterior sobre el Padre Guevara, el cual se resigna ante su cruz: -Aunque me eligieran Papa no me llevaría mayor susto. Su humildad profunda, su unión constante con Dios, lo hacían el instrumento más apto en las manos divinas. El tan querido Maestro de Novicios tendría el provincialato más ejemplar. La Infanta Isabel, que trataba a los nuestros de Segovia con la misma familiaridad y cariño que su madre la Reina Isabel II, le dice un día: -Padre Guevara, quiero ir a ver su cuarto. -¡Ahora mismo! Subió, y no encontró más que las paredes desnudas, una pobre cama, y sobre la mesa vacía una simple carpeta. Lo que la Infanta se había imaginado: allí se adivinaba sólo la presencia de Dios.

Se ha dicho del Padre Donato Chávarri que era el gran obediente, ¿a quién?. Decía al Superior: “Lo que usted quiera, Padre”, y dejaba desarmado al que le mandaba. Pero, sobre todo, fue un rendido obediente al Espíritu Santo, que era el motor de toda su vida. Maestro de novicios en Bética, era la estampa del religioso asceta: humilde y mortificado, dueño de sus sentidos, sumido siempre en oración, en la que quemaba horas y vigilias. Nada extraño que fuera un gran formador de religiosos y religiosas, porque cautivaba a todos con su figura amable aquel que era todo sencillez y bondad.

Sesenta y dos años se pasó el Hermano Sandalio Varona en la misma Casa de Segovia, metido en los oficios más ordinarios: hortelano, guarda de las vacas en el corral, y durante largos años en el último de los servicios, el del ajuar… Era la humildad encarnada, junto con una piedad inigualable, manifestada en largos ratos de oración y jaculatorias incesantes.

El Padre Aurelio Calero fue todo un caso. Muy buen religioso y misionero, se consagra al Sagrado Corazón de Jesús, que lo acepta como víctima. En 1926 empieza su rara enfermedad, grave y que durará 29 años. Los 19 últimos, paralización total en la cama. Se había ofrecido a la Virgen: -¡Madre mía! Te ofrezco mi vida por la Congregación, para que haya más santos. Desde 1943, mudez absoluta, sin más expresión que su sonrisa inextinguible, mientras se iba encorvando hasta llegarle las rodillas casi hasta el pecho. Así 12 años. En Enero de 1955, sobre los campos nevados de Salvatierra, el alma blanquísima de tal santo se subía al Cielo sin haber expresado nunca un solo quejido.

El Padre Manuel Mascaró puede figurar dignamente al lado de un San Felipe Neri por haber santificado el buen humor de modo verdaderamente notable. A su lado no se podía estar sino riendo, muy conforme con su criterio: “No me preocupan los que ríen sino los que lloran”, y sus conferencias y pláticas eran de lo más divertido. Sin embargo, respiraba santidad por todos los poros de su cuerpo. Pobreza total. Humildad profunda. Oración continua. Amor a la Virgen Inmaculada ardentísimo. Observancia de las Constituciones absoluta. Era el religioso perfecto en todos sus aspectos.

Visitaba el Padre Martín Alsina la Provincia de Argentina, y suelta sin más familiarmente durante el recreo en la Comunidad de Rosario: -¿Conocen un Padre muy santo, muy sabio y muy humilde? ¡Es el Padre Agustí!... No exageraba el Padre General. El Padre Juan Agustí fue de lo más notable que pasó por la Comunidad de Cervera. Muere en Barcelona, y el Padre Superior da en la primera plática a la numerosa Comunidad esta orden que a ninguno pudo extrañar: -Recojan todo recuerdo del Padre Agustí ante un posible proceso de beatificación. Dios había volcado todo el cúmulo de su gracia sobre la figura humana más pobre que se podía encontrar. Pequeño, medio contrahecho, con andar siempre torcido y un hablar con gestos casi cómicos, encerraba en sí todos los dones divinos. Profesor de Teología durante tantos años, nunca llevaba a la clase la Suma de Santo Tomás que citaba de memoria. Era un portento de ciencia. Querido de todos, no tuvo un solo enemigo, y el don de consejo lo poseyó de manera que se adivinaba en él la presencia inequívoca del Espíritu Santo.

En su lecho de muerte decía el humilde Hermano Francisco Losa, mientras celebraba sus bodas de oro de profesión religiosa: “De aquí, al Cielo”. Y al Cielo se iba quien había recorrido casi todas las Casas de la Provincia de Bética como cocinero, sacristán, portero, sastre y albañil, cargos en los que se había llenado de méritos al servir a todos con caridad grande, humildad encantadora y un espíritu sobrenatural edificantísimo. Llevado de un gran espíritu misionero, explayaba su celo en el catecismo a los niños, realizando así, callandito, el programa claretiano: “abrasa por donde pasa”.

El Hermano Gervasio Goñi sustituyó como enfermero en el Colegio de Santo Domingo de la Calzada al Hermano Mendióroz, de quien ya hablamos, y era observado por el Hermano Jesús Hernández, del que hablaremos poco después, a quien le pusieron como sustituto cuando se le echaron encima los setenta años. Tres santos enlazados en sus vidas, a cual más ejemplar. El Hermano Goñi llegó a los 92 años, y, cuando ya no podía trabajar, se pasaba horas y horas en el coro de la iglesia rezando incansable su gran devoción del Trisagio a la Santísima Trinidad. El “Santo, santo, santo” lo repetía tantas veces, y lo escribía en un papel para tenerlo siempre ante los ojos, que se dijo de él: -Quizá no haya persona en el mundo que lo haya repetido tanto. Así de ardiente era su oración y así de fervorosa su vida entera de religioso.

Entre los ejemplos de santidad más notables destaca el Padre Toribio Pérez, Maestro de Novicios y Provincial que ha merecido una extensa biografía, mientras que muchos piden la apertura de su proceso de beatificación. A las formas tradicionales de piedad en la Congregación, supo añadir con ilusión grande, ya en los últimos años de su vida, las orientaciones conciliares, y solía decir: -¡Qué pena que no se hubiera celebrado el Concilio muchos años antes para haber podido aprovechar esa riqueza de doctrina!... Se refería sobre todo al sacerdote como representante de Cristo, según la constitución Lumen Gentium, vivida por él de tal modo que mereció este comentario de un su discípulo: -Su sacerdocio le constituyó en guardián del tabernáculo, y a fuerza de tantas guardias como hizo ante el Sagrario se convirtió en adorador perpetuo de Jesús Sacramentado. Y añade otro de los suyos: -No era ni su doctrina ni sus ejemplos, con ser tan evidentes, era su misma persona la que nos llevaba a Cristo y nos lo comunicaba. Su consagración cordimariana la vivía de este modo: -Los Hijos del Corazón de María no nos pertenecemos a nosotros mismos, no podemos emplear nuestra vida y energías en servicio de otro que de aquel Corazón a quien pertenecemos. Y de nuestro nombre de “claretianos” sacaba esta consecuencia: -Por esencia, ontológicamente, he de estar identificado con las Constituciones. El Padre Toribio sí que vivía “al estilo de Claret”…

Pocos como el Padre Francisco Juberías habrán merecido ser llamados “el hombre completo”. Estaba dotado de una personalidad atrayente, enriquecido con todas las virtudes humanas y con los dones más grandes de Dios. Juicioso, amable y espiritual, supo conquistarse como formador todas las voluntades. Literato, ya de estudiante se ganó la honorífica flor natural de la Academia Mariana de Lérida. Profesor, muy sereno y competente. Escritor de ascética y mística, plasma en el papel lo que él mismo enseñaba, con una gran coherencia entre doctrina y vida santa.

El Hermano Jesús Hernández, aquel que siguió como enfermero a los Hermanos Mendióroz y Goñi en el Colegio de Santo Domingo de la Calzada, vendría a terminar sus días en el Colegio y Casa Asistencial de Colmenar Viejo, donde hasta la Ciudad dedicó una calle al “Hermano Jesús”. Hecho a servir siempre a los de fuera como a los de dentro, les invitaba a todos: -Llamadme siempre. Aunque esté en Pekín, yo iré”. Y daba la razón: -Estamos aquí para dar la vida por los demás, por todos. No hay más remedio, es nuestro fin. ¿Y cuál era el motor de esa entrega y de su honda espiritualidad? Aquí están sus palabras: -El Corazón de María es para sus hijos el horno en el cual se incendia nuestro amor a Dios y a Ella; es también el refugio de nuestro pobre corazón. María es la formadora de Jesús y de los hermanos de Jesús, de los apóstoles. ¡Qué Hermano Misionero este Hermano Jesús!...

“El santo Padre Tobías”, como era llamado el Misionero bético de Humahuaca, Padre Tobías Martín, que murió en Argentina, era tan servicial con los demás como austero consigo mismo. Humilde, pedía la limosna de la oración porque se consideraba un gran pecador. Piadoso, traslucía siempre lo que llevaba dentro: una unión muy estrecha con Dios, que no perdió nunca en sus treinta años de vida valiente y hasta heroica en la misión. Su nota necrológica sintetiza así aquella vida tan entregada a sus encomendados: -Como santo vivió entre ellos, por santo lo tenían quienes convivieron con él y como santo lo proclaman los que después de su muerte quedaron sumidos en una verdadera orfandad espiritual.

¿Qué decimos del Padre Teófilo Ibarreche? Es preferible no inventar nada y reproducir las palabras del Superior General Padre Aquilino Bocos: “Sólo con la oración podemos agradecerle todo el bien que nos ha hecho a los que le hemos tenido como profesor, director espiritual, confesor, formador, superior o compañero de comunidad. Será difícil olvidar su ejemplo de hombre amable, culto, atento y servicial; su testimonio de vida consagrada y de celo ministerial, su extraordinaria prudencia, manifestada en la gran capacidad de escucha y en el atinado consejo; su amor a la Congregación Claretiana y a la Iglesia; y su interés por estar a la altura de las exigencias de los encargos apostólicos que se le pedían. Recordaremos su realismo para analizar las situaciones y afrontar los problemas con sentido cristiano y le agradeceremos siempre la paz que infundía con su semblante y con sus palabras de aliento”.

El Hermano Manuel Cabreros moría en España contra su proppia voluntad, porque, misionero durante casi medio siglo en Guinea Ecuatorial, quiso ser enterrado con indumentaria africana, que él mismo se había preparado para el sepulcro, porque ni sabía ni quería desprenderse de aquella misión a la que había consagrado cincuenta años de su vida. En Guinea prestó servicios como albañil, carpintero, relojero, pintor, electricista, mecánico, agricultor, cerrajero, fotógrafo. Algunos guineanos le decían: -Pero Hermano, ¿de qué está hecho usted, de hierro?. Una de sus satisfacciones era haber reparado todas las capillas de la misión. Hombre austero y de mucha oración, en tiempo de Macías estuvo dos veces amenazado y encañonado, a punto de morir mártir, lo cual era su ilusión suprema. Se ha escrito que su vida cabe en siete palabras: “Se entregó del todo hasta el fin”.


GUINEA ECUATORIAL

El Padre Peter Schweiger, recién elegido Superior General en 1949, fue a visitar las Misiones de Guinea Ecuatorial. Sus impresiones las sintetizó en estas palabras: -Es la obra más grande que la Congregación ha realizado en su primer Centenario. No habrá quien le quite la razón al Padre General. Y el tan bondadoso Papa Juan XXIII le decía igualmente al Padre Francisco Gómez, primer Obispo de Malabo: -Así que han dado a la Iglesia, ésta vez en África, otra nación totalmente católica.
Esto quiere decir para nosotros que en esta Lectura histórica de la Congregación hemos llegado a un punto culminante, cimero, importante como pocos.

La Misión se llamará por mucho tiempo Fernando Póo (hoy Bioko), porque en esta isla, debajo de Nigeria, se centraba el gobierno civil y prácticamente toda la actividad colonizadora. Estaba el amplio territorio continental, la Guinea Española, rodeada por el Camerún al Norte y por Gabón en el Sur y en el Este. Las islas que, juntamente con Fernando Póo, serán el campo evangelizado por los Misioneros son Annobón, Corisco y las dos Elobey. Las tribus principales eran los bubis en Fernando Póo, los bengas en Corisco y a lo largo de la costa continental, y los fang que llegaban del interior del Continente con impulso constante. Hoy, todo ese territorio evangelizado y hecho cristiano por los Hijos del Corazón de María es la nueva nación africana Guinea Ecuatorial, llegada a su independencia el año 1968.

Este es el campo que Dios ofrecía al celo misionero de la Congregación. De su evangelización primera por Padres Capuchinos en los siglos XVII y XVIII no quedaba nada. En 1856 había intentado su evangelización el romántico y bien intencionado sacerdote Don Miguel Martínez Sanz, que, a los seis meses, se regresaba a Madrid ante las dificultades que él creía insuperables.

Como un inciso interesante y casi profético, insinuamos aquí un recuerdo claretiano. Don Miguel había llevado en su viaje algunos indígenas a Madrid, donde ya ejercía su cargo de Confesor de la Reina el Arzobispo Claret, y fue él, en Diciembre de 1857, quien bautizó a dos indígenas como un preludio o avance de los muchos miles que después bautizarán sus hijos los Misioneros. Precisamente Claret, el que, después de ser uno de los fundadores de la “Asociación de Misiones Españolas”, apoyó la “Sociedad pro negros”, interesada en atender los territorios de Guinea.

Siguieron los Padres Jesuitas, los cuales desarrollaron una labor magnífica, con misiones, colegios, iglesias; pero la Revolución de 1868 retiró a los Padres toda ayuda, y, desamparados en absoluto, hubieron de abandonar la Misión después de diez años de trabajo tan ejemplar. De los 36 misioneros jesuitas entre Padres y Hermanos que habían ido, 13 dejaron allí su vida. Y cuando ya podían volver, el General de la Compañía Padre Bechx rehusó la vuelta de los jesuitas a la Misión. Sin ninguna atención espiritual en los años siguientes, cuando después de quince años vayan allí los Hijos del Corazón de María, no quedarán más que algunos católicos de sólo nombre, junto con cien protestantes conseguidos por una intrusa misión inglesa en terreno español, y convertidos en enemigos perpetuos de los católicos que vengan.

Es imposible resumir en pocas líneas la empresa titánica de la Congregación en Guinea. El Padre Xifré, bien informado, era consciente del heroísmo que entrañaba la Misión, además de que estaba reciente la trágica experiencia de Cuba. Pero, con el consentimiento del Gobierno General y el entusiasmo de toda la Congregación, aceptó ante la Santa Sede y el Gobierno español aquellas misiones que se convertirían en una gloria tan grande.

La Casa de Gracia en Barcelona hizo la patética y entusiasta despedida de los doce primeros Misioneros, seis Padres y seis Hermanos, a las órdenes del primer Prefecto Apostólico el intrépido Padre Ciriaco Ramírez, que pisaban la Isla el 13 de Noviembre de 1883. Una vez desembarcados en Santa Isabel, hoy Malabo, en el discurso ante el Gobernador y las Autoridades dentro de la bonita iglesia que había dejado construida el jesuita Padre Irisarri, dijo el Prefecto estas palabras, muy pronto confirmadas por los hechos:
-Venimos con vivos deseos de llevar adelante nuestra misión a costa de cualquier sacrificio, aun el de la misma vida, a imitación de Jesucristo, que por nuestro bien vino a este mundo, sujetándose a toda suerte de trabajos y sacrificios hasta morir en una cruz.

Fernando Póo y toda Guinea era tierra virgen con una vegetación y una fauna ecuatorial espléndidas; pero, sin ninguna atención sanitaria, allí caía abatida la salud más robusta.

Al Padre Xifré se le hacían largos los meses y no aguantó uno más sin hacer su primera visita a los Misioneros. Alegría inmensa en todos. Y en el Padre Xifré la resolución de otra fuerte expedición de Padres y Hermanos, a pesar de las graves dificultades en que se debatían los doce valientes primeros. Además, para la educación femenina se necesitaban Religiosas y accedieron generosamente las Concepcionistas de Barcelona, que serán a lo largo de los años unas Misioneras de primera calidad. El 24 de Octubre de 1884 embarcaban con esas Religiosas otros veinte Hijos de la Congregación.

El 11 de Marzo de 1885 moría el primer Misionero, al que siguieron poco después dos más, y otros dos Padres y dos Hermanos hubieron de reembarcar a la Península por orden médica antes de que les llegara el momento fatal.
Pero nadie se desanimaba. Tenemos a este propósito la relación de la expedición tercera, a finales de 1886: 23 nuevos Misioneros, 18 para las misiones recientes y cinco para cubrir las vacantes por fallecimiento. El acto se desarrolló en el Colegio Mayor de Santo Domingo de la Calzada, y el programa lo había trazado el mismo Padre Xifré. Aún no se conocían los nombres de los elegidos. Rodeando todos al Padre General, éste alzó la voz: ¡Sujetos destinados a las Misiones del Golfo de Guinea! En medio de la expectación general, leyó la lista que llevaba en la mano, y añadía el Padre Xifré:
-Todos los referidos individuos, que se hallan aquí presentes, deberán comparecer en traje de marcha, y colocarse en un lugar preferente del presbiterio, para recibir allí la ovación del pueblo y de esta Reverenda Comunidad, ateniéndose a las condiciones que marca este PROGRAMA DE DESPEDIDA.

Así, con esta grandiosa sencillez, fue el anuncio de semejante expedición, y los elegidos recibían la noticia con la mayor naturalidad del mundo, sabiendo que no iban a instalarse en un balneario precisamente.

A principios de 1888 ya habían sucumbido seis en la plenitud de sus fuerzas, y les seguía el Prefecto Apostólico Padre Ramírez, al que sucedía otro Prefecto con nombre de aventurero por sus hazañas militares antes de ingresar en la Congregación y ahora con fama de santo: el Padre Pedro Vall-Llobera, venido de Chile, y que moriría igualmente muy pronto, antes de dos años. Le seguiría como Prefecto el Padre Armengol Coll.

En este mismo año de 1885 tenemos ya una estadística que habla por sí sola de lo que eran aquellos Misioneros y de lo que era la buena gente africana que habían venido a evangelizar: 8 Misiones establecidas, una de ellas Cabo San Juan, ya en el Continente; 613 bautizados; 83 matrimonios; 546 alumnos y 229 alumnas en los colegios abiertos. Estamos sólo en los principios, y la Congregación ha sido generosa: eran 48 los Misioneros allí establecidos.

A pesar de tantas bajas como se sucedían, ¿cuál era la reacción de los Misioneros que seguían en pie? Ninguno abandonaba su puesto, y por cada uno que caía el Padre General recibía un puñado de voluntarios para sustituirle. Estos ofrecimientos al Padre General se han hecho famosos por la carta circular que le suscitaron al Padre Xifré, el cual tachaba de desobedientes a los que se creían unos héroes:
-Atendido el objeto de nuestra Congregación y los votos que en ella se admiten, advertimos a nuestros amados Hermanos que, lejos de ser un heroísmo la petición que nos dirigen algunos de ir a las misiones del Golfo de Guinea, es un acto poco ajustado al voto de obediencia, en virtud del cual quedamos obligados a ser enviados a cualquier parte del mundo que se nos destine y a ejercer en ella cualquier oficio que nos indiquen los Superiores, aunque sea por toda la vida y el más repugnante al amor propio.

Siempre se le ha perdonado al Padre Xifré con buen humor la interpretación que dio a aquellos ofrecimientos generosos; al revés de lo que su autor podía pensar, esta circular se ha considerado como una de las mayores glorias en la historia de la Congregación. Desde 1885 a 1905, ¡en sólo veinte años!, fueron 50 los Padres y Hermanos que allí dejaron su vida, el que más a los 35 de edad, la mayoría entre los 25 y los 30, aparte de los ancianos o enfermos que regresaron a la Península y murieron en ella en edad relativamente temprana. Unos héroes. Unos mártires. Iban voluntarios o en acto de obediencia sabiendo que pronto morirían por Jesucristo. Al celebrarse el Centenario (1883-1983), habían muerto en la misma Guinea 108 Misioneros y fuera de ella otros 123, con un total de 231. Naturalmente, que, pasados aquellos primeros años, con las mejoras sanitarias y el regreso a España de los que morirían por edad o por enfermedad normal, la vida de los Misioneros discurrió bien por sus cauces ordinarios en la misión guineana.

Después de los Prefectos, siguieron, a partir de 1904, los Vicarios Apostólicos, empezando por el santo Padre Armengol Coll, Nicolás González, Leoncio Fernández y Francisco Gómez, hasta que, formadas las diócesis en lo que había sido Misión, tomaron las riendas de aquella Iglesia los Prelados nativos con el primer Arzobispo de Malabo, el Padre Rafael Nzé Abuy, Claretiano. Antes del Padre Nzé había sido expulsado de Guinea por el dictador Macías el Obispo Padre Gómez y sustituido por el Obispo nativo Vicente Bérnikon, que tuvo un pontificado muy corto. Dejada la condición de Vicariato, en 1965 se convertía Malabo en la primera diócesis y después en Arzobispado con las sufragáneas de Bata y Ebebiyin.

Durante muchos años, toda la evangelización se centró en la isla de Fernando Póo, ya que el Continente sólo tenía en el litoral dos puntos de misión: Bata y Cabo San Juan. Ningún colonizador se atrevía a penetrar en la selva misteriosa. Hasta que en 1919, el Vicario Apostólico Padre Nicolás González se impuso romper la barrera, y la Guinea continental se abrió a los Misioneros, heroicos de verdad, con la misma facilidad y produciendo los mismos frutos que la Isla. Un héroe de aquellas expediciones por el Continente fue el siguiente Vicario Apostólico Padre Leoncio Fernández, que dominó las lenguas indígenas y recorrió incansable todos los territorios de la Misión.

Merece especial mención la formación del clero nativo, para el que se abrió en 1914 el Seminario de Banapá del cual salieron los sacerdotes que eran la mayor esperanza de aquella Iglesia joven. El primer sacerdote ordenado fue el Padre Joaquín Sialo en 1929, claretiano, al que después han seguido tantos, diocesanos como religiosos. Por iniciativa y con el empeño del Padre Jesús Morrás se fundó después en Concepción un Seminario particular para las vocaciones claretianas, que ha dado a la Congregación Padres excelentes.

Hay que recordar también otra obra muy importante: el Santuario Claret edificado en Santa Isabel, Malabo, bajo el impulso fuerte del Padre Mansueto Ciuró, para los muchos nigerianos que llegaban a nuestra Guinea. Dotado también de escuela para sus niños, contaba con maestros propios traídos de Nigeria, cuyo Gobierno reconocía los estudios en él alcanzados. De él salieron también las primeras vocaciones nigerianas para la Congregación, el Padre Chistian Ihedoro y el Hermano Goldwin Igbokwe, con los cuales se pudo penetrar después en esa Nigeria que hoy cuenta con tanta vocación claretiana.

De especial importancia han sido en Guinea los Catequistas laicos, a cuya formación se dieron los Misioneros con interés muy especial. Beneméritos de verdad, sin ellos hubiera ido mucho más lenta la evangelización de todo el territorio. El Vicario Apostólico Padre Francisco Gómez fue un gran impulsor de los evangelizadores nativos.
Asimismo, hay que mencionar a las Religiosas Oblatas de María Inmaculada, congregación autóctona dedicada enteramente a la evangelización.

Desde su fundación hasta la Independencia del año 1968, ya católico todo el país, fueron incesantes y célebres en las revistas españolas y en los Anales de la Congregación las crónicas de las misiones de Guinea.
Allá por los años cuarenta y cincuenta, se hizo famosa en España la colecta del Domingo Mundial de las Misiones, el DOMUND, porque el Vicariato figuraba siempre a la cabeza con la colecta proporcionalmente más alta de todas las diócesis españolas.
Igualmente, es de admirar lo que significaban los Primeros Viernes en la piedad de los indígenas. No era raro el ver a muchos que llegaban a las iglesias de la Misión con dos o tres días de camino para recibir “la Comida de Dios”, como llamaban ellos a la Sagrada Comunión.

Los nuevos cristianos estaban ufanos de sus iglesias, muchas de ellas bonitas de verdad, como las de Nkué, Kogo y las dos catedrales de Ebebiyin y Bata. Especial mención merece la de Malabo, estilo gótico, construida por el Padre Luis Sagarra, cuyos planos le aprobó nada menos que Gaudí, el genial arquitecto de la Sagrada Familia de Barcelona.

Junto con este desarrollo espiritual del guineano, se trabajó desde el principio en la promoción social del ciudadano común, sin excluir a nadie. Junto a cada Casa de Misión e Iglesia estaba indefectiblemente la escuela, a veces con talleres, orfanatos y dispensario. Antes de dos años de instalados los Misioneros, ya funcionaba la primera granja agrícola. A los dos años se fundaba en Santa Isabel la Escuela de Artes y Oficios, que abarcaba las profesiones de carpintero, herrero, albañil, sastre, panadero, tabacalero, chocolatero, aceitero, impresor y agricultor experto en toda clase de plantaciones. Al igual iban, para las niñas y jóvenes, las escuelas dirigidas por las Religiosas Concepcionistas.

La independencia de Guinea Ecuatorial vino el 12 de Octubre de 1968. Arriada la bandera española, comenzaban una nueva vida no solo la joven Nación, sino también la Iglesia, que quería respirar a todo pulmón los aires renovadores del Concilio. Con buen clero autóctono, la Iglesia local podía asumir por sí misma las riendas de casi todos los ministerios a favor del Pueblo de Dios, y la Congregación adaptarse a los nuevos vientos que soplaban por doquier.

Pero en Marzo de 1969 estallaba la revolución y el dictador Macías la emprendió duro contra la Iglesia. Los Misioneros españoles se vieron obligados a marchar o fueron expresamente expulsados, como el Obispo Padre Francisco Gómez; algunos se fueron a trabajar en el Gabón; las iglesias, en especial las capillas del bosque, fueron saqueadas y se hubieron de cerrar, lo mismo que muchas escuelas de la Misión; la Iglesia quedaba reducida al silencio y los cristianos se vieron en grandes dificultades para mantenerse en su fe católica. Desde 1903 funcionaba la revista La Guinea Española, que tanto había dado a conocer la labor social y misional de los Padres. En 1968, como era natural, cambió de nombre y se llamó La Guinea Ecuatorial, pero desaparecía a los dos años.
Ahora se vio lo providencial que era el clero nativo, pues podían seguir allí sus sacerdotes, aunque fueron clausurados los seminarios, y varios Padres fueron encarcelados hasta sufrir torturas.
En 1979 sobrevino el derrocamiento del tirano Macías y con el nuevo Gobierno se pudo rehacer la vida normal de la Iglesia. El Papa Juan Pablo II, durante su visita pastoral en Febrero de 1982, le decía a Guinea que había ido “para promover la empresa de la evangelización, como pregonero del mensaje de la salvación y sembrador de aliento para vuestra comunidad cristiana... Nuestra mente puede imaginar cuántas fatigas y sacrificios han ido afrontando los sucesivos misioneros, capuchinos, sacerdotes diocesanos, jesuitas, y, sobre todo Claretianos, que, fieles al mandato del Maestro de enseñar a todas las gentes, se han esforzado por mostrar a los hermanos el camino de salvación”.

Un síntoma de madurez científica y espiritual de Guinea fue la Semana Teológica de la Vida Consagrada, celebrada en Bata el año 2004. Era una actividad de envergadura. Seis ponencias de Padres y Sacerdotes diocesanos, todos nativos, daban fe de lo alto que empieza a rayar la Iglesia local.

Guinea Ecuatorial, misionada, se ha sentido también misionera. Actualmente ha abierto en Gabón la casa de Libreville, donde predica el Evangelio y comunica a todos en un pueblo diferente del suyo los bienes de la salvación.

Sería de justicia traer aquí los nombres de los Misioneros más notables de Guinea, y trazar sus semblanzas, pero resulta casi un imposible la selección. Cometeríamos verdaderas injusticias al citar a unos y silenciar a otros. Sólo podemos y debemos decir aquello: Ante Dios no hay héroes anónimos. Y entre tantos Misioneros Claretianos de Guinea los héroes se dieron a puñados…

MEXICO

Casi a la vez que salía de Barcelona hacia Guinea la primera expedición, salía para México, en el segundo salto de la Congregación a la América, otro Padre en plan de explorador. En el mes de Septiembre se había presentado en Gracia un personaje ilustre como traído de la mano de Dios, y que ya conocemos por la fundación de Barcelona: el Padre José Antonio Plancarte, sobrino del Arzobispo de México. Construyó la Iglesia de San Felipe de Jesús, donde fundó la Adoración Perpetua del Santísimo Sacramento: fue el restaurador y Abad de la Basílica de Guadalupe; era el Fundador de las Religiosas Guadalupanas, y murió después de haber sido preconizado Obispo. Hoy se tramita en Roma su causa de beatificación. Pues bien, estando en Barcelona con un encargo preciso de su Arzobispo, oye al Vicario Capitular el nombre de los hijos de Claret. -¿Los hijos de Claret, a los que yo creía muertos nada más nacer?... Venía en busca de Misioneros para su patria, y, oída la Casa de Gracia, se presenta en ella. Sus impresiones son magníficas:
-¡Qué diferencia entre la acogida que aquí me hacen y otras! Un Superior lleno de amabilidad y cordialidad… El Reglamento, el objeto, todo está muy adecuado a nuestras circunstancias y llena nuestros deseos. Misiones. Instrucción a los pobres. Ejercicios Espirituales… Tienen una juventud de lo más selecto, en formas físicas e intelectuales. Yo he procurado conocerlos a fondo, y le aseguro que nos hemos hallado una mina. El Superior General es hombre serio, seco, ríspido y santo… Voy a ver si el Padre Clotet, que es el Subdirector y un ángel en carne humana, va conmigo, caso que el Padre Xifré no pueda ir.

Así escribía el Padre Plancarte a su Arzobispo, y aunque no fueron ni el Padre Xifré ni el Padre Clotet, los dos señalaron al distinguido, culto y fino Padre Domingo Solá para mirar la posible fundación en México. ¡Y cómo lo recibió Monseñor Labastida y Dávalos! De éste escribía el Padre Fundador durante el Concilio Vaticano: “Sobre la fundación en México hablaré con el Arzobispo, que es amigo mío”… Aquella fundación era una utopía en el año 1869. Pero en 1872 cayó el siniestro Benito Juárez, le siguió como Presidente otro tan malo como él, y en 1876 se hacía con el poder el benigno General Don Porfirio Díaz, que dará a la Iglesia y a la sociedad mexicana una época de tolerancia, de paz y de bienestar. Ahora sí que se podía pensar en ir a México, aunque, perseverando en la Constitución las normas antirreligiosas, siempre se encontraban dificultades serias para la fundación, según el criterio estricto del Padre Xifré.

El Padre Solá llegaba con el Padre Plancarte a México, la Capital, y Monseñor Labastida, el Arzobispo más prestigioso de México en el siglo XIX, lo recibía con los brazos abiertos y le facilitaba todo. Acompañado siempre por el Padre Plancarte, se le dio al Padre Solá lo mejor de lo mejor: la Iglesia del Señor de la Veracruz en la encantadora ciudad de Toluca, Capital del Estado. En Agosto de 1884 ya había en Toluca cinco Padres y tres Hermanos, y al cabo de poco llegaban otros seis individuos más. Como las leyes de la República no toleraban semejante número en una Comunidad, se había preparado un Colegio magnífico, a cuya sombra podrían vivir los Misioneros y ejercer todas sus actividades: Iglesia, Colegio, Misiones y Ejercicios.

El Colegio Hispano-Mejicano se desarrolló de una manera magnífica. Era un encanto para la ciudad. ¿Y la Iglesia? Pronto empezó con un culto espléndido, muy a la mexicana, y con una ayuda de los fieles que llegaba para todo. Cuatro años más tarde, al inaugurarse una Casa de Ejercicios para toda clase de personas, el ministerio de los Padres en Toluca se extendió y completó de manera maravillosa.
Quedaba el ministerio primario de la Congregación: las misiones. Y los Padres se entregaron a ellas desde un principio en medio de grandes sacrificios, pero también con grandes cosechas de Gracia para el Cielo. Trabajar en las ciudades de México con los criollos, como en Toluca, resultaba, entonces como hoy, una delicia. Pero meterse en los campos con los indios era algo muy diferente. Basta leer en las primeras crónicas de las misiones párrafos como éstos:
-Se necesitan fuerzas hercúleas y más que humanas para sobrellevar los rudos trabajos de estas misiones. La duración de las mismas, la ignorancia de los indios, el número sin cuento que a todas horas rodean el confesonario, sin acabarse jamás ni dejar respirar al pobre Padre. Pero las fatigas y angustias, los trabajos y sufrimientos de este martirio se suavizan viendo al ojo el copioso fruto que se reporta... En este año comenzamos por Texcoco. Duró la misión treinta y cinco días y se arreglaron 300 matrimonios, se repartieron 3.000 comuniones, acudiendo los indios de largas distancias y aguardando ocho y más días para lograr la dicha de confesarse con los Padres… En otra misión, después de de tres días de viaje, el cuarto lo hubimos de hacer a caballo, atravesando elevadas montañas, extensos bosques vírgenes, caudalosos torrentes y profundos despeñaderos, que atravesamos entrada ya la noche. Era un espectáculo verdaderamente fantástico ver a centenares de personas con antorchas y linternas, apareciendo y desapareciendo por aquellos montes en plena noche en ordenada procesión. Salieron a recibirnos a gran distancia del pueblo y nos acompañaron, como en triunfo, hasta la Parroquia… En la otra misión, el Padre Director tuvo necesidad de anunciar a los fieles que nos socorriesen con alimentos frugales. Dormíamos en el suelo sobre una dura tabla, y nuestra casa era la de los muertos, pues vivíamos y comíamos en el mismo cementerio…

Las otras misiones, en lugares más cultivados, eran muy diferentes, pero de mucho sacrificio también por el trabajo abrumador que se les echaba encima a los Padres, con las confesiones sobre todo. Resulta una delicia el leer las anécdotas que conservamos. Como en aquella misión. La autoridad civil estaba contra los Misioneros e impuso multa a los padres de familia que mandaban a sus hijos al catecismo de la misión dejando la escuela. Y los papás: -Tengan la multa, y sepan que nuestros hijos, durante la misión, no asistirán a la escuela, donde a más de no enseñarles religión, hablan mal del catecismo. Y en otra misión, un buen hombre se acerca al confesonario: -Padrecito, vengo a decir a su Paternidad si voy por buen camino: desde que vinieron los Reverendos Padres me ocupo en ir por las casas de los que no se confiesan para que se arreglen. No tengo más pecados.

La casa de Toluca, con el servicio del Colegio, imprescindible para poder continuar la Comunidad según las leyes de la República, pudo dejar el ministerio de las misiones y pasarlo a las dos nuevas casas que el Prelado confiaba a la Congregación dentro del mismo Distrito Federal de México: Jesús María y San Hipólito.
Hubo más. Tanto el Padre Solá como el mismo Padre Xifré se vieron en una tentación terrible: el querido Padre Plancarte, que les había llevado a México, les ofrecía la recién construida Iglesia de San Felipe de Jesús, el protomártir mexicano, ubicada en lo mejor de la Capital. Todo estaba hecho espléndidamente y no había que gastar un centavo. Pero los dos Padres, a pesar del amor con que la ofrecía el gran bienhechor Padre Plancarte, fieles a la tradición de la Congregación prefirieron no aceptarla, perdiendo la mejor fundación de México, a fin de dedicar el personal a las misiones y reservar algunos Padres para la casa de Ejercicios Espirituales que se pensaba edificar en la misma gran ciudad.
No aceptar una fundación así, para poder dedicarse a misiones bien duras y a los Ejercicios, honra a Superiores tan generosos con Dios y con la Iglesia.

Por estas crónicas, vemos lo que van a ser las fundaciones de México, y cómo se va a desenvolver la Provincia. Si se trabajaba en los campos y con los indios, mucho sacrificio, mucho heroísmo. Si se trabajaba en las iglesias de cualquier ciudad, era convivir con el pueblo más católico, más cariñoso, más simpático y más generoso que se podía encontrar.

A lo largo de los años se irán prodigando las fundaciones mexicanas, y todas de la misma manera: Guanajuato y León, Puebla y Orizaba, Monterrey y Celaya, Querétaro, Tepic y Torreón. Eran todas estas Casas una bendición de Dios, y fueron también gracia muy especial del Cielo las selectas vocaciones que surgieron para la Congregación en tierra mexicana. Fue una lástima que la Congregación no tuviese aún Postulantados y Noviciados fuera de España, aunque ese mal se iba a remediar pronto. De momento, así era. Por eso, al regresar el Rmo. P. Martín Alsina de México en 1909, se llevaba consigo a cuatro muchachos, primicias mexicanas, y les señalaba el Noviciado y Colegios de Bética para que se formaran en ellos como religiosos y sacerdotes. Los cuatro perseverarían en la Congregación. Uno de ellos fue el Hermano Mariano Hernando, asesinado en Toluca el año 1914 con ribetes de martirio.

Otro era Luis Álvarez Icaza, Estudiante que morirá con fama de santo, hijo de una familia acomodada, parroquiano nuestro de la Iglesia de Jesús María en la Capital, alumno de los Maristas, de los Jesuitas y después del Seminario diocesano. Al fin ingresó en la Congregación por ser de ¡Hijos del Corazón de María!... Amantísimo de la Virgen, sólo el título se lo decía todo. Le atraía mucho la Compañía, y era frase suya: -Quisiera ser Jesuita del Corazón de María. Todos le animaron en su vocación, su papá y sus dos hermanas religiosas, sobre todo Conchita, de la Visitación en los monasterios de Morelia en México y después en Madrid, a quien ahora introducen la causa de beatificación, y que decía al vestir el hábito: “No hay reina en el mundo que sea más feliz que yo”. Cuando profese su hermano le escribirá: -Has de ser un santo, un perfecto religioso y misionero, el San Luis Gonzaga de tu Congregación. Y los amigos maristas y jesuitas, igual, con generosidad y desprendimiento, aunque soñaran con esta vocación para ellos. Su Profesor del Seminario, recién promovido al Episcopado, le escribía: -Luisito, preferiría firmarme C. M. F. antes que Obispo de Chiapas. En la carrera llegó Luis hasta el diaconado; fue un perfecto religioso, inocente, angelical, y murió como su patrón San Luis: por asistir a los enfermos. En 1918 se echó con toda violencia el cólera; Luis pidió a los Superiores le permitieran atender como enfermero a los hermanos que contraían la epidemia, se deshizo por ellos, hasta que fue ante el Sagrario a decirle a Jesús: -Señor, te ofrezco mi vida por la de mis hermanos y por la pacificación de México. Total, que a los pocos días sintió el zarpazo de la fiera morbosa, y el 28 de Octubre se iba al Cielo con la sonrisa en los labios, después de escuchar el Ave Maris Stella, que pidió le cantaran los Estudiantes sus compañeros.

Impulsadas por el Padre Félix Alejandro Cepeda, aquella primera vocación americana en Chile, las Comunidades mejicanas se lanzaron a publicar una revista popular que pronto se hizo famosa en todo México: La Esperanza. Y con sus Iglesias siempre atestadas de fieles, con las misiones continuas y los Ejercicios Espirituales, con la revista finalmente, la Congregación en México se prometía días muy venturosos. Pero la Revolución asomaba muy peligrosamente en el horizonte. El General Porfirio Díaz, aunque nunca modificó las leyes antirreligiosas, fue muy tolerante y a su sombra prosperaron las obras de la Iglesia durante sus largos años de mandato. Sin embargo, al cesar éste en 1911, empezó a venir lo que todos temían: la persecución religiosa, que obligaba a los Misioneros a refugiarse en Estados Unidos, aunque, tal como pasaban la frontera la volvían a desandar para regresar a sus puestos, porque el pueblo católico no se rendía ante los gobiernos sectarios y defendía su fe con tenacidad heroica. Es aquí donde debemos colocar la figura de nuestro querido Mártir.

EL BEATO PADRE ANDRÉS SOLÁ pertenecía a la Comunidad de León en 1926 cuando se inició la persecución de Calles. Se tuvo que esconder como todos, pero desafió a las autoridades llevando un intenso ministerio sacerdotal. Según el decreto del Presidente en 1925, sólo podían ejercer el ministerio los sacerdotes nativos, y los Misioneros de León eran todos españoles. De los 200 sacerdotes mexicanos en Guanajuato sólo se les permitía ejercer el ministerio a veinte. Los demás tuvieron que vivir escondidos. El Padre Solá confiaba en su condición de extranjero, pero vivía refugiado en casa de las Señoritas Alba. Sin embargo, no se arredró: -¡Qué tanto miedo! Si me quieren secuestrar que me secuestren, si me quieren fusilar que me fusilen.

Hasta que secuestrado el sacerdote diocesano Don José Trinidad Rangel, la policía hizo un registro en la casa donde tenía el Padre expuesto el Santísimo Sacramento, ante el cual estaba en adoración profunda el piadoso Don Leonardo Pérez, laico soltero muy comprometido con la Iglesia. En el registro, una fotografía en la que el Padre Solá aparecía dando la Primera Comunión a una niña angelical delató su condición de sacerdote. Preso junto con Don Leonardo, fueron los dos llevados al edificio del Seminario, convertido en cuartel militar y en cárcel, y allí quedaron detenidos junto con Don Trinidad Rangel. Era el Domingo 24 de Abril de 1927, octava de Pascua.
El General Sánchez, antirreligioso furibundo, hubo de buscar un pretexto para fusilar a sus tres prisioneros, y lo tuvo muy fácil con aquel descarrilamiento del tren la noche anterior. Así que mandó un telegrama a su inmediato superior:
-He sorprendido tres frailes en complot contra autoridades constituidas, y a tres curiosos, consecuencias del complot descarrilamiento de ayer.
La respuesta del General Ministro fue contundente:
-Fusílese para escarmiento a los frailes en el lugar de los hechos, curiosos dense libres.
El telegrama de Sánchez no podía ser más hipócrita, pero la sentencia estaba confirmada y los reos eran sacados de la cárcel. El tren en que los montaron devoró muchos kilómetros hasta que se detuvo en el paraje del Rancho de San Joaquín, donde se había producido el descarrilamiento de hacía dos noches. Hacen descender a los presos, los encaminan torrente abajo, y sin darles tiempo para nada les disparan por la espalda. No han tenido ocasión de cumplir el compromiso contraído en la cárcel y en su conversación del tren: -Si nos van a matar, moriremos gritando ¡Viva Cristo Rey!

Leonardo y el Padre Rangel murieron al instante. El Padre Solá, con las balas en el cuerpo, hizo por dos veces el esfuerzo de incorporarse, pero cayó después inmóvil en la tierra mezclada con el petróleo medio engomado, sin poderse mover en adelante. Porque el oficial que les dio el tiro de gracia, muy certero al Padre Rangel y a Leonardo, con el Padre Solá apenas si atinó a hacerle una raspadura en el cráneo. Creyéndolo muerto también, el pistolero dio media vuelta sin preocuparse de nada más...
Eran las nueve y cinco minutos del lunes 25 de Abril de 1927. Todo se había desarrollado con suma celeridad, y ahora comenzaba la pasión del Padre Solá, prolongada durante tres horas interminables de sufrimiento. Los trabajadores de la via que se le iban acercando y querían ayudarle oyeron conmovidos las súplicas y jaculatorias del moribundo: -¡Jesús mío, Jesús mío, por ti muero!... Mientras se desangraba y le subía la fiebre, pedía: -¡Tengo mucha sed! Tráigame agua… Y pedía a otro: -No se olvide de hacer saber a mi madre, por el medio que pueda, que he muerto; pero dígale también que tiene un hijo mártir. Todos los testigos dicen que repetía continuamente -¡Ay, Jesús mío, por ti muero!
Murió al fin. Y, llevados los cadáveres al cementerio, las valientes y cristianas gentes de aquellos lugares, sin miedo a la autoridad antirreligiosa, pasaban por ellos rosarios, crucifijos, medallas, cualquier objeto piadoso. Hoy los restos gloriosos de nuestro Padre Solá descansan en la Iglesia de su Comunidad de León.
El 20 de Noviembre del año 2005, Solemnidad de Cristo Rey, eran beatificados trece Mártires mexicanos en el Estadio Jalisco de Guadalajara, en una celebración oficiada, en nombre del Santo Padre Benedicto XVI, por el Cardenal José Saraiva, Prefecto de la Congregación de los Santos, Misionero Claretiano y hermano en religión del nuevo Beato Padre Andrés Solá.

La persecución religiosa iba a tener una consecuencia providencial en otro orden de cosas. El Padre Julián Collell fue encarcelado y expulsado de México; regresó del exilio y hubo de salir de nuevo e ir a la Casa de San Antonio de Texas en Estados Unidos. Muy experto catequista, ya tenía proyectada con su dirigida Carmen Serrano y otras Señoritas una fundación religiosa para el ministerio del Catecismo. Cuando por la persecución pareciera que todo estaba perdido, en Estados Unidos nacía la proyectada Congregación de las Misioneras Cordimarianas, después de ser consultados varios Obispos mexicanos desterrados. El Arzobispo de Puebla dijo resuelto: -Que el Padre Julián Collell forme las Constituciones para las Misioneras enteramente conformes al espíritu de los Hijos del Inmaculado Corazón de María. Y así fue. Hoy las Misioneras Cordimarianas, nacidas del celo apostólico del bendito Padre Collell, forman parte de nuestra Familia Claretiana.

Pasó la persecución, y aunque la letra de la Constitución antirreligiosa seguía en pie, no se aplicaba en la práctica, porque las autoridades se dieron cuenta de que era inútil luchar contra su propio pueblo, católico y “guadalupano” irreductible. Pudo así la Provincia de México seguir con nuevas fundaciones, como Nuevo Laredo, Morelia y Guadalajara, aunque destaca entre todas Colonia del Valle en la Capital Federal, con su Iglesia imponente, de un culto continuo y extraordinario.

Aparte de los Padres Solá, Collell y el Estudiante Álvarez Icaza, hay que recordar a otros santos de la Provincia mexicana. Por ejemplo, el estudiante Juan Llamosa, muerto en Compton de Estados Unidos. Alma mística, dejó recuerdo imborrable.
El Hermano Félix Aramburu era la estampa perfecta del benedictino Reza y trabaja. Las 24 horas del día eran trabajo y oración: -Estoy muy bien, lleno de Dios, rodeado de Dios por todas partes. Preguntado por los méritos que acumulaba para el Cielo, respondía festivo: -¿Méritos? Muchos… Tengo en mis manos los infinitos de Jesucristo en la Cruz.
El Padre Santiago Dot fue toda una institución congregacionista. En 1865, al besar el anillo del Arzobispo Claret de visita a Vic, el muchacho oye estas palabras algo proféticas: -¡Dios te haga un santo! Ya sacerdote en la Congregación, trabajó en aquellas misiones de Canarias, en una de las cuales pudieron contar la asistencia de unas 15.000 personas. Durante el día eran dieciocho los confesores y por la noche, ¿hasta qué hora?, once sacerdotes más. A las tres de la mañana el joven Padre Dot, enfermo, no puede más y acude al Padre Brossosa, que le manda: -Haga el favor de volver al trabajo y siga confesando. Obedece, regresa al confesonario, y se siente repentinamente bien del todo... Desde 1887 el Padre Dot trabajará en México hasta su muerte a los 90 años, siendo la encarnación viviente las tradiciones de la Congregación y modelo del Misionero claretiano más cabal.

Actualmente la Provincia de México, sintiéndose muy misionera, ha optado por fundaciones en los puestos más pobres y necesitados de la República, como Tlacoapa y Zacatepec. La Virgen de Guadalupe, Madre y Reina de los mexicanos, desde su baluarte del Tepeyac guarde y prospere a la Provincia claretiana, fiel a su brillante historia.


ROMA

Hacía poco que había salido de Gracia como explorador hacia México el Padre Domingo Solá cuando otros exploradores se encaminaban a otro punto importantísimo: Roma… El 28 de Diciembre de 1884 el Padre Clotet llevaba a la estación del ferrocarril en Barcelona a dos Padres y tres Hermanos los cuales llegaban a la Ciudad Eterna el día 30. Dentro de su sencillez, fecha histórica, porque la Congregación podrá realizar ya por sí misma con un Procurador propio tanto trámite obligatorio ante la Santa Sede, contar con casa propia para Estudiantes en las Universidades romanas, y tener el mejor punto de arranque para expandirse por Italia.

El Obispo español de Santander, y después de Cádiz, encomendaba a la Congregación cuidar del grupo de seminaristas que tenía en Roma, como fundadores del Colegio Hispano-Romano, y el Padre Xifré les ponía a disposición dos Padres que eran lo mejor que se podía encontrar: Jerónimo Batlló y Antonio Naval. A este último se le va a encontrar muchas veces en la Historia de la Congregación, y el Padre Jerónimo Batlló permanecerá en Roma hasta su muerte en 1913. Lleno de prestigio, Procurador diligente, formador de los Padres jóvenes que iban a estudiar en Roma, religioso muy ejemplar, dejará en la Congregación un nombre que se recordará siempre.
Al cabo de una semana eran recibidos en audiencia por el Papa León XIII, que se mostró muy complacido de que la Congregación se hiciera cargo de la dirección del Colegio Español, y les encargaba pidieran a los Obispos españoles lo acrecentaran mandando muchos alumnos. Sin embargo, los Obispos españoles no secundaron la iniciativa del Obispo de Santander y formaron por su cuenta el que sería tan prestigioso Colegio Español en Roma. Así desaparecía el Hispano-Romano encomendado a la Congregación, a pesar de que los alumnos dirigidos por los Padres Batlló y Naval dieron notables resultados, porque siguieron en nuestra misma Comunidad hasta que todos se doctoraron brillantemente sin pasar al nuevo Colegio de todas las diócesis españolas.

El aprecio de León XIII a la Congregación le venía en parte por la disposición del Padre Xifré, insobornable en su fidelidad al Papa, al que le llevaba o hacía llegar cada año como ofrenda de la Congregación una fuerte suma, que era fruto de un sacrificio. Para que esa oblación anual al Papa tuviese mayor significado, era un ahorro voluntario de todos: se suprimió el postre de la comida, reservado sólo para los días de fiesta, y el gasto correspondiente era lo que se le ofrecía al Papa, el cual en alguna ocasión dijo: -¡Ah! La Congregación del Padre Xifré.

Los Padres vivieron provisionalmente en varios sitios, uno de ellos el tercer piso del Palacio de la Palma donde los Padres Jesuitas tenían la revista Civiltà Cattolica y con los cuales los nuestros trabaron gran amistad. La Congregación tuvo después casa propia, recibieron la Iglesia de Santa Lucia in Gonfalone, y algunos años más tarde se pudo instalar en la Via Giulia 131, en una Casa que por muchos años será tan gloriosa: Procuraduría, Casa de Profesores, Colegio Internacional y Curia Generalicia desde 1934.

La Iglesia de Santa Lucía, de tanto esplendor a partir del siglo XIII, propiedad de la noble Cofradía de Gonfalone, rica por sus mármoles y pinturas, había decaído lastimosamente y su culto era pobrísimo. Los Padres, aquellos Profesores tan insignes, la tomaron con cariño, atendieron asiduamente el confesonario, elevaron el culto, cada año crecían las Comuniones en 3.000 ó 4.000 hasta conseguir en poco tiempo las 30.000, y llegó pronto a ser una de las más populares de Roma. Y es que los Padres, tan metidos en los servicios a la Santa Sede y a la docencia en las Universidades, quisieron demostrar que ante todo eran sacerdotes al servicio del Pueblo de Dios. Hoy la Iglesia, con la adjunta Casa de Via Banchi Vecchi, es cuidada con esmero por la Provincia de Italia, ya que la Curia Generalicia pasó en 1952 a la Casa de Parioli.

Y aquí, en Parioli, nos encontramos con la nueva y arriesgada obra de la Congregación en Roma. Nos hemos de remontar al principio de los años veinte, y, para entender la empresa, hay que tener en cuenta la mentalidad de entonces, incluso dentro de la Iglesia. El ensanche de Roma por el Parioli era para gente acomodada, que, naturalmente, querría un templo digno de su elevada posición social y que no desdijera de las mejores iglesias de Roma. El Papa Benedicto XV quiso un gran templo dedicado a su patrono Santiago. Con el Papa Pío XI se concretó la empresa, la Congregación aceptó generosamente el plan, y el grandioso Templo habría de ser el Templo Votivo Internacional del Corazón de María. Se presentaron dificultades muy grandes por el subsuelo; los gastos eran enormes, y la Guerra Civil española y después la Segunda Guerra Mundial detuvieron las obras empezadas. Al fin, en 1952 era consagrado el gran Templo y declarado por el Papa Pío XII como Basílica Menor. Con el tiempo, los Padres del Gobierno General y los Profesores dejaron de atender el Templo que pasó al cuidado de la Provincia italiana.

En la parte posterior del Templo se alzaba el edificio de la Curia General de la Congregación y el Colegio Internacional. Pero el Colegio iba a tener poca duración, pues pronto se decidió la construcción del Claretianum en la Via Aurelia, el cual era inaugurado el año 1959. Pasamos así a hablar de la historia docente de la Congregación en Roma, para lo cual nos hemos de remontar al principio.

Empezamos por los juristas, ya que han brillado tan alto en todo lo referente al Derecho Canónico. Fueron insignes de verdad y se dieron a conocer, sobre todo, a partir de 1920 con la fundación de la revista Commentariun pro Religiosis et Missionariis. El primero de todos, el Padre Felipe Maroto, Profesor esclarecido, Consultor de varias Congregaciones romanas, artífice en gran parte del primer Código del Derecho Canónico, y después General de la Congregación. El Papa Pablo VI lo recordaba ante los Padres del Capítulo General de 1973 con estas palabras: “¿Quién de vosotros conoció al Padre Maroto? ¡Yo lo conocí! ¡Qué alma tan bella! ¡Qué gran talento! ¡Qué hijo tan fiel de la Iglesia! ¡Qué Profesor tan insigne en nuestras Facultades!”. Cuando la promulgación del Derecho Canónico en 1918, el Papa Benedicto XV le regaló personalmente el primer ejemplar, mientras le decía complacido y sonriente: -¡Tenga, Padre Maroto! A lo que replicó el Cardenal Gasparri, allí presente: -¡Y lo que le hemos hecho trabajar!...

El Padre Arcadio Larraona siguió los mismos pasos del Padre Maroto. El Papa Pío XII lo nombró Subsecretario y después Secretario de la Sagrada Congregación de Religiosos, hasta que el Papa Juan XXIII lo creó Cardenal. Son palabras del Papa Pablo VI cuando su muerte y después también a los Capitulares: “Cuántas veces he tenido ocasión de tratarlo de cerca, y ver de manera tan clara la rectitud de su corazón, de sus intenciones. ¡Qué amor! ¡Qué espíritu tan elevado!... Sus discursos estaban llenos de doctrina, y era un escritor profundo en materias de Derecho. Lo recuerdo como Profesor mío hace 50 años. Era un religioso perfecto, amantísimo de su vocación y de su vida religiosa. Cuando yo era Sustituto de la Secretaría de Estado, él estaba preparando la Provida Mater que daría carta de ciudadanía a una nueva forma en la vida religiosa, la de los Institutos Seculares. El Cardenal tuvo en esto una gran visión. Venía a mí con frecuencia a hablarme de su proyecto y a pedirme consejo y ayuda. Aunque me duele su muerte, me consuela el saber que tenemos un gran intercesor de la Iglesia y mío en particular”. Y es que el Padre Larraona, antes que gran Profesor y Cardenal, era ante todo un religioso santo.

El Padre Siervo Goyeneche fue otra figura muy destacada entre aquel grupo tan selecto de nuestros canonistas, profesores y escritores, admirados con toda razón en Roma.
Y lo mismo el Padre Anastasio Gutiérrez, al que nadie ha ganado como Consultor en la Santa Sede. Fuera de los nuestros, el que tiene más votos despachados ha alcanzado los 2.600, mientras que el Padre Gutiérrez, religioso también muy ejemplar, sobrepasó los 3.000 largamente.
Otros que han destacado en Derecho son los Padres José Benito Fuertes, Ignacio Ting Pong Lee y Luis Díez, este último Presidente por largos años de la Sección Jurídica en la Secretaría de Estado. Cuando la publicación del nuevo Derecho Canónico, el Papa Juan Pablo II, con gran sentido de responsabilidad, quiso repasar por sí mismo todo el libro, y lo hizo bajo la dirección del Padre Díez, que cada día se desplazaba de casa a la residencia veraniega de Castelgandolfo para revisar con el Papa canon por canon todo el Derecho, en lo cual trabajaban los dos hasta durante las comidas… Y va de curiosidad. Nos dice el P. Díez: -Examinando los dos el Derecho, mientras comíamos, al Papa se le cayó la servilleta al suelo. No me di cuenta, y yo seguí leyendo. El Papa se levantó a recogerla, mientras yo me sonreía. Así de sencillo es el Papa.

Otros Profesores más significativos en Derecho, aunque su magisterio no lo ejercieron en Roma, fueron el Padre Gerardo Escudero y el Padre Arturo Tabera, que, nombrado Cardenal, murió en 1975 siendo Prefecto de la Congregación de Religiosos e Institutos Seculares. El Papa Pablo VI, ante su cadáver todavía sin amortajar en la clínica, hizo de él este elogio: “Un hermano distinguidísimo que hizo siempre honor a la Iglesia, no sólo con su ministerio pastoral y con sus generosos servicios a la Santa Sede, sino sobre todo por sus indiscutibles virtudes humanas y religiosas de hombre de Dios abierto a la bondad y a la caridad para con los hermanos. Un dignísimo hijo de la Iglesia. Debemos imitar su ejemplo”.

Actualmente siguen nuestros Padres del Instituto Jurídico Claretiano en la misma línea y tradición. Profesores indiscutidos en la Lateranense, hay quien llega a examinar más de 200 alumnos al acabar el año lectivo. Y la biblioteca del Instituto contiene hasta más de 3.000 tesis de graduados bajo al dirección de los nuestros.
Entre las publicaciones de hoy, además del Commentarium, merece destacarse Las Formas de Vida Consagrada del P. Domingo Andrés, según el Código actual, digno sustituto del anterior Derecho de los Religiosos de los PP. Tabera y Escudero, y que se ha hecho imprescindible en muchas casas religiosas por ser, según la Revista Teológica de Lugano, “uno de los libros más importantes de la ciencia canónica contemporánea”. Y no digamos nada de la obra monumental, periódica, Leges Ecclesiae, que ya está en su volumen VIII. Hasta dónde llegaba el valor de la revista Commentarium nos lo dice lo que ocurrió con el Papa Pío XII, cuando se le quejó al Padre Larraona: -Desde que soy Papa ya no me mandan los Padres la revista. Antes cuando era Cardenal me la mandaban siempre. -Santo Padre, se la deben enviar seguramente por la Secretaría de Estado. -No, no; he preguntado varias veces y ya no me la envían. Fruto de tan amable queja fue la audiencia que el Papa concedió a todos los de casa.

Del Instituto Jurídico pasamos al CLARETIANUM, el Colegio Internacional. En él radica el Instituto de Teología de la Vida Religiosa, agregado a la Pontificia Universidad Lateranense como una de sus facultades. Los Profesores han extendido su docencia a varias Universidades, como a la Urbaniana, de donde fue Rector el Padre José Saraiva, después Arzobispo y Secretario de la Congregación para la Educación Católica, y finalmente Cardenal, tan conocido como Prefecto de la Congregación de los Santos.
Entre las publicaciones del Claretianum cabe señalar especialmente el “Claretianum - Commentaria Theologica”, que cuenta ya con una gran cantidad de volúmenes.

Es un hecho también notorio que nuestros Padres de Roma, desde un principio, han añadido ejemplarmente a su actividad tanto de Gobierno como de Enseñanza el ministerio estrictamente sacerdotal, como es la dirección de Ejercicios Espirituales o Retiros, con la competencia que es de suponer. Esto ha hecho que la Congregación, por humilde que sea, haya dejado siempre en Roma muy alto su nombre.

A las Casas de Roma les ha tocado presenciar como acontecimientos más extraordinarios la Beatificación del Fundador por el Papa Pío XI el 25 de Febrero de 1934, su Canonización el 7 de Mayo de l950 por Pío XII, y la Beatificación de los 51 Mártires Claretianos de Barbastro el 25 de Octubre de 1992 por Juan Pablo II. En estas celebraciones la Congregación entera ha sabido hacerse más romana que nunca.


BRASIL

Podemos empezar con un recuerdo muy grato para la historia: -Vaya al Padre José Xifré, y llévese a los Hijos del Corazón de María.
Estas palabras se las decía el gran Cardenal Rampolla, Secretario de Estado y tan amigo de nuestra Congregación, al Obispo Auxiliar de Sao Paulo cuando le exponía la situación dolorosa de la diócesis que dentro unos meses iba a tomar en sus manos como sucesor del Obispo titular. Y el Obispo, llegado a España y después de hablar con el Padre General, marchó a Brasil con una idea clara: una gran casa y una gran iglesia al Corazón de María en Sao Paulo, ciudad que entonces estaba un poco por encima de los 50.000 habitantes.

La expedición de los diez misioneros, seis Padres y cuatro Hermanos Coadjutores, se hacía al mar en Barcelona el 24 de Octubre de 1895, como un augurio feliz, en el mismo día 25 aniversario de la muerte del Padre Fundador. La fundación de Sao Paulo en Brasil, país tan prometedor en todos los órdenes, va a ser una de las más espléndidas de la Congregación.

Al frente de los expedicionarios iba el Padre Ramón Genover, un Misionero de excepción cuyo nombre tenemos que recordar. Formaba también en el grupo otro gran Misionero, el Padre Eusebio Sacristán, bien curtido para aquellas horas en las misiones de Guinea, donde había perdido la salud pero no sus enormes energías espirituales. Y también el Padre Gerardo Palomera, hombre todo de Dios, apóstol genuino, cuyo sepulcro glorificará después Dios con verdaderos milagros. Con auténtica audacia, los Padres empezaron a hablar, ¡y predicar!, en portugués ya en la primera semana. Al cabo de dos años tenían acabada la grandiosa iglesia del Corazón de María, algo solitaria aún, pero que pronto se iba a encontrar en lo más céntrico de la gran ciudad que se avecinaba.

Ahora lo importante eran las misiones cuyas crónicas son bellas de verdad y demuestran un espíritu apostólico ardiente y muy abnegado en nuestros Padres. Estas misiones brasileiras eran totalmente diferentes de las de Chile y de México: ni recepciones pomposas, ni funciones solemnes, ni despedidas tumultuosas, porque las gentes vivían dispersas, no junto a la iglesia donde hay Párroco, sino por campos muy distantes. Aunque la cita resulte algo larga, traemos las noticias que nos dejaron los Padres Sacristán y Genover, actores y testigos de aventuras tan divinas:
-Ante todo, largos viajes a caballo, desde las cinco de la mañana hasta las siete de la noche. Pasar las noches durmiendo sobre esteras, y continuar el viaje al día siguiente con lluvias copiosas, frío y hasta hambre, sin contar los peligros en medio de los bosques… Estos sitios distan a veces diez y más leguas de la iglesia y casa parroquial a que pertenecen, aunque para hacer bautizos y casamientos acostumbran tener algunas capillas diseminadas por todo el territorio, y a ellas va alguna vez al año el Párroco, si es que no pasa años sin ir… Venían a la misión gentes de muchas leguas de distancia. Pobres gentes que viven con mucha inocencia de costumbres, de tal modo, que no es raro hallar muchas personas de edad avanzada que, sin haberse confesado nunca, “por falta de Padre”, como ellos decían, apenas tienen materia necesaria para confesión… Si se predica en alguna de esas capillas, hasta familias enteras improvisan casas en los carromatos en que vinieron y permanecen allí todos los días que dura la misión…
Acaecieron en estas misiones escenas tiernísimas, que recuerdan las del Evangelio. Un paralítico traído en una silla, tocando la cabeza con las rodillas, sin poder hablar, sin movimiento y viniendo en brazos de hombres desde tres leguas de distancia, sólo para confirmarse y recibir los demás Sacramentos... Una mujer que sólo podía andar a gatas y, arrastrándose, venía desde muy lejos con el único fin de aprovecharse de la Misión… Algunos lisiados y paralíticos, que no pudieron caminar ni a pie ni arrastrándose, alcanzaban, a fuerza de lágrimas, que hombres caritativos los llevasen en unos carritos hasta la plaza donde se daba la Misión. Y otros, finalmente, que hacían cuatro y cinco días de camino para confirmarse, como ellos decían, en la religión de Dios… Sólo en este año predicable, siguieron otras dieciocho misiones, en las que tuvimos que estar confesando todo el tiempo libre, desde las cinco de la mañana hasta las diez de la noche… Hallamos muchas personas que no sólo no trabajan en los domingos, sino que aun en los sábados dejan el trabajo para honrar a la Virgen, lo cual, al oírlo de labios tan sencillos, casi me arrancó las lágrimas…

Las misiones en las ciudades tenían carácter algo diferente, como vemos por otras crónicas.
-Se tuvieron dieciséis misiones, y en una de ellas la masonería trabajó cuanto pudo, llegando por dos veces con amenazar a los Padres con armas de fuego. Un cura bueno les previno en una parroquia: -Cumplen aquí con la Iglesia cuatro personas, únicas confesiones que hago en todo el año. Acabó la misión con más de 2.000 comuniones. ¡Claro que la masonería se sentía inquieta!… Como en otra misión también, de la que anota el cronista: -Los masones, protestantes e incrédulos lo movieron todo para estorbar el fruto de la misión. Días hubo en que fue necesario ir los Misioneros escoltados por un número considerable de hombres desde la iglesia hasta nuestra morada, porque algunos habían jurado darnos muerte.
Hablando de masones, quien publicaba el resultado de otra misión era el Venerable de la Logia:
-Acaban de partir para Campinas los dos Misioneros Hijos del Corazón de María que por espacio de tan sólo ocho días estuvieron predicando en esta villa. Sacerdotes ejemplares, doctos, humildes, desinteresados y caballeros distinguidos, supieron en tan corto espacio de tiempo ganarse todas las simpatías de este pueblo que ciertamente sabrá guardar para ellos eterno agradecimiento. Porque en una población de tan escaso vecindario como es la nuestra, han administrado el sacramento del bautismo a 45, el de la confirmación a 1.817, el de la Eucaristía a 1.100 y el del matrimonio católico a 50 parejas que vivían ilegal y escandalosamente unidas. Los dos ilustres Misioneros, cuya palabra, empapada en unción divina, derramaba en los corazones de unos el aliento y la esperanza, y en el de otros el cosuelo, la paz y la felicidad.
Y sigue con más bellezas el Venerable masón… Eso que reconocía hasta un enemigo profesional de la Iglesia, lo experimentaban los Misioneros cada día, como nos dice esta relación:
-Admira en estas gentes cómo hacen sus viajes de ocho y diez leguas para confesarse con el Padre Misionero. En una misión se dio la Sagrada Comunión a dos enfermos que los llevaron en sus camitas a la iglesia y desde muy lejos al lugar en que estábamos; en otra ocasión se confesó a un indio que comulgó por primera vez a la edad de cien años; primeras comuniones a los veinticinco son innumerables; todo lo cual ensancha sobremanera el corazón.

Sólo en los tres años primeros dieron más de sesenta de aquellas misiones, aunque no todas fuesen igual de duras, además de cincuenta tandas de Ejercicios Espirituales y otros muchos ministerios más. Por ejemplo, el de los enfermos en los hospitales, iniciado por el Padre Genover en la Casa de la Misericordia, y desempeñado como cosa normal durante muchos años después. Y años también después vendrá en Brasil el ministerio de la enseñanza, tan solicitado por los Obispos.

Ante el culto tan espléndido de las iglesias que van a tener las fundaciones de Brasil, vale la pena tener muy presente el trasfondo del abnegadísimo trabajo de las misiones para valorar la vida de nuestros heroicos Padres. El Templo de Santiago de Chile abrió con los Padres Xifré y Vallier una hermosa tradición que iba a seguir en las nuevas fundaciones de América. Cada Iglesia de los Misioneros se convertía en centro de espiritualidad profunda para toda la ciudad, merced a la devoción al Corazón de María. Un valioso testimonio sobre el templo de Sao Paulo nos dice: -Desde el interior del Estado vienen personas de posición sólo para confesarse en el Santuario del Corazón de María, y muchas veces se ve que es una atracción sobrenatural de la misericordia de María.

Aparte de las Misiones y el Templo, la casa de Sao Paulo se lanzó pronto al apostolado de la pluma con la revista Ave María, que empezó en 1898 con 300 ejemplares de sólo dos hojas y era repartida gratuitamente por el devoto y generoso fundador. Los Padres la tomaron por su cuenta, y, convertida en verdadera revista semanal, en 1900 ya tenía una tirada de 3.000 ejemplares, en 1912 llegaban a los 50.000, número que iba subiendo cada año, gracias al señuelo de la devoción al Corazón de María…
Dirigía todo un sencillo Hermano Coadjutor, sin más estudios que los de su esfuerzo personal, su iniciativa, y, sobre todo, su celo apostólico. Hemos visto cómo en las expediciones misioneras iba siempre un grupo de Hermanos, que desarrollaban después unos apostolados magníficos. El Padre Genover, que pronto iba a ser el Visitador de Chile, Brasil y Argentina a la vez, escribía en 1903 sobre los Hermanos Coadjutores de esas Repúblicas:
-Los Hermanos Coadjutores están animados de buen espíritu, trabajan mucho por la gloria de Dios y bien de las almas. Uno tenemos que trabaja con mucho provecho en la dirección de la grandiosa iglesia de Linares; otro que dirige una numerosa escuela en Temuco; otro que tiene un florido Catecismo al cual concurren unos cien niños con notable aprovechamiento; otro que en la portería, con ocasión de la limosna, ha conseguido que muchas personas que vivían amancebadas, se uniesen en santo matrimonio; otros que saben descubrir un talento y celo especial en la difusión de los libros de nuestro Instituto; otros que, con una abnegación, que tendrá no poca recompensa, van por las calles mendigando de puerta en puerta una limosna para hacer el templo. Otros, en fin, se distinguen en obras de virtud y son de grande provecho a las almas. ¡Cuánto puede hacer un Hermano Coadjutor santo!”.

Traer aquí este párrafo tan valioso como autorizado sobre los Hermanos Coadjutores, nos lo ha sugerido la revista Ave María que ha desarrollado hasta nuestros días en Brasil un apostolado tan fecundo y tan claretiano. Tanto es así, que toda la obra se ha convertido hoy en Revista, Editorial y Librería, ésta última con doce Sucursales en todo Brasil.

La fundación de Campinas, segunda en Brasil, fue desde el principio tan interesante como esperanzadora. Al llegar los Padres en 1899 se encontraron ante todo con una casa incómoda y deforme, y con una iglesia que no tenía otras cualidades que ser “vieja, fea y pequeña”, aunque los Padres se empeñaron en transformarla en la más bella de la bella ciudad de Campinas. Y toda la fundación resultó magnífica, debido a los tres primeros y notables Superiores que se sucedieron uno a otro: el Padre Eusebio Sacristán, y los Padres Francisco Ozamis y Florentino Simón. El Padre Ozamis, muy criticado en un principio pero después aceptado por todos, fue el iniciador de las conferencias especializadas a caballeros etc. en las misiones. Y el Padre Simón, también muy criticado, el que se decidió ya en Sao Paulo, acorde con el Padre Genover, a introducir las escuelas para la enseñanza. Los dos, Ozamis y Simón, acabaron siendo Obispos.
La Iglesia resultó un primor, con magnífico culto y convertida en fuente de piedad para una población tan hermosa como privilegiada. El Obispo Nery, hijo de esta ciudad, aseguraba: -Gracias a la labor de los Misioneros, Campinas ha mejorado en pocos meses un cincuenta por ciento.

Pouso Alegre es la tercera fundación en el Brasil, tan pobre y dura en sus principios como después tan gloriosa. Iniciada a finales del año 1901, los tres Padres y un Hermano entraban en una casa y se posesionaban de una capilla que eran una foto perfecta de la cueva de Belén. Iban allí como Misioneros, y al cabo de tres años ya contaban con más de cien misiones predicadas, bajo la audaz y optimista dirección del Padre Ozamis, que tiene recortes para no olvidar. Como un presupuesto, nos dice:
-Nos encontramos en medio de masones y protestantes; el infierno se agita, se embravece. Ya hemos encontrado en la puerta de nuestra morada un cartelón que decía: ¡Muera el clero! ¡Viva el socialismo!... Cuando los malos se revuelven, es porque sienten que se les escapa la presa.
La Iglesia tardaba en construirse. Fue necesaria la presencia, energía y decisión del Visitador Padre Genover para arrancar en serio. El Obispo no ayudaba nada, contra su palabra primera. Y los Misioneros necesitaban casa apropiada para la reparación de sus fuerzas después de las campañas misioneras. Además, estaba muy viva la ilusión de siempre: levantar un templo digno al Corazón de María, con cuya devoción, tan felizmente fomentada en todas partes mediante la Archicofradía, hacía cambiar por completo la piedad de los fieles. Todo se consiguió ala fin, y hoy la fundación sigue en pie después de cien años de laboriosa y tan fructífera labor misionera.

Esta Casa contó en sus principios con un Hermano ejemplarísimo, el portugués Manuel Fonseca. Todos le veían en la iglesia ratos y más ratos en profunda oración, con los ojos clavados en el Sagrario o en la imagen del Corazón de María. Al morir, desde el Obispo hasta el último habitante de la ciudad iban devotos a visitar al santo...

Curitiba es otra fundación que tuvo su principio en 1906 con unos sacrificios inimaginables de los Misioneros. Pobreza total. Fruto en los ministerios, nulo. Dificultades en la predicación, inmensas. Baste un ejemplo. El Padre predicó sobre el matrimonio como Sacramento, instrucción necesaria ante tanto matrimonio civil. Después del sermón se le presenta un hombre con este encargo: -Vengo en nombre del pueblo a decirle a Usted que no predique otra vez contra las leyes del país. El Padre no le hizo caso, pero al día siguiente asistieron al sermón bastantes hombres armados de palos para romperlos en las costillas del predicador si seguía predicando con esta libertad evangélica.
De Curitiba había informado el Padre Palomera al Padre General: Una fundación “buena, muy buena, bonísima”. Y así sería con el correr de los años. De momento, sólo eran esperanzas en el Corazón de María, como informaba el cronista: -Esperemos que el Corazón de María, cuando tenga una capillita al menos en esta ciudad, Ella, que es la Robadora de los corazones, sabrá ganarse los de esta gente. Aquel día estaba muy lejos aún, pero al fin llegó. Y Curitiba es hasta hoy, cien años después, aquella fundación “muy buena, bonísima”, con Casa, Templo del Corazón de María, Parroquia y un magnífico Centro de Estudios Superiores con Teologado…

La fundación de Río de Janeiro tenía que llegar un día u otro. Trasladado el Arzobispo de Sao Paulo a Rio de Janeiro, el Cardenal Arcoverde, no iba a prescindir de los Misioneros del Corazón de María. Y los llamó inmediatamente para darles una capillita muy modesta en un barrio marginado, sin casa propia, porque había que evangelizar y atender a la gente más pobre y desheredada. Así comenzó en 1907 la fundación de Rio de Janeiro, con pobreza grande, y sin perspectivas humanas ante los ojos, en el barrio Meyer que contaba con 60.000 habitantes.
El Superior Padre Florentino Simón, futuro Obispo, mientras vivían en una pobreza también total, inició el suntuoso templo al Corazón de María. Obra original y grandiosa, quedaba completada a los ocho años: 70 metros de largo, 25 de ancho en el crucero y 10 en la nave central. La fachada, consistente en una torre altísima, es de lo más llamativo y todo el conjunto hizo exclamar al Cardenal cuando lo vio terminado: -Felizmente, estos arcos, elegantes y esbeltos, elevan el espíritu a Dios. Aquel barrio marginado se ufanaba después de contar con una de las iglesias más bellas de toda la gran Ciudad.

Aparte de otras fundaciones, después de varios años vendrá la de Batatais, que el Gobierno General aceptó por tratarse de la dirección espiritual, científica y económica del Colegio, Instituto y Seminario en una pieza, acreditado establecimiento docente que se entregaba a la Congregación. Se pusieron al frente unos directores y profesores bien escogidos, como hacían siempre los Superiores cuando se trataba de la formación de los sacerdotes. El programa que se trazaron los Padres desde el primer momento lo sintetizaron en estas palabras: -Hay que tratar de conseguir los conocimientos científicos; pero ante todo y sobre todo esta Comunidad debe gloriarse y poner la mira en que su nota característica sea la vida interior, la piedad sólida que nacen de la más íntima unión con Jesús y de la caridad llevada hasta el sacrificio.
Con este espíritu de los fundadores, Batatais se convirtió en una fundación sólida que dura hasta nuestros días. Hoy funcionan en ella, además de la Parroquia, el Colegio de San José, el Centro Universitario Claretiano y el Filosofado de la Provincia. Recientemente se inauguraba la Radio Educativa Claretiana, una emisora FM para ampliar el radio de acción de su magnífico apostolado. Es digno de anotarse además lo que hace su personal cuando llegan las vacaciones estivas. Han instituido el CEUCOL, Centro Universitario Solidaridad, y Profesores, Profesionales y Alumnos marchan voluntariamente a trabajar en los campos más necesitados.

Entre lo más importante del Brasil está la Prelacía de San José de Tocantins, encomendada por la Santa Sede a la Congregación en 1926. Constituían la Prelatura trece parroquias diseminadas en una extensión de 160.000 kilómetros cuadrados, todas ellas sin sacerdote menos la de San José, y eran visitadas, en el mejor de los casos, por un Padre Dominico de su vecina Misión una sola vez al año. Región riquísima en minerales y agricultura, tenía como mayor problema la falta de vías de comunicación, y así, el Administrador Apostólico Padre Francisco Ozamis hubo de recorrer en su primera salida 900 kilómetros a caballo. Junto con este sacrificio los Misioneros debían acostumbrase a las comidas, que les resultaban una penitencia casi inaguantable, y soportar los muchos insectos que les devoraban.
Con todo esto queda insinuado lo que era aquel nuevo campo que Dios encomendaba al celo de los Misioneros del Corazón de María. Pero serán también muchos los frutos de vida cristiana que se recogerán durante los largos años que lo van a tener bajo su cuidado, y en el que se sucedieron como Obispos los Padres Francisco Ozamis, Florentino Simón y Francisco Prada, fallecido este último en 1995 a sus 102 años de vida cuando era el Obispo más viejo no ya de la Congregación sino del mundo.

Rio Claro es otra fundación que conviene recordar, realizada en 1929. Hoy sigue todavía con sus Facultades, Colegio, Estudios de Televisión y de Internet.
El Padre Juan de Castro Engler figura entre los muchos Profesores distinguidos que han pasado por Río Claro y donde él murió en 1992. Sobre sus muchas cualidades humanas, intelectuales y de gobierno, sobresale ante todo como un perfecto religioso, que dio a todos grandes ejemplos de virtud. Su necrología lo presentaba como “humilde, piadoso, obediente, pobre, casto”. Sus nueve últimos años los pasó clavado en la cruz de la enfermedad, cuyos dolores soportó con una paz admirable, verdadera imagen del Señor en el Calvario.
En la misma casa de Rio Claro había muerto a la edad de 95 años el Hermano Antonio Gomes Sardinha, que dejó en pos de sí una gran estela de santidad. Muy amante de la Congregación, había atraído a ella numerosas vocaciones de Hermanos, como él, para ocupar los últimos puestos en las comunidades y los primeros en el Reino…

Digna también de tenerse en cuenta, entre las fundaciones posteriores, es la de Londrina en 1959. Era Obispo entonces, y después Arzobispo, el Padre Geraldo Fernández, que llamó a sus hermanos de Congregación a la diócesis y organizó con ellos grandes misiones a lo largo de su territorio. El Excmo. Padre Geraldo Fernandes, al ser promovido al episcopado, ejercía en Brasil el cargo de Asistente General de las Religiosas. Conocía bien a las almas consagradas, y él mismo, con la Madre Leonia Mileto, fundó en 1958 la Congregación de las Misioneras de San Antonio María Claret, las cuales han tenido en pocos años una expansión sorprendente. Conocemos el alma del Arzobispo y Fundador por muchas palabras que nos dejó como recuerdo:
“Profeso hoy mi fe en Dios y en todo lo que es de Dios”. “Amo a la Iglesia en la persona de todos mis hermanos, principalmente en los más pobres, por los cuales trabajé de modo especial en los suburbios de Curitiba y de Londrina”. “Amo a la Iglesia en la persona de los sacerdotes, de las religiosas, de los miembros de la Jerarquía, principalmente de los que forman la Conferencia Episcopal de Brasil, por la cual trabajé siempre con amor y muchos sufrimientos. ¡Amo al Papa como Vicario que es de Cristo!”. “Quiero morir sin deudas, sin dinero y sin pecado”. Y pudo añadir: “No hago testamento porque nunca tuve nada, no tengo nada, y nada quiero para mí”. Soñaba también para el tiempo de su retiro como Obispo: “Si Dios me alarga la vida y me da salud, espero ir el año próximo a trabajar al Africa como misionero, como ayudante del Padre que reside solo en la isla de Príncipe de Sao Tomé, aunque los Superiores tendrán la última palabra”. Así se fue al Cielo aquella alma bendita el 29 de Marzo de 1982.

En 1971, venido de España, era consagrado Obispo para la Prelacía de Sao Felix de Araguaia, en el Mato Grosso, el Padre Pedro Casaldáliga, que hasta su retiro en el año 2005 se haría ampliamente famoso por su entrega a los pobres y marginados.

Como todas las Provincias claretianas, Brasil sintió la necesidad de estar en las primeras líneas de la Iglesia, a pesar del campo inmenso que tiene dentro de sus fronteras, y junto con Portugal se ha plantado últimamente en Mozambique del Africa Central.


ITALIA

Debemos separar la Provincia de Italia de la casa de Roma, aunque en un principio todas las crónicas de Anales las traten juntas por igual. Italia fue creada Viceprovincia en 1924, pero incluyendo también la Casa de Roma. Sus primeras casas son unos diez años posteriores a la de Roma.
Corría el año 1897 cuando el Padre Xifré enviaba para fundar en Italia una expedición numerosa y muy escogida de seis Padres y seis Hermanos. Se había ofrecido a la Congregación un santuario de la Virgen en Fosco, diócesis de Spoleto, y allí fueron personalmente para la fundación en 1897 los Padres Nicolás García, el futuro General, y Joaquín Bestué, acompañados del Padre Antonio Naval y del mismo Padre Xifré. Mucha importancia se le daba a las fundaciones de Fosco y San Félix, pero…, ¡tal como habían nacido iban a morir! Sólo duraron catorce meses, con indecibles angustias de los Padres, los cuales trabajaban mucho en primavera con las peregrinaciones que llegaban al Santuario, no hacían casi nada en el resto del año, estaban muy inseguros en la casa, y, al ser tenidos por ricos, carecían hasta de lo necesario para vivir. Así las cosas, no hubo más remedio que marchar.

Al reseñar a Italia no podemos menos de extrañarnos de lo poco relativamente que ha arraigado en ella la Congregación, la cual ha quedado pequeña en un pueblo tan abierto, tan sin prejuicios, tan acogedor. Aparte de aquellas dos casas primeras, que no podían subsistir, tuvo después Italia bastantes fundaciones muy buenas, hoy desaparecidas, como Palermo, Frascati y Albano o el magnífico Colegio de Lierna,

En el Seminario de Palermo dejó un recuerdo muy profundo el Siervo de Dios Padre Ángel Cantons, amantísimo de la Eucaristía. Anotaba con meticulosidad cada Misa que celebraba, y la última antes de morir sumaba el número 19.227. Son la misma Diócesis y el Seminario los que están llevando adelante su causa de beatificación.

La Provincia de Italia atiende actualmente la casa de Trieste, de tanta tradición desde el año 1912. Los fundadores eran españoles que habían adoptado la ciudadanía austriaca, y sus ministerios se hicieron muy difíciles al acabar la Primera Guerra Mundial, cuando Trieste pasó de Austria a Italia. Pero no hubieron de salir, sino que se consolidaron al tener casa e iglesia propias, pasadas después a los Padres italianos. En 1970 se terminaba el campanario en forma de minarete, y ahora iglesia y campanario constituyen uno de los complejos arquitectónicos mas bellos de la ciudad. La Archicofradía del Corazón de María atrajo siempre a muchas almas con un incremento notable de la piedad, y la fundación de Trieste sigue hasta nuestros días dando muchos frutos en la ciudad, cabeza del Adriático.

Altamura, la “Leonesa”, es una ciudad sureña de gran tradición cristiana. Su pequeña capilla dedicada a Santa Lucía atraía a muchos peregrinos, muy bien atendidos por los Padres desde el principio de la fundación en 1936. La capilla fue sustituida por una iglesia grande en la que se han desarrollado siempre todos los ministerios sagrados. Muy querida por la Provincia de Italia, hoy sigue firme esta fundación, de tantas esperanzas en un principio y de tantas realidades hasta nuestros días.

La actual Casa de Segrate, la “Comunidad Ambrosiana”, se debe al empeño del Arzobispo de Milán Cardenal Montini, que al cabo de un mes de fundada, Junio de 1963, sería “Papa Pablo VI”. Los Padres que la emprendían se auguraban “una existencia larguísima, rica de espiritualidad y de obras de celo”. Por ahora no se han engañado…Ya la inauguración el día de Navidad de aquel año lo presagiaba felizmente. Confesiones continuas, con 1.400 personas para comenzar. La asistencia anterior a la iglesia era de unas 700 a 800 personas, y de repente subían a 1.200 y hasta 1.500. Enterado el Papa, promotor de la fundación, enviaba cordial bendición con un telegrama del Secretario de Estado.

En Roma continúan los Padres y Hermanos con la Iglesia de Santa Lucía, en Banchi Vecchi, de tanto recuerdo en la Congregación desde los principios en Italia. Asimismo, es la Delegación de Italia la que atiende, muy en nombre de toda la Congregación, el Templo Votivo Internacional del Corazón de María en el Parioli de Roma.

A pesar del poco personal con que contaba, no quiso Italia dejarse vencer por otros organismos en su espíritu misionero, y fundó las primeras casas del Gabón, a las que mantuvo generosamente hasta que pasaron a formar parte de la Delegación independiente del África Central.
Igualmente, y bajo la protección y con el espíritu de Claret, se ha lanzado a apostolados muy modernos y significativos, como la Asociación Misión Onlus, apartidista y aconfesional, empeñada en trabajar por la promoción humana en Italia y en todo el mundo, por el desarrollo de la persona y de los pueblos. En Lecho está la Provincia demostrando mucho celo por la recuperación de jóvenes tóxicodependientes, para los que tiene organizados talleres de artesanía, como cerámica, tejido, decoración. Su obra es conocida y admirada.
Vencida la crisis vocacional que afecta a toda Europa, es de esperar que Italia volverá a ser el organismo fuerte por el que todos hemos suspirado siempre.


PORTUGAL

Al empezar a hablar de las fundaciones de Portugal es casi una necesidad tener que ir a los ojos para detener las lágrimas… Sus casas y Colegio se presentaban muy prometedores, pero la supresión y expulsión de las Ordenes y Congregaciones Religiosas acabaron con todas las esperanzas, que no se reanudarían hasta muchos años después. Por esta causa, la Congregación se vio privada de un organismo religioso y misionero de primer orden, pues se contaba con muchas y muy buenas vocaciones.

Subimos al año 1898 y empezamos por la fundación de Aldeia da Ponte. Colindante esta población con España, la comunicación entre los dos países resultaba fácil, y el Padre Xifré aceptó el Colegio e Iglesia que les ofrecían en Portugal a los Padres de Ciudad Rodrigo. Pronto empezaron las misiones, que en pocos meses alcanzaron la suma de 54, aparte de otros ministerios muy bien aceptados por un pueblo tan sencillo y cristiano. ¿Y cómo eran aquellas misiones? Nos lo dice una crónica de entonces:
-Todas las iglesias en que hemos predicado resultan pequeñas para contener las muchedumbres. Acuden de seis, siete y ocho pueblos de alrededor, hasta de dos leguas y más de distancia… Al ofrecerse una misión, llegó el aviso del Párroco: Es tanta la gente que quiere asistir que en la iglesia no cabría ni la décima parte, porque acudirán de todos los pueblos vecinos; por lo tanto, hay que esperar que venga el buen tiempo, porque habrá que predicar en campo raso… Y sigue la crónica: La prueba del fruto de las misiones está en la inmensa muchedumbre de fieles que acuden a confesarse. Confesamos de seis de la mañana a once, y toda la tarde y noche.

El Padre Julián Butrón se va a convertir no en el gran predicador sino en el santo de estas misiones portuguesas, pues las predicaba enamorado de la gloria de Dios y la salvación de las almas. La gente pronto empezó a descubrir en el joven sacerdote de 27 años a un “santinho”, un santito, el cual moría muy prematuramente en la misión de Villa Cha de Cangheiros, iniciada el domingo 24 de Febrero de 1901. El 3 de Marzo, después de varias horas de agonía, volaba al Cielo aquella alma bendita.
-¡El santihno, el santihno! ¡Ha muerto el santinho!... Corrió la fama por todas partes, coreada hasta en los periódicos de Oporto. Podemos imaginarnos lo que fueron las exequias: multitudinarias en una procesión triunfal. Pero lo grande vino despsués. Con el debido permiso de la Autoridad civil, el cuerpo del Padre Julián permaneció insepulto diez días (¡!), flexible y sin la menor señal de corrupción. Los fieles venidos de todas partes, con limosnas voluntarias, construyeron el panteón que había de guardar los restos de quien creían ser un santo, al que visitaban en grupos y en peregrinación, y del que decían recibir muchos favores. El cadáver, amortajado con ornamentos sacerdotales morados y rodeado de cal viva, fue hundido en una fosa enladrillada, con la tierra que rodeaba totalmente la caja hasta la misma losa que cerraba la tumba. Tanta precaución servirá para hacer brillar más la gloria de Dios. Porque pasarán veintiún años, y tres amigos y admiradores del Padre abrirán secretamente la tumba hasta entonces inviolada. La caja estaba a flor de tierra justo debajo de la losa. Abierta, aparecía el cadáver del Misionero incorrupto a la vez que esparcía una fragancia aromática que llenaba todo el ambiente. ¡Lo único que faltaba para que la devoción al Santinho de Villa Cha se acrecentara hasta lo indecible entre aquellas gentes tan buenas!...

Con las buenas perspectivas que ofrecía Portugal, el 1 de Mayo de 1903 se realizaba la fundación de Fraga. Brotaban las vocaciones, muchas y muy buenas, y el local para Seminario se presentó como un mimo de la Providencia. Los Padres hablaban de los ministerios: -Difícilmente habrá lugares que, como en Portugal, tanto trabajo den al Misionero. No hay lugar ni hora en que no se vea acometido a derecha e izquierda por gentes que ansiosamente piden confesión. Y esto en una casa que estaba aislada en pleno campo.

Pero en Fraga se pensó muy pronto en levantar un Postulantado, porque afluían las vocaciones, muchas y muy buenas, y la casa se prestaba estupendamente para seminario, como reconocían todos: -La vida era muy económica; porque teníamos extensos campos y nos daban mucha hortaliza, legumbres y cereales, y hasta teníamos un pequeñito rebaño de corderos. Por otra parte, los compromisos sociales allí eran nulos. Todo era humilde y pobre y todos estábamos muy contentos.
No se quedó el seminario en deseo vano, pues sigue el cronista:
-Se pensó y se hizo, y gracias a Dios, con verdadero éxito. Como el carácter portugués es esencialmente piadoso, son muchos los que piden para entrar. Se encuentran pocos pueblos donde los Misioneros permanezcan varios días que no hay algún niño con deseos de ingresar en la Congregación. Afluyeron las vocaciones y teníamos ya cuarenta misioneros en formación. En 1907 ya había incluso novicios.
Pero la sentencia de la revolución estaba dictada y pronto desaparecerían tan grandes esperanzas.

La fundación en Lisboa era el sueño de todos: garantía de seguridad para los Misioneros en todo el país, lugar de atención para tantos que iban o venían de ultramar, amplitud de otros ministerios aparte de las misiones, en fin, muchas ventajas en todo sentido. Por fin, el año 1906 vino a entregarse a la Congregación una casa e iglesia en lo mejor de lo mejor de la ciudad: la misma residencia del tristemente famoso en la Historia de la Iglesia Marqués de Pombal. Ahora estaba en posesión y propiedad del también Marqués de Pombal, que vivía en otra residencia, sexto heredero del histórico personaje. Religiosamente, y en comparación de su antepasado, el Marqués actual era la moneda vuelta al revés: honda fe católica y profunda piedad. Todo lo entregaba a la Congregación en la persona del Padre Joaquín Bestué, con la única condición de que se celebrasen cada año las Cuarenta Horas y se reservara una tribuna para cripta de los difuntos de la familia.
Era la iglesia que frecuentaban las Señoras más distinguidas de la nobleza portuguesa, en palabras del Padre Superior, “señoras de finísima educación, pero aún de mayor piedad”. Y encima, un aprecio inigualable del Nuncio, del mismo Patriarca, de la Embajada Española, de la sociedad más elegante. Ante tanta distinción humana y social, los Padres se impusieron portarse y trabajar evangélicamente: -Nuestra acción tiene que ser humilde, oculta y laboriosa; pero confiando que algo se hará por la Gloria de Dios y del Corazón de María.

La fundación lisboeta hubiera ido mucho más allá si se hubiera aceptado lo que proponía y quería hacer la Embajada Española: además de nombrar a los Padres como Capellanes de la Embajada, levantar un Colegio Español en Lisboa, del cual, naturalmente, respondía el Gobierno de España. Como se imponía la Segunda Enseñanza, a la cual el General Padre Alsina se oponía de manera irreductible, tanto o más que el Padre Xifré, se hubo de renunciar al proyecto, que hubiera sido una seguridad, como Colegio de propiedad extranjera, si venía la probale persecución religiosa. Se habían abierto tres fundaciones más: en Izeda, Campo Mayor y Oporto, pero todas las Comunidades iban a desaparecer pronto en cuestión de días.

Porque llegó la catástrofe tan temida. Desde 1834 la Iglesia, teóricamente y sólo sobre el papel, estaba proscrita en Portugal. Sin embargo, las autoridades eran tolerantes y la vida religiosa se desarrollaba normalmente como si nada significase la ley. Pero en estos días, ante las calamidades patrias, la oposición republicana iba ganando terreno, sin que el Rey Carlos pudiese hacer nada. En 1908 era asesinado el Monarca, y sólo dos años más tarde las fuerzas revolucionarias, dirigidas por la masonería, especialmente la Carbonaria, se alzaban el 4 de Octubre de 1910, caía el Rey Manuel II y acababan con toda oposición. Mirando los males que sufría el país, el partido republicano más radical, masónico y sectario, echó como siempre la culpa a la Iglesia, de modo que pronto se decretaba la disolución y expulsión de las Ordenes Religiosas. A partir de este momento venía la supresión sistemática de todas nuestras Comunidades.

No murieron las vocaciones portuguesas, que se formaban en la Provincia de Castilla. Y los primeros Padres portugueses, regresados a su tierra, trabajaban calladamente hasta que llegó la primera fundación, muy buena, y que todavía permanece firme: Setúbal. Era el año 1926 cuando se adquirió aquella gran finca que sería la base del resurgimiento de la Congregación en la República. Los primeros ministerios de la Casa fueron las misiones populares del benemérito Padre Joao Nunes Monteiro, ministerios seguidos después por parroquias, capellanías y obras sociales. Seguirá el Seminario de Carvalhos, el Lar Juvenil, el Colegio de Pedroso y el actual Colegio Internado de Carvalhos.

Fátima merece una mención muy especial. Las apariciones de la Virgen fueron en 1917. Y cuando aún no las conocía casi nadie, y se creía muy poco en ellas, el Padre General Martín Alsina las tenía por muy auténticas, visitó Fátima al regreso de América, y poco antes de morir, en 1922, ya pensaba en instalar allí una fundación, cerca de Cova de Iría, donde se alzase una gran estatua del Padre Fundador que señalara con el brazo el lugar de las apariciones. Aquello no pasaba de ser en aquel entonces un sueño muy bonito. Pero en 1946 el Padre Joao Nunes Monteiro proponía al Padre General Nicolás García comprar un terreno, y le decía: -Quién sabe si el Corazón de María está disponiendo los acontecimientos para que sus Hijos sean en un futuro próximo los capellanes del Santuario. El caso es que en 1953 se instalaba la primera Comunidad en los confines de las apariciones. La estatua de San Antonio María Claret, soñada por el Padre Alsina, no está fuera en los aires, sino dentro de la Basílica, a mano derecha del crucero, con su peso de 6.500 kilos, anunciando a todos quién fue el gran apóstol del Corazón de María.
Los ministerios de esta Casa son muchos y variados. Ha sido Residencia, Casa de Formación con Postulantado, Noviciado y Filosofado, Casa de Acogida y Centro de Espiritualidad. Fátima: no podían faltar en ella los Hijos del Corazón de María, y allí tienen una sede aptísima para toda clase de actividades apostólicas.

Otra obra audaz de la Provincia de Portugal es el Colegio Universitario Pío XII en Lisboa, debido a la iniciativa y empuje del Padre Joaquín Antonio de Aguiar, que, al licenciarse en Letras, se preguntaba: -¿No sería bueno un Colegio-Residencia de enseñanza superior para jóvenes universitarios en orden a su formación y como futuros líderes cristianos? Esto era en 1943. Pasaron algunos años, y el Padre General Peter Schweiger asumía la idea, que el año 1957 quedaba plasmada en un moderno edificio dentro de la Capital lusitana, donde se forman tantos jóvenes que son la mejor esperanza de la sociedad y de la Iglesia.

Han seguido otras fundaciones en Portugal, que hoy tienen una vida muy próspera, aparte de las dos Misiones de Sao Tomé y Angola. La tenacidad de la Provincia portuguesa por renacer de las cenizas de la revolución del año 1910, con la llegada de la República, se ha visto muy recompensada por Dios con muy buenas vocaciones, entre las que cabe recordar al Cardenal Padre José Saraiva Martins.
Portugal era el último país donde los Padres Clotet y Xifré, antes de morir, veían establecida la Congregación como una gran esperanza..


EL VENERABLE PADRE CLOTET

Dios quiera que pronto veamos al Padre Clotet en los altares, para lo cual no falta más que el suspirado milagro. Desde siempre se le ha llamado “el angelical Padre Clotet”, “el Juan de la Congregación”, porque fue, respecto del Fundador y de la Congregación, lo que Juan, el discípulo amado, con Jesús y con la Iglesia naciente.
Humilde, piadoso, caritativo, trabajador incansable, detallista, no se le escapaba un gesto de lo que veía y lo conservaba después con amor inexplicable para la historia de la familia. Dentro de la vida de comunidad, ordinariamente con algún cargo de gobierno, era la estampa más acabada de la observancia regular: el religioso perfecto.

Como ideal de vida espiritual, el Padre Clotet se forjó la meta de llegar a la presencia de Dios continua. A ello dirigió con empeño heroico todos sus esfuerzos, oraciones, penitencias, examen particular… Y un día, en Marzo de 1880, cantó victoria: “La presencia de Dios continua y por hábito. Esta es mi preciosa margarita; éste mi tesoro escondido; éste mi descanso”. Repite dos meses más tarde sobre esta presencia: “Me permite el trabajo mental y no me ocupa la imaginación…, pues veo y siento la presencia de Dios en mí sin ver ni imaginar figura… Que os alaben, Señor, todas las criaturas por mí, que me habéis concedido esta precisa gracia. Que la conserve hasta que pueda veros cara a cara en la gloria”. Y un día reconoce: “He dado una mirada a la hierba rezando, y esto me ha causado una breve distracción” (!)…
Dicen que al introducir su causa de beatificación en Roma, alguien comentó en las altas esferas: -Pero, ¿cómo es posible esto?... Santa Teresa de Lisieux le confió a su hermana Celina: -No paso nunca más de dos o tres minutos sin estar en la presencia de Dios. -¿Y cómo puedes hacer esto? -Es cuestión únicamente de amor.
No nos metemos aquí en estudios de alta mística. Sencillamente, narramos el hecho del Padre Clotet para saber con quien nos vamos a encontrar en la Congregación por cincuenta años: el tipo del Misionero verdaderamente contemplativo en la acción, porque siempre fue en el desempeño de sus cargos un trabajador activísimo. Es un caso que nos lleva sin más a Jesús, el que ni por un instante dejó de estar en la presencia del Padre… Bajo el impulso del Espíritu, ¡qué imitador ha tenido dentro de nuestro Instituto el divino Maestro!

Aunque muy amante de la pobreza, era sumamente caritativo con todos los hermanos, a los que servía con amor de madre, según su lema: -No se gasta un céntimo contra la pobreza; pero si hace falta gastar un millón y lo tenemos, lo gastaremos.
Durante muchos años, Dios puso juntos a Clotet y Xifré, ambos confundadores, los dos queridísimos del Padre Claret, pero los dos caracteres más opuestos que podían darse. El Señor lo permitió para que uno y otro se santificaran aguantándose mutuamente día tras día. Al morir el Padre Clotet, escribió el Padre Xifré con lealtad como elogio supremo de aquel a quien tanto quería y admiraba: “Era modelo de piedad, celo y ejercicio de todas las virtudes, las cuales le acompañaron hasta el fin”.
Un acto último de obediencia retrata de cuerpo entero a aquel santo que no quería más que cumplir la voluntad de Dios en todo. Cuando el Padre Xifré vio que la salud del Padre Clotet se debilitaba grandemente allá en Cervera, le propuso: -Vaya a la casa que más le convenga: Barcelona o La Selva del Camp. Y el querido Padre replica con su candor de siempre: -Puesto que ha dicho primero Barcelona, señal de que su voluntad es ante todo ésta. Voy a Barcelona. Y en Barcelona entregó su alma bendita a Dios el 4 de Febrero de 1898. ¡A ver cuándo lo quiere glorificar Dios para poder verlo en los altares junto a su adorado San Antonio María Claret!...


EL PADRE JOSÉ XIFRÉ

Pero, ¿qué se puede decir del Padre Xifré en una o dos páginas? Es una figura totalmente fuera de serie. A la luz de la fe en la Providencia, digamos que Dios lo reservaba expresamente para la Congregación. Sabemos que él aceptó la invitación del Padre Claret cuando en su propia mente bullían ideales misioneros, parece que de fundador también, y sacrificó su ideal con humildad ante lo que Claret le proponía. Igual que un San Juan de Avila ante el hecho de Ignacio de Loyola. Se ha dicho, además, que el Padre Xifré, antes de entregarse a Claret, pensaba ir de misionero al África. Y se han preguntado algunos: -¿Qué habría sido ese sacerdote trabajando solo por su cuenta? Seguro, que un segundo Francisco Javier… Especulaciones, no carentes de fundamento.

Hay que decir, ante todo, que el Padre Xifré ha sido siempre algo discutido en la Congregación. Todos lo admiran. Todos lo reconocen como un gran santo, y esto es lo principal. Todos están acordes en que la Congregación es lo que es por él. Y todos lo querían, a pesar de sus apariencias duras. Alto, seco, enérgico, indomable, no tuvo otro ideal que Dios y las almas, cifrado todo en la Congregación que el Señor le confiaba y que sostendría en sus manos de hierro durante cuarenta y un años largos, desde 1858, cuando la tomaba niña en Vic, hasta dejarla en plenitud de vida a finales de 1899 al morir semejante campeón en Cervera.

Muchas veces enfermo, no se rindió nunca. El Padre Fundador parece que intuyó el plan de Dios sobre aquel su elegido, y le previno prudente: “Le digo que por ahora no morirá, sino que Dios Nuestro Señor le permite esas indisposiciones y enfermedad casi habitual para que usted sea cada día más humilde, y cuanto más enfermo, tanto más valiente sea y más fruto haga, y conozca usted y todos que por la gracia de Dios hace lo que está haciendo”. Idéntico a lo de Pablo, el espíritu más semejante al suyo: “cuanto más débil me siento más fuerte soy” (2C 12,7-10). En viajes con enfermedades gravísimas, hubo de recibir los últimos Sacramentos más de una vez. Ciertos hechos en alta mar, al viajar abandonado de todos, hay que calificarlos de milagros verdaderos. Y en otras ocasiones sintió la asistencia visible de los Ángeles.

Bajo apariencias muy duras, nacidas todas de su celo por la observancia religiosa, encerraba un corazón lleno de ternura, hasta no tener valor a veces para despedirse de la Comunidad cuando había de emprender un viaje, como narra el Padre Clotet, el cual recibió una vez este encargo: -Diga a la Comunidad que el Padre al despedirse no se alargó ni dio explicaciones, porque se sintió enternecido como le sucede en todas las despedidas. Les ruega le perdonen esta falta y le encomienden a Dios.

Cada Comunidad era para él una obsesión, de aquí que viajara continuamente imponiéndose grandes sacrificios. Con algo de exageración se ha dicho que, sumadas las noches que pasó en trenes o buques, quizá igualaron a las que pasó en la cama. Y muchos viajes los hacía sin previo aviso a las Comunidades, no para pillarles en faltas de observancia que castigar, sino para darles la alegría de la sorpresa feliz, aunque alguna vez tuvieran desenlace algo divertido. Como aquella en que llegó a una Comunidad y no llamó a la portería, sino que se metió directamente en la iglesia. Eran las primeras horas de la tarde calurosa, y con el sopor todavía de la siesta, el rezo del Rosario sonaba en el coro algo aburrido, cuando abajo entre las bancas empezó a sentirse una voz muy conocida que rezaba con todas las fuerzas…

¿Y por qué el Padre Xifré no fue querido por todos sin excepción? ¿Por qué ha pasado a la historia de la Congregación con esa sombra que envuelve tanta gloria? Se dan dos razones, quizá no demasiado válidas.
En primer lugar, su rigor por la observancia. En este punto era intransigente. Para él, una Congregación relajada estaba perdida desde el primer momento y para siempre. Por eso, sus correcciones eran rápidas y serias. Pero todos reconocen también que, cuando veía nobleza y arrepentimiento, aquel hombre riguroso se volvía todo corazón.
La otra causa parece que fue el autoritarismo que ejerció siempre sobre la Congregación, sin mucho miramiento a Consultores, ya que él lo dirigía todo con mano inflexible, hasta que llegó la hora en que los juristas que empezaban a destacar en la Congregación no estuvieron del todo conformes con ese gobierno personal que se convertía en dictatorial o poco menos… Dividida la Congregación en Provincias, en una de ellas se permitió el Padre Xifré hacer algunos nombramientos, que, naturalmente, ya no le correspondían a él. Y el finísimo Padre Félix Alejandro Cepeda le comunica con gracia: -Doy por aprobados los nombramientos que Vuestra Reverendísima ha hecho…
Sus exigencias en la observancia y su gobierno personalísimo, fueron las dos causas que crearon en torno a la figura inmensa del Padre Xifré unos juicios menos favorables y no muy justificados.

La Congregación ha considerado y considerará siempre al Padre José Xifré como el hombre más providencial que Dios pudo regalarle para resucitarla cuando parecía medio muerta y para darle después un desarrollo espectacular.


EL PADRE CLEMENTE SERRAT

Tenía que ser de mucha virtud el Padre que se atreviera a sustituir al Padre Xifré en el gobierno de la Congregación, y Dios tenía dispuesto a uno bueno de verdad: el Padre Clemente Serrat, que dejó también un recuerdo imborrable por sus cualidades de piedad y de bondad.
El Padre Clotet, aunque amase y respetase tanto al Padre Xifré, reconocía que el carácter del gran General chocaba con muchos y les hacía la vida algo difícil. Con suavidad y prudencia, les tenía dicho el bendito Padre a quienes se le venían a quejar: -Después vendrá para la Congregación una verdadera madre. Y así fue.

El Padre Xifré fallecía en Cervera el 3 de Noviembre de 1899, y en el Capítulo General, celebrado en Vic ese mismo año, salía elegido a la primera votación el Padre Serrat. Entraba en el Capítulo señalado a dedo por todos, y la elección no pudo ser más acertada.
Con el Padre Serrat, conocedor profundo de la Congregación desde sus principios, todos se prometían una época de tranquilidad y de paz después del torbellino del Padre Xifré. Y no se equivocaron los electores, que le pusieron al lado como Consultores a otros dos Padres muy escogidos: Martín Alsina y Francisco Naval. Con ellos, el Padre Serrat se convertía en el General más providencial en aquellos momentos de forzosa transición. El Padre Naval con su consejo sereno y el Padre Alsina con su bondadosa firmeza le harían seguir los mismos pasos que el Padre Xifré, a quien el Padre Serrat admiraba y quería tanto, pero llevaría todo con la suavidad de que carecía su genial predecesor.
En su tiempo se celebró un Capítulo General extraordinario el año 1904, muy efectivo para la constitución de Visitadurías que dependían de España, y, sobre todo, para la división de los Colegios de Estudiantes y Noviciados, que salían asignados cada uno a sus respectivas Provincias.
Con sesenta y ocho años de edad el Padre, podía prometerse la Congregación un gobierno más extenso, aunque no se prolongó más de seis años, que fueron de actividad moderada, como un paréntesis, en los cuales la Congregación gozó de una paz interna muy necesaria y provechosa.

El Padre Serrat había ingresado en la Congregación en 1959, joven sacerdote de veintisiete años. El Santo Fundador lo vio, clavó en él sus ojos proféticos, y le dijo al Padre Xifré: -Guárdeme bien este joven; será un tesoro para el Instituto.
Dentro ya de la Congregación cuando el Padre Xifré la acababa de tomar en sus manos, el Padre Serrat se iba a convertir, junto con el Padre Clotet, en el testigo más autorizado de su espíritu y de su tradición. Dotado de un carácter en verdad envidiable por su bondad y su prudencia, pasará toda su vida prácticamente en cargos de gobierno, querido por todos y entregado a todos con solicitud casi maternal, como adivinaba el Padre Clotet.
Al estallar la Revolución del 1868, el Padre Serrat se apegó al Padre Xifré en aquellos días difíciles y le sirvió con una fidelidad inquebrantable. Fueron frases del Padre Xifré: “El fidelísimo Padre Serrat”. “Es el hombre en quien más descanso”. Y señalándole con el dedo ante todos: “Este buen Padre fue todo mi consuelo”.

Más que inventarnos nada, vale la pena copiar un párrafo de la Historia de la Congregación:
-Le salía del corazón al Padre Serrat esa su lealtad, esa su fidelidad, que se extendía a todos. Sus maneras finas, corteses y atentas, armonizaban con la caridad más exquisita, que hacía paternal y hasta maternal el desempeño de la autoridad ante la totalidad de los súbditos sin excepción alguna. El Padre Serrat no se creó ni enemigos ni resentidos, ni por las tendencias ni por las formas de su gobierno, siempre suaves o suavizadas con los más delicados miramientos, aunque el contenido de sus decisiones o preceptos resultase inevitablemente fuerte o desagradable.

Hubo el Padre Serrat de emprender un viaje a Segovia, y Dios le premiaba enviándole la muerte en aquella casa de sus mejores recuerdos, el 6 de Enero de 1906, como el más valioso regalo de Reyes.

ARGENTINA

Fundar en Argentina era otro sueño largamente acariciado. Dividida España en Provincias, y habiéndole tocado a Castilla cuidar las Casas de América del Sur, el Padre Ramón Genover, como Visitador de Chile y de Brasil, recibió el encargo de explorar Argentina. ¡Bueno era el Padre Genover! Nada más puestos los pies en Buenos Aires, ya tenía una modestita casa en la gran ciudad como base de los ministerios a que se entregaba sin más. Era en Diciembre de 1901. Pero el General Padre Serrat no se entusiasmaba con los primeros informes: -¿Una casita alquilada, teniendo que encargar fuera la comida, sin capilla tan siquiera donde ejercer los ministerios? Mejor será abandonarla. Pero los Padres no se rindieron, y a los pocos meses presentaban un elenco de ministerios sorprendente.
-Desde principios de año, en que el Inmaculado Corazón de nuestra Madre nos trajo a esta República Argentina, se puede decir que la hemos recorrido de norte a sur y de oriente a poniente... Misiones, Ejercicios, Novenarios… Los Institutos de mujeres más acreditados en el país por su observancia y seriedad nos han buscado ya para darles Ejercicios… Todas las Congregaciones religiosas, así de hombres como de mujeres, todas sin excepción, nos auguran prosperidad y bienandanza. No se ha de pintar con negros colores esta fundación. Tengamos calma y paciencia, que todo vendrá.
E iba todo tan rápido, que en 1902 se inauguraba Tucumán; en 1903 se abría Catamarca, y en 1904 la Casa de Rosario… Argentina comenzaba de manera arrolladora. Ministerio primarísimo, las misiones, con la carga de sacrificio que cada una suponía. Y en cada fundación, a soñar inmediatamente en un gran templo para irradiar por doquier la devoción al Corazón de María. Naturalmente, que desde un principio se contó en la República con Misioneros de gran categoría, empezando por el Padre Genover.

La Casa de Buenos Aires, que comenzaba tan modestamente, se hará famosa en la gran Capital. Dejada aquella casita que desalentó al Padre General, en agosto de 1903 se instalaban los Padres y Hermanos en el terreno definitivamente escogido: nada menos que en la Plaza Constitución. Allí, todo tenía que ser grande y bello. La casa, tal como lo exigían las leyes municipales. Y la iglesia, digna del Corazón de María y de la misma ciudad bonaerense. En la misma Comunidad estaba el constructor soñador: el Padre José Forcada, arquitecto aficionado. En un conjunto armónico de casa e iglesia, ésta era de puro estilo gótico, y, acabada después de varios años, se convirtió en la mayor atracción religiosa de Buenos Aires, verdadero orgullo de la ciudad. ¿Exageramos?... Cuando mucho tiempo después se trace la inmensa Avenida 9 de Julio, de ciento cincuenta metros de ancha, tenían que caer todos los edificios que encontrara al paso, entre ellos la Casa e Iglesia del Corazón de María. Era algo que la Capital de la República no podía consentir, pues aquella joya arquitectónica debía conservarse. Y así quedó aislada en medio de la Avenida como un gran monumento, con las debidas facilidades de acceso, aunque, desde luego, no tan cómodas como en la situación anterior.

La Casa de Constitución sigue hasta nuestros días con el mismo esplendor. Al principio, como ya sabemos, era una Casa-Misión en el sentido estricto que esta expresión ha tenido siempre en la Congregación: Casa de Misiones, Ejercicios, Novenas… Aquí brillarán Misioneros de gran talla: Padre Zacarías Iglesias, Luis Lusilla…

La Casa y la Iglesia de Constitución se convertirán en un centro poderoso de piedad. Los Padres atenderán los confesonarios con ejemplar celo sacerdotal. Y a todas las horas del día estarán clavados en sus respectivos despachos para atender mil consultas y tranquilizar muchas conciencias, como se expresaba un muy digno sacerdote: -Ya lo sabemos. En cualquier dificultad espiritual, y a cualquier hora, a la Iglesia del Corazón de María en Constitución… Algo de esto debía saber aquel gran criminal de guerra. Buscado desde hacía tanto tiempo por los judíos, al fin dieron con él. La noticia en 1960 fue sensacional: ¡Eichman ha sido capturado en Buenos Aires y trasladado a Israel! Allí fue juzgado y ahorcado el principal responsable de los cinco millones de judíos eliminados bajo el régimen nazi. Pues bien; nada más se supo la captura de aquel mítico criminal, la Policía se presentaba en Constitución preguntando por el Padre Dusso, el cual, naturalmente, encogió los hombros y se limitó a contestar: ¡Yo no sé nada!... Hasta cerciorarse bien de la identidad del sujeto, los judíos le seguían todos los pasos. ¿Por qué Eichman, que vivía tan lejos, iba a consultar con el Padre Dusso, el de los labios con candado? Todos lo adivinamos. Aquella alma torturada buscaba la paz de Dios, y sabía dónde la iba a encontrar de seguro… Esto era un premio a la abnegada y constante fidelidad de los Padres en el ministerio de las confesiones y consultas.

Igual que en otras fundaciones, la Casa de Buenos Aires empezó con algunas publicaciones de hojas populares y después con la revista Reina Y Madre, para terminar todo en la Editorial Claretiana de nuestros días, de la que fue Director en un principio el Padre Alfonso Milagro, a la vez que escritor popular, de manera que sus libritos devocionales, tantas veces reeditados, no andan lejos del millón de ejemplares.

La fundación de Tucumán fue también algo que la Providencia puso en manos de los Misioneros en el norte de Argentina, ya casi colindante con Chile y con Bolivia. Aquí vamos a encontrar gentes de ciudad, y también campesinos indígenas, humildes y pobres, pero almas de gran fe. Ante las dificultades y sacrificio que se presentaban, tanto el Padre Provincial de Castilla como el Gobierno General aceptaron la fundación al ver el temple apostólico que animaba a los Misioneros, los cuales escribían sobre las primeras salidas: .
-Acabo de llegar de santas misiones; realmente santas porque en ellas el Misionero se puede hacer santo. Carencia de todo, hasta del principal elemento, del agua y también del pan. El Padre Garriga, mi compañero, estuvo quince días sin beber por ser el agua hedionda en la que se bañan los animales. ¡Ahora comienzo a ser misionero! Carecíamos de lo material, pero el Señor nos prodigaba copiosas corrientes de aquella agua, que, bebida una vez, no se vuelve a tener sed.
Así de abnegadas eran las misiones. Y, como siempre, la Providencia dispuso para aquellos arriesgados Misioneros que pudieran levantar en la ciudad de Tucumán el primer gran templo dedicado al Corazón de María en Argentina.

Seguirá inmediatamente Catamarca como nueva fundación. En Julio de 1903 zarpaba de Barcelona una expedición para la Argentina, y, nada más llegados los expedicionarios a su destino, comenzaban sin pérdida de tiempo las tareas de las misiones en pueblos y en campos, con distancias enormes, sin otro medio de locomoción que el caballo, como nos cuenta el cronista:
-Sin poder bajar de él ni aún para comer; tiene uno que dormir en el campo o cuando más en un rancho de mala muerte, tocándole por cama el duro suelo. Y no deja de ser curiosa nuestra cama cuando dormimos en el campo: por manta nos sirve el poncho, y por almohada la albarda del caballo…. Las gentes son muy buenas, y el Señor nos sabe dulcificar estos trabajillos con consuelos grandes.
Y cuenta casos enternecedores: Como el de la niña que, al despedir a los Misioneros, le entrega al Padre un peso: -Mi Padre, tenga este poquito de plata para el camino. -No, linda, guárdala. No eres muy rica, ¿verdad? -Soy muy pobre, y para hacerle este obsequio he tenido que pedir limosna; pero si Usted no la recibe, yo me podré muy triste... La niña se echó a llorar. ¿Qué podía hacer el Padre sino aceptar el peso, que ante Dios debían ser millones?... Y se presenta otra llorando a lágrima viva: -¿Por qué lloras, niña? -¿Y por qué no quiere que llore si se van Ustedes y ya no los voy a ver más? Rece por mí para la Virgen me quiera mucho y así nos juntemos en el cielo.
Esto, en las duras misiones. En la ciudad de Catamarca, lo de siempre: con la divina Providencia de por medio y con el propio esfuerzo, casa de la Comunidad y magnífico templo desde donde esparcir la devoción al Corazón de María.

Rosario era otra ciudad metida en los sueños de todos, aunque presentaba grandes dificultades. Con sólo cuatro Padres, en el año ya habían dado 30 tandas de Ejercicios y 30 misiones. Se lo decía un autorizado Padre Jesuita, que conocía bien a los Misioneros: -No tienen otra fundación tan rodeada de necesidades como ésta del Rosario. Y lo reconocía el cronista: -Deben ser grandes los designios de Dios sobre esta fundación, cuando ha comenzado por cosa tan insignificante y llena de privaciones. Los Padres tendrían una morada muy apta para los ministerios, y una Iglesia magnífica para fomentar la fe y la piedad en una ciudad que no renegaría de la gracia de Dios…

Las cuatro fundaciones primeras en Argentina tienen algo de misterio. Casi todas a la vez, humildísimas todas en sus principios, y convertidas después en centros magníficos de apostolado. Es cierto también que desde el principio contaron con Padres que fueron verdaderas notabilidades.

El Padre Genover, desde luego, fue un Misionero excepcional. Cuando hacía estas fundaciones le quedaban veinte años de vida, y aún lo veremos hacer acto de presencia en otras ocasiones diferentes y en escenarios muy alejados de estas tierras, hasta que muera en Vic el año 1927. En estos días que ahora nos han ocupado, era el Visitador de Chile, Brasil y Argentina a la vez. Arrojado e indomable, en cuatro años atravesó siete veces a caballo la cordillera de los Andes. Y, ya lo hemos visto, predicando a la vez misiones como el que más.

El Padre Iglesias fue otra notabilidad. Expansivo y optimista, fue ante todo y siempre un Misionero completo. Predicador nato y en actividad constante, entre misiones, Ejercicios Espirituales y todas las formas clásicas de predicación, se calcula que no bajaron de cuarenta mil los sermones y pláticas prodigados a los fieles en sus largos años de ministerio.

La casa de Córdoba ha significado mucho para la Congregación en Argentina. Córdoba es la ciudad más clásica de toda la República por su saber, debido a la antigua Universidad, a los colegios y escuelas; igual que por su religiosidad, manifestada por tantas iglesias y conventos. Aparte de la Iglesia de Alta Córdoba, centro de mucha piedad, y del Colegio, la Congregación contará más adelante en Córdoba con la prestigiosa Casa de formación Villa Claret, hasta convertirse un día, sucesora de nuestro Seminario de Chascomús, en Colegio internacional para varias de las Provincias americanas y en centro de estudios para Sacerdotes y Religiosos de otras Congregaciones.
Modernamente funcionan en Córdoba otras Instituciones, como Dei Verbum para Pastoral Universitaria; en Villa Claret, con los eficientes Profesores del CEFYT, el Centro de Estudios Filosóficos y Teológicos; se cultiva la Formación Juvenil, con cursos de formación humana e iniciación teológica, así como un Bienio Bíblico Teológico para agentes pastorales.

No hay que olvidar una fundación como Bahía Blanca, que tuvo unos inicios descorazonadores por tanto sacrificio, pero que se convirtió después en una de las mejores Iglesias de la gran ciudad. Hay que citar especialmente la fundación de Mendoza, tan próspera hasta nuestros días con su Parroquia del Corazón de María y Colegio. Hoy la actividad de la Comunidad, con múltiples ministerios pastorales, está centrada en El Challao, un santuario de Nuestra Señora de Lourdes, que cuenta con un grandioso templo capaz para tres mil personas sentadas.

Un apostolado, y hasta una gloria especial de la Provincia argentina, ha sido la asimilación, desde sus primeros despuntes hasta lo que es hoy, de La Familia Claretiana, es decir las Misioneras Claretianas, Filiación Cordimariana, Seglares Claretianos… En las primeras fundaciones de Argentina y Montevideo, al igual que en las de Chile o Brasil, la Archicofradía del Corazón de María lo envolvía todo en los templos que los Misioneros erigían siempre en honor de nuestra Titular, y, con su culto y con las publicaciones sobre su devoción, hacían prodigios de conversiones y de piedad en el Pueblo de Dios. Aquella devoción popular se fue haciendo después más teológica, litúrgica y bíblica, aunque no conllevara los entusiasmos externos primitivos. Al Corazón de María atribuían nuestros Misioneros el éxito de todas aquellas fundaciones que hemos insinuado hasta ahora.

Entre los muchos Misioneros que han esclarecido a la Provincia argentina no podemos dejar de mencionar a dos de manera especial.: los Padres Aineto y De la Sierra, el uno estampa del religioso perfecto y el otro un apóstol con un aire moderno cautivador. .

El Padre Miguel Aineto procedía de aquella generación de Thuir, pues había profesado en 1873, y, al pedírselo años más tarde Monseñor Armengol Coll para Guinea, le respondió el Padre Xifré: -Si quito al Padre Aineto de donde está, necesito tres para suplir lo que él hace. Otro General, el Padre Nicolás García, dirá de él “Un perfecto modelo de religiosos”. Y su biógrafo lo llamará: “el más santo y más sabio que ha tenido la Provincia”. Casi siempre desempeñó cargos de gobierno; era exquisito confesor y director de almas; se le llamaba como profesor “biblioteca ambulante”; y se sentía misionero como párroco o en cualquier puesto que ocupara. Siempre Biblia en mano, nos cuenta él mismo: -Antes en mi horario tenía señalados unos minutos para leer el periódico. Pero después me dije: “tiempo perdido”; si hay algo importante, ya lo dicen en recreo, y entonces lo miraré. En cambio, aquellos minutos los dedicaré a leer la Sagrada Escritura. Si así lo hubiera hecho antes, la hubiera leído toda muchas veces en mi vida, ¡qué lástima!... Conformado en todo con la Palabra de Dios, ¿qué iba a resultar? Pues eso: un santo.

El Padre Daniel de la Sierra es un caso especial. Tenía dicho: -Yo no moriré en la cama, sino trabajando, o atropellado por un bus o un camión. Licenciado en Teología por la Universidad Lateranense de Roma, en Buenos Aires sacó la Licenciatura en Sociología el año 1975 porque quería darse a los más pobres de las Villas no como un demagogo revolucionario, sino como un técnico en la materia, capacitado para intervenir en los problemas sociales. Su bicicleta y sus sandalias se hicieron muy populares. Construyó casas; creó una Cooperativa de viviendas; levantó capillas para el culto; recorría siempre en su bici, aunque fuera bajo la lluvia, los kilómetros que le separaban de su trabajo o de las diversas iglesias; presentó pleito contra Ferrocarriles en favor de los obreros; renovó las calles con adoquines y las saneó librándolas de fango y de polvo. En resumen, misionero y sociólogo en una pieza. Así, hasta el 25 de Octubre de 1992, día de la Beatificación de nuestros hermanos los Mártires de Barbastro, de los cuales habló con ardor en las Misas. En aquel mismo día, ya de noche, un bus embestía al Padre en su bicicleta, y, al dar la cabeza sobre el asfalto, la muerte se presentó instantánea. ¡Había que ver el llanto de las gentes humildes de las Villas en las diversas Misas funerales! Y también el orgullo por su Padre, condensado en esta frase simpática: -Hay una Madre de Dios, María; entre los futbolistas está el Nº. 1, Maradona; entre los Sacerdotes, para nosotros, está también el Nº. 1, el Padre Daniel.

Humahuaca es una misión que la Congregación lleva adelante en el Norte de Argentina. Extensa región de muchos miles de kilómetros cuadrados y colindante con Bolivia y Chile, hacía muchos años que carecía de la atención religiosa debida; sus habitantes conservaban la fe prácticamente por los líderes populares, catequistas y rezadores, que la mantenían viva con sus rezos y devociones tradicionales, aunque con instrucción muy deficiente.
Hasta que en 1968 llegaban con entusiasmo y bríos juveniles los Misioneros Claretianos de la Provincia de Bética. El Papa Pablo VI erigía aquel tan extenso territorio en Prelatura el año 1973 y le daba como primer Obispo al Padre José María Márquez, celoso y abnegado, uno de los cinco Misioneros que morirían antes de celebrar los veinticinco años del establecimiento de la Misión.
Los Padres han realizado y siguen llevando adelante una meritoria labor misionera en las siete Parroquias que comprende la Prelatura. No omiten ninguno de los medios hoy más actuales y adecuados: abundante catequesis, movimientos eclesiales, formación de líderes, promoción de la mujer, fomento de las vocaciones, hasta contar ya con varios sacerdotes nativos, que son el mejor premio de Dios a tanto esfuerzo misionero.


ESTADOS UNIDOS

Los Misioneros de México no quisieron quedarse dentro de sus fronteras y se propusieron y consiguieron plantar la Congregación en los Estados Unidos.
Todo empezó en 1901 por una carta de Monseñor Verdaguer, Vicario Apostólico de Bronsville, a un su sacerdote que se hallaba en México: -Mira si me puedes encontrar Misioneros de habla española, y avísame. Y el sacerdote: -¿Misioneros? Nuestros Misioneros son los del Corazón de María. El Obispo, español catalán, al saber que el Padre Visitador de México le iba a enviar dos Padres para las misiones cuaresmales, no contuvo sus entusiastas exclamaciones: -¿Los del Padre Claret? ¿Aquél a quien yo conocí de pequeño y que nos predicaba de aquella manera? Y el Padre Xifré que fue mi director espiritual, y el General actual, el Padre Serrat, mi condiscípulo en el seminario...

El Visitador envió a los Padres Mariano Lusilla y Camilo Torrente, a los que dijo monseñor Verdaguer apenas los vio: -Estoy convencido de que los hijos conseguirán las conversiones revolucionarias del Padre que yo vi en mi niñez. Pero el Obispo sabía lo difícil del terreno, y les previno ante la primera misión en la ciudad de Corpus Christi: -Si confiesan a 25 personas, tengan por buena la misión. La predicaron, y al final se habían confesado más de 600 de los mil mexicanos que había en la ciudad y se casaron por la Iglesia más de 50 parejas… El ruido de la misión llegó hasta los periódicos de California y Louisiana. Que se preparen estos dos Misioneros para el trabajo que les espera…

La misión en Laredo la anunció clamorosamente el Obispo, conocedor de lo que había pasado en Corpus Christi. Al llegar a la estación, el tren se detuvo dos horas para que se retirase aquel pelotón de gente y no lo podía lograr. Escribía uno de los Padres:
-Se confesó y comulgó muchísima gente; se arreglaron multitud de matrimonios. No sé a punto fijo números; sólo diré que la misión de Laredo fue sin comparación mucho mejor que la de Corpus Christi.

Ahora había que pensar en la más importante, San Antonio de Texas, propuesta por Mons. Verdaguer, pero el Obispo no contestaba. Al fin, un telegrama: -¡Que vengan esos Misioneros cuanto antes! Los esperamos el día 12 por la noche. A. J. Forest, Obispo de San Antonio. Mons. Verdaguer, al recibirlo, exclamó: -¡Bendito sea Dios, mil veces bendito! Ahora me explico su tardanza en contestar a mis cartas: quería saber antes qué clase de Misioneros eran los del venerable Padre Claret.
Y lo supo bien pronto con la inolvidable misión en la Catedral de San Antonio. El Obispo Monseñor A. J. Forest asistía a todos los actos y hacía llorar a los que le rodeaban cuando veían caer las lágrimas por las mejillas de su Prelado. Y hubo que avisar a la Policía, por si acaso, ante aquel tumulto de gente. Tomó el aviso por su cuenta el Capitán Cárdenas, buena persona, pero a quien nunca se le había visto en la iglesia. Fue el primero en confesarse entre más de 400 hombres que lo hicieron, y las comuniones en la misión superaron las 4.000. Vino la reacción del Obispo cuando los Padres se marchaban a California: -¡No! Ustedes no se van de aquí. Ustedes se quedan conmigo. Ustedes son testigos de la situación de los mexicanos. Ellos me piden que les haga quedar, y yo, como pastor, debo atender esta súplica, que me parece muy justa. -No podemos quedarnos. Eso equivaldría a una fundación, lo cual es cosa exclusiva de los Superiores… Los Padres marcharon, junto con el Padre Andrés Resa, enviado por el Visitador. El Obispo se puso en contacto con el Visitador de México y el Gobierno General, y no cedió hasta conseguir su propósito. De momento, los Padres marcharon a dar las misiones por California, desde Los Angeles hasta San Francisco, y a observar puestos para posibles fundaciones…

A San Antonio de Texas le pertenece la gloria de ser la primera fundación de la Congregación en Estados Unidos, debida al tesón de Monseñor Forest, a la ilusión del Visitador de México Padre Ramón Prat, santo religioso y misionero genuino, y al ejemplo magnífico que dieron los primeros Padres allí enviados. Los miles de mexicanos de la ciudad empezaron a verse en el cielo. Siempre mal atendidos anteriormente por un solo sacerdote extranjero que no sabía español, dejaban muchos de bautizar a sus niños, los moribundos morían sin los Sacramentos, y muchas parejas vivían sin casarse. Como anotaba el cronista: -Causa profunda pena el ver que en este país de la riqueza, donde los millonarios se encuentran a cada paso, sólo la religión católica es pobre. El trabajo en la extensísima Parroquia resultaba inmenso, y en todos los pueblos levantaban capillas que después atendían con gran solicitud. Encima, ¡siempre con el ideal en la mente!, los Padres predicaron bastantes misiones y Ejercicios en ciudades de Texas y otros Estados.

El Obispo que sucedió a Mons. Forest fundaba la Parroquia del Corazón de María, inaugurada en la fiesta del Inmaculado Corazón el año 1912. El Prelado entregaba para la ornamentación del templo 500 dólares, considerable cantidad entonces, a la vez que decía: -Me quitan una responsabilidad enorme de encima: no concibo cómo sin los Padres podría yo gobernar una diócesis que tiene tantos mexicanos como ésta.
Así fue, tan humilde como edificante y gloriosa, la primera fundación de los Hijos del Corazón de María en los Estados Unidos.

Seguirá pronto San Marcos, en el mismo Estado de Texas, con una Parroquia que se esparcía por seis condados. Resultaba un extensísimo campo de misión, acosados como estaban los católicos, faltos de ayuda, por tantas iglesias y sectas protestantes que los rodeaban. El Padre Serrat y su Gobierno General enviaron en 1906 a los Misioneros, los cuales escribían sus impresiones después de los primeros trabajos en aquella Parroquia de 4.000 kilómetros cuadrados:
-Es inmenso el bien que se hace visitando los pueblos de la Parroquia. En uno de ellos hubo que celebrar la Misa al aire libre ante más de cuatrocientas personas, improvisando un altar bajo una tienda de campaña… Los trabajos nos tienen bien ocupados, con la incomparable ventaja de que no nos entra la vanidad por la pompa exterior y brillo de las funciones religiosas, y mucho menos por el esplendor y renombre de nuestras predicaciones, ya que todas se reducen a sencillas homilías, y, sobre todo, al catecismo.
Con el trabajo de los Misioneros la fundación se convirtió en una próspera Parroquia, de tantos recuerdos.

La Misión de San Gabriel es una joya colonial desde los tiempos de su fundación por los Padres Franciscanos, guiados por el Beato Fray Junípero Serra. Visitada continuamente por católicos y no católicos, la Old San Gabriel Mission era un centro irresistible de propaganda gratuita para la Iglesia Católica. El Obispo Conaty de la vecina ciudad de Los Angeles entregaba esa joya en 1908 a los Hijos del Corazón de María.

Siendo la única Parroquia de la población, los Padres habían de ejercer los ministerios en ambas lenguas, el inglés y el español. Además, siempre con su ilusión misionera, acudían con misiones de sólo ocho días a otras parroquias de habla hispana, de modo que su ministerio en San Gabriel, aparte de fructífero, pronto se hizo famoso en California, que entonces no era la de los millones y millones de habitantes modernos. Como había suficiente terreno, se conservaron intactas como museo la iglesia y la casa de la Misión, intocable patrimonio nacional, y se hicieron casa e iglesia nuevas, un renombrado “Campo Santo” o Cementerio, y posteriormente la primera High School de la Provincia. Después de cien años, la Congregación sigue atendiendo la San Gabriel Mission con igual cariño que en sus comienzos.

Los Angeles, la Placita, como queramos llamarla, va a ser una de las fundaciones más clásicas en los Estados Unidos, rccibida por nuestros Misioneros el año 1910.
Los exploradores españoles llamaron “Nuestra Señora de Los Angeles de la Porciúncula” al pueblecito que fundaban, porque llegaron allí el 2 de Agosto de 1871, la fiesta franciscana de Nuestra Señora de los Angeles. Las gentes llamarán después “La Placita” al lugar donde se construyó la Iglesia de la Misión, porque ésta tenía la clásica plaza de todas las poblaciones construidas por los colonizadores españoles, y donde se reunían los domingos para charlar, divertirse y pasar el tiempo. El lugar sigue con el nombre de La Placita hasta nuestros días, aunque esté en la importante Main Street, tan cerca del imponente City Hall y no lejos de la nueva Catedral.

Al estar los hispanos muy dispersos, y no tener las comunicaciones tan adelantadas como hoy, hace observar la crónica:
-La parroquia es extensísima, porque es a la vez territorial y personal; los de habla española, que son nuestros parroquianos, están casi todos en las afueras y en rumbos apartadísimos del centro donde vivimos, lo cual aumenta y duplica el trabajo, sobre todo para la administración de los Sacramentos.
Como se ve, era una Parroquia de los hispanos, pero, dada su posición tan céntrica, acudían personas de varias nacionalidades y hasta fieles de iglesias separadas, como anuncia la crónica:
-Hay que utilizar el inglés además del español, y es muy frecuente usar el italiano y el francés para predicar y confesar. Y varias veces hasta los mismos protestantes asisten a nuestros cultos y acuden a los Padres para desahogarse y exponer sus dudas.

La buena atención a los fieles fue constante y los Padres comunicaban con satisfacción que en un año habían tenido sobre 800 bautismos, unos 150 matrimonios y 2.300 comuniones pascuales. ¡Ya estaba bien! La Congregación seguirá trabajando siempre igual, y La Placita, con su atención parroquial, los cultos devocionales en la Iglesia y la atención particular a todos los fieles sin distinción, se convertirá en el centro espiritual de todos los hispanos dentro de la enorme metrópoli de Los Angeles.
Sólo diez años más tarde escribía el cronista en Anales:
-Al principio cabían en la iglesia 300 personas. Fue ampliada hasta poder contener 1.000 cómodamente sentadas, además de tener abierto delante el inmenso patio desde donde podían seguir los cultos hasta 2.000 personas. Hay cada año como 1.600 bautismos; 350 matrimonios; 300 entierros; 1.500 enfermos asistidos; 25.000 comuniones…
Esto era entonces. Al final del siglo XX, dice con alegre resignación un Padre: Hoy, sólo en un fin de semana hube de hacer 240 bautizos… Bodas y comuniones, en todo el año, las que quiera contar nuestra imaginación…
Con el Padre Luis Olivares la Old Plaza Church cobró fama muy merecida por su entrega a los más pobres que hay también en Los Angeles, como son los emigrantes hispanos, especialmente de Centroamérica, para los que se declaró la Iglesia de La Placita como su Santuario propio y para los cuales se han creado muy variados apostolados y servicios. Ha sido una consecuencia de lo que sentía y había dejado escrito el Padre: “Disfruto grandemente cuando estoy en medio de los pobres, los abandonados y los marginados. Entre ellos siento la presencia de Dios. Cuando estás con ellos, tú mismo te entregas a la misericordia divina. Si me salvo, lo habré conseguido por haber trabajado por los pobres”.

La Congregación en Estados Unidos seguía formando un solo organismo con México. La persecución religiosa de Carranza y de Calles, la misma que nos dio al Mártir Beato Padre Andrés Solá, llevará a bastantes Padres mexicanos a la gran Nación; y se refugiarán también en nuestra casa de San Antonio Obispos exilados, como el Arzobispo Primado Mons. Mora del Rio, que morirá en ella el año 1928, y el de Veracruz San Rafael Guizar.

Los Padres recién llegados trabajaban dando misiones en muchas partes. Se daban a la Misión de los Indios de Yuma en la otra orilla del Colorado… El Padre Monasterio se dedicaba en Nashville de Tennessee a los miles de mexicanos afectados por la peste, hasta admirar con su heroísmo al Obispo que no sabía cómo bendecir a tal Misionero… En el mismo año, una inundación del Colorado dejaba inservible la casa de Yuma, y el Obispo no entiendía cómo los Padres aguantaban sin marcharse y se contentaban con dormir durante largas semanas tendidos en la sacristía... Una de las iglesias de los nuestros en San Marcos era incendiada y destruida por un grupo de fanáticos anticatólicos… Llegó a ser impresionante la pobreza de los Padres en la Casa del Immaculate Heart de Phoenix… Todos estos ministerios humildes y estos heroísmos en los principios de esas fundaciones estaban muy presentes ante los ojos de Dios.

Y ellos fueron el principio del gran desarrollo de la Congregación en Estados Unidos. Venía la casa de Prescott, que sigue firme hasta hoy… La apertura del Postulantado en San Gabriel, por orden directa del General Padre Alsina… La residencia en Washington para los Estudiantes y Padres jóvenes, que concluían sus estudios mientras llegaban a dominar el inglés… La desmembración definitiva de las dos Provincias de México y Estados Unidos… De esta última pasaban a depender las Misiones y Casas de Panamá, donde los Misioneros desarrollarían una actividad muy intensa... Se va a contar con el aprecio del Cardenal y Arzobispo Mundelain que dará pie a las magníficas fundaciones de Chicago, queridas y propuestas por la Madre de los emigrantes, hoy Santa Francisca Javier Cabrini…
Los 25 años primeros, con pocos Padres pero muy entregados y siempre con el pueblo humilde, daban cifras elocuentes: cada año unos 50 Ejercicios Espirituales y 75 misiones; se atendían 9 Escuelas; fueron construidas 44 Iglesias y reparadas otras 12. En 1947 esas Iglesias construidas o reparadas llegarán a 132 entre Estados Unidos y Panamá.

Así se llega al momento mayor de la Congregación en los Estados Unidos con las fundaciones de Chicago, ya antes iniciadas, y que llegarán a tener un gran esplendor. El Cardenal Mundelein bendecía la Iglesia de Guadalupe en 1929. En ella se instituía la Novena Perpetua a San Judas Tadeo, y en 1932 el Cardenal aprobaba la Liga de San Judas, The St. Jude Police League, con la cual comenzaba a extenderse providencialmente la devoción del Apóstol, que alcanzaría tanta popularidad. La Liga constaba en aquellos años de 5.000 miembros, muchos de ellos católicos, y dicen que resultaba todo un espectáculo ver desfilar por las calles de Chicago a más de 800 policías cuando iban a cumplir corporativamente cada año con el precepto pascual en su Santuario Nacional de la Liga de San Judas.
Alma de todo este movimiento de St. Jude fue el Padre James Tort, al cual se debe también la Misión del Inmaculado Corazón de María entre los más pobres emigrantes de habla hispana. Pero más que nada hay recordar como obra suya la iniciativa y realización del Seminario claretiano de Momence, que dio tantas y tan escogidas vocaciones, al frente del cual se puso el Padre Aloysius Ellacuría, el cual gozó siempre de fama de santo, hombre de mucha oración y exquisito director de almas.
A estos mismos años pertenece otra fundación muy significativa para los Seminarios y Noviciado de la Provincia, como fue la del actual Rancho Domínguez en California, con la donación de Don Gregorio del Amo y su Señora Susana Domínguez.

Con la depresión de los años 30, la Guerra Civil española del 36 y después con la Segunda Guerra Mundial, la Provincia tuvo que dar un frenazo en sus anhelos, pero no cesó en su ejemplar actividad. A las anteriores fundaciones se añadieron otras en esos y en años posteriores, algunas de mucha tradición, como El Paso Tx, Fort Worth Tx., Fresno Ca, Oak Park Il., Perth Amboy NJ, o prestigiosas como la de Westchester Place en Los Angeles y otras más muy meritorias. Varias de estas fundaciones no han podido resistir la crisis moderna por el descenso del personal, y han dejado de existir seminarios tan significativos como Claretville en California y la Claretian House of Studies en Washington.

Como mérito muy grande de Estados Unidos hay que recordar las Misiones que asumió fuera de su territorio. Ante todo cuidó de Panamá hasta que en 1952 se desmembró ésta para iniciar la Provincia de Centroamérica. Vino después la difícil misión de Filipinas en Enero de 1947, aceptada cuando toda la región había sido devastada por la Guerra Mundial. Y siguieron la de Izabal en Guatemala y la de Nigeria en Africa, tomadas por las Provincias del East y West respectivamente.

Entre tantos ministerios desarrollados por la Provincia no podía faltar el apostolado de la pluma. Los primeros Padres, poco peritos en el inglés, comenzaron muy modestamente con una revista en español, La Esperanza, hasta que se lanzaron ya en lengua inglesa a The Claretian. Les siguió Immaculate Heart Messenger. Y por fin The Voice of St. Jude, transformada después en la actual U. S. Catholic, que es un verdadero orgullo de la Congregación en Estados Unidos.

Hemos hablado de todas estas obras apostólicas y en particular de los Seminarios claretianos. Ahora habríamos de mencionar a bastantes Misioneros que han sido los promotores o más distinguidos dirigentes en la realización de estas actividades tan claretianas, pero nos vamos a contentar con algunos nombres nada más.

El Padre James Tort ocupa un lugar preferente en nuestra historia norteamericana. Su dinamismo se explayó en las décadas de 1920 y 1930 de modo especial en Chicago y sus alrededores, en las Iglesias de Guadalupe, Saint Francis y Shrine of St. Jude, en el Seminario de Momence y con la revista The Voice of St. Jude. Sólo con estas obras tenía para pasar a la posteridad con un recuerdo inolvidable. Recorrió después varias casas más de Estados Unidos, hasta que buscando un clima mejor para su salud, fue a finalizar sus días en Los Ángeles, donde murió en 1955, cargado de méritos ante la Congregación.

Otro Padre que dejó un gran recuerdo fue Martin Kirk, el cual, en su relativamente corta vida, pues murió a los 57 años en 1996, desempeñó importantes cargos como el de Provincial y Ecónomo de USA East, y llevó adelante con gran espíritu sacerdotal y religioso tantas obras apostólicas de corte muy moderno. Fue confundador y escritor de varias revistas católicas, promotor de obras sociales, formador de misioneros laicos, y certero orientador en obras tan importantes como Publicaciones Claretianas de Filipinas. Dotado, además, de un carácter amable y servicial, se hacía querer sin más de cuantos podían tratarle.

Hay que citar además con justicia al Padre Frank R. Ambrosi, bondadoso, espiritual, buen formador en el seminario y noviciado de la Provincia, valiente misionero en Africa, donde se dedicó a la formación de los primeros novicios nigerianos. Igualmente, al Padre Leo A. Mattecheck, que dejó un gran recuerdo, lo mismo como director de Colegio por su amplia cultura, como párroco por su celo, y como ecónomo por su fuerte sentido de servicialidad.

En la crisis moderna de personal y con las nuevas orientaciones pastorales, las Provincias de Estados Unidos se han empeñado en nuevas formas de apostolado, como la asistencia a los Jóvenes, las obras sociales, los movimientos eclesiales y la promoción de los laicos. Están con la Iglesia de hoy, e Iglesia y Congregación siguen adelante.


EL PADRE MARTÍN ALSINA, GENERAL

En este momento hemos de introducir al nuevo General, Padre Martín Alsina, que gobernará la Congregación por espacio de dieciséis años, desde 1906 a 1922. Igual que el Padre Clotet, era hijo de Manresa, la ciudad de la Cueva de San Ignacio de Loyola. Salido del Colegio de Thuir cuando la expulsión de Francia, pronto el Padre Xifré adivinó el valer de aquel joven: -Este Padre dará con el tiempo mucha gloria a nuestra Congregación.
Sereno, enérgico de carácter, organizador y hombre de gobierno, expeditivo en los asuntos y profundo conocedor de la Congregación, el Padre Alsina venía a ser un enlace natural de los cofundadores y primeros Misioneros con los de las nuevas generaciones, que él mismo había formado como Prefecto de Teólogos, y Consultor y ayudante eficaz tanto del Padre Xifré como del Padre Serrat.
Hombre muy piadoso, optimista, y fraternal en medio de su tenaz energía, va a ser muy querido de todos. Gastará a veces horas ante el Sagrario repasando los nombres de todos los miembros de la Congregación. Austero, será ejemplar por su pobreza. A un Padre que le fue con quejas, le decía: -Acostúmbrese a no crearse necesidades. Mire, para rasurarme aún conservo el espejo roto que me dieron en el noviciado. Y sobre su espíritu de mortificación tenía como máxima: -Un día sin sacrificio es como un día sin Misa. Así, con una virtud que le brotaba tan natural como el agua de la fuente, será un General que dejará en la Congregación un recuerdo imperecedero. A él se deberá de modo especial el haber abierto en las Provincias de fuera de España los Postulantados, como semilleros de seguras y abundantes vocaciones.





URUGUAY

Uruguay debería figurar al lado, mejor dicho, dentro de Argentina, pues, fuera de un breve paréntesis, siempre han constituido un solo organismo. Si lo separamos es para conservar nuestro orden cronológico en cada país donde está la Congregación.

Esta República, buena y católica como todas las latinoamericanas, ofrecía gran dificultad a causa del liberalismo reinante, fomentado tan tenazmente por la masonería, que no sólo iba contra los ministros de la Iglesia, sino también contra los ciudadanos católicos, a los que enfrentaba con los obreros no muy creyentes.

A principios de 1908 enviaba el Padre General Martín Alsina una expedición que el 4 de Marzo se instalaba en Peñarol, modesto barrio a unos diez kilómetros de Montevideo. Pronto los Padres adquirieron prestigio con su predicación popular en muchos lugares de la República. Años más tarde se hará una fundación en Rocha, que durará cuarenta años. Después vendrá la Casa de Formación en Progreso, hoy Parroquia de San Antonio María Claret. Las Iglesias con que ha contado allí la Congregación han sido focos intensos de piedad cristiana.

Siempre, sin embargo, se pensó como lo más apropiado para irradiar un gran apostolado la fundación en el mismo Montevideo, y la Comunidad cuenta allí con dos Casas notables: la Parroquia de Fátima con su Colegio, y la otra Parroquia del Corazón de María. En esta última el pueblo se ha explayado a placer mediante la devoción a San Pancracio, una práctica de religiosidad popular que ha contribuido mucho a mantener la fe y la piedad en Montevideo, demostrando que Dios, con las cosas a veces más sencillas, realiza las maravillas de su gracia.

Como un recuerdo a los Misioneros que en la Provincia han trabajado tanto por el Corazón de María, y en Montevideo particularmente con la Iglesia de Fátima, traemos el caso del Padre Pedro Cardona, que acabó su vida de la manera más bella.
La Provincia de Argentina-Uruguay celebraba una Asamblea en Molinari, de Córdoba, a principios de 1976. El 31 de Enero, con unos setenta Padres concelebrantes y ante numerosos miembros de la Familia Claretiana, presidía la Eucaristía el Padre Cardona como Superior de la Delegación de Uruguay. Leído el Evangelio, predica el Padre con su fervor habitual la homilía, en la cual, dirigiéndose a la Virgen, prorrumpe entusiasmado con la conocida canción: -Hijo fiel quisiera amarte y por ti sólo vivir; y por premio de ensalzarte, ensalzándote morir. Pronuncia la última palabra, y cae desplomado ante el altar… Bonita forma de llevárselo la Virgen con Ella para siempre. Era también la respuesta de la Madre a una Provincia que tanto y con tanto amor había extendido siempre en sus iglesias la devoción al Corazón de María.

ALEMANIA

Meternos ahora en Alemania podría parecer una broma, pero no lo es. Siguiendo nuestro orden cronológico, faltan muchos años para ver a la Congregación establecida en la gran nación germana. Porque estamos sólo en el año 1908, al que podemos considerar, muy a su manera, el de la fundación en Alemania. No fueron los Misioneros españoles los que se metieron en tierra alemana, sino que los jóvenes alemanes se metieron arriesgadamente en la Congregación dentro de España.

Todo comenzó por un joven llamado Mallmann, procedente de Italia, que llegó a Cervera solicitando el ingreso en la Congregación. Un muchacho alemán inquieto, que supo desempeñar muy bien su papel. ¿Obraba de buena fe? No se puede negar de buenas a primeras que fuese malo, aunque al final acabara jugándose la vocación. Pero Dios se sirvió de él para hacer venir detrás sí vocaciones magníficas. Los Superiores redactaron un Informe sobre la Congregación y un Interrogatorio para posibles aspirantes. Mallmann los tradujo al alemán, los mandó a diversas publicaciones alemanas, y empezó una lluvia de solicitudes para ingresar en el Instituto. ¿Y Mallmann? Acabemos con su triste historia. Se supo posteriormente que antes había pertenecido como novicio a la Congregación del Verbo Divino. Llegó a profesar en nuestra Congregación; pero su conducta no fue nada buena. Sufría una enfermedad algo preocupante, y, hospitalizado en Barcelona, se portó tan mal que hubo de ser expulsado. Sencillamente, un aventurero…

Pero, ¡lo que son las cosas!, de semejante instrumento se sirvió la divina Providencia para que el nombre de la Congregación llegara a Alemania e hiciese que un día se presentara, como traído por su Ángel de la Guarda, el muchacho polaco alemán Alexander Schwientek, que no sabía una palabra de francés, italiano ni español, pero que causó una impresión magnífica. Era el 29 de Abril de 1908 cuando llegaba semejante muchacho a Cervera, y esta es la fecha en que iniciamos la fundación (¡!) de la Congregación en Alemania... Le siguieron otros cuatro, entre ellos el austriaco Francisco Bergmann. El Padre Mariano Fernández, al que les pusieron de encargado, informaba:
-Son guapos y de familias distinguidas. Cada día van pidiendo nuevos alemanes para ingresar en nuestro amado Instituto. Son ya diez u once los que están en Cervera, y cuatro o cinco los que han pedido y serán admitidos. Por ahora se portan bien y prometen mucho, gracias a Dios.
Y continuaba informando en el año siguiente:
-La colonia alemana parece que avanza. Ahora son quince: once novicios, incluido el Hermano, y cuatro postulantes. Tienen buen espíritu y se han compenetrado bien con los españoles. Confío que perseverarán por lo menos siete u ocho, si el demonio no viene a meter la pata…
¿Eran buenos aquellos muchachos algo aventureros?... A los dos años moría profeso el Hermano Bergmann. Y de aquellos grupos saldrían Padres tan valiosos como el “traído por el Ángel de la Guarda” Alexander Schwientek, Andreas Back, el futuro General Peter Schweiger…

Acababa de celebrarse el primer centenario del nacimiento del Padre Fundador en el cual la Congregación se esmeró mucho por honrar a su Padre, con grandes obsequios y mucha observancia. El General Padre Martín Alsina vio como una respuesta del Cielo este afluir las vocaciones alemanas, y lo expresaba así en una animada circular:
-Sí; porque la Congregación entera honró a su Padre, en este año jubilar verá aumentarse notablemente el número de sus hijos. ¿No vemos ya, como prueba de esto, llamar a sus puertas desde la grande y poderosa Alemania en tanto número que prometen ser legión? Pasarán de 30 al presente entre alemanes y polacos.
Y como eran tan grandes las esperanzas y hasta tan seguras, se empezó el año 1912 por abrir una fundación en Trieste, entonces perteneciente a Austria, desde donde sería tan natural el paso a Alemania.

Speichingen será la primera casa en Alemania, fundada por los mismos Padres alemanes salidos de aquel grupo de Cervera. La abrían el 14 de Junio de 1924, un mes antes de cumplir la Congregación sus 75 años, como el homenaje más valioso en aquellas bodas de diamante. El Padre Andreas Back, que hablaba y escribía el español con toda perfección, dejó en Anales la crónica deliciosa de aquella fundación primera.
Un Santuario consagrado a la Santísima Trinidad en el picacho de una montaña con la casa adjunta, muy concurrido por los católicos de la región y en medio de una campiña muy bella, de vegetación exuberante. Dificultades, igual que en todas las fundaciones, como el mejor síntoma de que el demonio se sentía inquieto... Los cuatro Padres estaban bien ocupados en atender a los fieles con culto esmerado, horas largas de confesonario y comuniones muy numerosas. Era una magnífica entrada en Alemania, que pronto se desligaría de Cataluña, con Postulantado propio, aunque seguiría mandando los Estudiantes por algunos años más a la Provincia madre. La casa de Speichingen, entrado el siglo XXI, sigue muy activa en su apostolado tan eficaz.

Esta fundación, seguida del anuncio de otra próxima para Colegio Postulantado, abrió grandes esperanzas en la Congregación, tanto que escribía otro cronista: -Son muchas las cartas que de todas partes nos llegan con mil preguntas y ponderaciones. Pronto iban a tener respuesta tantas ilusiones, cuando en 1924 el mismo Superior de Speichingen, Padre Aubele, tomó posesión de una mínima parroquia en Weissenhorn, pequeña ciudad bávara de la diócesis de Ausburg, con la intención de abrir un Colegio para las vocaciones. La casa era de lo más divertido. Una estancia servía para cocina y comedor, sala y capilla. No tenía cada uno más que una silla que trasladaba de parte a parte. Pobreza llevada con gozo, pero que pronto iba a desaparecer debido al tesón teutónico de aquellos Padres tan jóvenes. El Padre Aubele marchaba a Speichingen, de donde era Superior, y le sustituía el Padre Back, al que se unían los PP. Schweiger, Ahn y poco después el P. Schwientek,

Al cabo de seis meses inauguraban la mitad del gran edificio Colegio-Seminario con capacidad inmediata para sesenta postulantes, nueve Padres y varios Hermanos. Estaba situado en medio de campos y hermosas praderas con grandes bosques alrededor, tan caros a los alemanes, y a los dos años lo tenían terminado todo. El cronista Padre Ahn, en tan buen español como el Padre Back, aseguraba con fe: -Dios y nuestra Madre se han dignado bendecir nuestros esfuerzos. Porque la empresa parecía no sólo superior a nuestras fuerzas sino del todo irrealizable, atendida nuestra penuria y carencia de medios.

Esa primera parte del Colegio resultó un auténtico milagro de la caridad popular. Agotada Alemania por la pasada guerra mundial, la gente se desprendía del pan diario, así, sin exageración, para dar su importe a los Padres que, con una humildad extraordinaria, se habían lanzado casa por casa en la región para sacar a flote aquel plantel misionero. Son emocionantes las escenas que relatan, como la de aquella persona: -Padre, todo lo que tengo son estos 20 marcos; tómelos usted todos, que Dios proveerá. El Padre no los quiso aceptar, hasta que le obligó tan santa mujer.
Weissenhorn es otra casa de Alemania que persiste firme hasta hoy, a la que pronto se agregaría, como un complemento necesario, la casa de Würzburg, ciudad católica, la más apta para estudios, y a la que seguiría la de Frankfurt y otras más. En 1934 dejó Alemania de pertenecer a la Provincia de Cataluña y constituyó Visitaduría aparte.

La Segunda Guerra Mundial, detendría aquel avance esperanzador. Para darnos cuenta de cómo iba la Congregación en Alemania, a pesar de su poco personal, aunque muy escogido y bien formado, no tenemos más que ver el cuadro de ministerios que las seis Casas presentaban en Anales el año 1938, anotados con meticulosidad germana: Misiones, Cuaresmas, Ejercicios, Retiros: 41. Sermones, Pláticas, Conferencias, Horas catecismo: 1.495. Bautizos: 186. Matrimonios: 86. Entierros: 43. Confesiones: 57.140. Comuniones: 92.398. Así trabajaban hasta un año antes de la Guerra aquellos Padres, además de su entrega a la Formación en los Colegios.

El periodo nazi fue terrible, pues la juventud se imbuía con la propaganda del Partido, escaseaban los ingresos en los seminarios y varios excelentes muchachos fracasaron en su vocación. Sin embargo, dos meses antes de estallar el conflicto se ordenaban de sacerdotes los nueve primeros Estudiantes. Durante este tiempo, todos los jóvenes en Servicio recibían sus “instrucciones” en materia política, religiosa, racial y sexual, y por él hubieron de pasar nuestros Postulantes, Novicios, Estudiantes y Hermanos.
La Visitaduría quedó despoblada con la Guerra: 79 individuos, desde Padres hasta Postulantes, hubieron de enrolarse en el Ejército. Las Casas de Frankfurt y de Würzburg, destruidas completamente por los bombardeos aliados; los Colegios, requisados al acabar la contienda; y, lo más sensible, quince muertos en el campo de batalla u hospitales militares, ocho Padres y Hermanos con siete Postulantes; algunos, desaparecidos; y otros, prisioneros de los vencedores por mucho tiempo, como leemos en Anales de 1949.
Pero los Misioneros alemanes no eran quienes para desaparecer, y resurgieron vigorosos. A los cuatro años nos daban a la Congregación un General en la persona del Padre Peter Schweiger. En 1958 se bendecía la primera piedra de la nueva Iglesia de Frankfurt, en los mismos solares que ocupaba la anterior, totalmente destruida por los bombardeos aliados de la guerra. Y nacía este templo, por voluntad de las Autoridades eclesiásticas, para perpetuar el recuerdo de la Consagración de la Nación al Corazón de María, hecha por los Obispos alemanes junto al sepulcro de San Bonifacio el día 4 de Septiembre de 1954. No se podía pedir más para aquella Casa mártir.

En los últimos años, a partir del Concilio, todos sabemos lo que ha significado Alemania en la Congregación. Ella inició la Misión del Congo, y, sobre todo gracias al valiente Padre Dirnberger, a Alemania le debemos el nacimiento y el maravilloso empuje de la Congregación en la India y en Sri Lanka.

El Padre Andreas Back nos ha salido más de una vez en nuestra relación. Era un alma muy escogida. Experto en la dirección de Ejercicios, confesor y certero director de almas, muy piadoso, amantísimo del Corazón de María, solícito del incremento de la Congregación, en la que siempre desempeñó cargos de gobierno y de formación. Admirado y querido de todos, murió en Würzburg en 1980 cargado de años y de méritos, aunque su cadáver fue trasladado a Weissenhorn, donde había derrochado sus mejores energías.

Y nos ha salido también, ¡no faltaba más!, el futuro General Padre Peter Schweiger. Era con el Padre Back el pilar más firme de la naciente Provincia alemana. No vamos a trazar de él ninguna semblanza, pues está en la memoria de todos lo que significó su persona y su generalato para la Congregación. Aquella su prestancia física, su caballerosidad, su bondad no desmentida, sus admirables dotes humanas, unidas a una gran piedad y observancia religiosa, no dejaron frustradas las muchas esperanzas nacidas de su elección en el Capítulo General de 1949. Y el Padre Schweiger no defraudó. Acabó muy pronto en Roma con las obras del Templo Votivo, de la Curia General y del Colegio Claretianum, e inició muchas fundaciones en países donde antes nunca habíamos puesto el pie. Al final de su mandato dejaba la Congregación abierta a la renovación conciliar, tan anhelada por todos, aunque también tan llena de incertidumbres. El Padre moría el año 1980 en Speichingen, junto al Santuario de la Trinidad, como un presagio de la gloria que Dios le guardaba en su seno divino.

El Padre Ahn comunicaba en Anales que, nada más fundada la primera casa en Alemania, de todas partes les llegaban cartas interesándose por la Provincia que nacía. No se equivocaba la Congregación entera en su apreciación ni en sus esperanzas…



COLOMBIA

La Congregación había pensado siempre en Colombia, un país tan significativo en Hispanoamérica y tan entrañado en el corazón de todos. Le llegaba por fin el turno a finales del año 1908, ya que antes no había sido posible. Y los primeros expedicionarios iban allí en un plan misionero de verdad: a la extensa y difícil Misión del Chocó, dependiente de la Congregación de la Propagación de la Fe.

El Chocó, sin carreteras, sin caminos, sin otras vías de comunicación que los ríos por medio de sus grandísimos bosques, era una extensión de 75.000 kilómetros cuadrados, en el noroeste de la República, unida al istmo de Panamá y con todas sus costas en el océano Pacífico. Tenía una población calculada en 100.000 habitantes, entre blancos, mulatos, negros e indios, todos católicos, pero en un abandono total, pues no disponían más que de unos cuatro o cinco sacerdotes.

En dos barcos diferentes, y con un mes de diferencia, en Noviembre y Diciembre de 1908 salían de Barcelona los diez expedicionarios, al frente de los cuales iba el primer Prefecto Apostólico Padre Juan Gil, y les acompañaba el General Padre Martín Alsina. Desde Cartagena, la famosa Cartagena de Indias de San Pedro Claver, se encaminaron todos hacia la Misión en un viaje aventurero de nueve días por el río Magdalena adentro, y el 14 de Febrero de 1909 se encontraban los diez Misioneros de las dos expediciones en su casa de Quibdó, capital del Chocó.

Fue bueno que el Padre General conociera en persona aquel nuevo campo que el Señor encomendaba a la Congregación. Al marcharse, dejaba a los cinco Padres y los cuatro Hermanaos, junto con el Prefecto, muy animados y contentos, a pesar del sacrificio que se preveía, y que no tardó en presentarse, según el informe del Prefecto:
-La insalubridad del clima; la falta de comunicaciones, sin un solo camino terrestre, sino las rudimentarias canoas para los ríos, y la dispersión de los campesinos que no quieren agruparse en poblados, son dificultades muy serias para la vida del Misionero extranjero y para la evangelización.
Pero, según el Padre Prefecto, los sufrimientos morales eran mucho más agudos y sensibles:
-Faltan lágrimas en los ojos para deplorar el estado tristísimo de muchos pueblos, sin una humilde capilla, ¡y son 30.000 por lo menos los católicos que pueblan aquellos territorios de Urabá! En todo el Chocó no pasan de tres las iglesias que puedan pasar como tales, ¡y pensar que nuestros feligreses no bajan de 100.000!...

Como vemos, la misión del Chocó era apta para héroes, como la de Cuba y después la de Guinea. Pero en la Congregación no faltaban los valientes, y pronto llegaban nuevos y valiosos refuerzos. Uno de los nuevos expedicionarios contaba sus primeras experiencias:
-Hacemos siempre los viajes por los ríos; pero estos viajes son tan penosos y tan duros que es lo que más nos atormenta en el Chocó. La embarcación es un tronco de árbol, de ancho unos 60 centímetros y de profundo unos cincuenta, con un cobertizo de paja en medio que sirve para librarnos del sol y de las continuas lluvias. Allí se mete uno a rastras, para ir tumbado 10, 12, 14 horas mortales. Y estos viajes los hacemos con frecuencia para ir a los pueblos o caseríos y para auxiliar a algún moribundo. Los pueblos o caseríos están al lado de los ríos, pues en el interior no hay sino bosques y monte. Pero Dios consuela en medio de tantas privaciones e incomodidades, pues todo se olvida cuando uno tiene la dicha de confesar a personas que hacía 20, 30, 40 y 50 años que no lo practicaban, o de prestar los últimos auxilios para entregar su alma a Dios limpia de pecados.
Párrafos como éste son oro molido en la historia misionera de la Congregación.

Digamos que los cuatro primeros años fueron auténticamente terribles. Los Misioneros sucumbían no solamente a las enfermedades físicas que acababan con sus vidas o las destrozaban para siempre, sino al pesimismo y al abatimiento moral que se apoderó de muchos. Porque pronto se echaron encima las fiebres palúdicas; antes de medio año moría el Padre Nicolás Lanas y le seguía pronto el Hermano Urbano Simón; otros cuatro habían tenido que ser repatriados, antes que verlos perdidos definitivamente; el Padre Agustín Quiroga moría en España poco después de llegar; y varios de los otros se sentían muy débiles. Esta era la trágica realidad. En Septiembre de 1909 se anunciaban nuevos refuerzos, con dos expediciones más embarcadas en Barcelona, y que llegaban a finales de año; otra salía en enero de 1911, con el Padre Ferrarons, joven magnífico de 27 años, que fallecería al cabo de mes y medio de su llegada a la misión. Mirándolos a todos globalmente, de los 36 Misioneros llegados en los primeros cuatro años, 23 Padres y 13 Hermanos, cinco habían fallecido, entre ellos el Prefecto Padre Juan Gil; once habían tenido que regresar a España muy enfermos, y los que restaban en la Misión se encontraban muy quebrantados en su salud.

Sin embargo, el excelente Padre Quiroga, antes de ser repatriado y morir, escribía: -El fruto que se va haciendo es muy grande, a lo cual contribuyen no poco las generales simpatías que vamos ganando. Y añadía por su cuenta otro gran misionero, el P. José Mª Fernández: -Es admirable el ansia que en todas partes tienen por ver cerca de sí al ministro de Jesucristo. Y prueba de ello eran las iglesias que los Misioneros iban levantando por doquier, pues sólo dos años más tarde de haber comenzado sus trabajos misioneros, anotaban: -Templos terminados y embellecidos, diez; simplemente acabados, veintidós; muy adelantados, catorce; comenzados, otros catorce.
Pero había algo más importante. Muerto el Prefecto Padre Gil, el nuevo Prefecto Padre Francisco Gutiérrez daba estos números sobre los dos últimos años, 1911-1912, obra de aquellos heroicos Misioneros: bautismos, 7.270; confirmaciones, 3.213; comuniones, 73.271; matrimonios, 636; auxilios a enfermos, 845; entierros, 496; Ejercicios, Novenas y Septenarios en las poblaciones: 88. Algunos Misioneros se habían ido al Cielo, otros fueron repatriados, pero los que quedaban, varios maltrechos y abatidos, se mantenían firmes en su deber…

¿Qué buscaban en semejante campo aquellos héroes? Podían haberse hecho ricos, muy ricos, si hubieran querido. Como escribía el Padre José Criado, allí en Istmina tenían el ejemplo de turcos, italianos, norteamericanos, ingleses, alemanes y chinos, que explotaban a los nativos y se les llevaban el oro y el platino, y añadía: -Esto es impropio de religiosos, y nosotros no lo haremos. Mil pesos de plata los convertiríamos facilísimamente en 24.000 con sólo indicárselo al campesino. Pero lo que buscamos es ganar almas para el cielo.

Los que morían sabían hacerlo como santos. El Padre Nicolás Lanas exclamaba muchas veces en su agonía: -Señor, os ofrezco este sacrificio por la conversión de los chocoanos. Quiero morir como Misionero, predicando hasta el último instante de mi vida, ya que no con la palabra, al menos con el ejemplo. Era un buen grupo de hombres y de niños los que contemplaban su martirio y a los que encargaba rezar el Avemaría. Besando continuamente el Crucifijo y el cuadro del Corazón de María, el moribundo iba repitiendo: -¡Madre mía, Madre mía! Sólo por Dios y por Vos se puede sufrir esto. Se había ofrecido voluntario para la Misión, y fue definido después: “Era el tipo de los misioneros que deben ser enviados al Chocó”.
Le siguió el Hermano Urbano Simón, que, regresado de una salida penosa, decía festivo: -No hagan caso de esos dolorcillos, unas tonterías de mi cabeza. Pero, al agravarse repentinamente, aseguró con humor: -Yo moriré en miércoles, estaré cuatro días en el Purgatorio, y el sábado, ¡al Cielo!... El caso es que moría el miércoles 13 de Julio de 1910. Hacía cuatro meses que su hermano el Padre Hilario moría en la misión del Brasil.
Así de edificante fue también la muerte del Padre Prefecto Apostólico Juan Gil. Alto, robusto, el que parecía iba a arrostrar todos los riesgos de aquellas enfermedades, caía fulminado en Febrero de 1912, víctima de una conmoción cerebral.
No murieron otros en el Chocó porque fueron repatriados a España cuando ya la muerte se les echaba encima. Aunque dos de ellos, el Padre Juan Codinachs y el Hermano Hilario Goñi, ambos de la primera expedición, serían glorificados por Dios con el martirio en la persecución religiosa de 1936.
No podemos silenciar aquí la muerte de dos héroes más.

El Padre Modesto Arnaus, Director del Colegio externo de Alagón y luego profesor con gran competencia en Gracia de Barcelona. Figura gallarda, alto, de aspecto teutón, irradiaba simpatía por doquier; mecánico, carpintero, electricista… Esto decían de él cuando dejó la Parroquia de San Casimiro en Venezuela para ir de Misionero al Chocó donde derramaría su sangre.
¿Qué ocurrió con el Padre? El 15 de Marzo de 1947, víspera de las elecciones, en aquel tiempo tan enconadas y controvertidas entre conservadores y liberales, un agente liberal, criminal reconocido, fue a la Misión que dirigía el Padre Arnaus y obligó a los indios a seguirle para que votaran por su partido. Era una trampa, y el Padre, conocedor del sistema, intervino a favor de sus encomendados. Alcanza en el río las canoas en que iban los indígenas llevados por José Ayala, los detiene, los hace regresar, y Ayala, al verse perdido en sus planes, da media vuelta y con la escopeta dispara tan de cerca al Padre de modo que toda la perdigonada entró en la espalda sin desperdigarse, causando a la víctima una muerte repentina. En la Misión estaban inconsolables los indios, las niñas y los niños: -¡Han matado al Padre Modesto!... Ante la crecida inminente del río que hubiera arrastrado y perdido para siempre el cadáver, las Religiosas Misioneras lo trasladaron a la otra orilla y el Padre Rosendo Fernández, mezclando sus sollozos con los de toda la concurrencia, le dio sepultura en el mismo paraje donde reposaba también el cadáver de otro Misionero, el Padre Francisco Velasco, que había muerto allí ahogado hacía cinco años. Dos héroes. El uno, cumpliendo sencillamente su deber en las selvas y ríos tan peligrosos. El otro, defendiendo los derechos de los pobres indígenas que Dios le había entregado para su cristianización y civilización.

Hay que decir aquí ahora lo mismo que se dijo de Guinea Ecuatorial: no podemos citar a todos los Padres y Hermanos que se distinguieron en la Misión. Habríamos de hacer una lista larga o cometeríamos injusticia con algunos. Fueron misioneros de primera talla, abnegados y santos. Aunque vamos a traer sólo a uno que los compendie a todos.
El Padre Andrés Vilar gozó siempre de grande fama por su inteligencia y por su santidad. Su inteligencia no brilló para nada, pues supo sacrificar del todo su talento en aras de los más pobres con una vida derrochada en los bosques y ríos de la misión chocoana. Pero no podía esconder su santidad, aun a fuerza de la mucha humildad con que cubría sus meritos. Recién ordenado, y también recién admitida la Misión del Chocó, se ofreció voluntario y los Superiores lo incluyeron en la primera expedición. Veinte años iba a estar en el Chocó, que ya sabemos lo que era en aquellos primeros tiempos. Pues bien, tomados los datos de su biografía, sabemos que salió de casa en visita por aquellos poblados 490 veces, llegando con frecuencia hasta las costas del Pacífico; bautizó a 11.534 criaturas; bendijo 1.126 matrimonios; administró la Confirmación a 6.121 personas.
Parecen cifras increíbles, pues todo lo realizó en poblados dispersos. Y da la razón el historiador: -Después de ministerios tan duros, de cuando en cuando nos reuníamos en casa los expedicionarios para compartir algo nuestra vida y descansar un poco, cosa tan justa y tan necesaria. Pero el Padre Vilar venía a aguarnos la fiesta: “Nosotros aquí divirtiéndonos mientras las almas se pierden”. No había más remedio que dejarlo se fuera en paz y que hiciese lo que le diera la gana. Y su gana era empezar inmediatamente otra expedición.
Una vez cae gravemente enfermo y vienen cinco meses de convalecencia en el Hospital del campamento americano. Orden del Doctor: -No debe celebrar todavía la Misa. El Padre presentaba lividez cadavérica, pero pidió el altar portátil, que no se lo quisieron traer. Al día siguiente lo ven llegar a Istmina, dando traspiés, a buscar personalmente su altar. ¡Dos horas largas de viaje entre ida y vuelta, bajo un sol abrasador y con desfallecimiento de muerte!
Esos peligros de muerte no fueron cosa aislada, sino frecuentes. Porque “pálido, exangüe, llenas de llagas las piernas y un cuerpo quebrantado que daba lástima, inconforme con la paz y conformidad de la casa, empezaba a planear su próximo viaje a la selva y a los ríos…, hasta que a las tantas o cuantas semanas volvía a aparecer ofreciendo un aspecto que daba lástima”.
Los Superiores no tuvieron más remedio que sacarlo del Chocó y llevarlo a la ciudad de Pereira, con casa cómoda e iglesia magnífica, donde continuaron sus heroísmos durante dieciséis años. Como aquella vez, cuando, enfermo de varios días, pero incapaz de negarse a nada, al pedir un enfermo la comunión y lloviendo a mares, se la lleva a las seis de la mañana. Regresa y cae rendido en la misma sacristía: -¡Esta salida me ha matado! Naturalmente que sí. Al día siguiente el Padre, y no el enfermo de la Comunión, se iba al Cielo a descansar de tanta fatiga. Era el 7 de Enero de 1946.

Muerto el Padre Prefecto Juan Gil, le sucedía al frente de la Misión el Padre Francisco Gutiérrez. En Julio de 1912 tomaba en sus manos la Misión en las condiciones tan difíciles que conocemos, pero estaba ya en vías de un gran mejoramiento. Con la Procura de Bogotá se pudieron construir casas apropiadas; se mejoraron las condiciones sanitarias; se tenía un pequeño dispensario de las Religiosas Dominicas de la Presentación; se contó con una gasolinera para los viajes fluviales; se pudo crear una pequeña granja; y con el natural progreso civil de la región desaparecía el espectro de tantas desgracias de los principios. Sobre todo, a la pobreza total anterior sucedió una asignación a cada Misionero de parte del Gobierno y de la Iglesia, porque a la Prefectura se la equiparó con los Vicariatos Apostólicos, y así la pudieron gozar los Misioneros con los siguientes Prelados, Padres Francisco Sanz, Pedro Grau y Jorge Iván Castaño.

El Chocó de hoy no es el que recibieron nuestros primeros Misioneros. Religiosamente, lo dicen muy bien la catedral de Quibdó, Iglesias como la de Istmina y otras casas, y fundaciones que están actualmente en un mundo ya muy civilizado. Lo que se recibió de la Santa Sede como Prefectura, la Congregación lo entregó como Diócesis a la Jerarquía Eclesiástica de Colombia. Los Misioneros del Chocó realizaron verdaderas proezas, y los grandes sacrificios de la Misión fueron los inicios de donde después arrancarían tantas fundaciones gloriosas en toda la República.

Entre todas las fundaciones de Colombia hay que empezar por Bogotá, aunque fuera precedida por la de Cartagena. La de Bogotá fue un regalo inmenso de Dios por tanto sacrificio de los héroes chocoanos. Iniciada como Procuraduría de la Misión, pronto se convirtió en un centro potente de la piedad bogotana. En la visita de Monseñor Gil, poco antes de morir, el Prefecto escuchaba atónito al Arzobispo: -Si los Superiores quieren, les entrego el Voto Nacional.
El Padre no podía creer lo que oía. Ubicado en lo mejor de la Capital, era el Templo que se levantaba al Corazón de Jesús con aportaciones de todos los colombianos. Todavía en construcción, lo entregaba a la Congregación incondicionalmente. Como no podía ser menos, el Gobierno General lo aceptó y mandó a Bogotá desde España al enérgico Padre Antonio Pueyo, tan dotado del don de gentes, tan emprendedor, el cual en poco tiempo acababa aquella obra a la que nadie daba término. Aquel Templo, tesoro de toda Colombia como “Voto Nacional”, era consagrado en 1916 y en 1964 sería declarado Basílica Menor por el Papa Pablo VI.
El Padre Pueyo siguió con otra obra muy llamativa, aunque no de la Congregación: el santuario de Cristo Paciente de Montserrate en la altura que domina Bogotá. Además, el Padre se convirtió con su saber para Colombia en una auténtica lumbrera, consejero de Obispos, de Presidentes de la República y autorizada voz en el mismo Parlamento. Premio de sus actividades, el año 1918 era consagrado Obispo de la diócesis de Pasto. En la diócesis había tenido por antecesor, sólo hacía algunos años, al hoy San Ezequiel Moreno, y esto le obligaba a ser un Prelado de gran talla. Y lo fue de verdad. En medio de sus muchas empresas, el Padre y el Obispo Pueyo se mostró siempre religioso devoto y observante, Misionero celoso, orador elocuente, artista delicado, toda una personalidad llena de bondad y optimismo cautivadores.

La Casa de Bogotá, llamada simplemente El Voto Nacional, está colmada de gloria congregacionista. De la Casa y el Templo arrancó aquella devoción extraordinaria a nuestro Padre Fundador, iniciada felizmente por el Padre Ignacio Trujillo, que ingresó en la Congregación ya sacerdote veterano, y profesó el año 1934 en la primera fiesta del recién beatificado Padre Claret. Como agradecimiento por la vocación, se dio a extender la devoción al Fundador, y pronto el Beato Padre Claret era conocido en toda Colombia.

Hay que decir que, iniciada la tradición por el Padre Pueyo, hubo siempre en la Comunidad oradores de primera talla y directores espirituales que levantaron muy alto el nombre de la Congregación. Sin exagerar, el nombre de “Claretiano” significaba mucho en Colombia. Tanto es así, que el 5 de Agosto de 1964, cuando el Padre General Peter Schweiger estaba de visita allí, el Presidente de la República Don Guillermo Valencia le impuso la Cruz de Boyacá, máxima condecoración de la República, no precisamente a nivel personal, sino como reconocimiento a toda la Comunidad Claretiana por su labor y su prestigio misionero en la Capital y en toda Colombia. Gran literato y gran católico el Señor Presidente, pronunció un brillante discurso con un párrafo inusitado a los Misioneros del Chocó.

Nos toca hablar de las muchas Casas de la Congregación en Colombia, todas muy beneméritas, aparte de las que ya conocemos del Chocó: Cartagena, Medellín y Barranquilla, Girardot, Pereira, Cúcuta, Jericó y otras.
Pero hay tres que merecen mención especial, y son Bosa, Zipaquirá y Manizales, planteles y seminarios de tantas vocaciones. El primero en intuir la abundancia y valer de las vocaciones colombianas fue el General Padre Martín Alsina, y para conseguir el fin que se proponía destinó allí al Padre Ezequiel Villarroya, que moriría en 1945 siendo Subdirector General de la Congregación. Cuando el Padre General lo mandaba a Colombia, le saltó espontáneo su Provincial de Cataluña: -¡Padre General, quíteme cinco, pero no me quite al Padre Villarroya que vale por cinco! A lo que contestó tranquilo el Padre Martín Alsina: -Precisamente por eso le quito al Padre Villarroya, porque en Colombia necesito uno que valga por cinco. Y no se equivocó el Padre General. El Padre Villarroya elevó aquellos seminarios a gran altura formativa y dieron Misioneros colombianos muy prestigiosos.
Gloria de aquellos seminarios fue el Estudiante Aníbal Gómez, que, traslado a España para que terminara sus estudios en la Provincia Bética, mereció la gloria del martirio en Fernán Caballero y hoy todos esperan verlo presto en los altares.

La Casa de Cali merece también mención particular. Lo ocurrido en el Barrio Cristóbal Colón allá en los años cincuenta fue realmente espectacular. Marginado en la gran ciudad, era lo más temible que existía. Nadie se atrevía a meterse con sus 16.000 habitantes. Un día se desborda el Cauca, se inunda todo, y el Padre Juan Bautista Ramírez se lanza ante el asombro de todos a salvar vidas, especialmente niños, que hubieran perecido irremisiblemente. Ocurría aquello en los primeros años cincuenta. Para el 1960, Colón era una maravilla. Los que antes eran revolucionarios de lo más temible, ahora hubieran defendido a la Iglesia hasta con las uñas
Hubo hechos que podemos calificar de milagrosos. Como el del agua. Una población tan grande carecía de ese elemento vital. La empresa a la que se había confiado el abrir un pozo desistió cuando ya iban perforados más de 180 metros. El Padre Ramírez hace un esfuerzo supremo con su Gran Pagador, y le da al Ingeniero una medalla de San José: -Póngala en la punta del tubo, y me la devuelve después. Pero el Padre había hecho una jaculatoria muy suya: -San José, o con agua o en el fango. Y se fue a oír confesiones en la Capilla del Dispensario. Al cabo de un rato llega corriendo y gritando un muchachito: -¡Padre, vaya, que se está inundando todo!... El problema del agua se solucionó para siempre en un barrio tan densamente poblado.
No se conocía una obra social como aquella en todos los órdenes. Empezando por el Obispo diocesano, y después por otros Obispos y sacerdotes, la obra del Padre Ramírez en Colón fue el modelo a seguir en varias partes. De los nuestros, el Padre Angel María Canals lo calcó al pie de la letra en Guayaquil de Ecuador con éxito completo.

Otra Casa llamativa es la de Neiva, debida al Padre Luis Ignacio Andrade, figura destacada en la Política colombiana. Ministro de Justicia y Embajador, al haber enviudado ingresó en la Congregación, fue ordenado de sacerdote en Roma, y al regresar a su Colombia creó la Fundación que hoy es Parroquia y Colegio.

A Colombia le ha gustado siempre el estar en las avanzadas del apostolado. Y hoy lo está demostrando de muchas maneras.
Por ejemplo, con las CASAS MISIONERAS que lleva en los lugares más necesitados, más pobres, más marginados, como Temuco-Espriella, Tierra Adentro, Medellín de Ariari, Tagachí y Aguablanca con sus dos centros del Carmelo y San José. En Quibdó, capital de la antigua misión del Chocó, funciona la Comunidad Itinerante para los poblados que no tienen auxilio alguno.
El HOGAR CLARET en Medellín, obra importante para fármacodependientes: alcohol, drogas, ludopatía, conductas sexuales no apropiadas… Está adquiriendo amplitud internacional.
Son varias las Casas que han adoptado el ministerio de la Palabra por la Biblia, como la Pastoral Universitaria y Centro Bíblico de Manizales y el Centro Bíblico en Colón de Cali. Pero, en esto, quizá lo más importante y arriesgado es el FUCLA, Fundación Universitaria Claretiana en Medellín y Quibdó, por ahora con dos Facultades: Vida Consagrada y Teología Bíblica especialmente, aunque se esperan otras en porvenir no lejano.
En un plan científico alto está LA MANA, en Zipaquirá de Bogotá, dedicada a la Investigación de Medicina Alternativa, dirigida por nuestros Padres pero llevada adelante por Científicos voluntarios.

Cuando el Presidente Valencia impuso la Cruz de Boyacá al Padre Schweiger, dijo estas palabras: “La República es celosa de otorgarla, y con cuánta satisfacción y orgullo puedo declarar yo en mi carácter de Presidente que ésta es una de las veces en que la condecoración se otorga con mayor justicia a la esclarecida Comunidad Claretiana, que ha laborado infatigablemente en Colombia por llevar a los más apartados rincones del país la luz del Evangelio; por civilizar, educar y formar a esas gentes en el espíritu de Dios y por dotar a la República de un mayor número de ciudadanos conscientes de sus derechos y deberes”.



BOLIVIA

¿Queremos la diversión de una novela? Leamos la historia de la fundación de Cochabamba en Bolivia el año 1909. Los Padres de Chile y el Padre General Martín Alsina querían expandir la Congregación hacia las Repúblicas del Norte, Bolivia y Perú, y empezaron por Bolivia, fronteriza con Chile. Hecho el contrato entre el Obispo de la Ciudad de Cochabamba y la Congregación, el Padre General mandaba una expedición de auténtico lujo para la dirección del Seminario y la atención de la Iglesia de la Compañía: religiosos de gran virtud, un formador experimentado, profesores de verdadera categoría, y misioneros populares muy escogidos.

Al llegar a Cochabamba los Padres encuentran un Seminario fatal: siete teólogos muy problemáticos, aparte de veintiocho niños, en un edificio muy pobre y antihigiénico. Indisciplinados los alumnos, y los Padres sujetos a unas privaciones que no podían ni sospechar. Además, se les exigía a los Padres algo de lo que no había alusión en el contrato y que era imposible llevar adelante a pesar de toda su buena voluntad: un colegio de segunda enseñanza. Al negarse los Padres, se les empezó a enemistar con todas las familias algo elevadas que esperaban el Colegio. Por si algo faltase, no se les había entregado todo el dinero necesario del viaje y ahora se veían muy apurados para su imprescindible sustento.
¿De dónde procedía toda esta guerra nada más llegados? De unos sacerdotes envidiosos que se oponían sobre todo a que los Padres tuvieran la Iglesia de la Compañía, como constaba en el contrato. El Obispo era bueno, había llamado a los Padres con sinceridad, pero no se atrevía a enfrentarse con su clero, que había declarado una guerra abierta contra los Padres.

Pero los Padres eran ante todo Misioneros, y tuvieron una idea feliz: predicar una Misión y Ejercicios a Caballeros en la gran iglesia de la Compañía. Lo hicieron, y el éxito fue casi de espectáculo. Se desató ahora una guerra insospechada entre el pueblo y el clero. Dice la carta del Padre Superior:
-Los éxitos tan asombrosos de nuestra predicación despertaron en el clero una envidia fratricida y profunda malquerencia contra los Padres. En esta lucha entre el pueblo, entusiasta admirador de los Padres Misioneros, y el clero envidioso, resentido y hostil con nosotros, el Sr. Obispo no podía permanecer neutral, y los clérigos, conociendo su carácter voluble y caprichoso, esperaban el menor pretexto para dominar su ánimo a fin de que rompiera contra nosotros.

Por esas envidias no iban los Padres a dejar los ministerios sacerdotales. El Catecismo iniciado los domingos por la tarde llegó a contar, nada más empezado, con 600 niños, además de que acudían también las mamás. El Inspector de las escuelas dispensó las clases para que los niños pudieran acudir al catecismo preparatorio para la Primera Comunión, y hasta profesores antirreligiosos llevaban sus alumnos al catecismo impartido por los Padres. Y lo inimaginable casi: el Rector de la Universidad, fracasado con los sacerdotes diocesanos, acudió al Padre Superior que aceptó dar clase de Religión en la Escuela Normal en forma totalmente gratuita, y logró que todas las normalistas, que después habían de desempeñar el magisterio en las escuelas, se confesaran colegialmente cada mes con la Directora al frente.

Vino por fin el último golpe: una misión a todo el pueblo, ricos y pobres, en el mismo templo de la Compañía. Los periódicos proclamaban el resultado: “Un grandioso acontecimiento religioso y social”. “Éxito nunca visto ni soñado en esta ciudad”. Siguió la Semana Santa, e igual. “La visita a los Monumentos la hicieron en corporación los hombres solos. El Sr. Prefecto les puso a disposición la banda que solemnizara la marcha triunfal de aquel regimiento de cristianos valientes, que siguen siendo el asombro y la admiración de las mujeres de toda la ciudad”. Y comentaba uno de los Padres: “El pueblo entusiasta, agradecido, clamaba porque se nos diese la iglesia de la Compañía para que tuviéramos campo de acción”.

¿Resultados? Los que podemos suponer. Crecía la guerra del clero contra los Padres. El Obispo quería a los Misioneros, pero estaba a favor de sus sacerdotes. Vino el Padre Provincial de Chile e hicieron con el Obispo una componenda que no remedió nada. Los Padres dejaron el indisciplinado Seminario. Intervino el Delegado Apostólico, cuando vio frente a su domicilio una gran manifestación de gente. Llegó aviso de la Santa Sede al Obispo y al Clero nativo a favor de los Padres. Se recibieron multitud de firmas, hasta de muchos obreros, junto con buenas cantidades de dinero para que los Padres edificaran casa propia, como así lo hicieron, y en la cual se instalaron… ¡Nada! Los Padres hubieron de marchar a Chile, pues no había nada que hacer. El Obispo, reconocido su error y con remordimientos de conciencia, dejaba un legado de dinero para cuando los Padres quisieran volver. Dos excelentes sacerdotes no estaban con su clero, sino a favor de los Padres, e ingresaron en la Congregación: Casimiro Morales y Abel Antezana.

¡Y se volvió a Cochabamba! Un día de 1919 contaba el cronista: -Hoy entramos en pacífica posesión de la ciudad conquistada por nuestros queridos predecesores con tanto sudor y fatiga y hasta con tanto jirón del alma. El pueblo se lo pidió al nuevo Obispo, Religioso Franciscano, que ni tardo ni perezoso llamó a los Padres para que volvieran. Entre los fundadores iban el Padre Ramón Font y los Padres bolivianos Morales y Antezana. Este último, buen conocedor de su tierra, le dijo a su compañero el Padre Nacenta: -Padre, desde este momento echemos candado a la bolsa, porque ya no será menester abrirla de nuevo. Y así fue: hasta dentro de un año no necesitaron de nada. Porque, efectivamente, la recepción popular de los Misioneros fue una fiesta general, y sigue el cronista. -Comenzaron a llover tarjetas de bienvenida y llovieron los presentes y llovieron las misas y llovieron las limosnas de tal arte que, no estando uno sobre aviso, hubiera soñado que acababa de trasladarse a una tierra de promisión. Era la recompensa de Dios por tanto sufrimiento anterior, y era la demostración de lo que es de leal, agradecido y generoso el pueblo de Cochabamba.

Dios respondía también de otra manera a los sacrificios antiguos. En 1924 el Papa Pío XI, para celebrar el centenario de la Independencia boliviana, creaba dos nuevas diócesis y escogía como primeros Obispos de Oruro y de Tarija a los Padres Abel Antezana y Ramón Font, fundadores de la Casa de Cochabamba. Ambos se convertían en los primeros Obispos claretianos en América. El Padre Antezana fue después el primer Arzobispo y Primado de La Paz, y el Padre Font propuesto para la tan querida diócesis de Cochabamba y después para Arzobispo de Sucre, aunque él prefirió seguir hasta la muerte en su primera diócesis de Tarija. El Padre Antezana se distinguió siempre por su profunda espiritualidad, y el Padre Font por un celo apostólico que parecía el de Claret.

La Congregación sigue en Cochabamba y en otras Casas de Bolivia, varias muy recientes y de misión, algunas de ellas asumidas por la Provincia de Euskal Herría, muy en consonancia con el espíritu postconciliar y las aspiraciones de la Iglesia latinoamericana. Los Misioneros Claretianos trabajan en todas ellas como buenos operarios del Señor.


PERU

A la vez que en Bolivia, la Congregación hacía su entrada en Perú, y con el mismo fin: dirigir el Seminario de Lima, la Capital, además de atender el Santuario de la Virgen en Cocharcas, simpático barrio de la misma Ciudad. Llegaban los primeros Padres en Diciembre de 1909, y en Lima va ocurrir todo al revés de Cochabamba en Bolivia. Arzobispo y Clero acogían a los Padres con verdadero cariño. El General Padre Alsina y su Gobierno, con un sentido de pundonor y de responsabilidad admirable, seleccionó, como lo había hecho con Cochabamba, un equipo verdaderamente distinguido para la formación de los seminaristas. En Marzo comenzaban las clases, ¡y a trabajar en el Seminario!, con 48 alumnos internos y 96 externos. El primer año fue difícil, hubo que expulsar a varios, pero el resultado fue muy satisfactorio.

Por deseo expreso de la Santa Sede, aceptado por todos los Obispos reunidos en asamblea en Febrero de 1911, el Seminario diocesano de Lima se convertía en Seminario Central para todas las diócesis de Perú. Era demasiada responsabilidad para aquellos seis Padres, pero supieron adaptarse a las nuevas exigencias. Los seminaristas mayores internos subían a 110, mientras que los externos llegaron hasta 256 en el curso de 1916. De qué manera tan satisfactoria actuarían aquellos Misioneros como Profesores y Directores espirituales, que los Obispos propusieron a los Hijos del Corazón de María para que se encargaran de todos los Seminarios del Perú.
Los Padres, aparte de sus grados académicos de la Iglesia obtenidos en Roma, sacaron los civiles de Perú, a fin de que muchos Religiosos y Religiosas de las otras Ordenes y Congregaciones pudieran pasar por sus manos para graduarse y dedicarse después a la enseñanza. Esta fue la labor magnífica que aquellos seis Padres realizaron en el Seminario diocesano y después Central de Lima, que lo dejaron al expirar los diez años del contrato entre la Congregación y el Arzobispado.

El Padre Mariano Aguilar merece mención especial entre aquellos Padres por lo que ha significado dentro de la Congregación. Por encargo del Padre Xifré escribió la Vida del Padre Fundador en dos volúmenes, y después, por orden del mismo Padre General, escribía la Historia de la Congregación en sus cincuenta primeros años, un grueso volumen que se hizo clásico entre nosotros. El Padre General lo había mandado con los primeros Padres jóvenes que se iban a graduar en Roma. Doctorado en ambos Derechos y en Filosofía, artista y amante de la música, era un hombre muy completo, aunque algo especialillo también por sus formas abiertas. De carácter expansivo, y regresado de Roma con tres doctorados, el Padre Xifré lo quiso ante todo buen religioso, y empezó por exigirle la humildad: -Padre Aguilar, haga el favor de ponerse hasta nuevo aviso a las órdenes del Hermano cocinero, y después veremos. Y el Padre, con su gracejo: -Antes tenía vanidad porque enseñaba y escribía bien, y después tenía vanidad por lo buenas que me salían las tortillas…
Sentía por la Virgen un fervor extraordinario, y a Ella le dedicó un libro de teología tan lleno de piedad como de elegancia literaria: Armonías del Corazón de la Virgen Madre. Escritor del Iris de Paz en Madrid durante seis años y Profesor de Teología después en Cervera, al fin el Padre General lo mandaba al Perú donde habría de brillar a mucha altura, hasta que pasó a Chile donde murió el año 1931.
Su obra mejor, la Vida admirable del Padre Fundador, le mereció muchos elogios, empezando por el del insigne Menéndez y Pelayo, y le trajo cartas autógrafas de grandes personalidades, empezando por las de la Reina Isabel y la del Patriarca de Venecia Cardenal Sarto, después Papa y hoy San Pío X… Nada extraño, pues como dice su biógrafo en los Anales, “poseía talento extraordinario, memoria felicísima, imaginación noble, palabra brillante, abundosa y fácil, concepción amplia y rápida, disposición para todas las artes”.
En sus últimos años se le veía siempre con el rosario en la mano y fiel a los actos de comunidad. Porque el Padre Aguilar fue ante todo un ejemplar religioso, cuyo recuerdo perdurará siempre en la Congregación aureolado de grande estima.

La fundación de Trujillo, que sigue hasta hoy, comenzó en 1914. ¿Razón? El Seminario también. Al ver el Obispo la transformación del Seminario de Lima, no cesó hasta que consiguió llevar a los Padres al Seminario de su Diócesis, en una ciudad que es de lo más distinguido de la República. Pero el Colegio-Seminario era una calamidad completa. De los 84 alumnos externos, ninguno de ellos aspiraba al sacerdocio. La economía, fatal, pues lo que ingresaba y lo que poseía el Colegio se lo chupaban los maestros. Los Padres tomaron una resolución heroica: arreglo del edificio por cuenta propia con préstamos de la misma Congregación, y ellos mismos asumían toda la enseñanza, sin sueldo alguno. Comenzaron a llegar alumnos. Al año siguiente, los 84 se habían convertido en 128 y al celebrar el decenio estaban casi en los 1.000. La educación que transmitían era muy esmerada y se convirtió en el orgullo de la ciudad.
Pero del Colegio externo había que pasar al Seminario propiamente dicho. Los Padres empezaron con su propio ejemplo de sacerdotes y religiosos piadosos, observantes, entregados. El Colegio se dividió en dos secciones: los alumnos externos y los internos o seminaristas. Para éstos se establecieron clases de latín desde el primer año, hasta llegar después a la Filosofía y la Teología. Pronto contaron con nueve niños, y pronto también fue Obispo el primero que se ordenó de Sacerdote. Siguieron la campaña vocacional, y el Seminario empezó a cobrar fama, de modo que mandaban alumnos de otras diócesis a este Seminario modelo.

El Seminario de Cuzco va a ser el tercero que los Misioneros dirigirían en Perú. Los Superiores no lo querían aceptar, no por falta de voluntad, sino por no tener más personal disponible. Pero el Arzobispo se mostró pedigüeño de manera tenaz, hasta que consiguió de Roma la orden de que los Misioneros se hicieran cargo de su Seminario. Ante la voluntad de la Santa Sede, ¿qué remedio quedaba?...
Con eso de Colegio de externos y Seminario a la vez, se repetía la historia de Trujillo. Otra calamidad completa. Pero los Padres se dieron prisa por remodelar el gran edificio y después la imponente iglesia colonial de la Compañía, los nueve seminaristas se convirtieron en un promedio ordinario de sesenta y cinco, y en los años que los Misioneros estuvieron al frente del plantel, de 1917 a 1948, consiguieron ofrecer a la Diócesis y a la Iglesia más de sesenta sacerdotes, lo cual constituyó un verdadero prodigio.
Por parte de los Obispos, nuestros Padres hubieran ido de seminario en seminario en todo el Perú. Pero ahora se iban a dar a obras enteramente propias.

Cocharcas, primera morada de los Misioneros cuando llegaron a Lima, tiene una historia peculiar. La Iglesia-Santuario de la Virgen se convertía en Parroquia anexionada a la Catedral. El Arzobispo quería mucho a los Misioneros por lo del Seminario, pero los admiró también por la manera de llevar la Parroquia y Santuario, a donde acudían devotas las gente de los alrededores de Lima. A sacerdote que le consultaba, le respondía fríamente el Prelado: -Vaya a Cocharcas, y haga lo que vea y le digan los Padres. Y comentaba un periódico: -Como parroquia, es en la actualidad la mejor servida de la Capital. Aunque añade una crónica nuestra: -Sin aceptar ni rechazar tales elogios, hay que decir que se trabaja bien. Suprimida hoy Cocharcas, tiene como herederas las Parroquias de Huacho y Arequipa, donde se trabaja con el mismo espíritu apostólico que en aquella Iglesia primera.

Magdalena del Mar, en Lima, es una Casa de gran historia. Empezó como Colegio en 1936 sólo con la Primaria, pero en muy poco tiempo se convirtió en uno de los más prestigiosos de la Capital con todos sus grados hasta nuestros días.
La Iglesia del Corazón de María es, igualmente, un centro poderoso de piedad.
Entre el Templo y el Colegio, la Casa de Magdalena del Mar es de lo más clásico que ha llevado siempre con mimo la Provincia del Perú.

Hoy se ha unido en sus glorias al Colegio de Magdalena del Mar el otro Colegio en la Capital, el de Maranga, mucho más grande y con las instalaciones más modernas. Actualmente siguen también los Padre con el Colegio de Huancayo, fundado en 1955. Y no hay que olvidar Trujillo. Entregado el Seminario a la Diócesis, actualmente continúan los Misioneros en la ciudad con su Parroquia y su nuevo Colegio Claretiano, iniciado el año 1960.

Como hemos podido apreciar, la Provincia de Perú, desde sus comienzos, empezando por los Seminarios y siguiendo con Colegios propios, ha mirado como algo primario entre sus actividades apostólicas el ministerio de la Enseñanza. ¡Y hay que decir que lo ha hecho bien! Tanto es así, que el Gobierno de la República le concedió el título oficial de “Congregación Docente”. Han seguido el espíritu de Claret, que apreció mucho, y quiso en la Congregación, la Educación de la niñez y de la juventud.


INGLATERRA

Con muy pocas palabras podemos describir lo que fue la entrada de la Congregación en el Reino Unido. Largamente querida por el Padre General Martín Alsina, en 1912 se adquiría la casa de Hayes, en los alrededores de Londres, muy apta para vivienda y primeros ministerios de los Padres, con una Capilla capaz sólo para 60 personas. ¡Qué semilla tan minúscula!... Ya crecerá, como la mostaza del Evangelio. Y con sumo acierto empezaron los Padres edificando una Escuela Primaria, que con el tiempo se ampliaría con capacidad para 800 alumnos y llegaría a ser también hasta hoy Escuela Secundaria.

Mientras llegaban a dominar el inglés, les iba muy bien a los Padres trabajar con la numerosa colonia de españoles y latinoamericanos, abundantes en aquel sector. Pronto la iglesia atrajo mucho para la recepción de los Sacramentos, en especial la Confesión; se prodigaron las catequesis tan necesarias, lo mismo para los católicos que para los protestantes que acudían con tan buena fe. Los católicos se sintieron orgullosos de su Iglesia y Parroquia, además de que por su posición es lo más fino de Hayes.

En 1920 aparece en Anales una relación llena de optimismo. Metidos en un país totalmente protestante, las conversiones al catolicismo eran relativamente numerosas, lo cual exigía a los Padres una catequesis continua, no en grupos, sino a nivel personal, como lo más prudente y seguro.
Cuando se abrió la primera Capilla en 1912, sólo un matrimonio acudía a la Misa dominical. Ya en 1920, y ampliada la Capilla mientras se edificaba la Iglesia definitiva, había que doblar también las Misas dominicales, siempre llenas. Se fundaron Cofradías; se crearon coros de música, que atraían a católicos y protestantes; se publicaba una sencilla pero atractiva revista, Star of the Sea; el Hermano Tous construía un Hall que mereció reportaje en los periódicos más afamados y la visita de notables personalidades londinenses. Después de los principios humildes, todo esto abrió los corazones a la esperanza.

Aquellos españoles de la colonia hispanoamericana habían desaparecido ya, y el público en estos años, todo inglés, era mucho más exigente, pero aceptaba todo con gran sencillez y devoción.
Aunque muy respetuosos los ingleses protestantes con la fe de los católicos, no dejaron muchos otros de combatir descaradamente a aquella Iglesia de Hayes, levantada y mantenida por unos intrusos extranjeros, por más que los Misioneros no se desanimaban. Un pastor, para meter confusión, imitó en su vecina iglesia el culto católico de los Padres con toda perfección, y hasta puso el sagrario con la lámpara roja y todo; sólo que el sacristán, en vez de aceite puso petróleo y, al encenderla, ardió para darle un susto fenomenal. Pero el colmo del escándalo llegó cuando las monjas anglicanas del convento, que caía dentro de la Parroquia, por intervención de los Padres se pasaron en grupo a la Iglesia Católica, causando una noticia sensacional en todo el país.
No es necesario que sigamos con la brillante historia de esta Comunidad paso por paso hasta nuestros días. Pero sólo como una muestra de lo que era al principio y de lo que es ahora, tomamos una simple comunicación de los últimos años.
-Fiesta de Pentecostés: una Misa en acción de gracias por los 200 convertidos e ingresados en la Iglesia Católica en la pasada Pascua en Hayes y parroquias vecinas; 70 candidatos para la Confirmación; sobre 80 son los niños que se preparan para la Primera Comunión.
¿No dice esto nada?...

Es de notar que aquellos primeros Misioneros en Inglaterra eran todos españoles, pero después ya no quedaba ninguno de ellos, fuera de alguno que otro llegado de Estados Unidos. Se cultivaron las vocaciones, y, aunque no se podía soñar en un gran número, han sido los Padres ingleses los que con gran mérito han levantado las actuales Casas de su tierra, como Loughton, Streetly, Highcliffe, Backwell, Lambourn, Langley Park… Fueron varias Casas, como se ve, pero nacían o morían según las conveniencias o el personal disponible.
Y siendo tan pocos en la Delegación, asumieron el compromiso apostólico de ir con los de Estados Unidos a la Misión de Guatemala y asumir después en el 2002 la de Belize, desde donde han escrito continuamente crónicas muy interesantes sobre las obras llevadas en esos países de avanzada y como un signo del espíritu misionero que anima a la Delegación.
Hoy se han centrado las Casas de Inglaterra en éstas solamente: Hayes, Buckden, Gorseinon y Leyton.

Buckden, fundada en 1956, iba a tener como casa el hermoso castillo medieval del siglo XIII, edificado por San Hugo, Obispo de Lincoln para residencia suya. Esa fortaleza anterior a la Reforma protestante volvía ahora a miembros de la Fe Católica, como anotaba el Boletín diocesano: -El Palacio y su Capilla volverán a servir como centro al cual podrán acudir los católicos de Huntingdonshire. Ya en el pasado mes de Junio se reunieron 600 para la solemne procesión del Corpus. Una vez acabada con los años toda la restauración del Castillo, y aparte del servicio parroquial, Buckden se convirtió en un centro muy atractivo para el ministerio de Retiros, Ejercicios y Pastoral Juvenil y Vocacional. Era una fundación que prometía mucho, y continúa así después de cincuenta años.

Gorseinon, al Oeste de Inglaterra y en el Sur de Gales, es una fundación que cuenta con dos Parroquias, la del Santísimo Sacramento y la de St. Bride’s Pontarddulais. La Iglesia del Santísimo Sacramento, construida a partir de 1960, resulta preciosa y es visible desde todos los puntos nada más se entra en la población.
Los Padres decían desde el principio que estaban a más no poder de trabajo: “full of busy” con tanto ministerio. Al no haber escuelas católicas en Gorseinon, la necesaria catequesis les absorbía gran parte de su tiempo. Las parroquias en Gales son pequeñas, pues cuentan con pocos católicos, pero éstos son muy religiosos, y pronto comenzaron los laicos a sentir su responsabilidad y asumieron iniciativas muy acertadas.

Leyton ha hecho volver la Congregación a Londres, donde por muchos años estuvo presente con la Casa de Loughton. Recibida el año 1997, ofrece un campo de apostolado muy peculiar, pues está situada en un puesto multirracial donde se encuentran hasta 60 grupos étnicos. Cuenta con la escuela ya centenaria de San José, y en la Parroquia y sus alrededores trabajan con nuestros Padres las Religiosas Hijas de la Caridad de Canosa. Asimismo, la Parroquia ha formado un notable grupo de Lectores para el culto y de Ministros de la Eucaristía.

Recientemente la Delegación ha abierto una Casa en Streatham, cerca de Londres, diríamos que con carácter privado para los nuestros, donde puedan estar los Estudiantes, y los Padres se dediquen a trabajar libremente en ministerios que les vienen o buscan ellos mismos.

Son pocos los Padres y Hermanos en la Delegación, pero leyendo las crónicas de su boletín New Tidings se ve el sentido de familia que desarrollan en sus Comunidades, el espíritu misional que los anima, manifestado en la importancia y en el interés que ha suscitado en ellos la nueva Misión de Belize, y la alegría con que llevan los ministerios parroquiales, tan bellos entre la minoría católica del Reino Unido.


FRANCIA

El Rmo. P. Peter Schweiger, al haber hecho algunos destinos muy significativos a Francia, fue reclamado amigablemente: -Pero, Padre General, ¿cómo hace semejantes destinos, de personas que no conviene remover de sus puestos? Y él respondió gravemente: -Estoy dispuesto a sacrificar por Francia lo mejor. La Congregación no será universal hasta que no sea también francesa. No deja de tener importancia tal manera de pensar. Pero nos encontramos con una realidad: ni en el principio de la Congregación con Prades y Thuir, donde no entró ningún francés, ni con las vocaciones que después ingresaron y que salían tal como venían, hemos tenido suerte. El caso es que las Casas de Francia se han mantenido siempre con personal español. Esta es la dolorosa realidad, a pesar de tantas iniciativas y de tantos esfuerzos por remedirla.

La Congregación entró en Francia el año 1913 con la fundación de la importante Misión Española de París, hoy desligada de la Delegación y constituida en Casa Generalicia.
Esta importante Misión se debió al abandono total en que se debatían tantos y tantos obreros españoles en París, sin sacerdote alguno que hablara el español. Vivían en una lamentable ignorancia religiosa; siempre alejados de la Iglesia porque no les atendía nadie; unidos simplemente, sin matrimonio, porque les era imposible cumplir con los requisitos canónicos para casarse; y abandonados hasta en el lecho de muerte, ya que todos morían sin los Sacramentos y sin auxilio espiritual alguno. Esto, aparte de sus muchas necesidades materiales, porque habían emigrado con la ilusión de encontrarse en un paraíso y se hallaban después en pobreza total. Sin exagerar nada, esta era la dura realidad.
El Rey de España Don Alfonso XIII, tan católico, tan patriota y tan caballero, fue el alma de la fundación claretiana que había de remediar tantos males. En audiencia cordialísima despedía a los tres primeros Padres, acompañados del General Padre Martín Alsina.

Después de tanteos provisionales, al fin quedaban instalados en la Rue de la Pompe, aunque tenían una casa dependiente en el barrio más necesitado, Saint Denis, donde iban a desarrollar un apostolado intensísimo entre los emigrantes.
Ante todo, atender a tantos moribundos de habla española en todo París, que en adelante podrían presentarse ante Dios con los auxilios de la Iglesia. Fue lo que más admiración, gratitud y bendiciones trajo a la Misión.
Después, arreglar innumerables uniones ilegítimas, que suponían un esfuerzo heroico por la multitud de cartas, certificados, documentación y traducciones que exigían.
La atención a los enfermos en un propio Dispensario fue también un ministerio y obra primordial de caridad.
Como los números dicen más que las palabras, consignamos solamente los seis primeros años. Bautismos, 868; comuniones a enfermos, 2.400; visitas a enfermos, 6.180; últimos Sacramentos, 110; consultas gratuitas en el dispensario, 6.200; matrimonios unos 815 y quizá más; documentos expedidos y legalizados, unos 4.500; cartas escritas pidiendo documentos, 1.250… Y no se consignan los datos de bienes materiales repartidos, como vestidos, juguetes a niños, y limosnas que llegaron a más de 100.000 francos, cantidad tan notable en aquellos años.
Ante el bien espiritual tan grande que hacía la Misión, no es de extrañar que el Gobierno rojo de España durante la Guerra Civil de 1936 decretase el mes de Octubre la expulsión de los Misioneros de Rue de la Pompe. Los Padres no obedecieron la orden transmitida por el Embajador y entonces el Gobierno apeló a los Tribunales franceses, los cuales fallaron a favor de los Misioneros y obligaron a la autoridad roja española a pagar los gastos del proceso.

La Iglesia de Rue de la Pompe es de la Misión Española, pero se ha visto siempre concurrida por mucho público francés que asedia los confesonarios, y por los portugueses que hasta 1958 no tuvieron su Misión propia. Como puede apreciarse, también los Hijos del Corazón de María han llegado a alumbrar algo en la Ciudad luz con un apostolado intenso y constante.

Marsella ha sido desde 1920 otra Misión Española en Francia, y de ella hay que decir, proporcionalmente, lo mismo que de la de París. En Marsella y su comarca había unos 50.000 españoles, entre los cuales, dice la primera memoria de la casa, “hay muchos desertores, prófugos, anarquistas, amancebados”, de modo que el ministerio entre ellos se hacía muy difícil.
Los Padres se dieron al ministerio de la Palabra con Misiones, Ejercicios, Catecismo, y con mucho empeño también a obras sociales, importantes sobre manera.
La dificultad mayor venía de la falta de medios, pues no les llegaban del Gobierno español ni mucho menos del francés, muy poco amigo de las Congregaciones religiosas. Como se ve, mucho sacrificio, pero, sin la espectacularidad de París, también se recogían frutos abundantes de vida cristiana.

Han seguido después otras fundaciones en Francia, dedicadas al ministerio Parroquial, como las actuales de Narbona, Perpignan y la más reciente de Toulouse. Todas empeñadas en mantener la fe, modernamente tan debilitada, en esa Nación que se gloría de haber sido “La Primogénita de la Iglesia”.


LOS GENERALES PADRES NICOLÁS GARCÍA Y FELIPE MAROTO

El Capítulo General de 1922, celebrado en Vic, iba a tener una importancia especial. Porque, aparte de la elección de Superior General por la muerte del Padre Martín Alsina, había que acomodar las Constituciones y vida de la Congregación al Código de Derecho Canónico de San Pío X y promulgado por el Papa Benedicto XV. Fue una asamblea de actividad intensa, y salió elegido General el Padre Nicolás García. Hombre de talento privilegiado, seguirá con los Colegios internos la trayectoria del Padre Alsina; pero sus dos generalatos se van a distinguir por las grandes circulares, luminosas, densas de doctrina teológica y diferentes por su contenido de las anteriores de los otros Generales.
Dejado por el Padre Nicolás García el cargo al finalizar los doce años de gobierno en 1934, era elegido para sustituirle el famoso canonista romano Padre Felipe Maroto, que no tendría tiempo de demostrar sus grandes cualidades en las que tantas esperanzas se habían puesto. La Guerra Civil española, con 271 Misioneros fusilados, fue un peso demasiado grave para su sensibilidad, y moría prematuramente en 1937. Suerte, o Providencia de Dios, que el Capítulo General había trasladado la Curia General a Roma. ¿Qué le hubiera pasado a la Congregación de haber seguido el Gobierno General en Madrid al estallar la guerra del 36? El Capítulo General de elecciones, tenido por primera vez en Roma ese año de 1937, volvía a elegir al Padre Nicolás García, reconocidas por todos sus grandes dotes de Gobierno, unidas además a una vida religiosa ejemplarísima. Pero vinieron doce años difíciles de verdad debido a las dos guerras, la Civil española y la Mundial, y la Congregación no pudo pensar en nuevas fundaciones, aunque las vocaciones en España y en las naciones americanas se mantuvieron a buen nivel. Hay que tener presentes estas circunstancias para los años venideros, hasta 1949, Centenario de la Congregación.


REPUBLICA DOMINICANA

La Diócesis de Santo Domingo se gloría, con toda razón, de ser la Primada de toda América, ya que en ella se celebró la primera Eucaristía cuando el descubrimiento de Nuevo Mundo por Colón. Allí deseaba ir la Congregación, y fue el año 1923 cuando aceptó dirigir el Seminario diocesano de Santo Tomás, en Santo Domingo, por cuya dirección le daba el Arzobispo también el regentar la Iglesia adyacente del antiguo convento dominicano y otra parroquia en la que los seis Padres que habían de cuidar del Seminario pudieran ejercitar sus ministerios sacerdotales. Un encargo muy honroso y de suma responsabilidad el que la Congregación aceptaba, y, como siempre que se trataba de Seminarios, los Superiores no dudaron en poner al frente Padres competentes y de gran espíritu.

Pero la historia de este Seminario resulta dolorosa. El año 1930 un ciclón lo arrasó totalmente. A las dificultades que ya se habían presentado, ahora venía el rehacer una obra material que estaba sobre las posibilidades de la Comunidad. No es para describir lo difícil de la situación, no por el orden material, sino por las contradicciones, las calumnias, las acusaciones ante la Santa Sede que hubieron de sufrir los nuestros de parte de quienes tenían el deber de ayudarles en todo. Una vez llegó de la Santa Sede, después de consultado personalmente el Papa Pío XI, el ruego de que la Congregación hiciera un sacrificio completo, y así fue en el orden económico y en el moral. La Congregación siguió adelante con entrega absoluta y heroica. Lo mismo recibía alabanzas bien merecidas, que se le combatía despiadadamente por intereses inconfesables. Hasta que en 1946, después de veintitrés años, se rescindió un contrato que unas veces había constituido gran satisfacción, pero que fue casi siempre una cruz verdadera.

Y eso que los Padres daban un ejemplo admirable de abnegación y entrega apostólicas, como la mejor enseñanza que podían impartir a los futuros sacerdotes.
Sin embargo, y a pesar de tanta contradicción, al dejar el cargo se hacía pública esta nota: -Los Misioneros, al retirarse del Seminario de esta ciudad, han recibido el ALTO HONOR que la Curia Arzobispal de la Arquidiócesis de Santo Domingo les ha dispensado, al confiarles la Capellanía del SANTUARIO NACIONAL DE NUESTRA SEÑORA DE LA ALTAGRACIA, en la misma Capital, como compensación a la meritísima labor desarrollada por los Padres en el Seminario y en la Iglesia del ex convento durante los últimos VEINTITRÉS AÑOS. No estaba mal el reconocimiento, aunque fuera a última hora.
El dictador Trujillo tuvo una corazonada con los Padres y, para facilitarles el ministerio, les regaló una casa frente al mismo Santuario de la Virgen.

Puerto Plata viene de los mismos días en que se regía el Seminario de Santo Domingo. Dos Padres predicaron misiones por el Norte con grande admiración de las gentes, las cuales pidieron al Arzobispo abriera a los Misioneros una fundación en aquella región tan necesitada de operarios evangélicos. Puerto Plata, además del núcleo urbano, contaba con más de cuarenta capillas diseminadas por los campos. La Parroquia sigue desarrollando una gran labor pastoral hasta hoy. Se trabaja también mucho en el orden social, gracias a la inteligente decisión de un Hermano, que abrió un Asilo de Ancianos, una Clínica rural y una Academia de estudios para gentes del campo.

Santo Domingo no se quedó sin fundación claretiana, aún después de dejada Altagracia. Y aparte de la Parroquia actual y el Centro Claret, lleva el Colegio Claret y el Seminario claretiano, además de diversas obras sociales.

Se hizo una nueva fundación en San Francisco de Macorís, que, además de la Parroquia, y, por voluntad expresa del Obispo como de los Padres, la Casa establecerá las “Obras propias” de la Congregación, muy especialmente la Pastoral Vocacional, que es el objetivo primario de esta fundación. Objetivo precioso. Y el relator confirmaba: -En la Parroquia seguimos trabajando; durante la Cuaresma con la cruz de la Evangelización. Ya la ha recorrido toda. Buenas caminatas. La gente es incansable. Creo que van creciendo en la fe y en la entrega.

Como se ve, todas estas Comunidades trabajan en conformidad con las orientaciones postconciliares adoptadas en toda la Congregación y las específicas de Latinoamérica.


PANAMA

Decir “Panamá” es decir un “feudo” de los Hijos del Corazón de María. Allí entró la Congregación en 1923 con el Padre Antonio Anglés de la manera más humilde, buscando un refugio para los enfermos o fatigados Misioneros del tremendo Chocó, y se encontró con apostolado intenso, difícil, abnegado, pero con el cual la Congregación se ganaría bien pronto el aprecio de toda la joven República.

Para orientarnos desde el principio, digamos que, como organismo de la Congregación, Colombia fue la fundadora de Panamá y la proveedora de sus Misioneros; en 1926 pasó a depender de la Provincia de Estados Unidos, y en 1952 quedó constituida como organismo independiente.

El Padre Anglés y los dos compañeros que pronto le llegaron iban cuidando una iglesia tras otra, cárceles, hospital, leprosería, la misma Catedral, pues el Obispo Mons. Guillermo Rojas los amó desde el principio como verdadero Padre. La primera vivienda en santo Domingo era tan pobre que el Internuncio, en una visita, tuvo que aconsejar: -Busquen otra casa; aquí no pueden vivir. Sin embargo, después de algunos arreglos, allí vivieron los Misioneros hasta 1946, cuando se trasladaron definitivamente a la casa e Iglesia de Cristo Rey.

El ministerio en la Capital resultaba muy abnegado, al cual hay que añadir también el desarrollado en el interior de la República, subiendo hacia el Norte hasta llegar por Chiriquí a las mismas puertas de Costa Rica.
Primero, con misiones y visitas sueltas en poblaciones y comarcas escasísimas de Clero, pero con gentes de mucha fe. Valiéndose de la Virgen por medio de la Archicofradía, los Misioneros alcanzaron de Dios verdaderas maravillas de la gracia, como informaba de Soná el Registro Civil:
-Resultado misión sorprendente. Reacción religiosa un prodigio. Movimiento parroquial abrumador. Iglesia y adyacentes repletos de inmenso gentío. Cuatro mil comuniones. Seis mil personas acompañaron procesionalmente la Eucaristía portando luces en las manos. Padre Salas frenéticamente ovacionado por toda nuestra sociedad.
Sin la devoción de María no se entiende la historia de la Congregación en Panamá.
La predicación exigía sacrificios muy grandes. En la costa, el Padre no pudo desembarcar de la lancha ante la nube inmensa de mosquitos que se lanzó, y hubo de predicar, como Jesús, desde la barca al pueblo que le escuchaba atónito en la orilla… Había que caminar bajo aguaceros imponentes y soles tropicales que constituían un tormento, sobre todo cuando se internaban en el Darién, que es una prolongación natural del Chocó colombiano, bien conocido ya por nosotros.

Hemos de decir ya algo de la misión propiamente dicha de Panamá: Colón, Darién y Kuna Yala, llamada esta última también “San Blas”.
Toda la República no constituía más que una diócesis, pero en el año 1926 fue erigida Panamá en Arzobispado, con el gran amigo Mons. Rojas como primer Arzobispo, y con el Vicariato de Darién como única sufragánea, con sede episcopal en Colón. Fue nombrado primer Vicario Apostólico nuestro Padre Juan José Maíztegui, que sucedería después a Monseñor Rojas como Arzobispo de Panamá, mientras que en Colón sería Vicario del Darién el Padre José María Preciado, al que le seguirían después los Padres Jesús Serrano, Marcos Zuluaga y Carlos Mª Ariz. Creada Colón como diócesis, el Padre Ariz ha sido su primer Obispo, y el Darién, como Vicariato Apostólico independiente, ha tenido como Vicarios Apostólicos a los Obispos Padres Rómulo Emiliani y Pedro Hernández. En esta complicada creación de la Jerarquía, no exageramos cuando decimos que la Iglesia moderna de Panamá es algo “hechura” de los Misioneros Claretianos…

Colón, con la construcción del Canal, es una ciudad cosmopolita. En ella se mezclan todas las razas, todas las lenguas, todas las religiones: asiáticos, filipinos, hindúes, chinos, japoneses, turcos; aunque predominan los afros descendientes de aquellos traídos de África y los de las Antillas inglesas. Hoy tiene su gran importancia por la Zona Libre, emporio de un enorme comercio internacional.
La ciudad de Colón, aunque tenía sus precedentes cristianos con beneméritos sacerdotes y religiosos Jesuitas, Padres Paules norteamericanos y Capuchinos, ha sido prácticamente campo exclusivo de los Hijos del Corazón de María, bajo la tutela de los cinco Obispos claretianos que en ella se han sucedido, hasta ser entregada en nuestros días como diócesis a la Jerarquía panameña. Allí ha trabajado duramente la Congregación durante muchos años. La bella Catedral de la Inmaculada y su residencia adyacente, construidas por los nuestros, han constituido el centro misionero y el remanso tranquilo de los Padres y Hermanos que necesitaban un reposo imprescindible en medio de sus duras actividades. La revista EL FARO, hasta que se pasó después al Santuario Nacional de Panamá, fue por más de cuarenta años pregonera de hazañas misioneras y voz evangelizadora de muchos hogares panameños.

Darién nos trae a la memoria el vecino Chocó: selvas tropicales muy densas, vías de comunicación muy difíciles, pequeñitas poblaciones de indios, clima duro de calores muy altos y de aguaceros imponentes. Sus gentes son buenas, sencillas, creyentes, pero de práctica religiosa muy floja. Una descripción del Padre Anglés acababa de esta manera: -Con trabajo y perseverancia se puede sacar mucho provecho espiritual, pues los habitantes no tienen malas disposiciones, sino ignorancia y abandono.
El Darién ha progresado, pero continúa siendo una misión difícil, palestra de Misioneros abnegados y generosos. Hoy tiene en Metetí la sede episcopal, donde reside el Vicario Apostólico (claretiano, desde luego). Con la Emisora funcionando todo el día, pueden los evangelizadores difundir el mensaje del Señor en todos los rincones de la Misión.

Kuna Yala, antes llamada San Blas, perteneciente ahora a la diócesis de Colón, es una parcela encantadora de la Misión. Los indios Kunas, empezando por su vestimenta, son de lo más clásico que se puede encontrar. Ocupa una larga y estrecha franja de unos 160 kilómetros de terreno a lo largo de la costa atlántica, con una cantidad incontable de islas diminutas, dicen que unas cuatrocientas. Las más grandes de ellas, como Narganá y Corazón de Jesús, no alcanzan un kilómetro de anchura (¡!)... Belleza sin par la tierra de los indios Kunas.
Desde la civilización española los indios eran católicos y conservaban íntegras sus costumbres propias. Pero en los principios del Siglo XX se instaló la Intendencia del Gobierno, declarada abiertamente anticatólica, y quiso meter la civilización “moderna”: fuera los vestidos típicos, fuera las escuelas católicas, fuera las becas que se les proporcionaban en la Salle y los Salesianos de la Capital, becas sustituidas por otras en colegios ateos… Hasta que en el carnaval de 1925 los kunas no aguantaron más, se levantaron con sentido independentista en contra del Gobierno, y todo acabó en un río de sangre con la matanza de todos los agentes civiles…
El Gobierno aprendió la lección. Quiso imponer a los indios una civilización “sin Dios” y se dio cuenta de que había de ser “con Dios”. Consumada la tragedia, los indios admitieron el establecimiento de la Misión Católica, que recayó en los Misioneros Hijos del Corazón de María… Con ellos como maestros y evangelizadores, todo volvió a la tradición india kuna más genuina.

En 1928 entraba en Narganá como explorador el Padre Anglés, y como primer Misionero se quedaba el Padre José Berengueras junto con las Madres Franciscanas. A partir de este momento no cesó el trabajo abrumador en aquellas islas de ensueño: aprender la lengua indígena, componer gramáticas, diccionarios y, sobre todo, un Catecismo inteligible. Se necesitaba construir iglesias y dispensarios, y éstos contaron con algún Misionero tan curioso como el norteamericano Padre Edward Kolb. Habiendo estudiado el Padre por afición algo de medicina, se hizo con sus instrumentos, pidió voluntario ir a la Misión, se convirtió en un dentista clásico y realizó curaciones sin cuento e inimaginables… De él dice el tan autorizado Padre Berengueras:
-En ocho meses sacó más de doscientas muelas; daba inyecciones varias veces todos los días. Su fama corrió por todo San Blas; desde lejos traían los enfermos para que el Padre dictaminara. Los americanos iban a consultar con el Padre Kolb, y el Sr. Intendente remitía los casos más difíciles al Padre dejando a un lado al médico oficial de la comarca.
Y como para los indios no había horario que valiese ni se respetara, iba el famoso dentista una vez presidiendo la procesión cuando se le acerca uno que le pide: -Padre, que me duele mucho la muela. ¡Arrancarla pronto!... Y el Padre Kolb, con capa pluvial y todo, se dirige a su dispensario, saca la muela, y regresa tan solemne a la procesión como si nada hubiese pasado…
Los frutos espirituales se palparon bien pronto. En 1928, año primero de la Misión, se distribuyeron 50 Comuniones, las cuales ascendían a 810 el año siguiente. Todo un índice.

No podemos mencionar a tantos misioneros beneméritos de los kunas. Pero no es posible omitir el nombre de uno verdaderamente extraordinario: Erice.

El Padre Jesús Erice fue el gran héroe de Kuna Yala. Cuando murió en Colón el año 1990, debía ser enterrado en el Santuario Nacional de Panamá; pero los indios se presentaron exigiendo el cadáver, se lo llevaron, y, en una vistosísima procesión matinal de unas cien lanchas e incontables cayucos, le celebraron un funeral que se recordará para siempre.
No hacían mal los indios. Porque el Padre había aprendido su lengua, hasta escribir una gramática y un diccionario; les compuso cantares; les había amaestrado para juntar a sus cayucos el motor fuera de borda; había construido escuelas e iglesias. Trataba de tal manera a los indios que éstos le llamaban el “cabeza dura”, el “abuelito” y el “tío grande”, bondadoso siempre, juguetón con los niños, cariñoso con todos. Porque visitaba a las familias casa por casa, formaba catequistas, y explicaba la fe y la Biblia con imágenes y grandes láminas. Y un mérito enorme suyo: se preocupó de las vocaciones nativas, de modo que al morir dejaba cuatro sacerdotes, dos claretianos y otros dos diocesanos.

Entre tantos Misioneros de Colón, Darién y Kuna Yala, hay que tener presente ante todo al fundador Padre Antonio Anglés, Misionero de cuerpo entero en todos los sentidos. Religioso magnífico, piadoso, encendido en celo apostólico, muy preparado, prestigioso entre la gente más selecta socialmente y con un gran don de gentes. Fracasado en su salud, retornó a su Provincia originaria de Colombia donde murió en edad muy avanzada.

¿Y qué decir del Padre José Berengueras? Otro Misionero grande de verdad. Muy capacitado para el estudio, supo sacrificar con obediencia heroica su vida entera al servicio de las Misiones de Panamá. Las crónicas y escritos que nos ha dejado son un servicio impagable para nuestra historia misionera. Incansable en el trabajo, no hizo caso de sus enfermedades, y nada valieron los cuidados a que hubo de sujetarse en Estados Unidos, Costa Rica y España, adonde regresó con la salud deshecha, y en Barcelona murió como un verdadero santo.

Hoy siguen a cargo de la Congregación las Misiones panameñas de Kuna Yala y Darién y se sigue trabajando en la diócesis de Colón. Pero dirigimos de nuevo nuestra mirada a la Capital, donde entraron los Misioneros de manera tan modesta y en la que iban a conseguir un nombre tan respetado.

Ante todo, con la Iglesia de Cristo Rey. Pronto se hizo famosa por el servicio del culto, atención a los penitentes y dirección espiritual. En los primeros años, a partir de 1935, apenas si se bautizaban en la Parroquia unos cien niños. En 1940 fueron 591. Nadie sabe por qué, pero el pueblo sencillo tomó por su cuenta y riesgo la Iglesia Cristo Rey como propia; y de todo Panamá, fueran de la parroquia que fueran, se presentaban en Cristo Rey con sus criaturas, de modo que al entregarla a la Diócesis en los años noventa pasaban de cien mil los bautizos administrados.
También sin pretenderlo, se convirtió la Iglesia en una de las clásicas para la celebración de funerales, lo cual dio ocasión para evangelizar a tantas personas alejadas que sólo en circunstancia semejante escuchan la Palabra de Dios.
Se instaló en la Casa una Librería, que llegó a ser desde el principio la Librería Católica más importante de Panamá, bajo la dirección sobre todo del Hermano Benjamín Quibus, uno de aquellos Misioneros expulsados de China por el comunismo en los años cincuenta.
Desde el principio, la Comunidad tuvo a su cargo el Hospital Nacional de Santo Tomás, situado detrás de la Casa. Y aquí desarrolló su apostolado misionero un héroe de excepción, conocido y admirado durante cincuenta años hasta en el último rincón de la República.

El Padre Florencio Valtierra, muerto en 1999 a sus noventa y cuatro años, con un cuerpecillo menudo, delgado y sin pizca de galán, era la encarnación de la inocencia, la piedad, el fervor, la alegría y la entrega generosa. La definición más acertada que se dio de él fue la que encabezó su necrología: “El hombre que no sabía pecar”,
Vestido de bata blanca de enfermero y cuellecillo clerical, y con el Ritual y los Santos Óleos en las manos, se pasaba todo el día de sala en sala, de cama en cama por el gran Hospital, que contaba un término medio de seiscientos pacientes, derramando entre los enfermos aquella paz que a él le inundaba el alma. -¿Cómo está, amigo?... ¿Qué tal, Señora?... Con el teléfono en su habitación de la Comunidad, fueron incontables las noches que se hubo de levantar y pasar al vecino Hospital. ¡Hasta tres veces lo hizo algunas noches! Y era expresión suya, dicha ponderativamente en cada sílaba con un tono de voz inolvidable: -¡Hay que ver qué alegría da el poner un alma en las manos de Dios que se la lleva al Cielo!...
Era, como decimos, la adoración de Médicos y Enfermeras; podía ostentar varias condecoraciones del Gobierno, que se perdían entre las muchas estampitas que adornaban su habitación o llenaban su mesita escritorio, ante las cuales rezaba con fervor encantador sus devociones favoritas.
Jubilado obligatoriamente cuando le llegó la edad, por voluntad propia siguió entre las camas derrochando alegría y paz, hasta que se hubo de limitar a sentarse en el confesonario del Santuario Nacional cuando las piernas ya no le daban para más… Después de muerto, contaban por ahí que si algunas personas habían conseguido gracias de Dios por intercesión suya…

El Santuario Nacional del Corazón de María fue un ideal grande de los Misioneros. El Arzobispo Padre Maíztegui había afirmado públicamente: -Prefiero mil veces dejar de ser Arzobispo a dejar de ser Misionero Hijo del Inmaculado Corazón de María. En su lecho de muerte firmaba el decreto de la consagración de Panamá al Corazón de María, realizada después por su digno sucesor Mons. Beckman, y el permiso para empezar el Santuario de nuestra Titular. Entregaba 5.000 dólares para iniciarlo, y, aunque había de ser obra de todos, el Padre Manuel Prada, tesonero como nadie, lo tomó a su cargo y bajo su responsabilidad. Con donativos recogidos en toda la Nación, pues el Santuario había de ser Nacional, en muy poco tiempo terminaba la obra que enorgullece a todos. La Archicofradía empezó a fomentar con empeño en el Santuario la devoción al Corazón de María, y hasta hoy, después de más de cincuenta años, con un esmerado coro, no ha dejado ni un solo día de radiar la Misa, despertando a toda Panamá con sus plegarias y cantos, aparte del mensaje evangelizador de los Padres de la Comunidad.
Hoy funciona en la Casa del Santuario Radio Claret virtual, una nueva oferta religiosa-católica de habla española para todo el mundo, pero especialmente para Latinoamérica y Estados Unidos.

La Congregación en Panamá, con sus Misiones y con sus Iglesias propias, ha escrito una página hermosa de verdad.


VENEZUELA

Venezuela iba a ser durante el siglo veinte un lugar codiciado por muchos inmigrantes, que buscaban la solución económica de sus vidas en la riqueza que brindaba el país con la explotación de su petróleo. Cuando la Congregación se determinó a fundar en Venezuela no existía aún ese reclamo del “oro negro”, sino las muchas almas que pedían a gritos sacerdotes para su vida cristiana. Y allí fue la Congregación en 1923 a posesionarse de una misión a la vez muy buena y muy difícil: San Casimiro y San Fernando de Apure, las dos a la vez, y con dos Comunidades diferentes.

San Fernando de Apure, en los Llanos venezolanos, era entonces una ciudad con siete mil habitantes, y once mil más desparramados en muchos pueblecitos de los contornos. Con una vegetación exuberante y un calor inaguantable, la vida de los Misioneros exigía muchos sacrificios. Pero aquella Parroquia, religiosamente muy fría, iba a ver cómo los nuevos operarios que Dios le mandaba trabajarían denodadamente por su bien. El culto esmerado en la iglesia, las asociaciones, la catequesis, la enseñanza gratuita en escuelas y colegio, la asistencia abnegada en el hospital y en la cárcel, las salidas a los pueblos…, todo eso no lo habían visto nunca los feligreses, pues nunca habían contado con sacerdotes como éstos a su disposición. El intento de abrir un colegio propio suscitó tal guerra contra los Padres, que los Superiores al fin determinaron cerrar la Casa que durante trece años había costado tantos sudores y dado tantos frutos.

San Casimiro era una parroquia con 12.000 feligreses, 2.000 en la población y los demás repartidos en noventa y cuatro pueblecitos o aldeas. Nos podemos imaginar lo que significaba el atender a estas almas… El Padre Ramón Felip, tan notable Misionero, tuvo la mejor solución en su mano cuando fundó la hoja La Voz Parroquial de San Casimiro, y que más tarde dio pie al libro Los Domingos en el campo. El buen Padre se adelantaba con mucho a lo que hoy vivimos tan felizmente en el postconcilio.
Hasta 1960 durará la presencia de la Congregación en San Casimiro, cuando entregue a la Diócesis esta Parroquia, muy renovada, con una pastoral ejemplar y amplia y con obras sociales tan reconocidas por todos.

En Caracas había de haber pronto una fundación para atender a las Casas que hubiera por el resto de la República. Lo exigía la misma de San Fernando de Apure si los Padres no querían enfermar y morir: o cambiaban de clima de cuando en cuando, o venía lo peor. Y llegó en 1928 la Casa de Dos Caminos, que iba a tener una larga historia, no acabada aún en nuestros días. Dos Caminos no era en 1928 lo de hoy, un centro urbano importante dentro de Caracas. Era entonces una extensión deliciosa con casas aisladas, lejana y muy apta para el descanso. Aunque esto de descansar se avenía muy poco con el espíritu de los Misioneros del Corazón de María. Los Padres comenzaron muy al estilo de la Congregación de entonces: con una Misión que resultó sonada, y, como puede suponerse, también desde el principio con la Archicofradía del Corazón de María. Además, por insinuación del mismo Arzobispo, en aquellos primeros tiempos de la radio se dieron los Padres a lanzar charlas religiosas, especialmente sobre temas misionales, que, por su novedad, estaban llamadas a hacer tanto bien. Aquel barrio se fue poblando después, la capilla se convirtió en un templo espacioso, y hoy la Parroquia y la Casa desarrollan toda clase de apostolados exigidos modernamente.

A estas Casas primeras les siguieron otras, como Barquisimeto, Mérida y Valencia, Maracaibo en el gran emporio del petróleo, el magnífico Colegio de El Hatillo en la misma Caracas, o el Centro Formativo en Los Teques.

Por estas Casas pasó durante 28 años un Misionero venido de España a sus 56 años y que dejó un recuerdo muy especial en todos: el Padre Juan de Frutos. Profesor durante veinte años, Provincial de Castilla, Maestro de Novicios, era enviado por fin a Venezuela como Viceprovincial, y al que describía así uno que le sucedió en el mismo cargo: -Hombre bueno, el religioso sacrificado y observante. La coherencia de su vida fue siempre un estímulo para todos nosotros. Porque era la bondad, la prudencia, la piedad y la abnegación personificadas.

Hay que traer también el recuerdo de otro Misionero singular: el Padre Manuel Álvarez, cuya vida parece casi increíble. Había estado en el Chocó de Colombia, y Venezuela iba a ser durante 54 años su campo de acción. En los 12 años de San Casimiro, caminatas inacabables, a caballo y mucho más a pie, por tantos caseríos a los que había que atender. Después en Valencia se iba hasta el último poblado del centro parroquial distante 220 kilómetros, también a pie, o a caballo, o en el mejor de los casos en camiones con cargas de cerdos y vacas a través de caminos polvorientos bajo soles abrasadores, sin una queja y sin contar nada de lo que hacía, para no aparecer un héroe. Hasta sus los ochenta y seis años en que murió iba de continuo al Hospital a confesar y llevar la Comunión a los enfermos, siempre a pie a las tres de la tarde, aunque hiciera un sol implacable o le hubiera de sorprender el consabido aguacero tropical. Religioso perfecto y amante de la Congregación, sus delicias eran estar con los jóvenes seminaristas, aunque si fallaba alguno en la vocación lo sentía profundamente: -¿Por qué se ha ido?... Y nada hay que decir de su piedad. Al fallarle la vista, ya anciano, con una lamparita y una lupa se las arreglaba para dirigirse a Dios sin dejar nunca la Liturgia de las Horas. Así hasta el último mes de su vida, que la acabó con una sonrisa en los labios.

Venezuela cuenta con un Movimiento Juvenil, llamado ANCLA, ANtonioCLAret, fundado por el Padre Marino Pérez, que después de 25 años sigue dando tantos frutos en el apostolado, con sus actividades religiosas, culturales, recreativas, dentro de todos los estados de Venezuela y hasta fuera de sus fronteras donde ha tenido imitadores.

Como todos los demás organismos de la Congregación, y a pesar de su poco personal, la Delegación de Venezuela ha optado por puestos de misión difíciles, y trabaja ahora en dos centros del Vicariato Apostólico de Tucupita. Esto es, de manera sencilla pero efectiva, estar en las avanzadas de la Iglesia latinoamericana.


EL SALVADOR

En la Curia Generalicia de Roma hay una fotografía grande, muy bien enmarcada, entregada a la Comunidad por el mismo dueño, con esta dedicatoria:
“Hoy he vuelto a mis orígenes: hice mi seminario menor en San Miguel (El Salvador) con los queridos Padres Claretianos y celebré aquí mi primera Misa el 5 de Abril de 1942. Gracias y bendición. 3-V-79. Oscar Arnulfo Romero, Arzobispo de San Salvador”.
Diez meses más tarde, Monseñor Romero se convertiría con un martirio singularísimo en figura señera de la Iglesia de Dios en América Latina.

¿A qué viene el comenzar así nuestra historia claretiana en El Salvador? Todos los catálogos colocan la entrada de los Misioneros en El Salvador el año 1955. Pero hemos de tener en cuenta que algunos de nuestros Padres, expulsados de México con la persecución de Calles, o el Padre Lino Hernando trasladado del Seminario de Santo Domingo en la República Dominicana al de San Miguel en 1930, habían ido a El Salvador para hacerse cargo del Seminario de San Miguel, y en aquel plantel diocesano, desde 1927 hasta 1937 cuando acabaron el contrato con la Diócesis, realizaron una obra admirable en la formación de los futuros sacerdotes, de los que salieron dos Obispos, uno de ellos el tan querido Monseñor Romero, y el otro, Monseñor Valladares, fallecido muy prematuramente.
Nuestros Padres dejaron en el Seminario de San Miguel una huella muy profunda. La formación impartida no se diferenciaba nada de la clásica de nuestros Postulantados: las mismas oraciones, los mismos cantos, las mismas costumbres. Había que oírselo contar todo, muchos años después, a aquellos sacerdotes con Monseñor Romero en medio. Y no nos ocultaban la verdadera crisis que experimentaron cuando hubieron de integrarse en el Seminario interdiocesano de la Capital. El joven seminarista Romero acabó sus estudios y se graduó en Roma. Cuando la visita en la que entregó su fotografía a la Curia, alguien le preguntó con cariñosa malicia: -¿Y por qué no entró en la Congregación?. A lo cual respondió con su naturalidad y timidez tan características: -Porque nadie me lo pidió.
Al hablar de la Congregación en El Salvador, no podemos callar estos diez años, que podríamos llamar provisionales, pero que produjeron frutos tan óptimos y copiosos.

El año 1955 llegaban dos Padres a San Salvador en plan de exploración, y fueron muy bien acogidos por el bondadoso Arzobispo Luis Chávez y González, que les encomendó ayudaran al veterano sacerdote y canónigo Mons. Claros, encargado de la Basílica del Sagrado Corazón, la iglesia que después se hará famosa por las homilías en ella predicadas por Monseñor Romero, y que el piadoso y pobre Párroco, deshecho en su salud, tenía casi completamente abandonada.
Hasta que se pensó seriamente en una casa e iglesia propias, y la Providencia de Dios se la deparó a la Comunidad en la Colonia Escalón que hacía poco había empezado a formarse. El P. Francisco Fierro, con su merecido prestigio, emprendió la obra y en Mayo de 1968 se inauguraba la Parroquia del Corazón de María con una iglesia de las más originales y bellas de la Capital.

Todos sabemos el gran problema de El Salvador. Territorialmente muy pequeña la República, pero densamente poblada, toda la riqueza estaba en contadas manos -las famosas Catorce Familias-, sin clase media apenas, y con una cantidad de pobres estremecedora. La reforma agraria que ejecutó valientemente el Partido Social Demócrata acabó con aquella situación de auténtico pecado.
Nuestra Parroquia, en barrio residencial tan selecto, contaba con muchos pobres que hubieran hecho estremecer a la misma Madre Teresa. Hoy esos pobres han mejorado mucho su situación. Quedan todavía cinco comunidades pobres, pero sin aquella miseria anterior tan desesperante. Para ellos se ha construido el amplio Centro Social con actividades muy diversas: la Clínica Asistencial Corazón de María que ha llegado a atender en un solo año a más de 20.000 pacientes; La Escuela para el Hogar; y lo más importante, la Escuela Parroquial, con unos 800 alumnos de esas comunidades pobres, las cuales van cambiando de aspecto a ojos vistas.
Aunque falte todavía mucho por conseguir, la sangre de tantos hijos de El Salvador, dolorosamente derramada, no ha dejado de producir abundantes frutos de justicia y de paz.

SAO TOMÉ

Recordamos con dolor aquella expulsión de los Misioneros en Portugal el año 1910 cuando se desató la persecución a la Iglesia, aunque dejamos todo en suspenso: llegará un día en que la Congregación volverá a tan esperanzadora Nación.

Y el resurgir de las fundaciones de Portugal no comenzó por la Metrópoli, sino por una de sus colonias: Sao Tomé y Príncipe. El Gobernador de aquellas Islas ecuatoriales del Atlántico africano estaba preocupado: -¡Necesito Misioneros!... Y la Congregación aceptó el reto en 1927. Porque las nuevas leyes portuguesas habían modificado su actitud. A cambio de los Misioneros que fueran a la Colonia podría la Congregación establecerse dentro del mismo Portugal, y hasta le sería permitido abrir colegios y seminarios.

Sao Tomé es una Isla preciosa por sus paisajes, por su fauna y flora, tropicales cien por cien. Aunque con un clima fatal: húmedo, cálido, insalubre. Repartida en grandes fincas, los trabajadores inmigrados del extranjero gozaban de todos los servicios, y hasta tenían su iglesita, pero no contaban con sacerdote. Existían varios centenares de kilómetros con ferrocarriles, aunque privados. Por las carreteras, bien hechas, circulaban más de 200 automóviles. Como se ve, los trabajadores extranjeros estaban muy bien. Los nativos preferían sus pequeñas propiedades y vivían mucho más pobremente; eran indolentes, porque tenían bastante con lo que les daba su suelo.
Aunque por parte de Portugal era Sao Tomé una colonia modelo, a los fundadores de la Misión, Padres Antonio Pires Marques y José Narciso Martins, les esperaban tiempos de mucho sacrificio y hasta de frustración.

El Gobernador, en vez de la Escuela de Artes y Oficios prometida, les asignó una Parroquia a ocho kilómetros de distancia, de territorio muy dilatado y con unas doce mil personas que atender. El moderado bienestar del principio se acabó muy pronto. Marchó el Gobernador que había llevado a los Misioneros y los siguientes Gobernadores no ayudaron nada a la Misión: se les quitó a los Misioneros la casa, se les suprimió toda asignación, uno de los Padres hubo de regresar a Portugal, y el Hermano que quedaba moría prematuramente, como tantos Misioneros de la cercana Guinea Ecuatorial. Quedaba solo un Padre, sin un céntimo, y confiado únicamente a la Providencia de Dios.
¿Más Misioneros?... Se necesitaban, pero el Padre informaba a los Supriores Mayores: -Uno se puede sostener; dos, medianamente; tres, imposible. Llegaron no obstante dos Padres, que abrieron la escuela. Pero se enfrentaban con los maestros oficiales, de los que temían una guerra implacable, como así fue.

Algunas circunstancias de la Isla obstaculizaban también mucho la labor de los Misioneros. De los habitantes, sólo una tercera parte eran nativos; casi dos terceras partes eran trabajadores inmigrantes; y a ellos se añadían unos mil europeos, en general indiferentes del todo a la religión.
La mayoría de los 30.000 trabajadores ni se habían bautizado. Los que optaban por el matrimonio cristiano debían casarse antes por lo civil, pero les exigían unos gastos que la pobre gente no podía pagar. Además, como en Sao Tomé, igual que en todos los países vecinos, la poligamia significaba superioridad y de riqueza, era difícil conseguir matrimonios por la Iglesia. A lo cual hay que añadir, como siempre, el mal ejemplo que muchos colonizadores blancos daban a los nativos. Entre poligamia y concubinato, prácticamente la familia no existía. “¡Qué tiempo y paciencia se necesitan!”, escribía uno de los Misioneros.

Esto fueron los inicios tan duros de la Misión. Pero vendrá después el establecer la Escuela de Artes y Oficios, atender debidamente a las parroquias, publicar mensualmente La luz del Evangelio, a la que seguirá la hoja semanal El Día del Señor y La Caridad, órgano de la Sociedad de San Vicente de Paúl. Se abrirá la Librería Sao Tomé y la Tipografía Claret; se lanzará por radio semanalmente el programa “Razón y Fe”; se elaborarán programas radiados y televisivos; y como obra social importante se lleva el Centro Padre Tomé para las poblaciones del Sur.

Asimismo, se atenderá la otra Isla, Príncipe, tan hermosa. Hacía ocho años que los nativos no habían visto a un sacerdote, ¡y cómo pedían a los Misioneros que fueran a bautizar a sus niños! La iglesia y vivienda contigua del párroco se habían convertido en almacenes; pero, por obra de los Padres, la Iglesia en Príncipe volvía a ser atendida debidamente.

Hoy sigue la Congregación en la nueva Nación del archipiélago de Sao Tomé, que consiguió su independencia el 12 de Julio de 1975, y que el mes de Julio de 1992 fue visitada en viaje pastoral por el Papa Juan Pablo II. Poco a poco, y con admirable perseverancia, la Congregación ha conseguido constituir en aquellas islas del Atlántico una Iglesia próspera y de mucho porvenir.

POLONIA

La católica Polonia está muy entrañada en el corazón de la Iglesia. Y de los Claretianos también, ¡no faltaba más!... Hoy cuenta con varias Comunidades, pero la primera que nos toca recordar se remonta al año 1932, en la ciudad de Miedary, cuando esta población era parte de la Silesia alemana, al lado mismo de la frontera con Polonia. La Casa fue fundada por los Padres alemanes de aquel entonces, gracias sobre todo al empeño y a los desvelos del Padre Peter Schweiger, entonces Superior de la Casa de Speichingen. Después de la Segunda Guerra mundial, con el trazado de las nuevas fronteras, quedó en tierra polaca, y por ella vamos a empezar nosotros la estadía de la Congregación en la Polonia actual, aunque sus orígenes fueran del todo alemanes.

Miedary tuvo unos inicios encantadores. Hay que leer en Anales la relación de su fundación para apreciar la ilusión de nuestros Padres y de las gentes del lugar. Cuando en Mayo de 1932 el Párroco del lugar iba a entregar a los Padres la llave de su Iglesia parroquial, se preparó todo con meticulosidad germana, aunque el entusiasmo de la gente sobrepasó los límites de la organización. Procesión solemnísima presidida por las autoridades; banda de música; una gran guirnalda en manos de los Jóvenes de la Congregación Mariana; niños y niñas en torno a la pequeña que en almohada de seda llevaba la llave de la Iglesia… Ante la imposibilidad de ingresar los dos mil habitantes en el templo, el Obispo concedió la gracia de celebrar la Misa al aire libre, con el altar bajo dos frondosos castaños, y cantada toda, igual que después la exposición del Santísimo, en latín, alemán y polaco. Así, con ese entusiasmo y ese cariño fue acogida por el pueblo la fundación que nacía como Casa-Misión.
Eran muchos los polacos que, con una simple tarjeta, pasaban la frontera que tenían al lado, y el culto en la Iglesia les exigía a los Padres hacerlo igual en polaco que en alemán.

Pero vino la Segunda Guerra Mundial, ¿y qué iba a ocurrir? El Padre Schweiger, un año largo después de acabada la contienda, y con Miedary en zona rusa, se limitaba a escribir: -Comenzamos a tener desde hace poco noticias de Miedary. Los Padres han pasado gravísimos peligros, y parece que ahora pueden trabajar con paz, aunque sólo en polaco. Han tenido que optar por la ciudadanía polaca. El Padre Warmons logró escapar.
No es extraño que fundación tan bella haya durado hasta nuestros días, a pesar de las contrariedades que le trajo la guerra: cayó sobre la misma al principio el nazismo alemán y después el comunismo soviético. Se abrió con muchas ilusiones un Postulantado, pero hubo de ser clausurado en 1953 porque era ya del todo imposible continuar con él.

Paczyna, pueblo pequeño también, fue la segunda fundación de Polonia, ya después de la Guerra Mundial, cuando todo estaba ocupado por la Rusia soviética. Hoy esta Parroquia, igual que el cercano pueblo de Bycina, es atendida pastoralmente por nuestros Padres.

Wroclaw es una gran ciudad de 800.000 habitantes, de prestigio universitario, y aquí puso la Provincia su Seminario Misionero. Los Estudiantes profesos, aparte de su formación religiosa y claretiana en la propia Casa, continúan su formación científica en dos centros muy reconocidos: la Filosofía en el Seminario de los Padres Franciscanos, y la Teología en el seminario diocesano.

Warszawa, o Varsovia, la Capital de Polonia, atraía la atención de la Congregación, y a ella fueron los Padres en 1988. Aparte de lo que supone ser la sede del Gobierno Provincial, esta Comunidad lleva adelante con celo apostólico la Editorial Palabra, la pastoral penitenciaria, la pastoral militar, la pastoral de enfermos en el hospital, el servicio de enseñanza en la Universidad Teológica y otras actividades misioneras.

Krzydlina Mała es una fundación muy compleja por sus actividades tan diversas. La Iglesia no es solamente devocional sino Parroquia con dos iglesias y tres capillas. Por lo mismo, el primer servicio pastoral de la Comunidad es el parroquial.
Se impuso primero la renovación de la antigua casa de los Canónigos Regulares adaptándola para la formación de los novicios. Unos años después la Provincia Polaca empezó el año de postulantado en el mismo lugar.
Los novicios, aunque dados del todo a su formación personal religiosa y claretiana, viven sin embargo este tiempo comprometiéndose de vez en cuando con las actividades pastorales, la organización de los encuentros, retiros, etc.

La vida de los novicios iba a su ritmo y junto a la casa de noviciado crecía le Casa de la Espiritualidad Claretiana, que desde el año 1990 sirve como un excelente lugar para organizar encuentros, jornadas, retiros y otras actividades. Aquí viven y trabajan Misioneros que salen para dar ejercicios espirituales y retiros.
Como vemos, es una Casa al estilo clásico de la Congregación, que nos recuerda aquella primera de Vic: Iglesia, Noviciado, Ejercicios…, ministerios tan tradicionales de los Misioneros.

Lódź cuenta desde 1989 con una Casa e Iglesia Parroquial claretianas dignas de la gran Ciudad. La Iglesia del Corazón de María y de San Antonio María Claret fue edificada por los Misioneros, cuenta con 15.000 feligreses, y las actividades pastorales son de lo más extenso: hay grupos bíblicos, carismáticos, práctica de oración; y una Escuela de la Nueva Evangelización a base de la espiritualidad claretiana. Los Padres se desparraman también por las escuelas como catequistas.

El querido e inolvidable Papa polaco Juan Pablo II, al recibir al Padre Stanislaw Piorkowski, y cuando aún faltaban diez años para la caída del Muro de Berlín, le dijo: -Bendigo todas las obras claretianas en Polonia. Sé que vuestra Congregación se desarrolla bien allí a pesar de tantas dificultades. Vuestra Congregación es una Congregación mariana, y la tierra polaca tiene un gran amor al Inmaculado Corazón de María. Por consiguiente, vuestra Congregación debe brillar en Polonia en medio de todas las demás.

Los Padres alemanes no se equivocaban cuando en el lejano 1932 pusieron todo su empeño en entrar en Polonia, y aunque los cincuenta años bajo las dos dictaduras nazi y marxista resultaran una plaga, no lograron matar la semilla tan fecunda. Hoy nuestros hermanos polacos no se han cerrado dentro de sus fronteras: han fundado en Bielorrusia, en Chequia, en Slovensko, y, lo que es más generoso, han abierto la Misión africana en Costa de Marfil, además de la colaboración que presta con excelente personal a las Casas de Rusia y de Siberia. Si Dios les sigue bendiciendo con vocaciones, como hasta ahora, esta querida Provincia va a llegar muy lejos…


PUERTO RICO

Puerto Rico, isla muy española pero arrebatada a España por Estados Unidos, interesaba mucho por ser un puente magnífico con la gran Nación del Norte, y la Congregación entró en ella en 1936 con una Casa que iba a durar sólo quince años.
Los Padres de Carolina atendieron desde el principio al Obispo acompañándolo en la Visita Pastoral, pero pronto pasaron a cuidarse de la Parroquia de Carolina, de cinco mil feligreses en el centro y otros diez mil desparramados por los campos. Aquí estaban los Padres en un plan verdaderamente misionero, entre gente muy buena pero muy abandonada, que no practicaban la religión más que en sus dos extremos: con el bautismo y con el entierro, sin cuidarse de llenar el vacío que media entre los dos… Además, hubieron de atender a otras parroquias cercanas, todas muy necesitadas de sacerdotes. Como campo misionero, fue una fundación muy buena, pero al fin hubo de dejarse en 1951, aunque la Congregación siguió en otra Casa importante, Río Piedras, con Parroquia también y Colegio. Otra fundación que tampoco seguiría hasta nuestros días.

Hoy en Puerto Rico hay dos ciudades que se benefician ampliamente del ministerio claretiano, y son Bayamón y Caguas.
Bayamón, con sus tres Parroquias de San José, San Antonio María Claret y Santa María de Caná, ofrece a la Comunidad un trabajo muy extenso. Realiza además los ministerios clásicos de la Congregación, como los Ejercicios Espirituales y las misiones. Atiende la Academia Claret, y los Padres se dedican en especial a la formación de los laicos, tan necesaria allí donde no hay abundancia de sacerdotes.
Caguas, diócesis que rige actualmente un Obispo claretiano y portorriqueño, el Padre Rubén Antonio González, disfruta también del ministerio de la Congregación en la Parroquia del Corazón de María, fundada y regida por los nuestros.

Isla bilingüe, español e inglés, Puerto Rico ha sido siempre muy apreciada por todas las Órdenes religiosas, y no podía serlo menos por los Misioneros Claretianos.





















LA EPOPEYA MARTIRIAL

Después de Puerto Rico ya no vino ninguna fundación en otro país hasta pasado el año 1946, debido a las Guerras Civil Española y Segunda Guerra Mundial. La Guerra Civil Española, que para nosotros es la Persecución Religiosa, tuvo una repercusión enorme en la Congregación. Con sus 271 hijos fusilados, fue el Instituto religioso que más sangre ofrendó a Dios en aquella lucha tan trágica y a la vez tan gloriosa. Hacemos una reseña breve, pues para una información completa remitimos al libro Crónica Martirial. Hay que advertir también que de los 271 martirios sólo constarán aquí los de aquellos que han sido propuestos para los altares, ya que para más de ochenta de nuestros hermanos faltaron los testigos y no se les pudo iniciar el proceso, por más que ante Dios tengan todos la misma gloria martirial. Todos figuran como mártires en el Necrologium Claretianum, donde fácilmente se pueden localizar entre los meses de Julio a Noviembre de 1936, y alguno hasta el mes de Marzo siguiente.

LOS 51 BEATOS MÁRTIRES DE BARBASTRO

Empezamos con Barbastro por estar ya los Mártires en los altares y por haber sido el caso quizá más clamoroso debido a la preparación que tuvo y al entusiasmo con que nuestros jóvenes hermanos fueron a la muerte.

Barbastro, ciudad de sólo 8.000 habitantes, vio cómo el lunes 20 de Julio era asaltada por el populacho la Casa de los Misioneros, que contaba con sesenta individuos justos, y la invasión del edificio se hizo en medio de un caos infernal y un tumulto ensordecedor. -¡Hay que acabar con ellos!... -¡A matarlos a todos aquí mismo!... -¡Dinamita sobre ellos!... -¡Al río todos!... -¡Hagamos con ellos lo que ellos harían con nosotros!... -¡Ahora que los tenemos seguros, a fusilarlos, no sea que se nos escapen y caigamos luego en sus manos!...

Los Padres Superior Felipe de Jesús Munárriz, el Prefecto de Estudiantes Padre Juan Díaz y el Ecónomo Padre Leoncio Pérez, eran llevados a la cárcel municipal, y los 57 restantes, en una sobrecogedora procesión por las calles de la ciudad, fueron conducidos al Colegio de los Padres Escolapios. Siete Hermanos de mucha edad junto con dos Estudiantes enfermos fueron colocados en el vecino Asilo de Ancianos, y en el salón del Colegio, que les haría de cárcel, quedaban cinco Padres, treinta y siete Estudiantes Teólogos y seis Hermanos Coadjutores. Desde el principio hemos de citar a los Estudiantes Pablo Hall y Atilio Parussini, que, por ser extranjeros argentinos, salvaron sus vidas pero permanecieron con los compañeros hasta el momento final, de modo que fueron los testigos excepcionales de toda la pasión de nuestros hermanaos.

Los Padres Jesús Munárriz, Juan Díaz y Leoncio Pérez ocuparon en la cárcel municipal una celda horrorosa de cuatro o cinco metros por lado en el tercer piso, y allí lle­garon a vivir hacinados hasta veintidós presos en condiciones infrahumanas… De aquí fueron trasladados al convento de las Capuchinas convertido en cárcel para más de 350 presos. Hasta que el día 2 de Agosto se presentaron al Comité revolucionario unos facinerosos pidiendo presos para matar, y se les extendió un vale por VEINTE. Esto era cosa de cada noche, y en ésta les tocó a nuestros tres Padres. Con ellos iban al martirio varios sacerdotes más y el gitano Ceferino Jiménez, el simpático Pelé. Un sacerdote sintió miedo, y el Padre Pérez le animaba sereno: -¡Animo, que dentro de poco estaremos en el Cielo!... Internados en el cementerio, y a la sombra de los cipreses que como índices les señalaban el Cielo, respondieron al ¡Viva Cristo Rey! que, sabemos, lanzó el admirable Pelé, hoy reconocido santo y mártir por la Iglesia: el Beato Ceferino Jiménez.
Allí quedaron los veinte cadáveres tendidos en tierra hasta el amanecer, como hostias santas a los ojos de Dios.
Una semana más tarde, el domingo 9, moría el Obispo, Beato Florentino Asensio, fusilado después de un martirio inimaginable.

Volvemos al salón del Colegio de los Escolapios donde el 20 de Julio al anochecer habían quedado cuarenta y nueve Misioneros.
Acostumbrados como estamos a ver la marcha triunfal de nuestros valientes hermanos hacia la muerte, debemos estar prevenidos a fin de no formarnos un juicio errado sobre nues­tros Mártires. Las noches del 13 y del 15 de Agosto, un Tabor y un ama­necer pascual, fueron precedidas de una noche larga y de sombras densas en un Getsemaní muy dolo­roso. Nuestros hermanos del salón pasaron unos días terribles que les sir­vieron de mérito y de purificación. Las angustias físicas fueron muy fuertes, y las morales mucho más.
El salón del Colegio daba a la plaza de la Munici­palidad, y como las ventanas levantaban muy poco sobre el suelo de la misma plaza, los detenidos se vieron en una dura al­ternativa. Si cerraban los ventanales, se asaban de calor en lo más fuerte del verano, sofo­cante, pesado, denso. Si los abrían, y no tenían más remedio que hacerlo para respirar, habían de aguantar los insul­tos más groseros que quisiera dirigirles la chusma apiñada en el exterior:
-Os mataremos porque sois unos fanáticos e hipócritas... Mentís cuando decís que amáis al pueblo y a los pobres... Os mataremos para que cumpláis de una vez vuestros santos votos... Estad preparados, que esta noche os vendremos a buscar. Para mañana a las cuatro, ya no ha­brá más curas ni frailes en Barbastro... Ya no podréis hacer con las monjas lo que hacíais hasta ahora... Cuando os maten, yo me comeré los hígados... Pues yo, los sesos... Yo les cortaría... Dejaros de rezar rosarios y custodias...
Y lo peor, las mujeres descaradas, que podían verlos cuando querían y hasta entrar libremente en el salón, les causaban una inquietud constante.
Afortunadamente, contaron para su defensa con armas poderosas. La oración ante todo, pues, como dice Hall, “rezábamos muchísimo, sobre todo el Rosario. Había quienes rezaban 25 ó 30 Rosarios diariamente, amén de otras devociones, ratos de lectura y otras devociones”. Mientras la pudieron tener, la Eucaristía fue su fuerza mayor, con la Comunión que el Hermano Vall les introducía disimuladamente a la vez que el desayuno, lo cual duró mientras el Obispo y los Padres Escolapios pudieron celebrar a escondidas la Misa. Reservadas después algunas Sagradas Formas, dice Hall, “hacíamos compañía a Jesús, que era tratado como en los tiempos de las catacumbas. Acompa­ñá­bamos a Jesús durante horas y más horas. Afortunadamente, era nuestra única ocupación en la cárcel”. Brilló además muy alto el compañerismo, porque todos se apoyaron mutuamente ante las graves dificultades que les sobrevinieron a algunos.

Y así llegamos al 12 de Agosto, cuando un pelotón de forajidos se presentó en el salón a las tres de la mañana, y dio la orden: -¡Que bajen los seis de más edad! Sin decir una palabra, obedecieron el Hermano Gregorio Chirivás, los Padres Nicasio Sierra, Sebastián Calvo, Pedro Cunill, José Pavón y el subdiácono Wenceslao Clarís. El Padre Pavón tenía sólo veintisiete años.
La malicia de los rojos era evidente. Sin los tres Directores ya fusilados, y sin estos seis algo mayores, los jóvenes quedaban indefensos y a sus solas fuerzas: ¡Había que quebrantarlas!...
Pero sucedió todo lo contrario. Los del salón vieron a través de los ventanales cómo los seis compañeros, atados fuertemente por los brazos unos con otros, atravesaban la plaza, eran subidos al camión que los conducía al cementerio, y al cabo de poco oían perfectamente las descargas de la fusilería.
-¡Ya tenemos a seis en el Cielo! Ahora, a prepararnos nosotros…
A los dos Estudiantes argentinos, por su condición de extranjeros, les prometieron la libertad. Y, para aprovechar sus ser­vicios de cocinero, exclu­yeron de la lista al Hermano Ramón Vall, “el obrero explotado”, como lo llamaban, Al Hermano, santo de verdad, no le valieron sus protestas: “Si me dejan solo sin fusilarme, yo les probaré a los comunistas que no sólo soy cocinero de los reli­giosos, sino también religioso como ellos, para ser partícipe de su suerte”.

Aquel 12 de Agosto se convirtió en el día más bello de nuestra historia claretiana por el fervor incontenible que estalló dentro del salón. Allí se repetía sin cesar la tradicional plegaria de aquellos Mártires de Se­baste, en la antigüedad cristiana: Cuarenta somos, que los cuarenta seamos coronados... Y escribieron, para enlazar con los mártires del circo romano: CHRISTE, MORITURI TE SALUTANT: Cristo, los que van a morir te saludan.
Con sus escritos nos dejaron testimonios que son unas joyas inapreciables. Se iban pasando papeles uno a otro, de los cuales sólo podemos mencionar el famoso papel de chocolate... El envoltorio con que les habían bajado el chocolate del desayuno se convertía en “La ofrenda última a la Congregación de sus hijos mártires”. Allí están las cuarenta firmas, que rubrican un ideal: “¡Viva el Corazón de María!”. Rafael Briega. “¡Viva la Religión Católica!”. Manuel Martínez. “Por Dios, luchar hasta morir”. Miguel Masip. “Muero por la Congregación y por las almas”. José Mª Blasco… Y así todos. Lo cierra el mismo iniciador de aquel escrito impagable: “¡Viva la Congregación santa, perseguida y mártir! Vive inmortal, Congregación querida, y mientras tengas en las cárceles hijos como los tienes en Barbastro, no dudes de que tus destinos son eternos. ¡Quisiera haber luchado entre tus filas. ¡Bendito sea Dios!” Faustino Pérez.
Llegó el anochecer. Sin cuidarse ya de lo que pudieran decir ni hacer los guardias rojos, los candidatos al martirio, como nos relata Parussini, unos se besaban los pies, otros las frentes, éstos se abrazaban, aquéllos lloraban de alegría ante el próximo fusilamiento... Y hasta pensa­ban en lo que iban a hacer en el Cielo, cosa que llamó la atención del Papa Juan Pablo II, que lo recorda­ría en la Plaza del Vaticano al beatificar a los Mártires. Todos habían suspirado antes por ser grandes mi­sioneros, y ahora veían troncharse sus ideales apostólicos. No importaba. Santa Teresa de Lisieux, canonizada pocos años antes, les inspiraba su futura misión, como nos dice Hall: -Ya que no podemos ejercer el sagrado ministerio en la tierra, haremos como Santa Teresita del Niño Jesús: pasaremos nuestro cielo haciendo el bien en la tierra; bajaremos muchas veces a la tie­rra.
Terminó un día tan bello. Y cuando el reloj de la Catedral estaba dando las doce campanadas y la plaza vecina hervía de gentes que tomaban la fresca, la puerta del salón se abrió con violencia para dejar irrumpir a una veintena de milicianos arma­dos hasta los dientes, capitaneados por el sanguinario enterrador Mariano Abad, que gritó con su voz ronca:
-¡Atención!... Que bajen del escenario los que tengan más de veintiséis años.
Nadie se movió, porque nadie los tenía. Entonces el jefe del pelotón desplegó el papel que traía en la mano, y empezó a soltar nombres:
Secundino Ortega.
-¡Presente!
Javier Luis Bandrés
-¡Presente!...
Cada llamada era respondida con vigor por un valiente muchacho, que saltaba del escenario al suelo con cara radiante, sin atisbos de flaqueza: José Brengaret. Manuel Buil. Antolín Calvo. Tomás Capdevila. Esteban Casadevall. Eusebio Codina. Juan Codinachs. Antonio Dalmau. Juan Echarri. Pedro García Bernal. Hilario Llorente. Alfonso Miquel. Ramón Novich. José María Ormo. Salvador Pigem. Teodoro Ruiz de Larrinaga. Juan Sánchez. Manuel Torras.

Atados por los brazos de dos en dos, dice de ellos Parussini: -Aquellos rostros tenían en aquel momento algo de so­brenatural que no es posible describir.
Ya subidos al camión, comenzaron los ¡Vivas! interminables a Cristo Rey, y respondidos por la chusma con ¡Mueras! furiosos. Cantando por las calles y durante todo el trayecto llegaron al lugar escogido para el fusilamiento junto a la carretera, donde los verdugos les dieron la última oportunidad: -Si vais al frente o queréis casaros, y os hacéis así de los nuestros, se os perdona la vida.
Nadie flaqueó, y todos recibieron la descarga con un fuerte ¡Viva Cristo Rey! en los labios...
Los del salón, en silencio ya la plaza, oyeron perfectamente el tiroteo. Quienes estaban rezando por sus compañeros el Rosario en sus misterios de Dolor, ahora cambiaron de repente: -¡Misterios de Gloria! La Resurrección de nuestro Señor Jesucristo... La Ascensión de Jesucristo al Cielo...Y otro acababa el Magníficat de la Virgen, que había repetido veinte veces por los veinte mártires: -¡Proclama mi alma la grandeza del Señor!... Hall y Parussini, que recibieron la orden de estar preparados para marchar, nos lo cuentan con todo detalle. Y termina Hall: -Estábamos emocionadísimos, pero ellos seguían todos muy animados con el ejemplo de los an­terio­res, y nos aseguraron que irían todo el camino cantando y dando ¡vivas! a Cristo Rey, al Cora­zón de María, a la Religión Católica y al Papa.

A los del salón les quedaban dos días de espera, el 13 y el 14, y en ellos siguieron escribiendo unos testimonios bellísimos, entre los cuales destaca la imponderable carta de despedida a la Congregación. No es posible silenciarla aquí:

“Querida Congregación: Anteayer, día 11, murieron, con la generosidad con que mueren los mártires, seis de nuestros hermanos; hoy, trece, han alcanzado la palma de la victoria veinte; y ma­ñana, catorce, esperamos morir los veintiuno restantes. ¡Gloria a Dios! ¡Gloria a Dios! ¡Y qué nobles y heroicos se están portando tus hijos, Congregación querida! Pasamos el día animándonos para el martirio y rezando por nuestros enemigos y por nuestro querido Instituto. Cuando llega el momento de designar las víctimas hay en todos serenidad santa y ansia de oír el nombre para adelantar y po­nernos en las manos de los elegidos; esperamos el momento con generosa impa­ciencia, y cuando ha llegado, hemos visto a unos besar los cordeles con que los ataban, y a otros dirigir palabras de perdón a la turba armada; cuando van en el camión hacia el cementerio, los oímos gritar: ¡Viva Cristo Rey! Responde el populacho rabioso: ¡Muera!¡Muera!, pero nada los intimida. ¡Son tus hijos, Congrega­ción querida, éstos que entre pistolas y fusiles se atreven a gritar serenos cuando van hacia el cemen­terio: ¡Viva Cristo Rey! Mañana iremos los restantes y ya te­nemos la consigna de aclamar, aunque suenen los disparos, al Corazón de nuestra Madre, a Cristo Rey, a la Iglesia Católica y a ti, madre común de todos nosotros. Me dicen mis compañeros que yo inicie los ¡vivas! y que ellos ya responde­rán. Yo gritaré con toda la fuerza de mis pulmones, y en nuestros clamores entusiastas adivina tú, Congregación querida, el amor que te tenemos, pues te llevamos en nuestros recuerdos hasta estas regiones de dolor y muerte.
Morimos todos contentos sin que nadie sienta desmayos ni pesares; morimos todos rogando a Dios que la sangre que caiga de nuestras heridas no sea sangre vengadora, sino sangre que en­trando roja y viva por tus venas, estimule tu desarrollo y expansión por todo el mundo. ¡Adiós, querida congrega­ción! Tus hijos, Mártires de Barbastro, te saludan desde la prisión y te ofrecen sus dolores y angustias en holocausto expiatorio por nuestras deficiencias y en testimonio de nues­tro amor fiel, generoso y perpetuo. Los Mártires de mañana, catorce, recuerdan que mueren en vísperas de la Asunción; ¡y qué recuerdo éste! Morimos por llevar la sotana y moriremos preci­samente en el mismo día en que nos la impusieron.
Los Mártires de Barbastro, y en nombre de todos, el último y más indigno, Faustino Pérez C.M.F.
¡Viva Cristo Rey! ¡Viva el Corazón de María! ¡Viva la Congregación! Adiós, querido Insti­tuto. Vamos al Cielo a rogar por ti. ¡Adiós, adiós!”

Sobran todos los comentarios, que serían una profanación.
Contra lo que les habían dicho los verdugos, no los vinieron a buscar la noche del 13 al 14, sino que esperaron al día 15, día de la Asunción, aniversario para los Mártires de su Profesión religiosa.
Otra noche triunfal, en la que le hervía febrilmente la sangre al abigarrado público que llenaba la plaza. Después del es­pectáculo sonado del grupo anterior, los Misioneros restantes podían ofrecer algo más ruidoso to­davía. Y no iba a ser de otra manera... El jefe rojo que capitaneaba a los que irrumpieron en el salón a media noche, leyó la lista completa:
-Luis Masferrer. José Amorós. José Badía. Juan Baixeras. José María Blasco. Rafael Briega. Francisco Castán. Luis Escalé. José Figuero. Ramón Illa. Luis Lladó. Miguel Masip. Manuel Martínez. Faustino Pérez. Sebastián Riera. Eduardo Ripoll. Francisco Roura. José Ros. Alfonso Sorribes. Jesús Agustín Viela.

Tenemos testigos de la escena, que nos cuentan como el jefe del pelotón les invitaba a los Misioneros mientras desenredaba un fajo de cuerdas: -¿A dónde queréis ir, al frente a luchar contra el fascismo, o a ser fusilados?
Ni una claudicación: -Preferimos morir por Dios y por España.
Desde una ventana del Colegio, el Hermano Vall, lloroso, se decía: -¡Qué felices! Van a cele­brar la fiesta de la Asunción en el Cielo.
Mariano Abad, fiera entre las fieras, les dio la orden del día: -Cuidado con se que se repita el grito de ¡Viva Cristo Rey! del otro día. Como se vuelva a oír, os ma­chacaré la cabeza a culatazos.
Como los mártires no le obedecieron y sonaron potentes los ¡Vivas!, hizo detener el camión nada más puesto en marcha, y al que más gritaba, -¿Faustino Pérez?-, le asestó con la culata del fusil tal golpe que su voz ya no se oyó más.
Seguían los ¡vivas! de los demás sin miedo a los culatazos, y tal como lo habían programado, se vitoreaba a Cristo Rey, al Corazón de María, al Papa... Hasta que llegaron al llamado Valle de San Miguel, unos doscientos metros más allá de donde fusilaron al grupo anterior.
El lu­gar estaba plenamente a la vista de la torre de un campesino que nos ha transmitido con fidelidad toda la escena y de lo que contaban en su presencia los mismos asesinos. Los verdugos, dice Don Antonio Pueyo, los echaron al suelo como fardos, aunque los mártires solta­ron como pudieron algunas amarras, y unos se incorporaron, otros estaban de rodillas, y hubo quie­nes se pusieron en cruz. Dos de ellos sostenían ahora un crucifijo que habían logrado esconder, de esos cru­cifijos clásicos, algo grandes, que los predicadores llevaban al pecho en las misiones.
Siguieron las aclamaciones victoriosas, que Pueyo y sus peones oían desde la torre: ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva el Corazón de María! ¡Viva la Asunción!...
Los vehículos dieron un viraje para enfocar e iluminar bien a las víctimas, a las que una voz ronca les ofrecía la última oportunidad:
-Aún estáis a tiempo. ¿Qué preferís, ir en libertad al frente o morir?
-¡Morir! ¡Viva Cristo Rey!
Las balas cerraron el diálogo entre los verdugos y los mártires en esta fiesta de la Asunción. Noche llena de esplendores...
Los últimos compañeros. El día 20 de Julio dejamos en el Hospital a los enfermos Jaime Falgarona y Atanasio Vidau­rreta. Los dos Estudiantes serían mártires también, pero sin dejar detrás de sí la estela luminosa de sus compañeros. Diríamos que el aroma de su holocausto se lo reservaba Dios sólo para su recreo.
Y así fue. El día 15 fueron trasladados los tres a la cárcel municipal, a una de aquellas celdas ma­cabras..., en la que iban a compartir su vida de presidiarios con varios seglares, católicos distinguidos en Barbastro y con algunos de los cuales iban a morir. Los dos fueron fusilados en el mismo lugar donde habían sido fusilados sus compañeros del día de la Asunción.

Todos los 51 Misioneros Mártires fueron enterrados en el cementerio municipal. Y como todos murieron con la sotana puesta, fue fácil identificar los cadáveres al ser exhumados después de la guerra. Un mausoleo impresionante custodia y expone hoy sus restos.
Muchos años después de tragedia tan gloriosa, se presentaba en nuestra Misión Española de París uno de los asesinos, que vivía exilado, y declaraba valiente a los Padres:

“Sí, yo los maté a todos. No se escapó ninguno. Pero le digo, para su satisfacción, que todos los Misioneros fueron muy valientes. Murieron gritando ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva el Corazón de María!... Cuando los llevábamos a fusilar, iban tranquilos, contentos, incluso alegres y hasta cantando con entusiasmo durante todo el camino. Alguna vez tuvimos que hacer callar a fuerza de culatazos de fusil a alguno que parecía ser como el jefe del grupo. Morían por el ideal en que ellos creían y del que nadie les pudo hacer desviar. Esta es la verdad”.

Un testimonio válido para “todos”, ha dicho el asesino. Ahora no nos queda sino esperar la plena glorificación de nuestros Mártires en la Iglesia con la anhelada Canonización.


CERVERA, OTRO SEMINARIO MARTIR

Con unas características muy diferentes de Barbastro, pero Cervera figura con honores muy grandes en la historia martirial de la Congregación durante la misma persecución religiosa de 1936. Todo se debió a que la numerosa Comunidad de Cervera se pudo dispersar y los setenta y un miembros de la misma que ofrendaron su vida a Dios no lo hicieron en grupo, sino distribuidos en partes y días muy diversos.
De los 37 Estudiantes teólogos de Barbastro, 30 de ellos habían sido trasladados de Cervera veinte días antes de la Revolución, de modo que, podríamos decir, los Teólogos de uno y otro Colegio están íntimamente unidos en su sacrificio martirial.

Recordamos la fundación de la Comunidad de Cervera en el grandioso edificio de la Universidad y también la pequeña historia de la finca del Mas Claret, que ahora va a tener mucha importancia. Al iniciarse la Revolución el 18 de Julio de 1936 la Comunidad de Cervera contaba con 154 individuos: 30 Sacerdotes, 51 Estudiantes Teólogos, 35 Hermanos y 38 Postulantes. Desde el principio hemos de anotar que de los 38 jovencitos Postulantes no murió ninguno pues fueron enviados a sus respectivas familias.

Cervera, de seis mil habitantes por aquel entonces, era de una gran significación histórica y cultural dentro de Cataluña. Y para no llevarnos a equivocación cuando veamos en ella tanta víctima claretiana, hay que decir una palabra sobre la situación social y religiosa de la Ciudad. Con una población cristiana, piadosa, culta y pacífica, la Ciudad no daba ningún miedo en sí y merece un elo­gio bien cumplido. Las derechas habían ganado las elecciones, pero allí estaban las masas re­volucionarias llegadas de toda España y metidas en el corazón de la industriali­zada Cataluña. Estallada la Revo­lu­ción, la Alcaldía y el primer Comité exigieron el desalojo de la Universidad porque no tenían más re­medio, pero a la vez, el 21 de Julio, facilitaron con autocares el tras­lado de to­dos los individuos hacia la frontera con Francia o a nuestro Seminario Filosofado de Solsona, a sólo cincuenta kilómetros de distan­cia, y que parecía lugar mucho más seguro. Muchas familias despedían a los expedicionarios con pañuelos blancos y lágrimas en los ojos.

A nada más de treinta kilómetros, falló el intento de llegar con los autocares hasta su destino, y los ni­ños Postulantes se quedaban en San Ramón para ser remitidos a sus enviados a sus respectivas familias.
Los demás, reem­prendieron a pie los treinta kilómetros hasta la finca de Mas Claret.
Con un acto por demás emotivo celebrado en la capilla, todos se ofrecieron a la voluntad amorosa de Dios. Pasaron a besar los pies del Crucifijo, que les ofrecía el santo Padre Juan Agustí en cali­dad de Superior suplente, el cual aseguraba que, al dar aquel beso, “juraron ser fieles a Jesucristo hasta la muerte”, “y lo hicieron con gran emoción”, añade en el proceso uno de los testigos presenciales.
Al salir de la capilla, y bajo la sombra del árbol copudo, el Prefecto Padre Felipe Calvo dirigió un Padre­nuestro pidiendo fortaleza del Cielo para los des­tinados al martirio. Entre abrazos efu­sivos se fueron dis­persando cada uno en su dirección, según las listas confeccionadas por los Padres Agustí y Calvo, después de decirse emocionados:
- ¡Adiós! ¡Hasta el Cielo! ¡Sea todo para gloria de Dios y de la Congregación!...
Estaba visto que esa florida juventud de los seminarios claretianos vivía el mismo amor ardiente a Jesu­cristo, con cuyo nombre en los labios iban a morir todos, lo mismo en Barbastro, que en Cervera o en Fernán Caballero...

Al amanecer del 24 llegaban en un auto y un camión los miembros del Comité Revolucionario de Cervera, para incautarse de la finca. Hicieron el inventario de todo, y die­ron la orden terminante:
- ¡Todos fuera! Sólo pueden quedarse para trabajar la finca los que ya vivían aquí.
El Comité se hacía cargo de los doce Estudiantes Teólogos extranjeros, y al día siguiente los llevaba a Barce­lona para ponerlos a disposición de sus respectivos consulados.

En este día, pues, quedaban en el Mas Claret sus 11 moradores de entonces, aunque pronto se les aña­dirían otros que volvían buscando refugio en medio de la hecatombe.
Veintiún individuos, anciani­tos o enfermos, habían sido previamente trasladados al Hospital, con los cuales se quedaba el Médico Padre Juan Buxó, que desempeñará un papel muy relevante. Asimismo, y para seguir en lo posible los pasos de sus encomendados, permanecían en el Hospital los Padres Jaime Girón y Pedro Sitjes, Supe­rior y Ecó­nomo de la Comunidad respectivamente.
Los demás iban a cami­nar dispersos, ahora más que nunca, como corderos entre lobos. Pero el Pastor supremo iba a estar en todo momento con sus elegi­dos...

LOS QUINCE DE LÉRIDA rompen la marcha triunfal de los mártires cervarienses. Al frente de ellos iba el Padre Manuel Jové, de 40 años de edad, el célebre lati­nista de fama internacional entre los estudiosos de la lengua del Lacio, fundador de la revista Palaestra Latina. De uno o dos cursos inferiores a sus compañeros de Barbas­tro, los Estudiantes estaban casi todos entre los 20 y 22 años. Iban a ser las primicias tiernas de tanto joven clare­tiano que ofrendaba su sangre a Dios.
Después de la emocionada despedida bajo el viejo saúco, el grupo asignado al Padre Manuel Jové emprendía la marcha hacia el pueblo natal del Padre, donde pensaba él que no correría peligro la vida de los jóvenes seminaristas que la Providencia le confiaba. Deben constar aquí los nombres de estos jóvenes magníficos, nombres delante de los cuales esperamos poner pronto un Beato..., San... Onésimo Agorreta, Amado Amalrich, José Amar­gant, Pedro Caball, José Casademont, Teófilo Casajús, Antonio Cerdá, Amadeo Costa, José El­cano, Luis Hortós, Senén López, Miguel Oscoz, Luis Plana y Vicente Vázquez.
Caminaron todo un día a través de los campos resecos por el verano. Estaban fatigados y la noche la pasaron en un pequeño santuario de la Virgen encima de una colina. Al bajar por la mañana, el Padre distribuyó a los jóvenes de dos en dos para que caminasen distanciados y así evitaran sospechas. Pero hubo ojos avizores que siguieron los pasos de aquellas parejas misteriosas. Detenidos y llevados al pueblecito de Ciutadilla, sus habitantes los acogieron con gran comprensión, y, hasta con verdadero cariño, les procuraron comida y descanso. Pero vino la determinación fatal del Comité revolucionario de telefonear al Comité de Lérida, capital de la Provincia, para recibir esta respuesta: -Guárdenlos, que vamos en seguida.
Dos automóviles con un buen grupo de milicianos llegaron desde Lérida a media noche del 25. Primero, una buena cena regada con abundante vino, y... - Ahora, a divertirnos con ésos. “Esos” eran nuestros quince hermanos, que descansaban sus cuerpos rendidos sobre los colcho­nes y sábanas que les había prestado la buena gente del pueblo.
Lo primero de todo, un minucioso registro, que comenzaba con un puñetazo, un empellón o un latigazo. De los bolsillos no salían más que el pañuelo y el imprescindible rosario. Sobre el pecho del Padre Jové, debajo de la camisa, pendía un crucifijo devoto. -¿Qué esto?. -Mi Dios y mi Señor. -¡Haz el favor de tirarlo al suelo!. -¡No lo hago!... Se lo arrancan, y ellos mismos lo tiran con violencia: -¡Písalo!. -¡Eso, jamás! Prefiero morir. -Pues, ¡te lo tendrás que tragar!... Se lo aplican con la punta y se lo hunden de un terrible puñetazo en la boca, haciendo salir de ella sangre en abundancia y rompiéndole los tejidos de la cara.
Uno de los Estudiantes estaba rezando el rosario. -¿Qué es esto?. -El santo rosario… Y debió ser a éste al que le quisieron hacer tragar unos rosarios de la misma manera que el crucifijo al Padre Jové. Eso de hacerles pisar el crucifijo se corrió por todas partes, pues no hay testigo que no lo recuerde, como una religiosa: -Les querían hacer blasfemar delante de la imagen de un Crucifijo, a lo que ellos siempre se ne­garon.
Al amanecer, después de una noche como aquella del Divino Maestro en los sótanos de la casa de Caifás, allí quedaban las sábanas con grandes manchas de sangre, testigo mudo de las salva­jadas que se habían cometido con los quince Misioneros...

Amaneció el día 26, y empezaban unos cincuenta kilómetros de vía dolorosa hasta la ciudad de Lérida, llegados a la cual dicen los del control: -¡Buena redada, hombres! ¡Buena redada, y que se repita! Ahí está el cementerio, y es preferible acabar la faena cuanto antes...
Se reunió ante la puerta gran contingente de milicia­nos, muchos de los cuales entraron y otros se hubieron de contentar con presenciar la tragedia subidos a las paredes. Era entre las dos y tres de la tarde cuando bajaron de la camioneta a los presos. El Padre Jové se dirigió a todos: -Nos matarán. Pero morimos por Dios. ¡Viva Cristo Rey!
El empleado municipal afirma: “Los asesinos, antes de fusilarles, les dijeron que si que­rían re­nunciar a la Religión los dejarían en libertad. Los Misioneros dijeron que no renunciaban a la Reli­gión y que preferían morir por Dios. Murieron gritando ¡Viva Cristo Rey! Manifestaron mucha alegría de morir por Dios, sin que flaqueara nin­guno”.
Refiriéndose al Padre Jové, cuenta el albañil del cementerio: -Dijo gritando, por tres veces, durante el trayecto: ¡Viva Cristo Rey!”.
El enterrador detalla más la escena final. Pusie­ron a cuatro ante la pared, a la vista de los otros once. El Padre Jové, al ser puesto en fila el primero de todos, dijo: -¡Yo muero por Dios!. Ante esta afirmación, tomada a broma por los mili­cianos, preguntaron a cada uno en particular -¿Y tú también mueres por Dios?... -¡También yo muero por Dios!
Cayó el primer grupo, después otros dos grupos de cuatro, y el último de tres. Según el enterrador: -Todas las ve­ces, cuando les iban a fusilar y al oír la voz de ¡carguen!, gritaban fuerte: ¡Viva Cristo Rey!... Inmediatamente, el jefe de la sección dio a cada uno el tiro de gracia.

Los cadáveres fueron enterrados pronto. Y dice uno de los sepultureros: -Yo podría identificar con toda exactitud el lugar donde fueron en­terrados. En la fosa común hay 668. Y el Oficial del Registro añade: -Fueron enterrados en la fosa co­mún, hoy llamada Fosa de los Mártires. Todos ellos sacerdotes, religiosos, católicos distingui­dos de la Lérida mártir. Nues­tros jóvenes están en la base de montaña tan gloriosa...

FERNANDO SAPERAS, EL MARTIR DE LA CASTIDAD merece un puesto del todo singular. La Iglesia de todos los tiempos ha contado con mártires “vírgenes”, muchachitas encantadoras, las flores más bellas de su jardín. Pero eso de un hombre forzudo de treinta años, que muere de manera tan tremenda por defender la castidad que había profesado…, eso ya es algo fuera de serie. Y es precisamente lo que ocurrió con nuestro Hermano Fernando Saperas. Todo se hizo a plena luz, y no hay afirmación que no esté confirmada por un testigo válido o varios testigos presenciales.

Ya sabemos cómo se dispersó la Comunidad de Cervera en la finca del Mas Claret el 24 de Julio. Fernando, fornido, lleno de vida a sus treinta años, agricultor de fibra recia, al no poder quedarse en la finca por la prohibición del Comité, se refugia en un pueblecito vecino, a sólo tres kilómetros del Mas. Su conducta espontánea y moralmente rigurosa inspira a todos temor, y le aconsejan: -¡Prudencia! ¡Cuidado! Que caerá en manos de los milicianos… Y él, algo terco: -¡Qué cuentos! Si me matan por ser religioso, ¡seré mártir! Quienes nos persiguen son unos desgraciados, por los cuales sólo atino a rezar. A mí me cuesta poco perdonarlos.

Es la mañanita del 12 de Agosto y Fernando va a la casa de campo del amigo Bofarull donde puede ayudar en las labores del campo. Delante de ella hay un au­tomóvil con cinco pandilleros, lo peor con que contaba el Comité de Cervera, los cuales sospechan del recién llegado, le ordenan subir con ellos en el coche junto con Bofarull, y, para salir de dudas a ver si es o no un religioso de la Universidad, le mandan soltar una blasfemia asquerosa contra Dios. Ahora Fernando, sin disimulo alguno: -¡Soy religioso, y jamás blasfemaré! -¡Aaaah..., ya! ¿Con que tú eres un religioso? ¿Y nos querías engañar diciendo que eres un tra­bajador? -Soy un trabajador también. Al salir del convento nos recomendaron que nos ganáramos la vida por los medios a nuestro alcance. -Entonces, empieza a decir padrenuestros... Los milicianos no disimulan su feroz regocijo. Una sotana perdida en el bosque, o escondida en el seno de una familia cristiana, era la presa más codiciada para su voracidad revolucionaria.
Paran el auto ante una próxima hondonada, descienden todos, y ordenan a Fernando: -Y ahora, ya puedes dirigirte hacia ese montón de gavillas. Pensó Fernando que había llegado el momento de mezclar su sangre con aquel trigo granado, para convertirse en buen pan de Cristo, pero interviene uno del grupo: -La mujer y las hijas de Bofarull se mueren del susto al oír los disparos... Mejor será que lo fusi­lemos después y más lejos de aquí.
El auto se pone de nuevo en marcha. No hace falta trasladar aquí el diálogo ridículo y blas­femo que se desarrolla entre los milicianos y Fernando sobre la manera de decir Misa o de rezar el Padre­nuestro… Viene algo peor que todo eso. Una pregunta, que suena como un disparo, desvela todo el porvenir sombrío de este día:
-Oye, ¿tú no has ido nunca con una monja?... El declarante Bofarull prevenía a los del Tribunal en el proceso: -Le hicieron esta pregunta con otras palabras que me da vergüenza decir... Fernando responde con energía y con todo su genio, que era mucho: -¡Matadme, si queréis, y cuanto antes; pero no me habléis de esas cosas!
Un guiño soez pone de acuerdo a esos hombres embrutecidos. Detienen el auto, pasan los milicia­nos a la parte posterior de la carrocería, donde está el Hermano, uno de ellos se despoja sin vergüenza de sus ves­tidos, Casterás y otro sujetan con violencia a Fernando a quien han desnu­dado y puesto espaldas arriba, y el primero se lanza sobre él como una bestia. Bofarull sigue decla­rando en el proceso con expresiones muy duras, tomadas de la vida campesina. No hace falta que las traigamos aquí, cuando pretenden practicar el homosexualismo con Fernando, que grita desaforado: -¡Casterás, Casterás, no me hagas eso!... ¡Matadme, si queréis; matadme, matadme..., pero no me hagáis eso!
El cabecilla Casterás y los otros milicianos se rinden. Aunque les bastan pocos momentos para planear la jornada. -Bien. Al llegar a Cervera te llevaremos a una casa de prostitución. Si vas a una mujer a vista nuestra, no te matamos.
Y Bofarull atestigua: -Si esto no se lo dijeron diez veces, no se lo dijeron ninguna. Pero siem­pre oyeron la misma inflexible respuesta: -¡Matadme, si queréis; pero eso, no!

Llegan por fin a Cervera, y detienen a Fernando por unas tres horas en la cárcel. Después, viene lo temido... Empiezan por llevarlo a uno o dos prostíbulos de Cervera. ¿Y qué ocurrió en aquellos tugurios del placer?... Lo podemos adivinar por estas frases llegadas hasta nosotros a través de los testigos y esparcidas en el ambiente popular: -¡Virgen soy, y virgen moriré! Matadme; hacedme lo que queráis. Yo quiero morir santamente, ¡y sabed que no haré nada!
Como no conseguían nada en los prostíbulos de Cervera, los milicianos probaron fortuna en los de la vecina Tárrega. Y en El Vermut y La Garza, sitas casi frente por frente, llegan a consumir largas horas, sin que consigan doblegar la entereza del casto religioso. Comienzan por invitarlo a comer y quieren que beba buenos tragos de vino que le caliente... Vana pretensión, porque Fer­nando responde con ironía: -Ahora me queréis hacer comer, para fusilarme dentro de media ahora...
Los milicianos ya no se paran después en barras. Saben a qué atenerse para lograr su propósito. Quiera o no quiera, tendrá que ceder... No hallamos expresiones honestas para describir lo que cuen­tan en el proceso testigos presenciales, que coinciden siempre en la contestación de Fernando: -Matadme si queréis. Y no insistáis ni os canséis, porque no vais a conseguir nada.
Se provocó al Hermano de la manera más soez. Sin introducirlo en las partes reservadas de aque­llos tugurios, se hallaba expuesto a la vergüenza de cuantos quisieran contemplarlo, con des­nudeces que eran el bofetón más grande a su honor. Un testigo como ningún otro, sabedor de lo que estaba ocurriendo en los bares, se fue a curiosear, y declaró después todo lo que contempló con sus propios ojos: -Si hubieses visto en el Vermut y la Garza lo que hacían con un religioso, te hubieras estre­mecido. Le obligaron a... y obligaron también a alguna de las que allí había a que se desnudara y a bajarle los pantalones a él… Pero la actitud de Fernando durante tantas horas fue de una gran modestia, sin querer levantar los ojos, y rezando y santiguándose muchas veces sin respeto humano alguno, como dice otro testigo presencial: -¿Qué hacía aquel religioso? ¡Nada! Siempre con la cabeza baja, avergonzado, y sin decir ni una palabra. Sufría todas estas brutalidades, seguidas de puñetazos para ver si levantaba la ca­beza, y ante el Crucifijo que le pusieron a la vista.

Nada se conseguía, de modo que las mismas mujeres se pusieron de parte del Hermano, y dijeron a los mi­licia­nos: -¡Dejadlo, sinvergüenzas! El que quiera venir aquí que lo haga por su propia voluntad y no por fuerza.
Casterás, sin aguantar más, se encara con Carmen, amenazándole con el arma. -Tú serás la encargada de conseguirlo. ¡Si no te ocupas de él, te mato!
Pero Carmen, ¡pobrecita, pero qué buena!, recobra toda su dig­nidad de mujer, y, sin miedo a la pistola, contesta enérgica con estas palabras que nos constan por testigo allí presente: -¡No lo haré! Puedo ser puta, pero tengo más corazón y sentimientos que vosotros. Sois unos he­rejes, unos salvajes. Nunca haré un acto así, por más puta que sea.
Añade Carmen en su propia relación de los hechos: -Mis compañeras y yo, todas llorábamos. Y todas se portan igual: -Ahora, aunque él quisiera, nosotras no nos prestaríamos. Y sacáis de aquí a este religioso o nos marchamos nosotras.
Será Carmen la que declare todo ante el Tribunal eclesiástico, al que dijo: -¡Ya podéis hacerle mártir, ya, al pobrecito, que lo fue de veras!

Como todo se hizo muy público, en todos produjo el hecho general indignación. La tragedia se prolongó hasta cerca de medianoche. Y hacia las doce estaba Fernando ante los fusiles junto a la puerta del cementerio. El diá­logo entre él y sus verdugos nos lo ha conservado fielmente un gran amigo, escuchado aquel mismo día a su dependiente, uno de los asesinos: -Perdónales, Señor, que no saben lo que hacen. Y repite varias veces: -¡Yo os perdono! ¡Yo os perdono! ¡Yo os perdono!... Comentario burlón entre los del piquete: -¡Aun nos perdona éste!... Oye, ¿y qué nos has de perdonar tú?... ¡Apunten! -¡Viva Cristo Rey!¡Viva la Religión!... Es un grito de triunfo, vigoroso y limpio, que se abre en arco sobre la plácida noche estival. A pesar de los numerosos balazos, Fernando no muere al instante, y queda allí tendido en tierra y repitiendo: -¡Madre! ¡Madre mía!... Podía ser el recuerdo de la madre querida. Como podía ser también un grito esperanzado a Aquella que tan poderoso auxilio le había prestado du­rante su glorioso combate y a la que invocaba sin cesar en lo íntimo del corazón. Es imposible no imagi­narse al Hermano llamando todo el día a gritos a la Virgen María...
El alma invicta de Fernando se remontaba a Dios más allá de las estrellas... Por muy pocos mi­nu­tos, se adelantaba a los veinte connovicios suyos que en esa misma hora caían tan gloriosamente en una hondonada de los campos de Barbastro...

En la puerta del cementerio de Tárrega, a mano izquierda, está colocada la lápida de mármol, que, por un orificio central, deja ver aún hoy en la piedra de la pared el impacto producido por una bala. Y una lacónica inscripción, similar a la del sepulcro que guarda sus restos en la gran Iglesia parroquial, canta la gloria del héroe: AQUÍ POR DEFENDER SU CASTIDAD RELIGIOSA FUE MARTIRIZADO EL 13-VIII-1936 EL HERMANO FERNANDO SAPERAS MISIONERO HIJO DEL CORAZON DE MARIA.


OTRIOS MARTIRIOS SOLITARIOS. Fueron varios los de la Comunidad de Cervera que murieron fuera de grupo y todos ellos nos legaron páginas de sublime heroísmo.

El Padre Juan Prats, a pesar de su juventud, era ya Doctor y un brillante profesor de Derecho Ca­nónico. Al ir a fusilarlo el 17 de Agosto, sus verdugos se emocionaron tanto por las palabras del Padre, que nadie lo quería matar. Hubieron de jugarse a suerte la triste faena, aunque pa­rece lo más cierto, según varios testigos, que señalaron a dedo al que había de disparar primero: “Tú, que fuiste quien lo descubrió y lo denunciaste”. El pobre diablo lo hizo con tan mala puntería que en­tre todos lo remataron al fin a golpes de piedra destrozándole el crá­neo...

Jenaro Pinyol y Remigio Tamarit. Estos dos jóvenes Estudiantes nos dejaron un ejemplo excepcional de fortaleza y serenidad. Detenidos mientras se dirigían a sus familias, piden a los milicianos que antes de ser fusilados les permitan escribir a sus seres queridos, y nos dejaron estas notas: “Os dirijo mis últimas líneas de despedida. Adiós, hasta el Cielo. Jenaro Pinyol Cmf. Igualmente, adiós, hasta el Cielo. Muero gritando ¡Viva Cristo Rey! Remigio Cmf”. Piden también que les dejen rezar algo antes de morir, y ambos lanzan al aire la clásica jaculatoria española: “¡Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía!”. Pero ya no se les concede la última petición: morir de frente y no de espaldas: “Los hombres honrados no esconden la cara”. Los asesinos, quizá porque no podían sostener su mirada ante la de aquellos dos valientes, les mandaron volverse y ellos obedecieron con humildad, una vez lanzado el imprescindible “¡Viva Cristo Rey!”...

El Padre Emilio Bover moría en el cementerio de Cervera el 20 de Agosto. Figura patriarcal si las había, dejó un gran recuerdo por las muchas vocaciones que atrajo a nuestros seminarios. A sus ver­dugos les dijo antes de morir: “Os perdono de corazón por amor de Dios”. Y fue voz común en Cer­vera que les pidió también la gracia de besar la mano del que le iba a disparar...

El Padre Enrique Cortadillas, joven sacerdote, era todo fervor, entusiasmo, amor encendido a la Congregación... Y repetía en aquellos días aciagos: -Si cien veces naciera, cien veces en­traría en la Congregación, aunque me hubieran de matar. Ahora, a mitad de la noche del 24 al 25 de Agosto, llegaban los milicianos de Cer­vera. Imposible describir la escena desgarradora cuando Enrique hubo de arrancarse de los brazos de su madre y her­manos, ya que el papá, enfermo del corazón, estaba retirado en otra habitación. Al dar el último beso a la mamá que sollozaba desesperada, se limitó a decir re­signado: -¡Qué triste es tener madre en algu­nas ocasiones de la vida! No lloréis por mí. A las tres de la mañana caía bajo las balas en el cemen­te­rio de Cervera, habiendo gritado antes la jaculatoria más clásica de la Congregación: “¡Oh dulce Co­ra­zón de María, sé la salvación mía!”...

El Hermano Ramón Ríus. También el joven y angelical Hermano Ríus supo lo que era ser arrancado de los brazos de la madre. Al estallar la Revolución se había refugiado en la casa paterna. A sus veintitrés años, era ya un veterano en los caminos de la santidad. En aquella casa cris­tianísima de campo estaban además refugiadas sus otras dos hermanas religiosas con tres compañeras más, y todos practicaban una vida rigurosamente claustral, dedicados a la oración y al trabajo con asidui­dad edificante. A la madre le oyen todos ellos decir severamente: -Mirad, hijos, en tiempos de persecución se pone a prueba la fe. Antes que aposta­tar, primero la muerte. El 2 de Septiembre venía la chusma de milicianos a llevarse a Ramón, que oye de su valiente madre esta única recomendación: -Si te quieren hacer renegar de la religión y de Dios, de ninguna manera lo hagas. Prefiere morir mil veces antes que apostatar. Con esta ben­dición de su madre se enfrentaba a los fusiles en el cementerio de Cervera...

Juan Alsina y Antonio Perich, Sacerdote el primero, y joven Estudiante teólogo el segundo, eran sacados de la cárcel de Manresa el día 16 de Septiembre junto con seis laicos, católicos distinguidos, para ser fusilados en el cementerio. Su vida en la cárcel había sido edificante por demás. Oración entre los detenidos, muchos Rosarios elevados al Cielo y charlas compartidas de religión entre los presos. Al ser sacados para ir a la muerte, algunos de los seleccio­nados lloraban por la suerte de sus seres queridos. El Padre Alsina los re­confortó: -¡Animo! No hay que desalentarse. Es cuestión de sufrir por unos momentos y luego esta­re­mos en el Cielo. ¡Qué con­suelo para los suyos el pensar que tienen al esposo y al padre con Dios en la Gloria!...

El Hermano Antonio Casany era por su inocencia y simplicidad una figura clásica entre los nuestros de la finca del Mas Claret. Devotísimo siempre, siempre es­taba en oración, lo mismo en la capilla que detrás de los bueyes uncidos al arado o mientras cuidaba de los animales en los establos. Refugiado en la casa de campo de unos amigos, el 10 de agosto era sorprendido por los mi­licianos, que le hacen subir al auto para llevarlo al Comité. -¿Religioso? No hacen falta más pruebas. ¡A fusilarlo! Con su víctima dentro del auto, sorprenden en el camino al sacerdote diocesano Don José Nadal, al que ni tan siquiera llevan al Comité. Son ya las diez de la noche. Los bajan del auto en la hondonada vecina, y sospechando el Hermano lo que viene, se arrodilla sin más ante el Sa­cerdote, junta las manos delante del pecho, baja humildemente la cabeza y le pide la absolución. Los mi­licianos se enfurecen: -¡Matadlos, matadlos, acabemos con esas majaderías!... Y mientras el ministro de Dios levantaba el brazo para absolver, confesor y penitente caían acribilla­dos por las balas…

El Hermano Ramón Roca, humorista empedernido, se presenta en la finca de Mas Claret, pero resultaba imposible su permanencia allí, porque el Comité revolucionario tenía fichados y controlaba a los únicos que en ella podían permanecer. Pero el amor fraterno encontró la solución. -Pase el día en la cueva. Por la noche, véngase a dormir en el cobertizo del motor, por la ma­ñanita asista a la Misa, comulgue aquí mismo, y estaremos todos tranquilos. Si el Comité concede el permiso, se agrega al grupo de casa. En medio de la estrechez y privaciones, Ramón se siente feliz: -¡Gracias a Dios que puedo ir a Misa y comulgar!... Y a rezar rosario tras rosario. Se pidió el permiso al Comité para que Ramón se agregara al grupo, y al fin respondió el Comité: -Que se presente, y le damos palabra de honor de que no le va a pasar nada… El honor marxista era ley de un código especial... Se llevan al Hermano, que se despide sereno: -Rogad por mí, que yo desde el Cielo rogaré por vosotros. La Vir­gen de la Merced, liberadora de cautivos, en su fiesta del 24 de Septiembre le soltaba a Ramón todas las amarras que le impedían volar libremente a la Gloria...

El Padre Juan Blanch. Perteneciente a la Comunidad de Vic, estaba en Cervera de puro paso cuando llegó la Revolución. Sorprendido por las circunstancias, se refugió en casa de la familia Lloses, la del Padre Agustín, el mártir de Lérida, hasta que el 31 de Agosto, a las diez de la noche, se presentó la patrulla de milicianos, que se llevaban al Padre junto con el dueño de la casa ante los lloros de la esposa querida y los lamentos clamorosos de los niños. Se desmaya el padre de familia y así desmayado es arrastrado por los milicianos escaleras abajo hasta el coche. Un rato más tarde estaban ardiendo dos cadáveres en la cuneta de la carretera a Barcelona, casi en el arran­que del camino a nuestra finca del Mas Claret.

¿Y los que faltan?... Queda sin reseñar aquí el martirio de los otros nueve Misioneros de la misma Comunidad de Cervera: los Padres Ángel Pérez, José Folqué y Dionisio Ponsa; los Estudiantes José Reixach, Ireneo Jiménez y Daniel Sáenz; y los Hermanos Esteban Mes­tres, Juan Llabet y Agustín Trallero.
Por falta de testigos aptos para un proceso canónico no ha sido posible incluirlos entre los candi­da­tos a los altares. Nosotros los re­cordamos con afecto fraternal mientras decimos, con palabras de la Biblia, que el mundo no era digno de ellos...

LOS MÁRTIRES DEL HOSPITAL. Este hecho nos va a llenar de indignación, es natural. ¿Cómo es posible matar a los seres más ino­centes e indefensos, como son unos ancianitos imposibilitados o enfermos incurables, sacándolos de la cama para llevarlos al cementerio? Pero, así eran las cosas en aquellos días aciagos.

Al dispersarse la Comunidad de Cervera, los enfermos y ancia­nos fueron conducidos al Hospital, donde también se quedó con los más necesitados el Padre Jaime Girón, “porque el puesto del Superior está al lado de sus súbditos”. El Padre Pedro Sitges se quedó con el Superior, porque era el Ecónomo de la gran Comunidad y, en nuestras Comunidades, el Ecó­nomo era también el encargado especial de los Hermanos. Desde el Hospital podrían seguir mejor los dos el rumbo que llevaba cada uno de sus encomendados en medio de la catástrofe...Se quedaba además con los imposibilitados el Padre Juan Buxó, Médico de profesión, donde atendería con tanto cariño a sus hermanos.

Los doce que se quedaron definitivamente en el Hospital fueron los Padres Heraclio Matute, Luis Jové, José María Serrano y Juan Buxó; los Estudiantes José Ausellé, Evaristo Bueria, José Loncán y Manuel Solé; junto con los Hermanos Francisco Canals, Buenaventura Reixach, José Ros y Miguel Rovira. De momento, están allí también los Padres Jaime Girón y Pedro Sitjes.

Cuidaban del Hospital las Religiosas del Corazón de María y una Junta muy responsable y cató­lica, que asignaron a los Misioneros dos salones del piso superior, totalmente independientes del pú­blico.

El Padre Jaime Girón, clarividente y realista, hacía años que predecía la Revolución como un auténtico profeta. Hombre pensante por naturaleza, y conocedor como pocos del estado real del pueblo, solía repetir acerca de sí mismo: -¡Tanto como he querido y he hecho por el obrero, y será el obrero quien me matará!... Sus presentimientos se cumplirían puntualmente.
Ante el peligro evidente que corrían, los Padres Girón y Sitjes salieron separados al amparo de la noche. Aún no había salido el sol, y, arrodillados uno delante del otro, se dieron mutuamente la bendición. Un abrazo espontáneo y fuerte, acompañado de un “¡Adiós, Pa­dre, hasta el Cielo!”..., y cada uno emprendía su camino en direcciones totalmente opuestas...

El Padre Girón, firme en su idea desde antes de la Revolución, se dirigió hacia la pacífica comarca de Solsona, pero, traicionado por un pastor, cayó en manos del Comité revolucionario de Torá. Encarcelado, es sacado a mitad de la noche y colocado ante la pared del cementerio. El Padre reivindica el amor que siempre había demostrado por los obre­ros y exhorta a sus verdugos a volver al buen camino..., hasta que se oyó la voz más decidida de uno del grupo: -¡Venga, a tirar! Que este tipo es capaz de convertirnos. La descarga le dejó al Padre tendido en tierra, sobre la hierba verde. Y es fama co­mún, y se pudo comprobar el hecho hasta varios años después, que sobre el lugar en que estuvo ten­dido el cadáver ya no creció más la hierba...

El Padre Pedro Sitjes, perdido por el campo, se esconde en una cueva durante cuatro días. Pero es descubierto, ha de marchar de aquel escondrijo, y al fin caía en manos de una patrulla que lo fusilaba en aquellas soledades.

Hemos de volver al Hospital, donde están nuestros doce queridos enfermos y ancianitos. La vida seguía normal en aquellos dos salones del piso superior. Oración, mucha oración... A esto se re­ducía la vida en aquel santuario. Hasta que el 16 de Octubre, Enrique Ruan, el peor de los asesinos, sentenció: -Ya que éstos no quieren salir, los sacaremos nosotros.
Y lo cumplieron al pie de la letra.. A media noche del 17 al 18, tres criminales subieron al piso superior donde dormían nuestros Misioneros.
Desde la puerta, les gritaba Solé: -¡Venga, arriba todos! Levántense, porque los tenemos que llevar a un sanatorio.
A varios, imposibilitados, les tuvieron que ayudar a vestirse, especialmente al Padre Luis Jové, que llevado por otros bajaba en camilla por las escaleras. Uno de los Hermanos ancianitos, que se creía lo del sanatorio, preguntó mientras caminaba sobre su bastón: -A las doce ya estaremos, ¿verdad?... Y el asesino Solé: -Sí, hombre, sí, y hasta antes y todo.

Entre los que iban al martirio, algunos no estaban enfermos ni eran ancianos. El Hermano Fran­cisco Canals desempeñaba el cargo de Enfermero en la Comunidad, y desde un principio se negó a marcharse libre: -Tengo a mi cuidado a los enfermos, y yo no me marcho. Y siguió repitiendo hasta esta noche: -Yo podría salvarme, pero no quiero dejar a estos pobres enfermos.
El seminarista Evaristo Bueria se había refugiado en el Hospital. Fue a buscarlo una hermana suya, y el muchacho no quiso aceptar la huída: -Me quedo, porque siento unos vehementes y extraordinarios deseos del martirio. Ahora le ponía Dios la palma en las manos, igual que a sus dos compañeros José Loncán y Manuel Solé. El otro seminarista, José Ausellé, estaba en plena juventud bien clavado en la cruz de una grave y dolorosa enfermedad.
Ayudados de los otros, bajaban por la escaleras como podían el veterano misionero de Guinea Hermano José Ros, desde hacía veinte años ciego del todo, y los Hermanos Buenaventura Reixach y Miguel Rovira, también ancianitos e imposibilitados. El venerable Padre Heraclio Matute se despidió de una Hermana entregándole su Crucifijo de Misionero.
Las Hermanas contemplaban con estupefacción y llorosas aquella marcha, a la vez triste y gloriosa. Una de ellas nos cuenta que el Padre Serrano, muy dolorido con su mal de Pott encima, dejó escapar una chispa de su celo apostólico cuando se dirigió a José Solé hablándole de Dios, tratando de remover algo el rescoldo y las cenizas de la fe cristiana de su infancia. Aquel asesino profirió una repugnante blasfemia, mientras contestaba furioso: -Todavía piensas en esas cosas? ¿Aún crees tú en Dios?...

En la puerta del Hospital les esperaba el camión, que se dirigió al vecino cementerio, a poca distancia de la Ciudad y sin estorbo que impidiera su visión desde el Hospital. Internadas ya dentro las víctimas, y ante los fusiles, comenzaron los mártires a gritar: -¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Cristo Rey!. No tenemos más testigos que los milicianos, que lo comentaban después por toda Cervera, hacién­donos a nosotros para los procesos de beatificación un favor inmenso: -Caían como moscas. Pero todos gritando ¡Viva Cristo Rey!, y eran los jóvenes los que más fuerte gritaban.
Pero aún faltaba el último acto del drama del Hospital.

El Padre Buxó es entre nosotros una figura sobresaliente por su santidad extraordinaria. A los treinta y seis años entró en la Congregación, dejando su profesión de Médico, que ejercía con gran competencia. Durante sus veinte años de vida religiosa fue un modelo acabado de observancia regular. Piadoso, austero, penitente, abnegado, con un dominio de sí mismo impresionante; su fidelidad a las Constituciones y al horario del Reglamento se hicieron proverbiales. Era frase humorística suya: -Si me hacen un día santo, quisiera que me pongan en una mano las Constituciones y en la otra el reloj. Por eso era llamado también humorísticamente en la gran Comunidad de Cervera “El Padre Segundo”.
Al desatarse la Revolución, fue reclamado por sus colegas y amigos los Médicos de Barcelona para salvar la vida, pero él respondió impasible: -Mi puesto es al lado de mis hermanos enfermos. Y en el Hospital se quedó, practicando con esmero su profesión, y, por requerimiento de la dignísima junta, como Médico de guardia.

En el Hospital se va a hacer célebre en estos meses con el miliciano Enrique Ruan, el asesino más espantoso y temido en toda la comarca. Se rompió una pierna, y el Padre Buxó lo tomó por su cuenta con amor más que de madre. Suerte que contaba con la palabra solemne de aquel mili­ciano: -Descuida, que cuando cure te lo pagaré.
Ahora se le presentaba a Enrique el momento de cumplir su palabra de honor... El Padre Buxó, por su condición de Médico, dormía en cuarto aparte, y, al ser sacados del Hospital para la muerte nuestros hermanos enfermos, la Madre Margarita fue corriendo a darle la noticia: -¡Padre, que se los han llevado!... Mientras se lo decía, desde el Hospital, y en medio del silencio de la noche, se oyeron perfectamente las descargas, tan cercano como estaba el cementerio a campo traviesa. Pero el Padre siguió en la cama, como si fuese la hora más intrascendente de su vida: -¡Alabado sea Dios! ¡Qué vamos a hacer! Son mártires. Bueno, se ve que se han olvidado de mí. No tardarán en volver a buscarme.
Y no se equivocó. Al cabo de un rato estaban Solé y los otros ante su habitación, en la que entraron sin avisarse. Y el Padre Buxó, al que no se le vio nunca perder el control férreo de sus nervios ni por un instante, ahora dibujó en su rostro un gesto de extrañeza y dolor: -¿Tú también, Enrique?... ¿Tanto daño te he hecho, que me tienes que matar?...
Con el Padre Buxó llevaban también para fusilar a tres seglares, y los milicianos se permitían con ellos bromas incalificables. Igual que Enricon el Padre Buxó, al que le preguntaba con palabra médica -¿Dónde querrás que te dé la inyección?... -Donde tú mismo quieras.

En el cementerio, y junto al montón de cadáveres de los fusilados hacía un rato nada más, los cuatro hicieron gala de su entereza cristiana. Y el Padre Buxó, para morir con un gesto digno de su grande alma, pidió a los asesinos la gracia de besar la mano de quienes le iban a disparar, a lo que contestaron molestos aquellos crimi­nales: -¡Bésate la tuya! Con todo, accedieron a la otra petición que les hizo: -Dejadnos rezar un poco... -Rezad todo lo que os dé la gana. Rezaron. Hicieron el acto de contrición con calma. Hasta que se dijeron los asesinos: -Esto no va a acabar nunca. ¡Venga, disparemos! Los mártires lanzaron gritos vigorosos de ¡Viva Cristo Rey!, y con esta gloriosa aclamación en los labios recibieron las descargas.
No tenemos que inventarnos ni un detalle. Los milicianos se encargaban de esparcir por los cuatro vientos las incidencias de aquella noche. Enfermos, ancianos, imposibilitados, ¿qué más daba?...

LA FINCA DEL MAS CLARET. El día 1 de agosto quedó definitivo, por orden del Comité, el número de los moradores del Mas Claret. Eran los Sacerdotes: Manuel Font, José Ribé y Julio Leache; los Estudiantes Francisco Simón, Antonio Elizalde, Emiliano Pascual, Eusebio de las Heras, Constantino Miguel y Francisco Solá; y los Hermanos: Francisco Milagro, Pedro Vives, José Ferrer, Dionisio Arizaleta, Juan Senosiain, Fernando Castán, Narciso Simón, Francisco Marco, Nicolás Campo y Francisco Bagaría. Todos serían coronados con el martirio, menos el Hermano Francisco Bagaría, cuya suerte iba a ser la misma que la del Hermano Ramón Vall en Barbastro. Testigos de todo hasta el fin los dos, a Vall le per­donaron la vida los milicianos para aprovechar sus servicios de cocinero, y a Bagaría para que siguiera cuidando la finca con los criados y criadas que ellos quisieran imponer en ella...

Los Misioneros trabajaban en la tierra y en los corrales con intensidad excesiva a fin de tener satisfecho al Comité, que cada día mandaba el camión a recoger los frutos del campo, los huevos, la leche… El Comité exigía allí esfuerzos sobrehumanos, porque hemos de pensar que entre los diecinueve de la finca había unos seis enfermos o ancianos, que no se habían refugiado en el Hospital, sino que perma­necieron allí donde se encontraban. Además, los mismos jóvenes Estudiantes estaban hechos a otra clase de trabajo. Sabían empollarse bien los libros, pero las labores del campo les resultaban pesadísi­mas.

Y al igual que en Barbastro, los milicianos se empeñaron en hacer claudicar a los nuestros, especialmente a los jóvenes, llevando consigo cada día mujeres desenvueltas que les presentaban a todos mientras les hacían permanecer firmes: -¿Cuál te gusta más. Esta que es así, o esta otra que es asá… Así un día y otro día, mientras mantenían la decisión de dejarlas fijas en la finca para que se pudieran divertir con ellas… Pero los nuestros, en reunión comunitaria, decidieron: -Si ellas entran por una puerta, nosotros nos marchamos por otra, aunque nos fusilen allí mismo. Pero estar con ellas, en modo alguno.

El Comité no podía tener ninguna queja, pero el Mas se convirtió en escenario del crimen el día 19 de Octubre. Los del Mas no se enteraron para nada del fin que tuvieron los del Hospital en aquella primera hora del domingo 18, y el lunes 19 se había presentado en la finca como un día cualquiera: trabajo, mucho trabajo... Hasta que a las cuatro de la tarde llegó el consabido coche del Comité, del que bajaban el chofer de siempre, un tipo extraño con la cámara en la mano para pasar como fotógrafo, y Juan Padrós, célebre asesino en funciones de juez y con la vara de la autoridad en la mano… El chofer habla al Hermano Bagaría: -Nada especial. Venimos con el fotógrafo porque deseamos retrataros a todos.
Entre tanto, de otro coche bajaba un alguacil del Comité y el asesino Enrique Ruan, que ya cono­cemos bien... Las paredes del edificio les impedían a los nuestros ver lo que tenían a sus espaldas: una treintena de forajidos, armados de ametralladora y fusiles. El Hermano Bagaría va a sumarse al grupo de los que ya están para la fotografía en cuestión, sentados unos y de pie los otros,. Pero el chofer interviene nervioso, agarrando del brazo al Hermano y señalando a los dos criados que estaban con él: -Tú y éstos subid al auto. -Pero, ¿y la fotografía? -¡Venga, rápido, toma tu chaqueta y sube, pues hemos de ir aprisa a Cervera!
Suben al coche, pero al motor no le dio la gana echar a andar... Lo ruedan por la pequeña pen­diente, ¡y nada! Dios quería un testigo de excepción en el martirio de los dieciocho Misioneros. El Hermano Bagaría, con el corazón prensado, oye las palabras del inicuo juez Padrós dirigidas al al­guacil del Comité y al terrible miliciano Enrique Ruan: -¿Que no quiere funcionar el coche? Es igual. Nos están esperando y se va haciendo tarde. Va­mos a hacer la faena... Y dirigiéndose a Bagaría: -Tú y los dos criados, bajad. Os quedaréis aquí para cuidar de todo esto. A todos los demás los vamos a pelar ahora mismo.
El Hermano se sube al piso de encima y contempla con horror cómo agrupan a las víctimas en una hilera de cuatro en fondo, en medio de dos cuerdas sostenidas por milicianos que los bajan hacia la plazoleta de la capilla y de allí a una pequeña explanada poco más abajo. Los Misioneros, contarán después los milicianos, se perdonaron mutuamente mientras los tres sacerdotes daban a todos la absolución. Serenos. Resignados. Desde el principio habían contado con la muerte y ahora tenían la palma al alcance de la mano. Las ametralladoras y los fusiles acabaron con dieciocho vidas preciosas.

El Hermano Isidro Costa, joven de veintisiete años, pertenecía a la Comunidad de Vic pero murió en la finca del Mas el 11 de Noviembre, como cima y colofón de un acto singular de amor fraterno. El bendito Hermano, con una caridad que le honra, y contra el consejo insistente que le daban todos, se empeñó en ir desde Vic hasta el Mas para saber la suerte de sus hermanos. Efectivamente, se marchó. Hospedado en un poblado vecino, el buen amigo que lo albergaba no logró disuadirlo: -No vaya al Mas, donde no va a hacer nada. Han matado a todos, y el Hermano Bagaría se halla en unas condiciones insoportables. Resultaba inútil toda recomendación. El amor a sus hermanos de Congre­gación iba a poder más que todas las razones dictadas por la prudencia más elemental. Se dirige sin más hacia la finca, donde es reconocido por antiguos criados, que lo presentan ante el nuevo jefe, y, antes de una hora, quedaba su cadáver tendido en una pequeña explanada para ser enterrado poco después junto a sus her­manos, los dieciocho mártires del 19 de Octubre.

Comunidad Seminario de Cervera. ¡Qué colofón martirial para su brillante historia!...


FERNAN CABALLERO - TERCER SEMINARIO MARTIR

Tendríamos que llamarlo de Zafra, o, si queremos, de Ciudad Real; pero ha vencido Fernán Caballero por haber sido en la estación del ferrocarril de esta Ciudad manchega el lugar donde fusilaron a los Estudiantes Teólogos de la Provincia Bética.
El primer grupo de Cervera había conseguido ya la palma del martirio cuando, dos días más tarde, vino a sumarse a la fila de los héroes este otro Seminario Claretiano, el cual raya a la misma altura martirial que los Teologados de Barbastro y Cervera.

La Provincia claretiana de Bética se confeccionó en la persecución religiosa española un martirologio es­pléndido. Si algo hemos de lamentar es que muchas de sus víctimas no han contado con testigos váli­dos para los procesos de beatificación y por este motivo no podrán escalar la gloria de los altares. Su premio en la tierra va a ser un anonimato glorioso, aunque en el Cielo luzcan con orgullo las deslum­brantes vestiduras blancas que extasiaron al autor del Apocalipsis... Concretamente, apenas estallada la contienda, morían en Jaén los cuatro protomártires claretianos de la persecución, linchados material­mente por el pueblo enfurecido. A la hora de declarar, no se ha encontrado a nadie...
Nuestros Estudiantes Teólogos, en odisea impresionante, salieron de Zafra, se establecie­ron en Ciudad Real y culminaron en Fernán Caballero su pasión gloriosa, iniciada varios meses antes del estallido de la Revolución.

Salidos de Zafra ante el peligro inminente que corrían, para el día 4 de Mayo estaban todos los Estudiantes Teólogos en Ciudad Real, pues la Capital manchega se ofrecía como un remanso de paz para los cuarenta y siete miembros que componían la Comunidad: ocho Sacerdotes, treinta Estudian­tes y nueve Hermanos Coadjutores. De estos cuarenta y siete, veintisiete van a dar gloriosamente la vida por Jesucristo. Once de ellos, aventados por las cir­cunstancias, morirán aisladamente en diversos luga­res, especialmente en Madrid dentro de un anonimato doloroso. Pero los de Fernán Caballero llenarán de gloria los anales de la Provincia Claretiana de Bé­tica. Los quince compañeros que se salvaron escri­bieron después muchas páginas brillantes de servicios a la Iglesia con su vida misionera.

Las vacaciones estivales se presentaron duras, y más con el calor tan subido en las tierras de la Mancha. Sin embargo, había paz y alegría, como dice en cartas a los suyos un futuro mártir, el Estudiante colombiano Jesús Aníbal Gómez: -No tenemos huerta, y para el baño nos las arreglamos de cualquier modo... De paseo no hemos salido ni una sola vez desde que llegamos: de hecho guardamos clausura estrictamente papal; así nos lo exigen las circunstancias. Por lo dicho puede ver que no estamos en Jauja y que algo tenemos que ofrecer al Señor, aunque estamos saboreando la alegría que Dios regala a los perseguidos por su nombre...

Estallada la Revolución el 18 de Julio, en Ciudad Real seguían las cosas con relativa normalidad. Pero el día 23 el Padre Provincial ordenó la dispersión prevista. Se organizó para el día siguiente, aun­que... se llegaría tarde. Los que pudieron marcharon a sus familias, los extranjeros a sus consulados, y los más se desplazaron hacia Madrid, donde ya se habían dispuesto las pensiones más seguras.
Por la noche de aquel jueves se tuvo Hora Santa especial, que recuerda tanto la de tres días antes en la Comunidad de Barbastro y la del día siguiente en el Mas Claret de Cervera. Los tres Teologados iguales... Aquí cantaron los jóvenes el “Quédate con nosotros” de Iruarrízaga: -No te vayas, Señor, que anochece, y se apaga la fe; que las sombras avanzan, Dios mío, y el mundo no ve...
Al mediodía del 24, mientras estaban todos en la mesa, se presentan unos quince hombres armados ordenando el abandono de la casa. El Padre Superior exige la orden por escrito del Gobernador, con el que se pone en comunicación telefónica. No se saca nada en claro de aquella autoridad... O es un cómplice de los asaltantes, o un indeciso, o un cobarde.
El Padre Superior ordena la desbandada prevista, pero se adelanta la chusma compuesta de mineros, ferroviarios y campesinos llegados de fuera.... Desde el principio hay que hacer justicia a los ciudadanos e incluso a los milicianos de Ciudad Real. Todos los desmanes fueron realizados por los forasteros, avezados a la revolución y al crimen, ante las protestas o el silencio impotente de los otros. Los de la Ciudad permitieron y hasta ayudaron a los presos a mandar telegramas y a organizar la dispersión.

Prisioneros en la propia casa, así los podemos llamar. La escena será igual que la desarrollada en Barbastro cuatro días antes, pues parecen calcadas la una en la otra. Los asaltantes no sabían que había tanta gente dentro. Contaban con seis o siete, y se encontraron con un grupo muy numeroso. Aquí empezaron las discusiones. -¿Qué hacemos con tantos?... -¡Se les pegan cuatro tiros y aquí no ha pasado nada!... -¡A quemarlos! ¡Que traigan un bidón de gasolina! ¡Al río con ellos!... Todo, acariciando sus pistolas, y “¡con qué caras, con qué ademanes, con qué palabras!”, escribirá después el Padre Superior.
Dos horas y más duró la escena cruel. El buen muchacho Jesús Aníbal Gómez aprovechó un mo­mento para exponer su condición de extranjero y pedir se le comunicase con el Consulado co­lom­biano de Sevilla. -¿De modo que tú eres colombiano? Pues, te vamos a llevar a Italia con los fascistas. Y, oye: ¿de tan lejos te has venido para hacerte cura? -Sí, señor; y a mucha honra. De poco le iba a valer su condición. Lo matarían a pesar de ser extranjero y lo matarían porque iba a ser sacerdote…
Al fin, hacia las cuatro, se presentó un delegado del Gobernador, que revisó todas las depen­dencias. Finalizada la inspección, les comunica que todos quedaban detenidos y presos en la propia casa. ¿Razones?... Vea el lector si le convencen las que dio al Padre Superior: -Peligrosidad por ambas partes. Por parte de ustedes, porque sus vidas no están seguras en la calle. Por parte nuestra, porque si no tomamos esta medida, nosotros corremos el mismo riesgo.

Se les distribuyó a los detenidos de dos en dos por todos los cuartos. Uno dormía en la cama, otro en el suelo so­bre un colchón y siempre con la puerta abierta. Las órdenes eran tajantes: -Al primero que asome la cabeza, le va un tiro. No podían salir para nada sin previo permiso, un permiso que, para no asomarse a la puerta, habían de pedir a gritos... Como el calor era tan sofocante y estaban todos deshidratados, al fin consintieron los milicia­nos que dos de los detenidos pasaran el botijo de agua de cuarto en cuarto. A sus horas bajaban al comedor, en filas y custodiados por los milicianos.

Menos mal que el cabo de guardia del día 25 tuvo una corazonada. En la fiesta de San­tiago, Patrón de España, les permitió salir de sus escondrijos, reunirse en la capilla para una Misa, y pasar después casi toda la mañana reunidos en el patio jardín bajo la mirada atenta de sus guardia­nes.
Sólo que al volver todos de nuevo a sus cuartos se encontraron destrozados por tierra todos los objetos religiosos: crucifijos, cuadros, imágenes..., sustituidos por hoces y martillos, eslogans revolucio­narios, carteles de curas colgados, caricaturas indecentes...
Y por la tarde había un programa especial: los milicianos trajeron a sus parientes, amigas o novias para que contemplaran el espectáculo de los curas en sus cuartos, mientras que por los pasillos desfi­laban muchachas desvergonzadas vistiendo ornamentos sagrados o cubiertas con bonetes de clérigo...

Así los tres días que quedaban hasta el 28. Por las noches disparaban intencionalmente en los techos para aterrorizar a los presos. El domingo 26 fue especialmente duro. Los despertaron en medio de un ruido infernal y les obligaron a vestirse a plena luz. Por la tarde, los milicianos y los visitantes curiosos se lanzaban a la calle armados de escopetas, pistolas, hachas, palos..., gritando furiosos: -¡A matarlos! ¡A matarlos!...
Se acabó con aquella situación de desespero cuando el Padre Superior se puso en contacto con el Gobernador. En la oficina del Gobierno Civil el papá del Padre Máximo Peinador, que había ido a buscar a su hijo, logró se le extendieran los anhelados salvoconductos para ir todos a Madrid o adonde les conviniera.

Fernán Caballero va a ser una meta no programada. Con los salvoconductos en la mano, pudieron organizarse los grupos. En el primero, además del Padre Máximo Peinador acompañado de su papá Don Eutiquiano, irían estos catorce Estudiantes: Tomás Cordero, Claudio López, Ángel López, Primitivo Berrocoso, Gabriel Barriopedro, Antonio Lasa, Vicente Robles, Melecio Pardo, Antonio María Orrego, Otilio del Amo, Cándido Catalán, Ángel Pérez, Abelardo García y Jesús Aníbal Gómez.
Abrazos emotivos. Promesas de oración. Y un confiado “¡Hasta pronto!” al salir hacia la estación del ferrocarril custodiados por milicianos. Era media tarde del día 28, y el sol de Julio caía feroz sobre los campos manchegos. Los expedicionarios se dis­tribu­yen para subir a los vagones. Pero, reconocidos por los muchos curiosos que en aquellos prime­ros días de la revolución se agolpaban en las estaciones de trenes y autobuses, comienza en seguida el tu­multo ensordecedor: -¡Curas! ¡Frailes! ¡No los dejéis subir! ¡A matarlos! ¡Son curas! ¡Éstos no llegan a Madrid!...

Los treinta o cuarenta milicianos reúnen a los pobres muchachos en una sala de la estación y los guardan allí hasta que llegue el tren, que se presenta a las cuatro y cuarto. En este tren venía un gran contingente de milicianos que se dirigían a Madrid. Enterados sobre el asunto de nuestros Seminaristas, impiden que suban porque los quieren matar allí mismo. Ahora se entabla una discusión acalorada entre socialistas de Ciudad Real y los milicianos comunistas. Los primeros quie­ren llevar a los muchachos hasta Madrid para que deter­mine la Dirección General de Seguridad. Los otros se empeñan en liquidarlos allí mismo. En la fu­riosa discusión interviene una miliciana repulsiva, que besa cariñosamente a uno de los revoluciona­rios a la vez que pide a todos: -¡A matarlos! ¡Hay que matarlos!...

Al fin, los suben después en el mismo vagón de atrás, y, para que vayan todos juntos, desalojan de sus puestos a varias personas. ¿Con qué intención?... En el camino les exigen: -¡Señores, la documentación!... Los milicianos recuentan los salvoconductos y notan que falta uno, pues saben muy bien que son quince los ex­pedicionarios. Don Eutiquiano ha sido listo, ha tomado consigo a su hijo el Padre Máximo y ha su­bido en un coche de primera clase, donde pasa totalmente desapercibido. Registran meticulosamente por entre los pasajeros y no aparece el que buscan... Al llegar a la próxima estación de Fernán Caba­llero, dos milicianos se adelantan al maquinista y le ordenan no poner en marcha el tren hasta nuevo aviso. Entonces hacen bajar a los catorce muchachos: -Ya habéis llegado al término de vuestro viaje. -Pero..., nosotros vamos a Madrid. -¡Abajo, y basta!...

Nuestros jóvenes, viendo que había llegado el momento supremo, se dicen: -Puesto que hemos de morir, ¡muramos por Dios!
Los colocan entre la segunda y la tercera vía, mientras los milicianos se quedan a diez metros en la vía primera, apuntando con los fusiles: -¡Todos juntos, y levanten los brazos!
Los viajeros del tren, obligados por los milicianos, hubieron de asomar sus cabezas por las ventani­llas llenos de terror, a pesar de las protestas airadas de algunos, sobre todo mujeres. El forcejeo entre pasajeros y milicianos rojos estuvo a punto de desatar escenas violentas...
Los jóvenes Teólogos Claretianos, serenos, lanzan al aire repetidamente la consabida aclama­ción: -¡Viva Cristo Rey! ¡Viva el Corazón de María!...
La nutrida descarga no logra matar a algunos, que, heridos solamente, se arrastran hacia los vago­nes para agarrarse a sus plataformas. Pero los milicianos van dando a cada uno el tiro de gracia, a la mayoría de ellos me­tiéndoles la bala por los ojos...

El Padre Máximo Peinador contempla todo desde el tren parado en la esta­ción, y será un testigo excepcional en el proceso.
Los milicianos alardean ahora de su odio, su salvajismo y su incultura, cuando van gritando por las calles: -¡Yo he descargado dieciocho peines!... Yo les convido a carne fresca. El que quiera, que vaya a la estación, que allí hay catorce curas por el suelo...
Enterado el Gobernador, ocultó su cobardía y doble juego: -¡Yo no puedo gobernar un país de asesinos!...

El Estudiante Cándido Catalán constituye el último punto de la tragedia. No había muerto con sus compañeros, y nadie se ex­plica lo que ocurrió. El joven Cándido Catalán, revuelto en su propia sangre y cuando ya se han mar­chado los asesinos, logra arrastrarse hasta el vestíbulo de la estación. Recelaba de todos, mientras pedía algo de agua para su ardorosísima sed. La esposa y la hija del Jefe de la Estación le atienden con todo cariño. Le limpian las heridas del cuerpo acribillado a balazos, y logran que la Guardia Civil se dis­ponga a llevarlo en una ambulancia a Ciudad Real. Los de la Benemérita reúnen a todos los sospe­chosos y se los presentan al moribundo a ver si reconoce a alguno de ellos como asesino. El mucha­cho los mira buenamente y niega con la cabeza. Le preguntan si es que no habían sacado los billetes para viajar, y aún tiene fuerzas para responder: -Nos dieron el dinero en casa y lo entregamos a los milicianos en la estación, pero no nos dieron los billetes. Montan después a Cándido en la ambulancia, pero no llega vivo a la Ciudad. Desde el coche, su alma bella em­prendía el vuelo hacia las alturas...
Los cadáveres de los trece compañeros, tapados con lonas, permanecieron en el suelo hasta el día siguiente, cuando buenas mujeres de Fernán Caballero prestaron sábanas para envolverlos dignamente y ser enterrados en el cementerio.

El Hermano Felipe González de Heredia protagonizará el último acto del drama. Detenido en casa de su hermano el 30 de Septiembre y custodiado en la checa del Seminario hasta el 2 de Octubre, llega el miliciano Agustín Vacas, ¡que llevaba encima de setenta a noventa asesinatos!, acompa­ñado de otros dos camaradas y dos muchachas, y lo cargan en un coche que se dirige hacia la misma Fernán Caballero. El traslado resulta cruel, pues someten a su víctima a pesadas torturas físicas y mora­les, por parte sobre todo de la descocada Eusebia Burgos Gavilán, miliciana de sólo dieciséis años. Le enseñan al Hermano la navaja y le pin­chan con ella mientras le van diciendo: -Tú no eres cura, tú eres un fariseo. Y así, a navajazos, te vamos a matar. Con estos perros no hay que gastar pólvora... El sacerdote que lo vio allí dentro del auto dice en el proceso que el Hermano “estaba colocado en medio de las dos milicianas, que empuñando unas navajas herían los muslos de la víc­tima, teñido de la sangre que manaba de las heridas. Iba resignado, con las manos juntas y los ojos bajos mirando al suelo”.
Momentos después, dejaban junto a la puerta del cementerio a aquel humilde religioso, que, como atestigua un buen campesino que contemplaba la escena desde la huerta contigua, gritó con los brazos en cruz, antes de recibir la descarga: -¡Viva Cristo Rey y el Corazón de María!... Eusebia, “la gavilán”, se encarga de descerrajarle el tiro de gracia, mientras le dice: -Anda, y que te vaya bien por tu Cielo...
La soez miliciana decía más de lo que sabía. No dudamos de que a nuestros hermanos Mártires de Bética les está yendo muy bien allá arriba...


SIGÜENZA Y SOLSONA

No hemos separado en nuestra Relación histórica los tres Teologados Mártires de Barbastro, Cervera y Fernán Caballero. Deben ir juntos. Pero hay que añadirles otros dos, por orden cronológico, que nos ofrecieron unas historias martiriales muy bellas: Sigüenza, Postulantado de Bética, y Solsona, Colegio Filosofado de Cataluña.

SIGÜENZA, ciudad del centro de España, cercana a Madrid, encerraba el Colegio Postulantado de niños, verdadero vergel de la Virgen. Pasada una semana desde el principio de la Revolución, el día 25 de Julio era ya una presa total del dominio rojo.
Los Claretianos contaban con dos Comunidades en la Ciudad. En el Palacio de Infantes, adosado a la Catedral, residía el Postulantado. Además, otra Comunidad de Padres atendía el Seminario Diocesano, sito también junto a la Catedral, y comunicado interiormente con el Palacio del Señor Obispo. El Prelado, Monseñor Eustaquio Nieto, y cuatro de los Claretianos del Se­minario de la Diócesis, morirían también mártires en la contienda.

El Padre José María Ruiz, con sus veintinueve años de edad, cuidaba como Prefecto de los niños Postulantes. De presencia fina, elegante casi, algo delicado de salud, dotado de sentimientos exquisitos, con piedad y fervor muy acendrados, estaba hecho a la medida para el cargo de formador de los niños, con los cuales derrochaba un amor de madre. Con el martirio que le espera va a quedar para siempre consagrada su figura como lo más bello que la Congregación Claretiana ofrendó a Dios.
El día 25 amaneció esplendoroso y feliz. Los niños celebraban gozosos la fiesta de Santiago, Patrón de España, pero el recreo del mediodía se vio de repente turbado con una advertencia grave del Padre Prefecto, que reunía a los sesenta niños en la capilla. Reza el Padre postrado ante el Sagrario, y, vuelto a los Postu­lantes, les dice: -Hijos míos, ha llegado uno de los momentos más trágico de mi vida.
Hechos todos un mar de lágrimas, les salen espontáneas las jaculatorias de siempre, pero cargadas ahora de dramatismo: -¡Señor! ¡Madre mía! ¡Jesús Sacramentado!...
El Padre, traicionado por sus lágrimas, quiere tranquilizarlos: -No, nada especial. Pero, ante lo que pudiera suceder, he de comunicarles con pena que el Co­legio queda disuelto durante algunos días. No lloren. Los Superiores han acordado esto por precau­ción. Nos vamos a distribuir por grupos entre familias de los pueblos vecinos. Un Padre se encargará de cada grupo. Obedézcanle en todo como a mí mismo.

Todos los detalles de estas escenas están contados con sencillez en los apuntes de los niños con una autenticidad fuera de toda discusión. Ahora el Padre hace la ofrenda más generosa y emocio­nante, dirigiéndose a Dios por la Virgen, conforme a estas palabras que constan en el Proceso: -¡Madre mía, salvad a mis hijos, que Vos me habéis dado. Y si es necesario una víctima, aquí me tenéis a mí; pero salvad a estos mis hijos que son inocentes, que no han hecho mal a nadie!
La emoción era inmensa y las lágrimas de todos no cesaban de correr. El Padre restó importancia a todo, diciendo con humildad: -No hagan caso de mí; que para estas cosas soy muy niño.

La separación final vino muy poco después. Dos días de inquietudes, de riesgos, de zozobras. Los doce niños más pequeños, entre los once y doce años, habían sido distribuidos entre familias cristianas de Sigüenza. Se forman los grupos, que son acogidos con amor y atendidos con esmero en casas campesinas, humildes pero generosas. Los doce mayores, ya entre sus catorce y quince años, en grupo aparte, logran pasar a la zona nacional. Los más jovencitos, treinta y cinco en total, se quedaron con el Padre José María, a quien los rojos es­taban ya buscando y siguiendo los pasos...

El final más glorioso se presentó el lunes 27, día en que el Padre todavía celebró la Santa Misa en el pueblo donde se había refugiado con los niños. Al mediodía llegan varios autos con mili­cianos, que cercan la casa cural apuntando con los fusiles en todas las direcciones, mientras otros se dispersan por las casas del pueblo para reunir en torno a la iglesia a nuestros niños. Con ellos se congregaron también las mujeres del pueblo, mientras los hombres estaban en las tareas del campo. Viendo el Padre la que se le venía encima, ante toda la gente extendió los brazos en cruz, y exclamó emocionado: -¡Virgen del Carmen, yo te ofrezco mi vida por la salvación de España! Por ella muero contento. La invocación del Carmen le era al Padre muy familiar, y ahora la decía con todo el fervor mientras unos fusiles mantenían quieto al público. Los demás milicianos se dieron al saqueo más repugnante y sacrílego de la iglesia. Sacan una imagen del Niño Jesús y se la entregan despectivos al Padre José María: -¡Toma, para que mueras bailando con él!... El Padre, inocente y devotísimo, acoge la imagen bendita como una caricia del Cielo, y la besa con devoción ante todos... Era el primer beso de los miles y miles que aquella imagen recibiría después. Lanzada por los rojos a un lodazal, manos buenas se encargaron de recogerla, y, pasada la revolución, se convirtió en objeto de devoción muy especial entre aquellas gentes creyentes y sencillas.

Los revolucionarios se proponen lo peor: pervertir a los pequeños. Gritar ¡Viva el comunismo!, le­vantar el puño con el saludo del partido... El Padre interviene con algunas palabras, y le paran en seco: -Tú, a callar. Aquí no tienes que decir nada. Y mientras meten al Padre en el auto a empujones, dan la orden de partida. -¡Adiós, hijos míos!, dice el Padre. Y un miliciano, furioso: -¿Qué adiós ni qué?... No hay Dios que valga. Se dice “¡Salud, camaradas!”, y basta...
Arrancan los vehículos carretera a Sigüenza, y pronto se paran ante el Otero. Un grupo de unos catorce milicianos y alguna miliciana hicieron una descarga cerrada y el Padre cayó boca abajo con los brazos en cruz. Un miliciano contará: -El Cura que estaba con estos chicos, y sabiendo que le llevábamos a matar, aún decía que nos perdonaba.

Los niños Postulantes se estremecieron al quedarse solos, aunque los revolucionarios los quisieron tranquilizar: -No tengáis miedo. La vais a pasar mejor que no con esos Curas malos... Montados todos en un camión, emprenden la vuelta a la Ciudad por la misma carretera que se han llevado a su querido Prefecto. Al llegar al Otero, ven tendido el cadáver bañado en sangre, cara a la carretera, y lo reconocen aterrados: -¡El Padre!... Los rojos no iban a matar a aquellos niños... Los retuvieron en el mismo edificio del Palacio de los Infantes, donde se salvaron hasta que fue liberada Sigüenza por las tropas nacionales.

SOLSONA, a cincuenta kilómetros al norte de Cervera, era una ciudad pequeña de sólo tres mil habitantes, cabeza de Obispado y centro de una región poblada por muchas masías o casas de honda raigambre cristiana. Colegio de la Provincia de Cataluña, todos los Mártires de Barbastro y Cervera habían pasado por sus aulas durante tres años dedicados a la Filosofía y ciencias auxiliares. Al llegar la Revolución, la Comunidad estaba compuesta por setenta individuos, la mayoría Estudiantes Filósofos, y se dispersó por las casas campesinas de la comarca. Aquellas estupendas familias acogieron a todos con ejemplar amor cristiano. Pasados los primeros meses, todos los Misioneros, a excepción de algún enfermo o anciano, pudieron huir de la zona roja atravesando audazmente los Pirineos hacia Francia durante varios días de caminar agotador entre las montañas altísimas... Detrás habían dejado sólo al Estudiante José Vidal y al Hermano Julián Villanueva, coro­nados ambos con heroico martirio.

El Estudiante José Vidal. A sus veintiséis años ingresa en la Congregación el que era un apuesto dependiente de farmacia, culto, de modales finos, socio muy activo del Centro Católico de su pueblo, y militante de la Ac­ción Católica.
A las nueve de la noche del 22 de Agosto se presentaban en aquella casa de campo varios milicianos, lobos con pieles de inocentísimas ovejas, reclamando al Estudiante José para llevarlo a sus padres. José, que no malicia nada de estos sus paisanos, los sa­luda con toda cordialidad, abrazando a uno de ellos, y se despide de la familia que lo ha acogido tan cristianamente. Sólo que a los pocos minutos de andar se oyeron unos disparos té­tricos en medio de la oscuridad de la noche. El joven militante católico de antaño, y ahora odiado aspirante al sacerdocio, yacía cadáver en medio de la carretera. La Revolución le pasaba factura por su pasado y no le perdonaba lo pre­sente. Pero Jesucristo, desde lo alto, lo coronaba de gloria...

El Hermano Julián Villanueva nos ofrece la estampa de un hombre, de un religioso y de un mártir de cuerpo entero. El Hermano Julián, con sus 67 años, no había temblado una sola vez en su vida. Y un día de Agosto se presentan en la casa de campo unos milicianos, cuyo jefe le pregunta: -Y usted, ¿quién es?... Como el Hermano Julián no era quién para andarse por las ramas, se planta y responde resuelto: -Yo soy religioso, católico, apostólico, y además navarro. Al decir “navarro” indicaba su tierra natal, la de Francisco Javier, y en aquellas circunstancias la que estaba haciendo más frente a la revolución roja. El miliciano, valiéndose de la superioridad que le daba el arma, quiso humillar al Hermano, que le apostillaba: -No me da usted miedo. Ni usted ni su fusil. Podrá matarme, si quiere, pero no le temo, porque hay otro Juez supremo ante el cual nos hemos de ver las caras usted y yo.
Los milicianos hubieron de marcharse vencidos y mascullando palabras ininteligibles, pero que ciertamente olían a venganza irreprimible, venganza que llegó el 1 de Septiembre. A las ocho de la noche volvían a buscar al Hermano y se lo llevaban en coche algunos kilómetros adelante por la carretera hasta que se detuvieron ante un bosquecito cer­cano. Desnudan completamente al indefenso Hermano, como a la Víctima del Calvario, y así desnudo le cuelgan por escarnio el rosario, las medallas y el Crucifijo que llevaba, a la vez que le dicen: -Ahora, mientras te preparamos la fosa, encomiéndate a Dios, a ver si te escucha... Piadosísimo toda la vida, el Hermano se pone a rezar. Y erguido después ante los fusiles, habla por última vez a sus verdugos: -Sabed que no me da miedo la muerte. Ofrezco mi vida por Dios y por las almas. Os perdono este crimen que vais a cometer conmigo y pido a la Divina Misericordia que acepte mi sangre por vuestra salvación. Uno de los matones se impresionó visiblemente, hasta decir después: -Cuando yo vi a aquel religioso, cubierto el pecho con el rosario y las medallas, un gran terror se apoderó de mí. El religioso era un santo, y yo fui uno de los que acabaron con él.
Así, con la fe radiante de un mártir, con el valor de un verdadero atleta de Cristo, murió el Her­mano Julián Villanueva.


LAS OTRAS COMUNIDADES

Hemos contemplado la pasión y la gloria de nuestros Seminarios Mártires. Ahora salimos de ellos para admirar a tantos Misioneros hermanos nuestros, de toda edad y condición, que ofrendaron sus vidas a Dios con la misma elegancia que los jóvenes de nuestros Colegios.


MADRID. Nada extraño lo que iba a ocurrir en Madrid una vez las turbas se apoderaron del Cuartel de la Montaña y caían fusilados sus defensores. Nuestra Comunidad, formada por 34 Padres y Hermanos, tributaría un buen puñado de mártires a la Iglesia. Por más que se habían tomado todas las diligencias para refugiarse en familias amigas, los registros se iban a suceder desde el principio casa por cada y piso por piso de manera implacable. Desde luego, la Casa de la Comunidad fue asaltada, saqueada y robada sin dejar en ella nada; y la Iglesia, después de su total profanación, al fin fue volada con dinamita.

Los primeros elegidos que subieron al Cielo con la palma del martirio el día 25 de Julio fueron los Padres Antonino Marín, Superior de la Comunidad, y el Padre Leocadio Lorenzo, junto con los Hermanos Conrado González y Agapito García. Este último, administrador de la Editorial Coculsa, fue a las tres de la tarde a abrir a los trabajadores que esperaban en la puerta, pero allí mismo eran detenidos todos por una patrulla, capitaneada por Fortunato Rico, anterior recadero de la editorial, buen conocedor de todas las cosas y de las personas. Detenidos y cargados después en un camión, son llevados todos a la Casa de Campo, lugar normal de los fusilamientos, y a nuestros cuatro mártires los asesinaron tras los barracones militares de Retamares. Los asesinos, al cabo de una hora, aún tuvieron la desfachatez y burla criminal de telefonear a Dña. María Cañego y Señorita Téllez, que los habían hospedado tan cristianamente: -Sus cuatro huéspedes se encuentran en la Casa de Campo.

El Padre Benigno Prior, de la Provincia Bética, residía en la Casa de calle Toledo, y halló cariñosa acogida en el domicilio de una señora que resultó ser para él más que una madre. Y lo de siempre: sospechas, denuncias, y la patrulla que se presenta el 13 de Agosto en el piso. Registro interminable, robo de las joyas de la dueña, y, sobre todo, lo más buscado: el sacerdote que allí se esconde. Al ser sorprendido el Padre Benigno, dice a los patrulleros con fría y amable serenidad, manos arriba y sin soltar el rosario de entre los dedos: -Mirad, muchachos, yo os podría engañar, porque aquí está mi carnet de profesor. Pero yo me debo a Dios, y quiero confesar la verdad: soy sacerdote y religioso del Corazón de María. Haced de mí lo que queráis. No le dejaron ni ponerse la camisa. -¿Para qué? No la vas a necesitar. Entonces, alzando el rosario, dijo tranquilo: -Con esto me siento confortado. Estoy con mi Dios. Llevadme pronto. Lo condujeron a una checa, donde fue mantenido preso durante veintitrés horas. Al salir de ella le daban muerte en plena calle donde dejaban tendido su cadáver.

El Padre Rosendo Ramonet, magnífico y prestigioso Misionero, de setenta años, es acogido con cariño de hermano y de padre por el amigo Ferris, viudo de ochenta años, y su hija Angeles. Discurre un mes que podía haber sido de paz total, sin peligro alguno, pero el Padre Rosendo no era quién para estarse quieto. Cada día va a celebrar la Santa Misa en un grupo o en alguna comunidad religiosa escondida, en esta casa o en aquella otra, a confesar aquí o allá. El día 18 de Agosto salió de casa a las siete de la mañana para celebrar la Misa, y, de camino por la calle, unas niñas atendidas por la Asociación Lourdes de nuestra Iglesia lo reconocen y le saludan festivas con candor infantil: -¡Adiós, Padre!... Lo oye un miliciano, y ya hubo bastante. El granuja llama a otros compinches, arrastran salvajemente al sacerdote hacia la Plaza de España, le dejan tendido en plena calle, y conducen después el cadáver hasta las escalerillas del cercano Cuartel de la Montaña.

Los Padres Emilio López y Saturnino González, éste último Provincial de Bética. Junto con otros sacerdotes y religiosos, los dos encontraron refugio en una pensión excelente, la Loyola, dirigida por su dueña, católica de raigambre y por demás decidida. Ambos Padres vivían una piedad intensa en aquella pensión, con ambiente de catacumba. Hasta que el 1 de Octubre se presentaba una patrulla y se llevaba a todos los sospechosos a la inapelable checa de Fomento, que decretó más de 2.000 sentencias a muerte. Encerrados todos en los calabozos, por la noche del 2 al 3 eran doce los conducidos en varios coches hacia Vallecas, entonces a las afueras de Madrid: dos Claretianos, los Padres López y González; dos salesianos, y los demás, seglares católicos escogidos. A los doce los mataron divididos en cuatro grupos. Con el Padre Emilio López ocurre lo inimaginable. Fortunato Rico, el recadero de nuestra editorial Coculsa, que llevó a la Casa de Campo a los cuatro primeros mártires, está ahora también aquí, y es él quien se encarga del Padre que más le había querido, del que decía el mismo verdugo: “Para mí fue un verdadero padre”. Efectivamente, el Padre López lo quería mucho, hacía dos años que le había celebrado la boda, porque Fortunato no quería otro cura, ni tan siquiera el párroco de la novia al que le tocaba hacerla por derecho, y en este momento era él, el mismo Fortunato Rico, quien le disparaba un tiro en el cuello y después otro en las sienes… Hay crímenes que no tienen explicación.

Los cinco de Paracuellos. “Paracuellos del Jarama” es lo más patético que se pronuncia cuando se habla de la Revolución española del 36. ¿Es posible que en menos de un mes, del 7 de Noviembre hasta el 4 de Diciembre, se fusilara a tantos miles de personas, 6.000 al menos, con un promedio de 215 cada noche, enterradas después en las fosas abiertas por los campesinos del pueblo, obligados a tan macabra faena? Esta fue la realidad.
Ante todo, no había en Madrid cárceles capaces para tantos, y se convirtió en la prisión más célebre el magnífico y grandioso colegio de los Padres Escolapios en la calle Porlier. Cuando poco después afluyeron los presos por centenares y por miles, allí estaba detenido lo más granado de Madrid: políticos, militares, aristócratas, intelectuales y escritores, católicos distinguidos como los miembros de la Adoración Nocturna, y, desde luego, “obreros y personas cuya profesión no consta”, es decir, sacerdotes y religiosos.

Entre tantos presos estaban los cinco Claretianos que ahora nos ocupan: los Padres Juan Echevarría, Juan Manuel Fernández, José Joaquín Portero, Juan Iruarrízaga y el Hermano Casimiro Oroz.

Todas las demás cárceles estaban tan llenas como la de Porlier, y Koltsov, el enviado ruso, avisa misteriosamente de parte de Stalin al Comisariato de Guerra que consideren el peligro que representaban los ocho mil presos en las cárceles de Madrid. Ante un aviso venido de tan arriba, se creaba la Junta de Defensa de Madrid, a cuyo cargo correría la triste faena de la eliminación de los indeseados, dejada en manos de un tal Carrillo, cuyo segundo en la Junta, Serrano Poncela, firmaría los oficios dirigidos a las cárceles para realizar las famosas sacas, iniciadas ya el día siguiente, y consignadas en listas con la fórmula hipócrita, henchida de cinismo, debajo de cada nombre: En libertad.

Aquellas sacas, o el fatídico paseo, se celebraban cada noche con el mismo ceremonial. Voces criminales gritaban por las salas al anochecer: -¡Oido, oído, oído!... Se pronunciaban los nombres, o se recorrían los grupos a la luz de una lámpara verde y se iba leyendo la lista de los condenados. Conducidos al piso inferior, se les ataban las manos a la espalda con cuerdas fuertes y delgadas, y entre cuatro milicianos echaban como fardos a los así sujetos en los camiones o los metían en los buses, que emprendían la marcha hacia su destino de Paracuellos. Los campesinos del pueblo, obligados por el Comité, ya habían abierto las zanjas, de unos veinte metros de largas, dos de anchas y otros dos de profundidad. Bajaban a las víctimas y las mataban de veinte en veinte. De este modo todos los que iban a ser fusilados veían cómo caían los anteriores a ellos y lo que les esperaba al cabo de pocos minutos.
Doscientos por término medio cada noche... Y nadie se inventa las descripciones macabras, pues los testigos en la cárcel y ante las fosas fueron montones.
El día 24 de Noviembre les tocó, ¡juntos gracias a Dios!, a los cinco Claretianos. Es testimonio de todos los supervivientes que los sacerdotes, al oír su nombre, se olvidaban de sí mismos, impartían la absolución a los demás, les alargaban la Comunión, porque habían guardado la Eucaristía consigo para este momento, y elevaban el espíritu de todos, que iban a morir tan cristianamente. De nuestros Misioneros, sabemos que el Padre Iruarrízaga recitó con emoción incontenida el No me mueve, mi Dios, para quererte… Aquella noche, fueron doscientos cincuenta y dos los que iban al suplicio. Los sacerdotes y religiosos eran varios, aunque hubo noche en que los sacerdotes llegaron a setenta y tres.

El Hermano Luis Garro, a sus veinticinco años, es un mártir que no murió bajo las balas, sino destrozado por la enfermedad y los sufrimientos ocasionados por su condición de religioso. Encarcelado por dos veces también en la Porlier, salía por fin de ella en Julio de 1937 con una de aquellas trágicas expediciones hacia la provincia de Alicante, al campo de concentración de Albatera. Aquí, a fuerza de trabajos imposibles de soportar, contrae la tuberculosis incurable con que es trasladado en camilla a la enfermería del Seminario de Orihuela, convertido en cárcel. La vida en la enfermería carcelaria, por dura que fuese, estaba suavizada con la compañía de otros condenados excelentes, sacerdotes, religiosos, seminaristas y magníficos seglares. No les faltaba la Eucaristía, llevada a veces por aquella señora joven, que, de visita a su esposo, metía las Sagradas Formas entre la ropa de la niñita de pecho… El hermano Luis expiraba a la una de la noche del 5 de Agosto de 1938, rodeado de buenos amigos, después de recibir los Santos Sacramentos y todos los auxilios de la Iglesia.

BARCELONA. La gran ciudad industrial de Cataluña, presa de las fuerzas izquier­distas, formada por masas obreras advenedizas de toda España, se iba a convertir en escenario de todos los horrores de la guerra. La Congregación contaba en la Ciudad Condal con dos Comunidades: la de Gracia, con 56 individuos al estallar la Revolución, y la de Ripoll, con nueve Padres y Hermanos de la Procura de las Misiones de Guinea y Sucursal de la Editorial de Madrid. Sin hacer distinción entre los 65 miembros de las dos Comunidades, englobamos aquí a los veinte mártires que en Barcelona dieron su vida por Cristo.

La primera providencia se tomó con los enfermos y ancianos que eran trasladados a la Clínica Victoria, mientras que los otros salían libres a la calle en busca del refugio que fuera... La casa de Gracia fue asaltada de manera espectacular por milicianos, mujeres y gentes de todas clases que discutían acalo­radamente sobre lo que debía hacerse con los Padres y Hermanos que tenían reunidos en el patio. Hasta que viejete astuto, imponiendo silencio y levantando la mano, sentenciaba con aplomo y gravedad, pesando cada palabra: -Si me hubieran de hacer caso a mí, soy del parecer que se les fusile a todos aquí mismo. Menos mal que no hicieron funcionar las armas, aunque Iglesia, Casa y Colegio eran destinados al saqueo y a las llamas incendiarias en una escena dantesca.

Al relatar la suerte de los que alcanzaron la palma del martirio, todo se reducirá en la mayoría de los casos a una noticia escueta: registro, declaración, muerte, cadáver encontrado en el Clínico para su identificación y un ser enterrado a lo mejor en el ano­nimato más total. Lo mismo que pasó en Madrid. De aquí que, a pe­sar de los muchos mártires, sean pocos los que cuentan con testigos válidos para un proceso de beati­ficación.

El Hermano Juan Capdevila. Diligente administrador de la sucursal de Coculsa, será la primera víctima que derrame su sangre en Barcelona el 25 de Julio.

El Padre Gumersindo Valtierra, Superior de la Comunidad de Ripoll, que por su indumentaria impecable de traje negro y, sobre todo, por su modestia y recogimiento que traslu­cían un alma toda de Dios, se delataba a sí mismo como sacerdote. Los milicianos, al descubrirlo así el día 26, ya tuvie­ron bastante...

El Padre Cándido Casals, Superior de Gracia, va a visitar el 29 de Julio en una pensión a dos so­brinos suyos y allí coincide con dos Padres y un Hermano Sale­sianos. Reconocidos los cuatro Religiosos y obligados por los milicianos a subir al camión, al día siguiente aparecían en el Clínico sus cadáveres con señales manifiestas de haber sido torturados.

Adolfo de Esteban, Estudiante teólogo, se había refugiado en casa de su compañero el también teólogo claretiano José Oliva. Descubierto el muchacho en el imprescindible registro, se había despedido de la dueña con naturalidad y cariño: -Doña Ángela, en estos días ha sido usted para mí más que una madre. Le estoy muy agradecido. Voy a morir, pero muero tranquilo. Seré mártir, y me iré al Cielo. El día 31 de Julio aparecerá su cadáver detrás del Hospital de San Pablo.

El Padre Antonio Junyent vio cómo se tronchaban sus ilusiones misioneras. Destinado por los Su­periores a América, se hallaba en Barcelona en espera del barco que lo llevaría a Argentina. El 18 de Agosto fue todavía a investigar sobre la salida de algún buque. El día 22 aparecía el cadáver con toda su documentación en el Clínico, ya que Dios le había guiado los pasos en busca de otro mar...

El Padre Jacinto Blanch empuñaría la palma el 21 de Agosto. Fueron cuatro hermanos Sacerdotes muy prestigiosos en la Congregación. El Padre Jacinto dejó un recuerdo grande entre nosotros con su vida de santo y de sabio. De él leemos en el Proceso que comía poco, dormía menos y trabaja muchísimo. Antes ya de la guerra, se paseaba por las opulentas calles y avenidas de la señorial Barcelona, y decía a su compañero: -Nada de esto me llena, nada. ¡Yo tengo hambre sólo de Dios! Decía esto quien, al ser preguntado cómo se encontraba, solía responder entre serio y festivo: -No bien del todo, puesto que no amo bastante a Dios.
Un pelotón de milicianos dan con él durante un registro en la casa del entrañable amigo Bofill. Le encuentran el rosario dentro del bolsillo, y tienen bastante: -Cobarde, ¿por qué te escondías esto?.. Se lo cuelgan por burla en el cuello, y así se lo llevan hacia lugar desconocido. El cadáver, reconocido en el Clínico, era el testimonio fehaciente de la muerte gloriosa de un ministro de Jesucristo. Al Sr. Bofill, que no ha soltado el teléfono durante todo el día, le responde cínicamente un miliciano: -Si se tratara de un paisano, todavía. Pero tratándose de un cura, no hay lugar a recurso. Por eso, por ser ministro de Jesu­cristo, no tenía apelación posible...

El Padre Tomás Planas, de inteligencia privilegiada, a sus 30 años esperaba en Barcelona el momento de marchar a Roma para realizar estudios superiores. Dios le tenía preparada otra láurea muy diferente de la que hubiera sacado en el Angelicum o la Gregoriana... Refugiado en casa de su hermano Juan, era reclamado por los milicianos en medio de la noche ca­llada. Lo llevan ante el tribunal popular, y al amanecer del día 27 de Agosto lo sacaban para ser fusilado. Acababa de decir: -No me duele morir. Sólo que me hubiera gustado hacer en mi vida el bien que había soñado.

El Padre Cirilo Montaner tuvo un martirio muy bello. Egregia figura de Misionero en Guinea Ecuatorial, después de mil peripecias llega a hospedarse en casa de Antonio Doménech, reparador de muebles, antiguo anarquista militante y ahora ferviente católico. Un día de mediados de Noviembre, Antonio y el Padre Montaner se clavan de rodillas ante el Señor Sacramentado, que guardaban devotamente en la casa, y hacen oración fervorosa, de la que le dirá después el Padre a la señora: -Hoy su marido y yo nos hemos ofrecido a Nuestro Señor para el martirio. Y Dios aceptó el generoso ofrecimiento. El día 25, a las tres de la mañana, se levantan sobresaltados ante el pelotón de milicianos que con la culata de los fusiles hacen retemblar a golpes toda la casa. El Padre y Antonio son llevados a declarar en un Control del que nadie salía más que para morir, como el santo Obispo y mártir Monseñor Manuel Irurita. De allí marchaban el día 28 el Padre Montaner y el cristianísimo obrero, terciario franciscano, camino de la muerte... El anarquista de antes había respondido a quien le hacía ver el peligro que corría por esconder en su casa a un sacerdote: -¡Dichosos los que mueren por la fe!...


LÉRIDA, o Lleida, como la llamamos hoy, es la Capital de la Provincia catalana del mismo nombre, y dista, en re­dondo, unos cin­cuenta kilómetros de Cervera y unos sesenta de Barbastro. Estallado el conflicto, la Ciu­dad se con­virtió en escenario de las mayores atrocidades revolucionarias. De los once miembros que constituían nues­tra Comunidad Claretiana, ocho Sacerdotes y tres Hermanos Coadjutores, nueve de ellos estarán inscritos en el catálogo de los Mártires.

El 21 de Julio por la mañana se hubieron de precipitar o suspender las Misas y todos se refugiaban en una casa vecina que los acogía con amor. Y antes de dispersarse, arrodillados todos ante el Superior ofrecieron su vida a Dios por la salva­ción de España, y, recibida la absolución general y la bendición del Padre, se dispusieron a en­tregarse a los rojos asaltantes, que ya subían desaforadamente por las escaleras y tenían vigilados todos los puestos de huida. Los milicianos se llevaban a seis directamente a la cárcel; al Padre Busquet, anciano y ciego, lo dejaban en la casa, y al Superior Padre Federico Codina lo conducían al Comité Revolucionario para declarar.

El Padre Federico Codina, prestada su declaración, sale a la Calle Mayor custodiado por un pelo­tón de milicianos, que le mandan caminar delante y por su propio pie hacia la cárcel. De pronto, una fuerte voz: -¡Es el Padre Superior de los Misioneros!... Así gritaba un antiguo monaguillo de nuestra iglesia. Los milicianos tuvieron bastante con aquella voz traidora. Forman un buen grupo, al que se suman mujerotas de la calle y del nuevo régimen, que gritan desaforadas: -¡Matadlo, matadlo, que es un cura!... Retiran a la gente de alrededor, y los milicianos descargan todos sus fusiles sobre el Padre, que cae tendido en lo más céntrico de la Ciudad cuando ésta hervía de gente a las once de la mañana de aquel 21 de Julio de 1936.

La cárcel de Lérida se convirtió en una prisión famosa. En aquellos primeros días ascendían ya a unos 650 los de­tenidos, y no son para describir las torturas a que se vieron sometidos tantos héroes de la fe y tantos patriotas de aquel rincón glorioso de Cataluña. Aquí se encuentran ya los siete Claretianos de la Comunidad, y vendrá después el Padre Juan Busquet, el anciano y casi ciego que de momento habían dejado en libertad. En la cárcel encuentran al Obispo, el inolvidable Padre Salvio Huix, santo de gran talla y gran amigo de los Misioneros, que tuvo una muerte de grandeza sobrehumana.

Los tres primeros mártires Claretianos van a caer muy pronto. El día 24 estaban en Lérida los fora­jidos milicianos que llegaban de Barcelona camino de Barbastro. A las 4’30 de la mañana del 25 asaltaban la cárcel para asesinar a un montón, aunque al fin se contentaron con un grupo nada más. Entre ellos, les cayó la suerte a los tres sacerdotes claretianos Padres Manuel To­rres, Miguel Baixeras y Arturo Tamarit, a los que previamente les habían preguntado si eran sacerdotes... Quince minutos después se oía desde la cárcel el sonido de los disparos provenientes desde el próximo Campo de Marte.

Una noche trágica. Los mártires del día 21 de Agosto constituyen un caso grandioso y excepcional dentro de la persecución religiosa de 1936. A las once de la noche empieza por todas las celdas y salones un recuento macabro. Dos milicianos, uno con una lista y otro con un farol para alumbrarle, van repasando nombres y eligiendo víctimas: “sólo Sacerdotes y Religiosos”. Fueron seleccionados ¡setenta y cuatro!, entre ellos los Claretianos Padres Agustín Lloses, Luis Albi y Javier Morell con los Hermanos Juan Garriga y Angel Dolcet. Los que marchaban en aquella procesión triunfal se despidieron con voz fuerte de los muchos que allí quedaban y que les seguirían en la gloria: -¡Adiós! ¡Siempre alegres! ¡Viva Cristo Rey!,,, Cargados todos en varios autobuses y custodiados por Guardias de Asalto, emprenden el camino del cementerio. Con una serenidad desconcertante y una alegría inexplicable, van cantando a la Virgen la Salve, el Ave maris Stella y el Magnificat, los himnos latinos que han dirigido miles de veces a la Ma­dre bendita... En el cementerio, atadas la víctimas de diez en diez delante de las zanjas, los asesinos hacen caer uno tras otro a los ocho grupos de aquellos mártires de la fe, que no cesaban en sus cantos y plegarias.

El Padre Javier Surribas pertenecía a la Comunidad de Selva del Camp, y al dispersarse la Comunidad quiso ir directamente a su familia, pero un com­pañero, deseaba ir hacia la suya pasando por Lérida... Javier, sim­pático, amable, y siempre condescendiente, contra su parecer y su gusto, se ofrece con amor fraterno a acompañarlo, y sí, llegaron los dos a Lérida, pero en la misma estación del ferrocarril era reconocido Javier como sacerdote, y allí mismo, donde empieza el paseo frente a la estación, separaron a la gente para dejar acribillado a balazos a aquel Sacerdote joven, víctima de su propia caridad...

El Padre Juan Busquet tuvo un cautiverio de sólo tres días, dedicados enteramente a la oración y al ministerio de la Confesión en­tre los detenidos. El día 24 de Agosto pasaba por Lérida otra columna de milicianos hacia el frente de Aragón sembrando por doquier la destrucción y el terror. Entre los veinte presos que sacaban para fusilar se encontraba el Padre Busquet, que, al aparecer en la puerta, casi a tientas porque veía muy poco y estaba lleno de acha­ques, suscitó la compasión de alguno: -¡Pobre! Que se vuelva adentro... Pero se impuso la ferocidad de aquellos salvajes, que no debían enternecerse por tonterías, y, su­bido al camión camino del Campo de Marte, el bondadoso anciano alcanzaba la palma del marti­rio después de una vida sacerdotal cargada de méritos....


TARRAGONA y SELVA DEL CAMP. La Comunidad Claretiana de Tarragona, la bella ciudad mediterránea, igual que su vecina Selva del Camp, van a contar también con nueve mártires distinguidos. Aunque, por falta de testigos válidos, no todos los mártires tarraconenses están incluidos en la lista de los beatificables, únicos que entran en nuestra rela­ción. La causa de estos mártires la ha asumido el Arzobispado de Tarragona, que ha incluido en un mismo Proceso a todos sus Sacerdo­tes, en­cabezados por el Obispo Auxiliar Monseñor Manuel Borrás, junto con los Religiosos que traba­jaban y murieron en la Arquidiócesis: un lucido martirologio de 147 testigos de la Fe y mi­nistros de Jesucristo en el pastoreo del Pueblo de Dios...

Tarragona encerraba una pe­queña Comunidad instalada en casa muy modesta, y sus moradores se habían dedi­cado como ministerio propio a la cátedra en el Seminario y en la Universidad Pontificia, en los que gozaron siempre de gran aprecio como profesores distinguidos.
Selva del Camp era muy querida entre nosotros porque en ella derramó su sangre en 1868, como recordamos muy bien, nuestro protomártir el Padre Francisco Crusats.

El Hermano Antonio Capdevila va a morir con una serenidad admira­ble. Al arrancar la Revolución, su primera preocupación fue llevar al ancianito y enfermo Hermano Ramón Gar­cés al Asilo de las Hermanitas en Reus. De allí, el día 24 de Julio, se trasladaba en tren hacia donde vivía su familia, en una ciudad cercana a Lérida. Se detiene el tren en una estación, baja el Hermano a pasearse un poco por el andén, lo ven unos milicianos a quienes llama la atención, lo detienen allí mismo, lo llevan al Comité rojo, y de allí a la carretera para fusilarlo. Ante los fusiles que le apuntan, les pide a sus asesinos: -¿Me permitís prepararme por unos momentos? Concedida la petición, se descubre con toda calma la cabeza, se pone a rezar tranquilamente, y, acabada su oración fervorosa, él mismo invita a los asesinos a que hagan lo que quieran. La descarga la recibió con la consabida aclamación: -¡Viva Cristo Rey!

El Padre Jaume Mir. Alto, delgado, escuálido, se­rio, siempre inclinado so­bre el texto de Filosofía, era la encarnación de la Metafísica que enseñaba con singular competencia. Su vida de asceta, siempre silencioso y reflexivo, era la conjuga­ción per­fecta de “oración, estudio, docencia”, una trilogía que lo definía a perfección... Sobre tantas glorias, el día 29 de este mes de Julio de 1936 sobresaldría el honor máximo del martirio. La revolu­ción le sor­prendió dirigiendo los Ejercicios Espirituales a una Comunidad de Hermanas Carmelitas de la Caridad. Quiere trasladarse a Tarragona, pide el “pase” correspondiente y recibe esta contestación: -No lo necesita. Nosotros mismos le llevaremos al Comité. El Padre entiende, y se despide de las Religiosas: -¡Adiós! No hay nada que hacer. Si no nos vemos en la vida, ¡hasta el Cielo!... Se lo llevaron en coche y ese mismo día por la tarde entraba su cadáver en el cementerio de Tarragona...

El Hermano Sebastián Balsells fue a refugiarse durante la Revolución en su casa natal de un pueblecito de Lérida, donde estaba también refugiada su hermana religiosa Sil­veria, que le pregunta un día curiosa: -¿Cuántos rosarios llevas rezados hoy a la Virgen?... -Ya van diecinueve. Y no era más que el mediodía... Al acabar la noche del 15 de Agosto, como premio de la Asunción, vendría la Virgen a buscar a un hijo que tanto la quería. Ocho milicianos rojos llaman con furia a la puerta reclamando a Se­bastián, al que cargan en un auto y echan a correr carretera adelante. Llegados al lugar escogido, los milicianos atan al Hermano -igual que la iconografía nos ha presentado a su patrón San Sebastián, el militar romano- y le disparan ocho tiros en medio de la no­che callada. Desde muy cerca, un guardabosques ha contemplado la escena, se acerca, y ve que los dedos del cadáver si­guen apretando el rosario bendito.

Los Hermanos Andrés Felíu y Pablo Castellá eran hijos de Selva del Camp, y, disuelta la Comunidad, se dirigieron a sus propias familias. Aquellos dos vene­rables ancianos eran un verdadero tesoro y la Providencia de Dios, que había unido maravillosamente sus vi­das, no quiso separarlos a la hora de una muerte gloriosa. Hijos los dos del mismo pueblo, los dos compartieron la misma vida religiosa en la Congregación; los dos gastaron sus mejores años en la dura Misión de Guinea Ecuatorial; y juntos irían al encuentro del Señor que les brindaba la palma y la corona... Milicianos del Comité rojo de Reus vinieron a buscarlos el 26 de Octubre y se los llevaron bien custodiados en un auto hasta las cercanías del mismo Reus. Allí caían bajo las balas sólo porque eran Misioneros.

En la cárcel del barco. Se hizo famosa en Cataluña la cárcel flotante que se instaló en el barco de carga Cabo Cullera, trasladada muy pronto a otro barco más capaz, el Río Segre, también carguero de 5.000 toneladas. An­clado en el puerto de Tarragona, pasarán muchos presos por las cárceles que encierran sus bodegas asfixiantes y de las cuales salieron la mayoría para ser fusilados en los cemen­terios de las ciudades vecinas. De los 300 presos, poco más o menos, que en estos primeros días se amontonaban en sus sollados, 218 irán saliendo en unas siete semanas para ir a la muerte. No se necesita mucha imaginación para suponer lo que era la vida en aquella cárcel singular. Ais­lamiento total de parientes y amigos, calor a veces insoportable en un verano tan asfixiante, monotonía inaguantable... Serán diez los Claretianos que se irán sucediendo en esta cárcel tan poco apetecible, aunque sola­mente dos de ellos saldrán para la muerte.

El Hermano Antonio Vilamassana era toda una estampa de misionero. La impresionante barba de sus fotografías nos trae sin más a la mente los años pasados heroicamente en las Misiones de Guinea Ecuatorial. Su vida de santo y de apóstol va a tener digno coronamiento con el laurel del martirio. El día 25 de Agosto salían sesenta de los presos en cuatro expediciones hacia la muerte. En la tercera iban todos los Párrocos de la Ciudad y otros Sacerdotes y Religiosos ancianos, entre los cuales figuraba nuestro Hermano Antonio. Cargadas las veinticuatro víc­timas en el camión, por la carretera iban cantando el “Crec en un Déu”, el Credo catalán tan clásico e inimitable y otros himnos religiosos. Así cayeron todos fusilados cerca de la ciudad de Valls.

El Padre Federico Vila fue, ante todo, una figura señera en la Provincia de Cataluña. Notable profesor, escritor, paciente investigador y recopilador de los recuerdos claretianos y congregacionistas... Pero, sobre todo, era un alma de sensibilidad exquisita y de una bondad cautivadora. Sorprendido en su refugio, fue llevado al Río Segre, la cárcel flotante. Aconsejado por el Comandante, el Padre Vila hizo una solicitud de libertad. Y la consiguió, bien agenciada por Durán, el Archivero de Cataluña. Solamente que cuando el día 11 de Noviembre le traían la soñada orden de liberación, ya era tarde... Los asesinos se habían adelantado, y aquella noche hicieron la selección de las víctimas con un método muy expeditivo. A gritos y puntapiés los iban levantando de los camastros o jergones donde dormían: -Tú, ¿qué eres?... -Sacerdote… -¡Pues, arriba!... -¿Y tú?... -Religioso…. -¡Arriba también!...Veinticuatro en total: ocho Sacerdotes, entre ellos nuestro Padre Federico Vila, ocho laicos y ocho Hermanos de La Salle. Llevados al cementerio de una vecina ciudad, y en fila de­lante de la tapia cara a los fusiles, todos exhalaron su último aliento con el triunfal y consabido ¡Viva Cristo Rey!...


SABADELL es la ciudad más industrial de Cataluña y dista sólo veinte kilómetros de Barcelona. La Revolución se va a cebar también en la Comunidad pacífica de los Claretianos, de la que ocho de sus moradores forma­rán en el escuadrón de los Mártires. El día 20 de Julio, se dispersaron todos y se refugiaban en fa­milias amigas que les habían brindado asilo amoroso. Sin embargo, descubierto el refugio de cada uno, to­dos se encontrarían en la misma cárcel el 4 de Agosto, menos los Padres Reixach y Torrents, que siguie­ron otros caminos.

El Padre José Reixach. Bueno porque sí, a sus setenta y un años el bendito Padre daba a sus amigos la consigna: -Si vienen a buscarme, no quiero que nieguen que estoy aquí. ¡Seré mártir como los demás! Así tenía que ser. A las tres de la mañana del 25 de Julio era sacado de la casa por una turba de unos cuarenta (!) forajidos, que le disparaban en medio de la calle y huían después avergonzados de su villanía, dejando a la víctima sin rematarla tendida en el suelo... El pobre Padre empieza a arrastrase como un reptil, camino de la Casa de Caridad, a la que se llega en unos ocho minutos y él ha de emplear más de dos horas en el recorrido. Avanza con una mano, apoyado en la tierra sobre el pecho y la cara, mientras que con la otra mano va deteniendo los intestinos que se le escapan por las heridas del bajo vientre... Las Hermanas de la Caridad, de­jado ya el hábito y vestidas de enfermeras, le atienden con el cariño que es de suponer, aunque no sa­ben quién es el herido casi moribundo que ha llegado. El Padre, receloso de todo, disimula. A la Hermana, de la que piensa que es una enfermera seglar, le dice cariñoso: -Chica, qué bien que lo hace usted. Ya la encomendaré a Dios en mis oraciones. La paciencia inexplicable con que sufre y el rosario que le encuentran en el bolsillo les hace sos­pechar sobre la identidad del paciente, reconocido al fin por una de las presentes, asidua asistente a la iglesia de los Misioneros: -¡Si es el Padre Reixach!... Al ver a milicianos en torno a su lecho, les dice: -Si sois vosotros quienes me habéis disparado los tiros, os perdono de corazón. Quiero morir como Jesús, que también perdonó a quienes le acababan de crucificar. Todos los cuidados eran inútiles. Hasta que pierde el conocimiento, y entrega su alma bella en las manos de Dios. Eran las dos de la tarde.

Seis mártires juntos. El día 4 de Agosto eran buscados los Padres y Hermanos en sus respectivos domici­lios, requeridos nombre por nombre y con todos los datos personales exactos. No había remedio y to­dos paraban en la cárcel. A la cabeza de ellos, el Superior Padre Mateo Casals, seguido del venera­ble Padre José Puig, y de los Hermanos José Cla­vería, Juan Rafí, José Solé, y José Cardona. Parece mentira, pero nos encontramos con una cárcel que no se asemeja en nada a las que ya conocemos de otras partes. Casi no se puede creer, y menos en un Sabadell, ciudad con tanto obrero marxista. Una cárcel casi vacía, donde nuestros Misioneros encuentran solamente a nueve presos: un Padre Escolapio y ocho excelentes jóvenes católicos. Con una tolerancia total de las autoridades carcelarias, llevan los presos una vida tranquila, ordenada, cada uno en su celda, y con facilidad para reunirse y rezar juntos el Rosario a la Virgen, tanto es así que el anciano y candoroso Padre Puig escribe a unos amigos: -Nos encontramos bien, y parece como si estuviéramos en casa. Hasta se prometían y les hacían entrever la libertad. Sólo que, a finales de Agosto, muchos milicianos iban a partir para el frente y antes quisieron probar su fe en la causa roja asaltando la cárcel y matando a todos los detenidos. En la noche del 4 de Septiembre sacaban a los quince presos, que, convertidos en cadáveres, aparecían al amanecer del día 5 en las carreteras de los alrededores...

El Padre Juan Torrents. Este bendito Padre, cuando sea declarado Santo por la Iglesia, habrá de aparecer en su ima­gen con el rosario en la mano... Como en las horas interminables de la pensión y de la cárcel no tenía nada más que hacer, los rosarios a la Virgen se sucedían uno tras otro sin la menor interrupción, de modo que llegó todos los días a cifras divertidas e inimaginables... A algún compañero que le visitó en su celda solitaria, lo detuvo con estas palabras: -Un momento, por favor, que termino esta decena. Y así hasta que la Virgen venga a buscarlo para llevárselo al Cielo... Sorprendido en la pensión por los milicianos, el inocente Padre Torrents no supo disimular y fue llevado a la terrible cárcel de San Elías, de la cual no salía ningún sacerdote ni religioso más que para ir a la muerte. Como le sucedió a nuestro mártir el día 17 de Marzo de 1937, día en que su cadáver aparecía en un cementerio cercano.


VIC Y SALLENT. Para los Claretianos, VIC es nuestra Ciudad Santa. En ella nació la Congregación y ella guardaba los restos del Fundador, San Antonio María Claret. Su Casa Misión, Casa de Ejercicios Espirituales y Noviciado, constituían un centro de espiritualidad intensa, y por aquella Comunidad habían pasado muchos Misioneros santos. Ahora contaba con sesenta y ocho individuos, incluidos los novicios,
Si Vic guarda con veneración la tumba de San Antonio María Claret, SALLENT, dentro de la misma diócesis de Vic y también Provincia de Barcelona, los Mi­sione­ros formaban una pequeña Comunidad de sólo cinco individuos, tres Padres y dos Hermanos, que custodiaban la casa natal del Santo y dirigían un modesto cole­gio en aquella ciudad industrial. Ambas Comunidades van a sufrir con furia el zarpazo de la persecución religiosa.
Hay que decir, desde luego, que Vic, ciudad católica en todas sus entrañas, no era capaz de hacer nada contra la Iglesia. Vinieron de fuera esos elementos extremistas, que incendiaron iglesias, mataron a cuanto sacerdote y religioso cayó en sus ma­nos, sacaron de su casa hacia el cementerio a tantos católicos distinguidos y cometieron todas las barbari­dades que se les antojaron. Sin hacer distinción entre las dos Comunidades, y con orden también cronológico, damos aquí una nota sucinta de la muerte heroica de los catorce confesores de la fe salidos de aquellas dos Casas benditas, cuna y sepulcro del Padre Fundador..

La comunidad de Sallent, con los Padres Capdevila, Payás, Mercer y los Hermanos Mur y Binefa, se disolvía el 20 de Julio. Como hubieran sido reconocidos en la calle por los niños del Colegio, y los milicianos rojos estaban muy al tanto de todo, no tuvieron más remedio que huir al campo y esconderse en un cañaveral. Sueño, hambre, sed, fiebre... Se refugiarán después en casas amigas de las que saldrán para la cárcel y el cementerio.

El Padre José Capdevila, Superior, pierde de vista al Padre Payás, lo busca en vano, y, ante la inutilidad de sus esfuerzos, emprende al día siguiente su caminar a pie hacia la casa paterna en Vic, en la que estará hasta el 24 de Septiembre, cuando le sorprendan en ella los milicianos. -¡Adiós, madre, hasta el Cielo!... -¿Qué cielos ni qué...? ¡No hay cielo ya!... -Para vosotros, si no cambiáis de vida, no; para nosotros, sí. Pasa toda la noche en la cárcel de Vic, y el 25 a las 11’30 se iba al Cielo suspirado, mientras su ca­dáver quedaba tendido en la carretera…

El Padre Jaume Payás se nos ha quedado perdido por los matorrales, entre los que empieza una pasión muy dolorosa, hasta que lo encuentra un muchacho de la familia que ha ido en su busca. No puede quedarse en su casa pues en ella está a la vista y ante las garras de la fiera. Con los 29 años aún no cumplidos, elegante, culto, notable profesor de niños, alma fina de auténtica aristocracia espiritual, el Padre siente destrozársele el corazón ante el desamparo que ha sentido en las casas que pensaba ser las más amigas. Al fin para en la cárcel, donde pronto se va a encontrar con el Padre Juan Mercer, sorprendido en plena calle junto con el Hermano Marcelino Mur, y con el Hermano Mariano Binefa, descubierto en su refugio. Estos Misioneros eran juzgados por el Comité de la ciudad natal de San Antonio María Claret, y, oída la sentencia de muerte, el Padre Payás se dirigió a sus “jueces” con estas palabras llenas de nobleza: -Acabo de ver que habéis derribado la estatua del Padre Claret del pedestal que tenía en la plaza. Pues, bien; es tal la gratitud que nosotros sentimos por nuestros bienhechores, que gustosos les cederíamos aquel sitial de honor que hasta ahora venía ocupando nuestro Padre. Los cuatro Misioneros eran llevados al cementerio donde el Padre Payás, ante los fusiles que les apuntaban, levantó su mano y su voz: -Quiero bendeciros antes de morir... Pero la descarga rápida le impidió continuar. Era el 25 de Julio, fiesta de Santiago, Patrón de Es­paña, el primer mártir de entre los Apóstoles de Jesús...

Los Padres José Arner y Casto Navarro, Maestro de Novicios y Coadjutor respectivamente, podían haberse salvado, pero con gran sentido de responsabilidad no quisieron dejar abandonados a sus encomendados. Pasan todos ocho días por el bosque huyendo de casa en casa de campo y durmiendo al raso, con hambre y con sed por aquellas caminatas... Caídos en manos de los rojos, los jovencitos novicios de la zona roja eran enviados a sus familias, y los de la zona nacional colocados en la Casa de Caridad. Presos durante diez días los Padres Arner y Navarro en cárcel municipal, en la noche del 7 al 8 de Agosto eran sacados de la prisión y fusila­dos en la carretera a pocos kilómetros de Vic.

Los Padres José Puigdessens y Julio Aramendia eran dos cerebros privilegiados. Al llegar la Re­vo­lución estaban en Vic, adonde había venido el Padre Aramendía desde su Provincia claretiana de Cas­tilla, para llevar a cabo entre los dos un estudio sobre “La santidad, argumento de veracidad de la Iglesia Católica”. Sus autores podían arremeter con la empresa. El Padre Aramendía era calificado por la autorizada revista El Monte Carmelo como “uno de los hombres más competentes y mejor informados de la espiritualidad española”, y el Padre Puigdessens era definido sin más como “la primera mentalidad filosófica de Cataluña”. Al salir de casa cuando ésta ya ardía por todos sus costados, los dos Padres se refugiaron en casa de Ramona, hermana del Padre Puigdes­sens. Delatados por una ve­cina, en la noche del 17 de Agosto se presentaba la patrulla de milicianos en la casa, y a las 3’45 de la madrugada se oían las descargas cuyo eco llegaba desde la carretera…

El día de la Virgen del Pilar, 12 de Octubre, bonito día en España, la Madre bendita se quiso lle­var al Cielo a tres hijos suyos muy queridos, laureados con la palma del martirio. Eran el Padre Juan Co­dinach, simpático a más no poder, y antiguo misionero en las selvas chocoanas de Colombia, donde perdió la salud para siempre y hubo de volver enfermo a España; el joven y prometedor Padre Miguel Codina, catedrático en el Teologado de Cervera, y el Hermano José Ca­sals, excelente religioso. Los tres vivían refugiados en la casa campestre de la familia Franch, la de nuestro Estudiante teólogo Jaume, mártir en Selva del Camp. Al presen­tarse la patrulla en la casa el 8 de Octubre, y ser requeridos los tres Misione­ros, el Padre Codina en­tregó a uno de la casa su reloj, la pluma, los anteojos, pero no el rosario: -Si me asesinan, quiero tenerlo entrelazado en mis manos. Salían de la cárcel a los tres días, y sus cadáveres aparecían después tendidos en la cuneta de la carretera de Barcelona.

El Hermano Miguel Facerías, al llegar vivo hasta el 22 de Febrero de 1937, va a ser el último mártir de la Comunidad de Vic. Anciano venerable, era la estampa del religioso perfecto. Sastre, agri­cultor, cocinero..., para todo valía, a nada se negaba, y todo lo desempeñaba a cabalidad, a la vez que sabía además perfumar su trabajo con una oración incesante. Refugiado en una familia campesina, para no ser gravoso remendaba y planchaba la ropa, confeccionaba piezas nuevas, barría, par­tía la leña, y aún le sobraba tiempo para pastorear el pequeño rebaño... Delatado por algún espía, responde sin atenuaciones a los milicianos que le preguntan sobre su identidad: -Soy Hermano de la Comunidad de los Misioneros de Vic. Y a la familia bienhechora: -¡Hasta luego, y, si no nos vemos más, hasta el Cielo! Y al Cielo que se iba con la palma del martirio el 22 de Febrero, día en que cumplía sus setenta y siete años de edad.

VALENCIA, la bella ciudad mediterránea, contaba con una reciente Comunidad de la Congregación. Hacía sólo un año que funcionaba en un apartamento cerca de la iglesia de San Vicente Mártir, de la cual cuidaban nuestros Padres con edificante celo sacerdotal, y los cuatro Padres iban a ser coronados con el martirio, lo mismo que el Hermano Santiago Vélez, que marchó a Barcelona a casa de su hermano, y allí fue detenido y fusilado..

El Padre Luis Francés, joven de veintiséis años, acepta la invitación que le hace un Párroco de marchar a su pueblecito lejos de la capital. Aparentemente, no ha podido es­coger sitio mejor. La vida allí resultaba un idilio. Hasta que los milicianos de la Capital se presentan el 20 de Agosto en busca del Párroco, y, en vez de él, dan con el Padre Francés y con un joven acólito que le ayudaba cada día la Misa. Sólo unas horas duró la prisión del sacerdote y de su acólito. El día 21 eran ambos fusilados, después que el Padre impartiera un generoso per­dón a los ase­sinos y acabara su vida joven con un vibrante y fervoroso ¡Viva Cristo Rey! en los labios...

Los otros tres Padres José Ignacio Gordon, Marcelino Alonso y Tomás Galipienzo siguieron desapercibidos en el apartamento hasta el 10 de Agosto, cuando celebraron su última Misa en la fiesta del mártir San Lorenzo, y, descubiertos, caían ante un pelotón de milicianos que se los llevaban detenidos.

¿Recordamos al Padre Gordon, aquel estudiante del que hablamos cuando la Casa de Madrid? A sus treinta y tres años, era de una personalidad relevante. Ahora se las ve ante el tribunal que le juzga por su ac­tuación como responsable del Colegio de Játiva: -¿Y los sótanos que había en el Colegio para atormentar a los niños?... Un fuerte manotazo en la mesa, y una protesta enérgica: -¡Mentira! Es una infame calumnia que ustedes pueden comprobar cuando quieran.
Total, que aquella misma noche, sin que hubieran los “jueces” pronunciado sentencia alguna ante los acusados, los tres recibieron la orden de salir y de tomar asiento en el coche que los llevó cerca de las márgenes del Turia, y se les mandaba colocarse en el puesto elegido para el fusilamiento. Los tres mártires de Cristo se desahogan con la Virgen elevando al Cielo la jaculatoria de la Congre­gación: ¡Oh dulce Corazón de María, sé la salvación mía!... El Padre Gordon dirige a los verdugos solamente estas palabras: -Os perdonamos de corazón. Los focos del auto los iluminan y los milicianos preparan, miden, apuntan y ordenan: -¡Anden!... Se apagan los reflectores del coche, y suenan los disparos. El Padre Alonso cae muerto en el acto. El Padre Gordon sigue vivo y va suspirando por mucho rato: -¡Ay!... ¡Madre mía!... Al cabo de media hora de agonía, se le acerca uno, y diciendo ¡Aún vive éste!, le dispara el tiro de gracia. -¿Y dónde está el que falta?..., se preguntan los asesinos.
Sorpresa grande. Buscan, rebuscan... Todo en vano. El Padre Galipienzo se ha adelantado unas fracciones de segundo a las balas y se ha tirado a tierra. Arrastrándose milímetro a milímetro, sin hacer el menor ruido y conteniendo hasta la respiración, se va alejando lo suficiente por entre la hierba hasta unos cincuenta metros de los verdugos y lejos de la luz de los reflectores. La búsqueda resulta inútil, y gritan al fin los frustrados asesinos: -Mañana volveremos y te daremos tu merecido... La noche aquella del Padre Galipienzo no es para ser descrita, como podemos comprender. Con la luz del amanecer, llegaba a una casa campesina que lo recibía con grande amor. Pero no podía continuar el Padre en aquella casa tan querida sin peligro propio y de su dueño, pues un co­munista lo había delatado y los asesinos de la otra noche, despechados, lo buscaban por aquellos alre­dedores. Regresa a la Capital, pero a las cuarenta y ocho horas caía ante el Comité mientras estaba allí uno de los asesinos, que exclama con regocijo feroz: -¡De ésta sí que no te escapas!... ¡Claro que no se iba a escapar! El 1 de Septiembre se le dio la orden de “salir a diligencias”, y el Padre, que ya había ensayado lo que era ser fusilado, caminaba con serenidad total, y dando la absolución a todos los compañeros del camión, que murieron ametrallados en el conocido Campo de tiro…

CASTRO URDIALES. Damos ahora un salto desde las costas mediterráneas a las norteñas del Cantábrico. En la ciudad de Castro Urdiales, Santander, tenía la Provincia Claretiana de Castilla un Colegio que regentaba con amor, y otra Comunidad en San Vicente de la Barquera. Juntas, darán a la Iglesia nueve mártires, entre los 175 Sa­cerdotes, Religiosos y Religiosas de toda la diócesis santanderina. Por falta de testigos para el proceso, únicamente tres están inscritos para los altares. Los nombres de los otros figuran con honor como mártires también en el Necrologio Claretiano.

Castro Urdiales daba muy poco miedo y era un encanto por su religiosidad. Pero estaban cerca los mineros de varias poblaciones, que, al estallar la Revolución el 18 de Julio, instalaron en el edificio del Colegio e Iglesia a unos trescientos milicianos. Los Padres y Hermanos continuaron tranquilos en casa hasta el 18 de Agosto cuando se les obligó a marchar definitivamente. A partir de ahora, vendrá la destrucción vandálica de cuanto signifi­que Dios e Iglesia.

Aunque todos se desparramaron para salvar sus vidas, los Padres Joaquín Gelada, Isaac Carrascal y el Her­mano Félix Barrio se acogieron al Asilo del Sagrado Co­razón, regentado por las Religiosas Siervas de Jesús, del que los Padres eran capellanes, y situado en las afueras de la ciudad. Vivían en el Asilo y se educaban en él más de cien niñas de familias obreras. El estudio, la piedad, la alegría y el bullicio inocente de las alumnas tenían allí su asiento y aseguraban una es­tancia feliz.
Los Padres se instalaron en la caseta que el guardián y hortelano tenía en el jardín, y allí llevaban una vida tan de convento, que no faltó nunca ni un solo acto de piedad reglamentario, se guardaba el silencio con todo rigor menos en las horas habituales de recreo, no se omitió ninguna de las devocio­nes tradicionales, y hasta se practicaron los Ejercicios Espirituales de Regla... Tan bien discurría todo, que el buen Padre Gelada exclamaba entusiasmado: -¡Esto sí que es vivir vida de religioso!... Parece que estemos en la Tebaida. Pero llegó el día en que un mili­ciano, pistolón en mano, insinuaba a las religiosas: -Hasta ahora los de derecha eran quienes mandaban; ahora nos toca a nosotros. Con esta advertencia había bastante…
Al fin vino lo que tenía que venir... Los tres del Asilo se iban enterando de la suerte de sus Hermanos de las dos Comunidades, Castro Urdiales y San Vicente de la Barquera. Varios habían sido ya fusilados. No tardaría mucho en tocarles a ellos. Y así ocurrió a media mañana del 13 de Octubre. Todo un tropel de milicianos y milicianas, armados hasta de ametralladora, irrumpen en el Asilo y ordenan la entrega de los tres: Gelada, Carrascal y Barrio. Así, con sus nombres bien especificados. Al ver el Padre Gelada que era inútil toda intentona de huida, abre la puerta de la casa, y saluda con naturalidad: -Buenos días, señores. ¡Y calma, calma, no hay que apurarse! Ya vamos. -¡Ah, pájaros! Al fin habéis caído.
Los tres están de pie ante la turba. Las Religiosas, arrodilladas todas, piden al Padre Gelada: -¡Padre, denos la bendición!... Y a pie, entre tanta gente que vocifera son los tres Misioneros conducidos al convento de las Clari­sas, convertido en cárcel. Y, quién lo diría, los tres van por las calles platicando amigablemente con sus captores... Aquella misma noche eran trasladados los tres Misioneros a nuestro Colegio donde ya les esperaba el auto que los había de con­ducir desde Castro Urdiales hasta la Cuesta de Jesús del Monte. En el trayecto, uno de los milicianos se entretiene en golpear bárbaramente a uno de los Padres que responde con mansedumbre: -Podéis matarme, pero yo no puedo renegar de mi Religión. Llovía. El chofer, católico convencido, pero obligado a llevar el vehículo, se tiene que detener en un paraje donde los milicianos bajan a los detenidos y mandan al conductor que siga adelante y re­grese pronto. Se oyen los disparos, vuelve el chofer y ve los cadáveres tendidos en el suelo.
Una Religiosa preguntaba a un miliciano en el Asilo por los Misioneros. -¿Aquellos tres?... ¡Esos ya están en el Cielo!... El criminal lo diría de burla. Pero nosotros sabemos que sí, que los tres están en el Cielo muy bien...

¡Los 271 Mártires Claretianos! Nuestra humilde Congregación escribió una página muy gloriosa dentro de la Historia moderna de la Iglesia.


FILIPINAS

Para que la traducción al inglés vaya con las citas originales, copio el texto inglés tomado del Boletín de la Provincia y del libro de Nuval, The Claretian in the Philippines.

El Boletín de la Provincia de Estados Unidos anunciaba con gozo inusitado: -¡Las Filipinas! La noticia ha corrido por todas partes, y el entusiasmo de la Provincia ha subido a grandes alturas .
The news have gone far and wide, and the enthusiasm of the Province has risen to new heits. Bol. 1946, p.6)
No había para menos. Los Hijos del Corazón de María americanos empezaban a sentirme más misioneros que nunca. Era a principios de 1946 cuando el Padre Eugenio Herrán fue de inspección a Filipinas. En el barco vio a militares, profesionales, misioneros católicos y protestantes, y todos iban para lo mismo: la reconstrucción de Filipinas, devastada por la guerra. ¿No iban a hacer allí acto de presencia los Claretianos?... El Obispo Madariaga en Lingoyen, isla de Luzón, le dio al Padre la razón de por qué llamaba a los Claretianos:
-Llamo a su Congregación, por ser sacerdotes de habla tanto inglesa como española, para establecer una escuela vocacional de muchachos. Les llegarán otras actividades en mi diócesis. La antigua generación es exclusivamente de habla española, mientras que los jóvenes, aunque entienden perfectamente el español, hablan mucho más el inglés. Nuestro problema consiste en atenderles para los Ejercicios Espirituales de cada año y los Retiros mensuales. Todas las parroquias claman también por directores de misión. Tengo mis razones para llamarles a ustedes desde Filipinas. Ante todo, soy el único filipino que fue alumno de su ex General el Padre Felipe Maroto, y era también asiduo asistente a los programas del Instituto Hispano Americano de su Casa de Via Giulia 131. Además, como ustedes pueden seguir los métodos de educación tanto en español como en inglés, son los sujetos más aptos para mis deseos. Mi diócesis está profundamente saturada de tradiciones españolas en su cultura y modos de vivir, metidos por los Dominicos, Agustinos y Franciscanos españoles que durante tres siglos trabajaron en estas misiones. Todo esto ha sido completado por elementos de cultura y modos de vivir de los americanos.

I am appealing to your Congregation for English as well of Spanish speaking priests to found a boy’s vocational school… Other activities awaiting you in my diocese. The older generation is exclusively Spanish speaking, while the younger knows Spanish pretty well, but are more English speaking. Our problem is to provide them with capable retreat directors and monthly days of recollection. Also all my parishes clamor for suitable mission directors… I have grounds for priority in answer to your appeals from the Philippines. First of all, I am the only Philipino pupil of your ex-General Father Philip Maroto, and I was a frequent attendant at the programs of the Spanish American Institute al your house in Via Giulia, Rome. Second, as you can understand both the Spanish and American tendencies in education, ways of life, etc. you are the most logical men to help me. My diocese is deeply saturated with Spanish traditions both in culture and in ways of leaving, injected by the Spanish Dominicans, Augustinians and Franciscans, who worked in these nations for over three centuries. This has been completed by the American element of culture and modes of leaving brought by the Stars and Stripes over forty years ago…(Bol. 1946, p. 111)

Una despedida cordial, emotiva y entusiasta a los Misioneros en La Placita de Los Angeles el 15 de Septiembre, aunque no se pudieron embarcar hasta Diciembre, y la llegada a la nueva casa en Santa Bárbara fue el 9 de Enero de 1947, fecha fundacional en las Filipinas.
Y ahora, establecidos ya en la Comunidad, hay que leer la primera relación aparecida en los Anales para darse cuenta de la realidad en que se habían metido los Misioneros. ¿Inglés y español, como decía el Obispo? Ni una ni otra lengua, sino el “Pangasinán”… ¿Casa en qué vivir? Un antiguo convento dominico en condiciones deplorables, con abundante compañía de animalejos inoportunos... ¿Iglesia? Destartalada completamente por la guerra... ¿Agua corriente y luz eléctrica? No existían… ¿Comida? ¡Gracias a los botes que habían traído de Estados Unidos! Cuando se acaben, vendrá lo que ya están viendo: un sacrificio grande para acomodarse a una alimentación para ellos insoportable... En definitiva, venían a una misión difícil por demás. La guerra lo había destrozado todo y los cuatro Misioneros tenían que empezar de cero, aunque los 16.000 habitantes eran todos católicos. De hecho, el registro último de la Parroquia acusaba en el último año 745 bautismos, 170 matrimonios, y 400 funerales. Pero la recepción de los otros Sacramentos, casi nula: 30 Comuniones en una semana…

Los Padres fueron acogidos con mucho cariño, y así lo manifestó públicamente el Alcalde: -Nunca me he sentido tan cerca de la Iglesia como ahora que los Padres se acercan tanto al pueblo, y si hasta ahora he sido descuidado en mis deberes religiosos, no lo será así en adelante. Lo interesante es que cumplió lo que prometía.
Como se ve, todo iba a ser cuestión de paciencia, de amor, de sacrificio. Anota con gracia el primer relator: -Nosotros, que veníamos como caballeros de Cristo armados a la moderna con aparatos de radio y proyectores de cines parlantes, nos tenemos que contentar con buscar aventuras con quinqués o candelas o la linterna de Diógenes.

Esos sacrificios eran grandes, pero el mayor de todos era el verse aislados de todo lo de la Congregación, pues lo que les venía de Estados Unidos o de Roma llegaba con un retraso inimaginable. Por eso es interesante cómo celebraron el Centenario de la Congregación, en una intimidad total, pero con una alegría grande, más que todo al recibir las cartas de dos Jesuitas, bellas, sobre todo una que es casi un monumento a la antigua Congregación, y está firmada por un Padre que ya debía ser bastante anciano, dirigida al Superior Padre Fidel Zapatero:

“Muy amado Padre en Cristo: No tengo el honor de conocer personalmente a V. R. pero sabiendo que pertenece a la Congregación de Misioneros del Inmaculado Corazón de María, no quiero dejar pasar esta ocasión sin felicitar a V. R. y a toda la Congregación por el Primer Centenario de su fundación.
Su servidor soy de Vic, mi casa natal está casi en frente del Seminario, donde el 16 de Julio de 1849 nació la santa Congregación que fundó el Beato Padre Claret, y no sólo por ser, como diríamos, vecinos, sino más que todo por lo que los Padres Misionistas, como vulgarmente los llamábamos en Vic, han contribuido a mi formación espiritual, reconozco tener cierta obligación de felicitarles, y unirme a la santa alegría que en estos días inundará el corazón de Vuestras Reverencias.
Recuerdo las fervorosas pláticas que en la iglesia de la Merced nos hacía el santo P. Jaime Clotet, y los consejos que me dio en las confesiones; aquellos sermones del Padre Ramonet que con aquella oratoria sui generis convertía tantos pecadores; el fogoso Padre Font, que algunos decían que era tan feo como santo; el P. Vergés, que bastaba se anunciase que él predicaba para que se llenasen las iglesias, como sucedió en una novena para la fiesta de la Inmaculada Concepción que predicó en la Catedral, que se llenaba por completo todas las noches, y recuerdo que mis padres decían que en la misma Catedral predicó el Beato Padre Claret, y no se había visto nunca tan llena la catedral; guardo también grato recuerdo de los ejercicios que nos dio para la ordenación de sacerdote el Padre Cepeda, que creo que entonces era Provincial. Muy emparentado estoy espiritualmente con muchos de los Padres. Además en mi familia se guarda con mucho respeto un libro del Camí Dret, que el mismo Beato Padre Claret regaló a mi cuñado. Desde la llegada de los restos del Beato Padre Claret casi todos los días visitaba su santo sepulcro al ir a la Merced para oír la santa misa. Ya casi todos los Padres con quienes tuve más trato habrán muerto, y el Señor premiado sus virtudes y obras de celo. Que rueguen por mí delante de Dios.
Era el año 1902 cuando el Padre Cepeda nos dio los ejercicios para la ordenación sacerdotal, el año 1905 entré en la Compañía, y el 1911 ya vine a Filipinas, y no he tenido más ocasión de hablar con otro Padre de esa Congregación. Que seamos constantes en el espíritu que nos legaron nuestros Fundadores y en el cielo nos juntaremos todos.
Saludos a los demás Padres, y a las oraciones de todos me encomiendo. José Buxó, S. J”.

¿A qué viene la cita de esta carta, que parece desplazada? Nos hace ver, sencillamente, que, en medio de las mayores dificultades y penas de esas fundaciones tan duras, Dios sabía infundir alegrías espirituales que superan todas las dichas de este mundo. Y esto es lo que Él hizo con los primeros Misioneros de Filipinas.

Después de recibir la alegría de esta carta, pronto iban a recibir otros gozos muy señalados de Dios. Varios de los Misioneros expulsados de China por el comunismo venían a reforzar esta Casa y a constituir una Comunidad muy diferente. Y allí permanecieron los Misioneros hasta el año 1955, en que entregaron la Parroquia al clero diocesano, después de haberla reconstruido hondamente lo mismo en el orden material como religioso.

Se había entregado Santa Bárbara al clero diocesano, pero había venido antes, en 1951, otra fundación muy importante: Zamboanga. Todo fue cosa del Obispo, el Jesuita Mons. Luis del Rosario, que al ir a Roma para la Canonización del Padre Fundador en 1950 trató el asunto con el General Padre Schweiger y todo quedó concertado fácil y rápidamente. Los Jesuitas llevaban una extensa Misión, pero no podían seguir los españoles, por haberse suprimido su Provincia de origen, y no se debía contar en adelante con más personal. Vino entonces el buscar nuevos operarios para aquel magnífico campo del Señor y los Jesuitas, con su Obispo al frente, eligieron muy conscientemente a nuestra Congregación, enseñaron todo a los Padres para que se quedaran con lo que más les conviniese, y, sin condición alguna, nos entregaban todo en bandeja. Fueron unos verdaderos hermanos. Ofrecieron las parroquias de la parte sur de la Diócesis y las de la isla de Basilan.
En la ciudad de Zamboanga, muy saludable, entonces con 70.000 habitantes más los pueblos extendidos por los campos, se aceptó la Parroquia de Mercedes.
La lengua predominante era el español, aunque muy mezclada con el chabacano, el tagàlog y el visaya, pero era necesario saber el inglés, sobre todo por las escuelas.
Las costumbres de la gente eran muy sencillas, y las maneras concretas de expresar la religión eran meramente españolas.
Nos dice el primer cronista: -El campo es grato, el suelo cultivado, las almas bien dispuestas, nuestras parroquias y misiones son cosa organizada. Aunque, claro está, hay mucho trabajo tanto en la evangelización como en la organización parroquial.

Se eligió ante todo como iglesia central la de Mercedes, aunque había que reconstruirla por haber sido arrasada por un bombardeo japonés durante la guerra, igual que todas las demás iglesias en los ataques aéreos de los norteamericanos, pues sólo quedó un templo en pie.
La población era lo mismo cristiana que mahometana, y de momento sostenían una pacífica convivencia, que se agriará después cuando venga el levantamiento de los musulmanes contra el Gobierno. Por eso, vendrá después el trabajar los Padres con la Organización P.A.Z., o sea, Peace Advocates of Zamboanga, para la integración de Cristianos y Musulmanes en la Ciudad y en todas las regiones de Mindanao.
Los Misioneros, bien reforzados pronto con los expulsados de China, trabajaron mucho y bien en la vida parroquial, y, pasada a otras manos la Parroquia Mercedes, hoy tienen la Parroquia propia de San Antonio María Claret.
Trabajaban y trabajan también en otro elemento muy importante como son las escuelas. Hoy, después de cincuenta años en Zamboanga, llevan la Claret School, además de las otras de enseñanza primaria.

Hemos de reseñar una parcela muy importante de la Misión: Basilan. Esta isla, donde están las otras dos iglesias de Isabela y Lamitan, con más de ciento veinte mil habitantes, de los cuales son el 70% mahometanos y el 30% católicos. De momento vivían unos y otros bastante en paz, pero pronto iban a venir tiempos muy malos.

Desde un principio, Basilan contó con un Misionero excepcional: el “Doctor Pari”, el Padre Doctor, el Hermano José Torres, el famoso “Doctor To” de China, que expulsado de allí fijó su Dispensario en esta Isla donde durante treinta años, hasta que murió en 1982, iba a realizar en Lamitan los mismos prodigios médicos que en la misión anterior. Los historiadores Leonardo y Beulah Nuval dicen claramente de él: -¡Todas las medallas del mundo por méritos adquiridos en pro de la Patria y de la Humanidad no serían suficientes para honrar a este hombre! Médico-enfermero-farmacéutico en una pieza, sin título en estas profesiones, pero él diagnosticaba, prescribía, componía fórmulas farmacéuticas, cicatrizaba, curaba gratuitamente a miles y miles de pobres y oprimidos, sin escoger a sus pacientes, paganos en China, mahometanos y cristianos o guerrilleros y soldados en Basilan.

All the medals of the World for meritorious achievement to country and humanity may be enough to honor this man! He is Jose Maria Torres, Spaniard, a Claretian professed brother, a missionary for forty-seven years, seventeen in China and thirty in Basilan, Philippines. The first and may be only Claretian brother to be interred in Basilan, among the people he loved and served so much, the Muslims and Christians of the island Province. He was effectively a médico-enfermero-farmacéutico, doctor-nurse-pharmacist, rolled in to one, unregistered as he was in the professions. But he diagnosed, prescribed, manufactured pharmaceutical formulations, healed and cured thousands upon thousands of the destitute and the oppressed, for free. He did not choose his patients, unbelievers in China, Muslims and Christians or rebels and soldiers in Basilan (Nuval, p. 116)

Por orden de los Superiores, fue el Hermano en 1954 a Chicago para perfeccionarse en cirugía, pero hubo de regresar en Enero siguiente ante la lluvia de peticiones firmadas en una exposición al Presidente de Filipinas Ramon Magsaysay, que le daba licencia para practicar la medicina en Basilan. El pequeño Dispensario del principio se convirtió en la Clínica y Hospital de San Pedro, y en él permaneció hasta su muerte este religioso lleno de amor a Dios, piadoso, observante, que no quiso volver a España por su familia ni una sola vez en sus cincuenta años de vida misionera en Asia. En su entierro, celebrado en Zamboanga por el Obispo Padre Querexeta ante la gran multitud tanto de cristianos como de musulmanes, dicen que no había un solo ojo seco…

El año 1963 el Papa Pablo VI creaba, desmembrándola de Zamboanga, la Prelatura de Isabela, y en en Enero era consagrado como su primer Obispo el Padre José María Querexeta. El nuevo Obispo pidió pronto más personal para la nueva y prometedora parcela, y tanto Estados Unidos como la Provincia Bética respondieron con generosidad. Veinticinco años iba a estar el Padre Querexeta al frente de su grey, hasta que en 1989 la entregó a su sucesor, un ejemplar sacerdote nativo.

El Obispo Padre José María Querexeta debe ser clasificado como un apóstol y un obispo de alta categoría. Era uno de los Misioneros expulsados de China, y sus años primeros de Filipinas los dedicó a la enseñanza universitaria en Manila, y ya Obispo tuvo que entablar en su Prelatura una gran lucha contra la pobreza, que era total, en el pueblo y en la Iglesia. No tenía ni casa, ni catedral, que era una choza, pues todo lo había destruido la guerra. “Por no tener nada, no teníamos ni cristianos”. Fracasado en todas sus peticiones a los Organismos de la Iglesia a los que podía acudir y deberían haberle ayudado, quiso renunciar al Obispado, pero prefirió acudir antes a la oración para escuchar al Señor. -Sentía a Cristo muy cerca y me repetía una y otra vez, con ternura y amor: “Ay, hijo mío, ¿qué pensabas que yo te ofrecía al darte la mitra? Te ofrecía lo que me ofreció mi Padre, la cruz. Sin la cruz yo no podía redimir a la Humanidad y sin la cruz tú no podrás poner en marcha la Misión. Pero, ¿por qué no nos ayudamos el uno al otro? Tu me ayudas a mí, yo te ayudo a ti y no te apures, ten fe en mí y todo se arreglará”.

Recurrió entonces a mendigar en viajes a España y a otros países, con abnegación heroica, y Dios se puso de su parte. Hablaba, predicaba, exponía y conmovía los corazones. Son palabras suyas: -Vi el milagro todos los días. Niños que entregaban el dinero que los papás les habían dado para comprar una bicicleta. Señores que renunciaban a un banquete que tenían organizado. Obrero que me daba todo el salario de un mes. Señoras y señoritas que se quitaban los pendientes, anillos y alhajas y los echaban en la bolsa. La parroquia más clásica de Zaragoza, Santa Engracia, fue un caso especial. Aquel comité fue el alma, año tras año, de donativos que iban a solucionar tantos problemas en la Misión.

Los Padres que tenía consigo participaron de su ideal y trabajaron todos unidos. Antes que nada, los líderes laicos surgidos de las comunidades de base; y vinieron las religiosas, y el seminario, y hasta un convento de clausura, las Clarisas, para que rogaran siempre por la Misión. Con aquellos donativos que traía de sus viajes, sabiamente administrados, se pudo llegar a todo, aunque la vida fuera pobre, modesta, pero suficiente para lo que necesita un apóstol o un alma consagrada.

Se echó encima el alzamiento de los musulmanes contra el Gobierno de Manila el año 1972. A la Misión llegaron 50.000 refugiados, católicos en su mayoría, que habían perdido casas, tierras, todo, y vivían en chamizos miserables. Había que ayudarles para rehacer sus vidas, pero sobre todo había que trabajar para pacificar los ánimos, ya que los musulmanes excitaron unos odios irreconciliables. El Padre Obispo se entregó a serenar a los católicos y hacerles perdonar. Con los musulmanes la cosa era muy diferente y algo consiguió con su celo, aunque vinieran casos tan serios como el de los Padres Blanco y Rhoel, que conocemos muy bien porque están en la mente de todos.
Ya con la salud quebrada, en un viaje a España, moría el Padre Obispo precisamente en Zaragoza, como una sonrisa y un regalo de Dios a tantos celosos colaboradores suyos de aquella Parroquia de Santa Engracia.

Aparte de la obra del Obispo, en Lamitan quedan las realizaciones hermosas de los Claretianos, con iglesias, escuelas y Colegio que son la prueba fehaciente de una labor intensa, constante y abnegada en pro del Reino, labor que ha sido robustecida y regada con dos testigos de prisión y de sangre.
El Padre Bernardo Blanco fue secuestrado en Basilan por los musulmanes el 18 de Marzo de 1992 y su cautiverio duró 49 días. ¡Ahora, a obedecer a los que tenían las armas en la mano, aunque aparentemente le daban una vida normal con ellos! ¿Dormir? En un foso, al que le obligaban a bajar apenas se oía algún disparo de los militares. Cinco Misas pudo celebrar con lo preciso que le procuraron los Padres por un emisario musulmán amigo, y, guardando el Santísimo, comulgaba cada día. La clásica Eucaristía de las catacumbas… Hasta que audazmente pudo escaparse de sus secuestradores el día 6 de Mayo.
El Padre Gallardo Rhoel, asesinado el 3 de Mayo del año 2000, es tenido por todos como un testigo de la fe y de la fidelidad a la misión del claretiano. La noticia que heló a todos la sangre fue escueta: -Con el Padre Rhoel han secuestrado 27 maestros y maestras y 25 alumnos, algunos de cuatro años de edad, del Colegio Claret y de otros colegios. Después de casi cincuenta días de angustiosa espera se confirmaba lo más temido: -El 3 de Mayo, muerto el Padre Rhoel, con tres compañeros más. Llevado el cadáver hasta la Parroquia del Corazón de María en Quezon City el 9 de Mayo, el Cardenal Sin, de Manila, proclamaba en la Misa funeral: -Honramos a un misionero valiente, cuya única inspiración y vocación fue proclamar a todos el Reino de Dios. Es un hombre que siguió los pasos de Jesús, el Buen Pastor que dio la vida por su rebaño. Y el Padre General, Aquilino Bocos, nos decía a toda la Congregación que Dios nos ha premiado con este hermano mártir de Jesucristo en nuestra vida misionera, y lo miraremos en lo sucesivo para reavivar y estimular nuestra fidelidad a la vocación de Misioneros Hijos del Corazón de María.

Conocida ya la Misión del Sur en Zamboanga y Lamitan, miramos ahora hacia el Norte, a Quezon City, junto a Manila, para dar un vistazo nada más a la obra claretiana desarrollada en la Capital, donde nos encontramos con una fundación llena ya de méritos y de grandes esperanzas. Lo que empezó tan humilde y que no era sino un rancho, hoy es algo notable: Iglesia parroquial, Colegio, Centro de Enseñanza Superior sobre Vida Consagrada, afamada Editorial Claretiana. La Iglesia, de corte muy moderno, amplia, con culto esmerado, siempre concurrida, admirada por muchos, con esculturas llamativas del claretiano P. Segundo Gutiérrez... Su sótano, bien diseñado para sus fines, tiene salón para eventos sociales, imprenta, oficinas… El Colegio Claret empezaba a funcionar en 1968 y en 1975 ya entregaba los primeros graduados en High School.

Vino el pensar seriamente en las vocaciones nativas, y Dios las ha suscitado abundantes y selectas. Aunque murió de accidente mientras completaba sus estudios en España, dejó un gran recuerdo el Estudiante Félix Juatón, “Bobby”, que tantas esperanzas ofrecía. Había escrito en sus notas privadas: -Señor, guíame siempre para que mi vida esté dedicada al servicio de la misión que Tú me has confiado. Bobby se convirtió en un ejemplo y en una referencia obligada para muchos jóvenes aspirantes.

Publicaciones Claretianas es una institución de gran alcance, por querer responder con sus escritos a los grandes desafíos que hoy enfrenta la Iglesia.
Los Padres en Filipinas no han olvidado el ministerio más típico de la Congregación, y tienen las Comunidades Itinerantes de Misiones y Ejercicios, con el que tanto bien hacen en el Pueblo de Dios.

El ICLA, Institute for Consacrated Life in Asia, es un Centro de Enseñanza Superior de estudios eclesiásticos, con especialización sobre la Vida Consagrada. No hay que decir que uno de los ministerios hoy más mimados es el de la formación de las vocaciones nativas, y esto es lo que principalmente mira este Centro, como la mejor contribución que la Congregación puede ofrecer a la Iglesia en Filipinas. El ICLA, en el último curso antes de escribir estas líneas, contó con alumnos venidos de 25 naciones, muchos de Vietnam, Indonesia, Myanmar, Tailandia…, África, América, Europa, hasta un total de 214; publica la revista Religious Life y organiza cada año la Semana de Vida Consagrada.

Todos miramos con gran cariño a las Filipinas, que, sin considerar la parte musulmana dentro de sus territorios, forma con Timor Leste los dos únicos países católicos de Asia.


PRIMER CENTENARIO. GENERAL EL PADRE PETER SCHWEIGER

Se impone un breve paréntesis en nuestra narración. La Congregación sufrió un frenazo forzoso con la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial. Además, se avecinaban nuevos tiempos y se suspiraba por una renovación del todo necesaria. Como siempre, Dios velaba sobre la “grande obra” soñada por Claret, y el Capítulo General que tocaba precisamente en el año 1949, primer Centenario de la Congregación, vendría a llenar esta aspiración tan sentida. El Padre Nicolás García, cargado de años y de méritos, entregaba el cargo al Padre Peter Schweiger, un hecho que entrañaba un significado muy profundo y que todos adivinaron. Menos uno, todos los Padres Capitulares eran españoles, aunque venidos de todas las Provincias, y eligieron General precisamente al único no español. En Roma fue toda una campanada, y se comentó con justeza: -Esto sólo se les ocurre a los Claretianos. Este hecho indicaba a las claras la intención del Capítulo, reconocida y expresada por el nuevo General: la Congregación, a partir de este primer Centenario, tiene que convertirse en algo mucho más universal. Y es lo que empezó a ocurrir desde el primer momento. El Padre Schweiger, con su delicadeza, su tino, su piedad, se convertía en una gran figura, de mirada muy amplia y eficiente en sus decisiones. Reelegido en el Capítulo General de 1962, dejará el cargo en el Capítulo extraordinario de 1967, después de haber regido a la Congregación tan acertadamente durante dieciocho años.


COSTA RICA

El Arzobispo de Costa Rica, Monseñor Sanabria, muy prestigioso por cierto, en 1950 se mostró inflexible: -No quiero sacerdotes misioneros que vengan aquí sólo a reponer su salud; quiero que trabajen. Y ante una anunciada visita del Padre General, recalcó: -Lo recibiré con toda cortesía, pero que no me hable de fundación para evitar un disgusto. Porque los Padres y Hermanos de las Misiones del Darién en Panamá, igual que los del Chocó, necesitaban un clima benigno para curarse de sus frecuentes enfermedades, y ese clima no se daba en Panamá, mientras que la vecina República lo ofrecía inmejorable. Así ocurrió con el Padre Berengueras cuando contrajo la tuberculosis, llevado en privado a Costa Rica. El Arzobispo fue a Roma, y el Padre General no se amilanó. Lo visitó, y allí quedaba acordada la fundación. El Arzobispo pedía: -Objetivo de la Congregación, la propagación de la devoción al Corazón de María. Aunque también le añadió, porque las sectas ya empezaban a preocupar: -Y la lucha contra los protestantes. Dejemos a éstos. Cuando los Padres estén en plena actividad misionera, aparte de predicar del Corazón de María y de instituir donde podían la Archicofradía, cada mes llegaba indefectiblemente desde Madrid una buena remesa de nuestros clásicos devocionarios el Camino Recto y el Maná del Cristiano que fomentaron tan eficazmente entre los fieles la devoción al Corazón de María… Ante este hecho, vamos a atribuir la anhelada fundación a ELLA más que a nadie.

La bella República centroamericana constituyó siempre un objetivo preferencial en el ánimo de la Congregación: su religiosidad, su elevación cultural, su sentido democrático, sus muchas vocaciones, eran un atractivo irresistible. Se perdieron ocasiones favorables de fundación, pero al fin llegó la ocasión propicia en el año 1951. Desde Panamá, donde la Congregación estaba ya tan floreciente, no fue nada difícil dar el salto al vecino país de Centroamérica. Para fundar, iba el Padre Antonio Román, acompañado por el futuro Vicario Apostólico del Darién Monseñor Jesús Serrano. La Visitaduría de Panamá, ya independiente de Estados Unidos, no escatimó Misioneros para Costa Rica, aparte de los nuevos y jóvenes Padres que envió el General Padre Schweiger. Y es que Costa Rica se presentaba muy prometedora. ¿Padres “jóvenes” solamente? Por lo ejemplar que resulta, vale la pena traer aquí al Padre Mario Echeverría, el antiguo y prestigioso escritor de Madrid. Había llegado a sus 71 años. Y nos cuenta con gracia él mismo:
-En España, un triste viejo ve ya cerrados todos los horizontes de la vida. Desde la ventana de su celda contempla los cipreses del cementerio que, inclinando sus puntas, parecen le invitan a recogerse bajo su sombra. En esta meditación taciturna levanta sus ojos a la que es Consuelo y Refugio de desamparados, y oye que le dice: “Todavía podrías hacer algo por mi gloria en los nuevos campos que se abren a la Congregación en América. Anda, y expón este pensamiento a tu Superior”. Tomé temblorosamente la pluma en mis manos. Escribí al Rvmo. Padre las palabras que la dulcísima Madre me inspirara y, a vuelta de correo, se me allanaban todos los caminos y se me daba carta franca para venir a esta tierra bendita, que la veía constantemente en mis febriles imaginaciones.
Y en Costa Rica predicaba Misiones y daba Ejercicios el querido Padre, que decía con optimismo: -¡Vean los jóvenes para qué he venido! Y que se animen a ser decididos y generosos. Un año y algunos meses estuvo el Padre Echeverría en Costa Rica. Destinado a Panamá, donde murió a sus 92 años, dejó entre todos un recuerdo imborrable.

Dos Casas hemos tenido en Costa Rica: el Barrio de Mercedes de Heredia y San Francisco de Guadalupe en San José, la Capital.
Mercedes de Heredia, un pueblecito pequeño, era ideal para los enfermos que vinieran de Panamá. Pero la casa no fue precisamente un sanatorio. Aparte de la Iglesia tan esmeradamente atendida, fue bien pronto un foco de irradiación apostólica con el ministerio de la predicación por toda la República. Después se edificó el amplio edificio para Postulantado, ya que las vocaciones abundaban, y además podía albergar a otros candidatos de las vecinas Repúblicas. De hecho, aquí empezaron las vocaciones centroamericanas. Panamá había dado ya algunas, y después han seguido otras en los demás países sin que, necesariamente, hayan pasado por Mercedes de Heredia. Panamá, Nicaragua, Honduras nos han dado ya a estas horas tres Obispos nativos, lo cual no es un indicio despreciable.
Sin embargo, por circunstancias especiales, el gran edificio se cerró como Postulantado, y hoy sigue siendo un Colegio de externos cargado de prestigio y con la matrícula siempre llena.

Después de Mercedes vino providencialmente, en Febrero de 1953, una fundación de primer orden en San José. El Arzobispo Carlos Humberto Rodríguez, ampliando la concesión de su antecesor, ofrecía a la Congregación una amplia propiedad de Temporalidades de la Iglesia, junto a la clásica Iglesia de San Francisco de Guadalupe, dentro de la misma Capital, con la Casa de Ejercicios Espirituales edificada anteriormente por él mismo, y sede la Liga Espiritual Obrera. Una casa pequeña y con pocas condiciones para Ejercicios internos. Pero, ya en manos de los nuestros, y ampliada y acondicionada debidamente, ha sido hasta hoy un centro de espiritualidad único en la Ciudad y comarca. Innumerables tandas de Ejercicios abiertos por la noche durante muchas semanas al año; Ejercicios en completo encierro; sede de los Cursillos de Cristiandad; siempre a disposición de los otros Movimientos como los Encuentros Juveniles, Encuentros Matrimoniales, etc. etc. Aparte, desde luego, de las muchas predicaciones fuera en tantas partes de la República.

Un ministerio muy importante de esta Comunidad merece especial mención: el Rosario radiado por la mañana, diariamente, con una charla de evangelización, a través de la Emisora Diocesana Radio Fides. Diariamente, durante cincuenta años, constituye casi una aventura para por el sacrificio que ha supuesto siempre para todos los Padres, cargados siempre con tantos trabajos. Y hay que decir que ese Rosario y charla se han hecho imprescindibles en multitud de hogares. A esto hay que añadir la Misa televisada de los domingos. Comenzó más tarde que el Rosario mañanero, en 1969, pero son ya muchos años los que se va manteniendo también a pulso esta Misa, óptima para los enfermos, y muy aprovechada por católicos algo perezosos para ir al templo… Hoy se han introducido y van en aumento otras formas de apostolado muy actuales, como los Cursos de Biblia, difusión de libros propios y todo lo que signifique difusión de la Palabra.

Mons. Rodríguez, que hasta su muerte siguió con tanto cariño los ministerios de la Casa, fue considerado siempre, por esta fundación regalada en bandeja, como un gran Bienhechor de la Congregación.

AUSTRIA

Canonización del Padre Claret el 7 de Mayo de 1950. Acude a Roma la Madre Antonia, de las Religiosas Misioneras de la Reina de los Apóstoles, y habla con ella el Padre Schweiger sobre su deseo de tener casa en Viena. Gravemente enfermo de pulmonía el Arzobispo y Cardenal Innitzer, las Religiosas, medio fundadas por él, encomiendan su curación al nuevo Santo, cuya estampa se había llevado desde Roma consigo la Madre Antonia. A los dos días el enfermo estaba fuera de peligro. Y la Superiora, con la estampa en la mano, se dirige sin más al Cardenal: -Padre, este Santo le ha obtenido la salud. Nosotras le encomendamos a él. Haga venir a Viena a sus hijos los Padres Claretianos que nos traigan la devoción al Corazón de María. Y el Arzobispo y Cardenal, por toda respuesta: -Bien, que vengan.

Aquí estuvo todo. El Cardenal no aceptaba más religiosos en Viena, pero a los dos meses escribió a nuestros Padres rogándoles que vinieran y se estableciesen en la periferia de la Capital, en el barrio de Hirschstetten, sector ruso de Viena donde hacían mucha falta sacerdotes. Meses más tarde el Padre General Schweiger visitaba al Cardenal, y a pesar de lo difícil del puesto que se le ofrecía, pobre, con población mayoritariamente izquierdista, bajo el poder de los rusos y donde habría que ir con sumo cuidado en los ministerios, el Padre aceptó el casi destruido castillo de Pirquet, del que tomaba posesión el Padre Beathalter en Agosto de 1951. No había Iglesia y ni tan siquiera una mansión apropiada. En un primer momento se acomodó la antigua cuadra de caballerías para Capilla.

¿Dificultades primeras bajo el comunismo ruso? Las podemos suponer. El Padre escribía en una carta esta frase lacónica: -Aquí estamos con un pie en Austria y con el otro el Siberia. Sin embargo, hasta tres Misas celebraba cada domingo en la Capilla, y al cabo de un año tenía la Primera Comunión de 80 niños, algo nunca visto allí, y que dejó encantados a todos. ¡Los Padres habían entronizado al Corazón de María en el sector ruso de Viena!... Y vivían con esta perspectiva: -Aquí hay trabajo para tres Padres, y también para otros tres si vienen. Los Padres escribían en la primera crónica de Anales: -Hoy Hirschstetten ya no se concibe sin los Padres Claretianos. Aquello está cambiando, con gran satisfacción de los Padres y el agradecimiento de la Curia. Donde el Corazón de María pone el pie, todo se transforma.

La Casa de Bennogasse en 1954 fue casi una lotería para la Congregación. Extinguida la rama masculina de “Reina de los Apóstoles”, Casa y Capilla, en perfecto estado, pasaron a las Religiosas que ya conocemos por la anterior fundación. Y entre la Señora Paula Bizjak, dueña con las Religiosas, y la Madre Antonia, guiadas por la devoción que ambas tenían a nuestro Fundador y su aprecio a la Congregación, las vinieron a poner en nuestras manos con unas condiciones tales que prácticamente resultaban un regalo. Situadas Casa y Capilla en el centro de Viena, los Padres podían empezar sin más el ministerio sacerdotal, igual que seguir con la atención a los estudiantes de la Residencia.
No hace falta mencionar el culto de la Capilla, pues todos lo adivinamos sin que nos lo digan, dada la posición que ocupaba en la Ciudad y el esmero con que los Padres la atendían. Más tarde, en 1976, se construyó en lugar de la vieja y pequeña casa otra muy hermosa de siete plantas, con una Iglesia para más de 500 personas. La Residencia de estudiantes se agrandó. También en esta casa están los Secretariados diocesano y nacional de los Cursillos de cristiandad... y desde la misma se lleva adelante el apostolado de la prensa y una obra de ayuda eficaz a las misiones de los nuestros.
Los Padres supieron formar un Grupo fuerte de Seglares Claretianos y Claretianas con votos o con promesas, y se llaman y son "Grupo Apostólico de San Antonio María Claret”.

Pero lo que más ha caracterizado a la Casa de Benogasse ha sido el Movimiento de los Cursillos de Cristiandad, de los que ha sido alma el Padre José García Cascales. Hizo su Cursillo en Burgos en 1959, y en la Clausura le dijo ante todos el Obispo Auxiliar: “Al Padre de Austria le damos el encargo de que con los Cursillos ponga en las banderas de Europa los colores de Cristo”. Ni tardo ni perezoso, daba el primer Cursillo en alemán del 3 al 6 de Junio de 1960. Todos sabemos el resultado. Han sido innumerables los hombres y mujeres que desde entonces hasta hoy han renovado sus vidas con los Cursillos de Cristiandad. Al cumplir sus 22 años de existencia, dieron expresamente un frenazo y redujeron los Cursillos a un número mínimo, a fin de atender a los antiguos cursillistas con días de reflexión para rehabilitar el espíritu de la Confirmación. Después seguirían con el ritmo anterior. Para entonces, los habían practicado 9.000 personas, entre ellas 437 sacerdotes y dos Obispos. Por los Cursillos ha sido ampliamente conocida en Viena y en toda Austria la Casa y la obra de los Misioneros Claretianos.

Pater Josef llevó los Cursillos también a países vecinos, con verdadero riesgo a veces, como en Hungría por los años ochenta. Ya a punto de iniciarlos en la Abadía benedictina de Pennonhalma, donde está enterrado San Esteban Rey de Hungría, se presentó la policía comunista amenazando a los monjes con prohibir allí la enseñanza (lo que hasta entonces les estaba permitido) si continuaba trabajando el Padre García-Cascales, español, “nacido en Játiva el 9 de Agosto de 1928, que había estudiado con los Jesuitas en Frankfurt y ahora tenía la nacionalidad Austriaca...”. Increíble lo que la Policía comunista sabía. Todos los datos personales precisos. El Padre García-Cascales había sido huésped en el Palacio Episcopal de Pécs en el sur de Hungría. Ya caído el Muro de Berlín, el nuevo Obispo de Pécs, Mayer, se reía de la inocencia del Claretiano y del Benedictino. Porque cuando hubieron de renovar su Palacio Episcopal, encontraron unos veinte micrófonos distribuidos por todas las paredes. ¿Cómo consiguió colocarlos la Policía comunista? El Partido tenía registradas todas las conversaciones de Palacio… Sin embargo, los Cursillos se introdujeron en Hungría durante la dominación comunista y a estas horas siguen con plena vitalidad.

Esta Casa de Bennogasse, por su Iglesia, por los Movimientos laicos, por los Cursillos de Cristiandad, ha sido una auténtica bendición para la Iglesia de Dios en Viena y en toda Austria.

JAPON

La Misión del Japón era un regalo que Dios hacía a la Congregación cuando acababa de celebrar durante todo un año las fiestas por la Canonización del Padre Fundador. El año 1951 hacían los Misioneros su entrada en el Imperio del Sol Naciente. Todos sabían desde un principio que la cosa no era fácil. Era cuestión de sembrar sin la esperanza de cosechar pronto las conversiones. Había que trabajar sabiendo que otros afortunados recogerían lo que se iba a sembrar con mucha paciencia. Pero esta perspectiva no quitaba las ilusiones de nadie. Japón es un gran pueblo, y un día afortunado, ¡sólo Dios sabe cuándo!, abrazará el Evangelio para formar una gran Iglesia en aquel suelo regado con la sangre de Mártires muy insignes.

Eso de que Japón fuera una respuesta de Dios por la Canonización del Padre Fundador no es un decir sin más. Fue la gran realidad. El Padre General, Peter Schweiger, expuso a su Gobierno: ¿No sería oportuno, con motivo del Centenario de la Congregación y Canonización de nuestro Padre, abrir una nueva Misión, que podría se el Japón? Aprobación unánime del Gobierno General. Y la víspera de la Canonización llegaba para la misma a Roma el Obispo de Osaka, Monseñor Taguchi, con el propósito de buscar Misioneros para su diócesis, de ocho millones de habitantes, pero con diez mil católicos solamente.
Se entera el Padre General de la presencia de este único Obispo japonés en la Canonización, y pasada la misma se adelanta a visitarlo y ofrecerle los servicios de la Congregación. ¡Vaya noticia para el buen Obispo! Feliz con llevarse a los Hijos del Corazón de María, los mismos de sus recordados profesores Padres Maroto y Larraona. Durante todo un año, será el estribillo de sus cartas: “Esperamos con impaciencia a sus Misioneros”. “No sabe lo contento que estoy”.
La amistad de este Obispo y después Cardenal con los Claretianos se hizo proverbial en Japón, y la Congregación le ha distinguido como un bienhechor verdadero. Hemos visto en varias fundaciones cómo aquellos Profesores de Roma, que sacrificaban muchas veces sus gustos personales y su celo apostólico directo con las almas, abrió a la Congregación campos de apostolado muy amplios y significativos, y éste de Japón fue muy notable.

En Octubre de 1951 llegaban por fin los primeros Padres, entre ellos dos de los expulsados de China. Se hospedaban de momento en el Seminario, y en Diciembre ya podían marchar a la propia casa de Imaichi, suburbio de Osaka. Para cuando los Padres la pudieran atender como Parroquia propia, una vez se desenvolvieran con la lengua, el Obispo la desmembraba de la Parroquia de Sekimech, con 200.000 habitantes y 250 católicos, aunque comprendidas la otras poblaciones que le correspondía cuidar pasaban de los 800.000 habitantes con unos 700 católicos. ¡Vaya campo por delante!

Los primeros regalos que recibieron los Padres fueron: uno, los palillos que sustituyeran cucharas y tenedores, y otro, un Sagrario. Dos verdaderos símbolos: a hacerse japoneses desde un principio, y sobre todo a contar con ese Jesucristo que les va a acompañar siempre.

No se podía pensar en una iglesia provisional, sino definitiva, y a los dos años tenía la Misión un templo airoso y acogedor. Y antes incluso que en la iglesia se hubo de pensar en la escuela, importante por demás en Japón.
Pasados sólo diez años, los Misioneros escribirán satisfechos en Anales: -En el Colegio de Segunda Enseñanza habrá 650 alumnos; en el Kindergarten de Hirakata, 600 niños, y en el de Imaichi pasarán de los 250. Eran ya tres casas las que componían la Misión: Imaichi, Kori e Hirakata, a las que se añadirán después Nagoya y Tokyo.
A pesar de lo difícil de la lengua, al cabo de año y medio escribía el cronista para los Anales: -Hay clases de catecismo no sólo en casa sino también en cárceles, hospitales y edificios ofrecidos a este fin; se asiste a los enfermos, se atiende dos capellanías y se ayuda a los Párrocos, sirviéndoles de Coadjutores permanentes.

En Hirakata se instaló también apenas se pudo el Postulantado, pues por difíciles que parecieran las vocaciones había que contar con la gracia de Dios, que las suscita siempre con prodigalidad divina. La experiencia de las otras Congregaciones les dijo a los nuestros que eran ciertamente necesarios los colegios y las escuelas, pero en orden a las vocaciones había que confiar únicamente en las Parroquias.

Con fines vocacionales se abrió una Casa en Tokyo el año 1978, y como casa de formación sigue hasta nuestros días. La Universidad Sophia ejercía una atracción casi irresistible y era el mejor centro de estudios en que podía pensarse. El Padre Josep Mª. Abella, entonces tan joven y hoy General de la Congregación, fue el fundador y primer director de esta Casa de Estudios.
Esta fundación de Tokio ha dado a algún Padre la oportunidad de internarse en la Pastoral Juvenil Católica de la diócesis, llamada simplemente KATOKO, con experiencias grandes de la adaptación de los Jóvenes, ellos y ellas durante sus vacaciones, fuera de su marco escolar. Han trabajado con scouts y estudiantes, o con personas subnormales y deficientes, tales como los sordomudos. Esto les ha hecho descubrir una nueva dimensión humana y social que les permite madurar y crecer como hombres y como cristianos.

Cuando llegó el momento oportuno, los miembros de la Delegación no fueron tardos en revisar las posiciones, que las centraron en estos puntos cruciales: Pastoral vocacional y juvenil, Promoción de evangelizadores y líderes laicos, Sentido misionero de las parroquias y Formación permanente. Pero, dado lo limitado del personal y de las casas, observaban atinadamente: no se trata de supresiones, sino del “contenido” que se debe adoptar en la vida personal y de las Comunidades.

Cuando se decidieron a abrir la Casa de Tokio, dieron los Misioneros la estadística de la Misión de Osaka: seis parroquias misioneras con 1.500.000 habitantes; 3.500 católicos; una escuela superior con 1.200 alumnos casi todos paganos, y tres parvularios con 1.800 infantes. Como se ve, no fallaba la previsión primera: fe, trabajar con fe, y el resultado dejárselo a Dios.

CANADA

Todos sabemos lo que significaba el catolicismo en el Canadá francés, con sus familias ejemplares, sus muchas vocaciones, su espíritu misionero y tantas cosas buenas más. Por eso, no podía menos que atraer las miradas de la Congregación, y por fin el año 1953 se establecía la primera Comunidad en Victoriaville.
Seis meses en la Casa Parroquial, como un magnífico entrenamiento, y el 22 de Agosto, fiesta del Corazón de María, como el mejor augurio, se instalaban los Padres en casa propia, grande, con magnífica propiedad para Colegio, y que al cabo de un mes ya tenía los tres primeros Postulantes. El Obispo diocesano, muy complacido, pedía y aseguraba muy satisfecho: -Quiero ver aumentada la pequeña Colonia Claretiana; pidan al Padre General otros cinco Padres, y si manda diez por diez años seguidos, habrá trabajo para todos.

Pronto se iba a ver que las esperanzas tan grandes no eran vanas. Los sacerdotes diocesanos cooperaban con las vocaciones como si se tratara de cosa propia. Dada en un Colegio la noticia de los Misioneros, tres muchachos finalistas de aquel año escribían determinados al Director: Claretianos. Y las autoridades civiles concedían la plena aceptación legal de la Congregación con todos los derechos, como “Padres Claretianos de Québec”.
Ante tantas peticiones de niños, hubo de iniciarse en seguida la construcción del Colegio previsto para cien Postulantes, y, al inaugurarse, ya eran cincuenta los admitidos para empezar el curso. Diez años más tarde se inauguraba una nueva ala del edificio, impuesta por tanta petición de candidatos, a pesar de la selección tan exigente que se habían impuesto los Padres.

Tan halagador se presentaba el porvenir, y era ya tal la realidad con algunas fundaciones más, que el Gobierno General desmembraba Canadá de la Provincia Oriental de Estados Unidos y la constituía en Organismo in dependiente.

Vinieron los novicios, los estudiantes, los sacerdotes… Canadá, con fama de Iglesia muy misionera, se hacía cargo de la Misión de Akono en Camerún. Todo iba muy bien. Pero vino la crisis postconciliar, que afectó a la Iglesia y a la Congregación allí como en los demás países del Primer Mundo, víctimas de una sociedad que se ha secularizado tan aceleradamente.
Hoy, aunque muy reducido el personal, los Padres y Hermanos siguen trabajando mucho y bien con los fieles de las diversas Casas y Parroquias. Es un placer recorrer las páginas de su Boletín, C.M.F. En Action o Communautés, para ver cómo se desempeñan hoy todavía y cómo llevaron especialmente la Misión del Camerún hasta que pasó a ser parte integrante de Africa Central.
No se desaniman los Padres y Hermanos ante nuevas fundaciones, como la que les ofrecía en el 2004 el Arzobispo de Ottawa con la Iglesia parroquial de la Santa Cruz.
Recientemente, en una Asamblea de la Delegación, se determinaron a dar un fuerte impulso a los laicos en las actividades apostólicas y a promocionar el Movimiento de los Seglares Claretianos. Han disminuido las vocaciones, pero las familias siguen muy cristianas, y los Seglares tienen reservado un gran papel en nuestros apostolados.
Dios quiera que, en medio de la crisis actual, Canadá sepa mantenerse en la fe cristiana que tanto la distingue.

ECUADOR

Acababa de llegar con el año 1955 el primer Claretiano a Guayaquil y comunicaba gozoso a su Curia Provincial de Bogotá, pues la fundación la hacía la Provincia de Colombia: ¡Bandera Cordimariana ya ondea sobre Ecuador!
Como en las fundaciones primeras de América, el Corazón de María va a ser la autora y responsable de todo el apostolado que se espera realizar bajo su protección amorosa.
Porque la Parroquia que se nos ofrecía había de tener como Titular al Espíritu Santo, por voluntad expresa del Arzobispo; pero, por voluntad también expresa del Padre General, la Patrona tenía que ser El Corazón de María.

Se entraba en un campo ingrato por demás. Con gente muy buena naturalmente, pero del todo alejada de Dios en la práctica de la religión. Por otra parte, sólo se contaba con el terreno para edificar, y las funciones las hacían los dos Padres en plena calle. Sin embargo, al cabo de poco tiempo comunicaba el cronista: -Se ha dado una misión, se han hecho 35 matrimonios y celebrado 150 primeras comuniones de gente adulta.

Todo era cuestión de fe y de entusiasmo. ¡Y bueno era para eso el Padre Angel de María Canals, antes misionero en el Chocó y ahora fundador de la nueva Casa! Al cabo de poco ya contaba con tres capillas, y el puesto central con Casa Cural, Iglesia, Teatro, Unidad Sanitaria y Escuelas Parroquiales, además del gran salón destinado para fiestas familiares y sociales de los pobres que no tienen lugar donde hacerlas.
Ya en el primer año presentaban unas estadísticas casi asombrosas de la labor realizada y de los frutos conseguidos, tanto en la administración y recepción de los Sacramentos como en las obras sociales iniciadas desde el principio. Al no contar aún con un templo sino con una modesta capilla, muchas de esas obras se realizaban en plena calle.

¿Eran todo rosas? Sí, pero con muchas espinas. Empezando con el grave ataque al corazón del Párroco, que estuvo fuera de combate por bastantes semanas.
Los feligreses eran pobres, muy pobres, de esos que casi nada podían contribuir a las obras materiales necesarias.
Abandonados por muchos años de toda ayuda espiritual, la ignorancia de la verdad cristiana era casi total, de modo que esos ministerios tan hermosamente alcanzados fueron fruto de catequesis y charlas agotadoras.

Sobre esta realidad entre los pobres, estaba ya a la vista un gran Colegio en barrio residencial y los terrenos para la Casa de Ejercicios. No podía presentarse una fundación más prometedora en Ecuador.

No se entiende lo que se tenía ya a los dos años de estancia en Guayaquil. Casi todos los siete sectores en que se había dividido la Parroquia poseían ya su Capilla propia.
Funcionaba aparte de la Parroquia el Colegio del Espíritu Santo, a punto de ser sustituido por el definitivo, mucho mayor y con segunda enseñanza.
Y lo que va a caracterizar tanto a esta fundación: ya estaba en marcha la Casa de Ejercicios Espirituales de Villa Nati, en espera de la otra definitiva.

Con toda intención iban retrasando la construcción del Templo Parroquial del Espíritu Santo, “porque quisimos dedicar primero todos nuestros esfuerzos a estructurar con preferencia el templo de Dios en las almas de los habitantes de este sector de la ciudad, por medio de los ministerios directamente espirituales y de nuestras Escuelas Gratuitas”.
¿Qué habían conseguido con esa primera labor de las almas, antes de edificar el templo material? Esta es la estadística que presentaban de esos tres primeros años:
-Son ya 1.795 los hogares dignificados por el santo matrimonio; pasan de 820 las almas regeneradas por el bautismo; han recibido la primera comunión 1.465 niños y 1.637 adultos; han comulgado de nuestras manos 229.101 personas. Y todo esto, con la preparación debida: 4.299 catequesis, pláticas, charlas… Además, el Dispensario médico atendía hasta más de 13.000 enfermos al año.
Cuando ofrecían estos números, ya llevaban construida y se bendecía la primera parte del TEMPLO PARROQUIAL DEL ESPIRITU SANTO. Primero, el templo de Dios en las almas; después vendría todo lo demás.

Empedernidamente laicas las autoridades, pronto se dieron cuenta de lo que hacían aquellos Misioneros. Y al pedir un favor a la Corporación Municipal, ¡que tanto había costado al principio!, oye sin más el Padre: -¿Claretiano? Cuente con todo nuestro apoyo, porque Ustedes se lo merecen todo. O como el Gerente del Banco: -No prestamos a nadie. Y Usted, ¿cuánto pide? -Ciento cincuenta mil sucres. -¡Téngalos! Y cuando necesite más, venga a buscar.

Pero faltaba la obra principal del Padre Angel Canals: El Cristo del Gran Consuelo, y que no es otra cosa que la copia exacta de lo que el Padre Juan Ramírez había hecho en el Barrio Colón de Cali y que ya vimos al hablar de Colombia. El Padre se lo propuso cuando lo vio: -¡Esto lo hago yo en Guayaquil! Y lo hizo. Obra social como ésa parece, y lo es, un verdadero milagro de la Providencia.

Parroquias, Colegios, Casas de Ejercicios, Obras Sociales… Sigue todavía mucho de todo esto. La lástima es que la falta de personal, por la crisis moderna de vocaciones, no haya permitido llevar adelante todas estas empresas, aunque sigan bien varias de ellas.
Como organismo de la Congregación, Ecuador ha pertenecido desde un principio a Colombia. Y la Provincia Oriental ha abierto actualmente, como Provincia misionera, la casa-misión de Latacumba, para atender a los indígenas en Ecuador, y la otra de Quito, perdida en las alturas de aquellas montañas tan necesitadas de ayuda espiritual.
Ecuador ha sido un campo de apostolado muy esperanzador. ¡Dios le conserve la fe!




SUIZA

Suiza, el paraíso de los financieros, atrajo también las miradas de los Claretianos, porque allí descubrían tesoros que salvar para la Vida Eterna. País tradicionalmente protestante, tiene sin embargo enclaves e Iglesias católicas que es necesario atender. Y allí fueron primero nuestros hermanos de Alemania en 1958 con una Procura Misional, y trabajaban con los emigrantes sin distinción de nacionalidades. Pero el Padre Gawenda, uno de aquellos alemanes que se formaron en España y que dominaba perfectamente el idioma, junto con el Padre Vicente Codina se dieron con una gran entrega al servicio religioso de los emigrantes españoles, muchos miles en toda Suiza y muy necesitados de asistencia espiritual.

Hasta que en 1967 el Vicariato erigió oficialmente la Misión Católica, encomendada a los Misioneros de la Provincia de Aragón, los cuales ejercían los ministerios en varias Iglesias de Zürich y de los alrededores, a las que acudían los domingos unos 1.200 españoles, pobres en general, no muy sobrados de instrucción religiosa y algo destrozados sicológicamente por el trato discriminatorio que recibían de sus patronos, con todo lo cual no estaban para muchas filigranas espirituales.

Los Misioneros tenían por delante un campo muy extenso donde trabajar, y se organizaron de manera muy eficaz. Los Bautizos al año estaban sobre los 160, preparados con toda diligencia, y los Matrimonios llegaban a 70, con preparación individual para cada pareja. Se daban clases de instrucción sobre el Catecismo; se organizaron Movimientos apostólicos; se impartían conferencias; se atendía a los enfermos en los hospitales y a los detenidos en la cárcel; se visitaba a las familias y, en lo posible, a los emigrantes en las mismas fábricas y en las barracas. Sobre la Misión cargaba la responsabilidad del Bachillerato por radio, con duración de cuatro años, que tenía valor oficial una vez superados los exámenes que realizaban profesores llegados de Madrid. Para estrechar los lazos con la Misión, se publicaba la revista mensual “Retorno”, con un tiraje de 3.000 ejemplares.

Esto era la Misión al principio. Hoy, después de los años y con el trabajo abnegado de los Padres, todo ha mejorado mucho. Causa placer leer las crónicas actuales, en las que se ve un gran avance en la formación humana y cristiana de los emigrantes. Nos cuentan lo que son los grupos de solidariedad con el Tercer Mundo, por el que trabajan para enviar ayuda a las Misiones de países pobres; la peregrinación que hacen anualmente con devoción y entusiasmo al Santuario mariano de Einsideln; los Grupos que han formado de Catequistas y de estudio de la Biblia; el Curso anual de Formación de los Laicos; y las actividades recreativas con que saben festejar los días de fiesta más tradicionales. Y a pesar de estar en Zürich, ciudad tan firmemente protestante, es de maravillar lo que significa el Víacrucis ecuménico organizado por los Padres en el Viernes Santo, y que recorre las calles con la devoción de muchos, católicos y no católicos, y ante la admiración de todos.

Estas Misiones de Suiza, tanto la alemana como la española, no eran ni siguen siendo un lujo, a pesar de haber mejorado mucho con los años, sino un terreno difícil, pero muy rentable también espiritualmente, apto para estimular el celo apostólico de los hijos del Padre Claret.

REPUBLICA DEMOCRATICA DEL CONGO

Con Guinea Ecuatorial y Sao Tomé tenía la Congregación una tradición misional muy grande en Africa. Pero, ¿podía contentarse con esas dos únicas parcelas ante el desafío que siempre ha ofrecido al celo apostólico ese “gigante dormido”, como se le llama al enorme continente africano? Un día u otro había que dar respuesta a pregunta semejante y en el año 1962 el Padre General recibía una carta del Provincial de los Jesuitas en el África Central con un grito patético: -Somos víctimas de las bendiciones divinas. La mies está madura para la siega. Tenemos decenas de millares de catecúmenos, y su número nos ahoga. Cada uno de nuestros sacerdotes tiene que atender a un promedio de 7.500 cristianos, y esta proporción aumenta de año en año. Concretándose a la diócesis de Kikwit, había sólo 45 misioneros para 350.000 católicos, sin contar los muchos catecúmenos y los paganos que un día u otro llamaban a las puertas de la Iglesia.

El Padre General Schweiger acudió a su Provincia de Alemania, a pesar del poquísimo personal con que ésta contaba, y los Padres recibieron la noticia con verdadero alborozo. Tres Misioneros jóvenes se dieron prisa en la misma Alemania para aprender el francés, lengua necesaria en el Congo, y allá se fueron, pertrechados también por la generosidad del Centro Misionero de Aquisgrán, que les proveía para el viaje, como aquellos de la Iglesia de Antioquía a los primeros enviados, y les prometía 2.000 marcos por cada catequista que se formara en la Misión durante dos años.

El Congo, el Zaire…, por estos nombres ha pasado hasta el oficial de hoy: República Democrática del Congo. Nosotros lo llamaremos normalmente el Congo.
Apenas habían llegado los Padres a su puesto de Kingandu, y ya escribían el 11 de Octubre, día en que se inauguraba el Concilio: -Nos sentimos muy unidos con las intenciones de la Iglesia y ofrecemos nuestras oraciones y sacrificios por el feliz éxito del Concilio. Precioso día para comenzar la Misión. Se sentían más Iglesia que nunca. El Padre Jesuita que había organizado la solemne recepción con los 1.500 alumnos y alumnas de Colegio, les decía: -¿Preguntan por qué he hecho esto? Para facilitarles por este medio el contacto con las gentes de estas tierras. Esas gentes les decían lo que iba a ser la Misión: un éxito del Señor, a pesar de los sacrificios por que habrían de pasar. El primero lo comprobaban entonces mismo. Los festejos colegiales tuvieron dos partes: ellos y ellas. El primer día no estaban las niñas, sino que seguían en su vacación, porque las Religiosas no tenían para darles de comer… No todo en la Misión iban a ser rosas.

El centro misional, con un complejo de muchos edificios en un altiplano de temperatura agradable, estaba perfectamente organizado, dirigido por los Padres Jesuitas, pero llevado por una Congregación de Hermanos: los dos internados de niños y niñas separados, talleres, central eléctrica, casa para los empleados que no bajarían de treinta. Y en medio, una iglesia con capacidad para unos dos mil fieles, en la que se repartían cada día unas 1.000 comuniones. Los fieles de la ciudad y contornos sumaban 85.000 almas, y cada año se bautizaban un promedio de 3.000 personas. ¡Vaya lujo de Misión! Esto es lo que vio el Padre General al cabo de un año de instalarse allí nuestros Padres, que pronto se iban a hacer cargo de todo, una vez se fueran los Padres Jesuitas.

Pero vino lo más grave y temido. Después de conseguida la independencia, el Congo se dividió de manera trágica. El comunismo se iba apoderando de muchos resortes, hasta decir Mao Tse Tung después de su viaje de inspección que se sentía satisfecho porque África estaba muy preparada para la revolución… ¿Qué iban a hacer los Padres? En medio del gravísimo peligro, fueron valientes y no se movieron de su puesto, a pesar de que tantas otras misiones se iban quedando solas. Por fin, el Ejército pudo proteger nuestra Misión. Igualmente, nuestras Hermanas las Misioneras Claretianas no sufrieron nada especial en su puesto y seguían felices en su trabajo con toda la población y particularmente con la juventud. El problema más grande era la pobreza suma, rayana en la miseria total, de todos los que dependían de la Misión.

Llegó el tiempo de paz. Y vino también alguna expansión, con la inauguración en 1972 de la Iglesia de Mutelo, una de las más bellas de la diócesis. Después de la persecución que sufrió la Iglesia en sus misiones, hubo que replantear la pastoral y, dejando algo aparte el sistema escolar, se dio preferencia a las comunidades de base en los diferentes grupos de población. Los Padres tuvieron una ayuda muy eficaz en nuestras Hermanas las Misioneras Claretianas. Algo después se admitió la Misión de Mutila, precisamente por ser lo más pobre que se nos ofrecía. Y el Padre Kömm, con sus conocimientos de arquitectura, se lanzó a una empresa social atrevida, como era la construcción del puente sobre el río Yambeshi, para sustituir las viejas barcas. El Padre Peter Happersberger perdió allí la vida ahogado y a punto estuvo también de perecer el Padre Ströbele. Los Padres se decidieron a construir el puente tan necesario, y, aunque las dificultades y los gastos fueron muchos, al fin se inauguraba el 24 de octubre de 1988.

El Padre Hagen Müllers iniciaba una gran empresa de Desarrollo, con promoción humana y de formación cristiana a la vez de la mujer africana; con enfermeros titulados para el nuevo Hospital; con un centro de nutrición; con el progreso de la agricultura y ganadería; con un complejo de silos para almacenar el arroz y los productos de la región. No tenemos otro objetivo en la realización de todos estos proyectos y actividades, decía el Padre Müllers, sino el Evangelio de Jesús.
Por otra parte, el Padre Müllers ha desarrollado un extenso programa bíblico, que empezó con 30 personas y después ha llegado a 250, con éxito muy notable.

La Misión de Kindi que vino después era para probar la fe, la abnegación y la valentía del Misionero más optimista. Y allí estaba el Padre Kopp, uno de aquellos pioneros, con 70 años encima, trabajando en medio de la pobreza y de dificultades muy serias, sin desanimarse nunca. Las sectas abundan y hacen mucho mal entre la juventud. De aquí que nuestros seminaristas, en su experiencia pastoral, hayan dado mucha importancia a estos dos grupos: Bilingeya Mwinda, jóvenes que quieren vivir como “hijos de la luz”; y Kizito y Anuarite, “Jesús modelo de vida al estilo de estos Santos patronos”.

Y vemos lo más importante. En 1983 profesaban en la Congregación los tres primeros Estudiantes nativos del Congo, que habían hecho su noviciado en Akono, del Camerún. Eran las primicias de tantas vocaciones como iban a seguir. Después venía la fundación de Kinsasha para la formación de los estudiantes de África Central, y tenía como formador de los cinco primeros recién profesos al Padre Alfredo Oburu, que sería posteriormente el Obispo de Ebebiyin en Guinea Ecuatorial. Se preveían muchas vocaciones, como así ha sido con la bendición de Dios. El Teologado se ha establecido fijamente en Yaoundé del Camerún, y aunque hoy sigan algunos Padres de otras latitudes en la Delegación del África Central, prácticamente la construyen los miembros nativos de aquellas tierras.

Los Misioneros se han visto en ocasiones muy difíciles, como en Septiembre de 1991 con la revuelta de los militares, y en 1997 cuando la rebelión de los Banyamulengues. Siendo extranjeros, lo mejor era retirarse. Pero los hijos de Claret, los Misioneros y las Misioneras, fueron valientes y no se movieron de sus puestos. Solamente los seminaristas pasaron por prudencia elemental a estudiar a naciones vecinas para asegurar su vocación y quizá hasta sus propias vidas. Son los herederos del “nada les arredra”…


GUATEMALA

El año 1966 será recordado en la Provincia de Centroamérica como un año privilegiado por las dos fundaciones que lo jalonan: Guatemala y Nicaragua. A Guatemala, además, acudía también la Provincia del East de Estados Unidos con espíritu muy misionero y se establecía en las paradisíacas tierras de Izabal, al norte del país.

En el mes de Febrero el Padre José González Cía se posesionaba del Palacio de San Juan de Obispo, en pleno campo, dentro de un pueblecito de 600 habitantes, a tres kilómetros de la Antigua, la Ciudad de San Pedro Betancur, “El Hermano Pedro”, destruida por el terremoto de 1773, y hoy uno de los tesoros coloniales más ricos de toda América. El Palacio del Obispo también fue destruido, pero no hacía muchos años que un anterior Arzobispo de Guatemala lo había reconstruido de forma solidísima, con verdadero lujo, y capaz de convertirse en una Casa muy buena de Ejercicios Espirituales. Con este fin la aceptó la Provincia, aunque nunca se llegó a realizar un plan semejante.

En cambio, iba a ser campo de un ministerio envidiable la Parroquia indígena de Santa María de Jesús, así llamado el pueblo que se alza a 2.200 metros de altura en las faldas del imponente Volcán de Agua. Los 12.000 habitantes o más hablan el español además de su legua nativa, y en cuanto a la Religión católica son maestros aventajados. No se explica uno la realidad de su fe. Sin párroco, pues eso de tener que subir el cura a pie cuesta arriba los mil trescientos metros de la montaña, hizo que durante más de un siglo no vieran los fieles al sacerdote sino esporádicamente, o a lo más en una Misa los domingos. Solos con sus catequistas, la doctrina se la sabían de memoria; resultaban un placer las celebraciones de la Iglesia, rezadas y cantadas impecablemente y con el espacioso templo siempre lleno; los Sacramentos eran recibidos con plena conciencia; la vida parroquial, observada de manera inmutable, la tenían organizada en sus mínimos detalles; y la moral cristiana era vivida de manera muy seria.
Los Padres tenían que limitarse a administrar los Sacramentos y a conservar estas costumbres intocables. ¡Cuidado con modificarlas! Hoy, eso sí, han aceptado los cambios en la Liturgia “porque lo ha mandado el santo Padre el Papa”, y reciben también con gusto las novedades de instrucción algo superior, como las clases de Biblia y demás. Cuarenta años hace que se aceptó y se sirve Parroquia semejante, verdaderamente única. Además, Religiosas misioneras se hicieron cargo de la gran escuela parroquial para niños, algo con que nunca habían contado.

Aparte de esta Misión de Santa María de Jesús, la Provincia abrió después el Centro Claret, con la Parroquia de San Antonio María Claret y el Seminario en Ciudad San Cristóbal, en un principio Teologado y Filosofado, y cuyo edificio ha sido actualmente convertido en Casa de Retiro y convivencias. Dentro de la misma Ciudad de San Cristóbal, ciudad satélite de la Capital, hoy se atiende en Peronia a una gran población de acarreo, gente pobrísima y necesitada lo mismo de asistencia material como espiritual.

¿Y qué decir de la Misión en Izabal? Al Norte de Guatemala, con las Parroquias de Santo Tomás de Castilla, Livingston, El Estor y Río Dulce, era la nueva Misión que la Iglesia encomendaba al celo de los Misioneros Claretianos, y de la cual se hacían cargo en 1966 los Padres de la Provincia USA East de Estados Unidos, a los cuales se unían también otros Padres de Inglaterra. Hoy, acabado el proceso de integración, corre toda ella a cargo de la Provincia de Centroamérica.
Toda la región, en torno al bellísimo Lago Izabal, con sus bosques, sus ríos, fauna y flora, es de una belleza extraordinaria.
La población se divide en tres etnias bien marcadas: la más pequeña, de origen afro; la ladina, o mestiza, de origen europeo con indio; y la mayoritaria, de los indígenas maya queqchi.

¿Y cómo era la Misión y cómo trabajaban los primeros Padres? Un caso nada más. Aquel joven Sacerdote y Misionero claretiano, dejada la vida de su natal y comodísima Inglaterra, tenía el compromiso de llegar a un poblado de la misión, pero aquel día el río estaba imposible. Los tres o cuatro indígenas que le acompañaban, todos bien peritos en la conducción del cayuco, le previnieron muy gravemente: -Padre, no lo haga. No pase hoy el río, que el cayuco se hunde. El Padre se empeñó: -Debo pasarlo. El pueblo me espera. -¡Por favor, no lo haga, que hoy no se puede! Resultaba inútil toda insistencia. El Misionero se arriesgó y sus acompañantes no tuvieron más remedio que seguirle. La aventura acabó bien, contra todo pronóstico de los expertos indígenas. Y uno de los jóvenes, pasmado: -Padre, ¿y cuánto les pagan a ustedes por esto? -Nada. Nuestra paga es Jesucristo y son ustedes. Durante días, el joven no tenía otro pensamiento: -¡Jesucristo! ¡Jesucristo!... Al fin ingresaba en el seminario, y hoy es sacerdote, por esa paga tan especial: Jesucristo.

La Misión, en sus diversos lugares, fue atendida por los Padres muy a la americana, es decir, con los métodos más expeditivos y eficaces. Ante todo, supieron formar un equipo compacto: los Claretianos de la Provincia de U.S.A East y los de Inglaterra, las Hermanas de diversas Congregaciones que llegaron como cooperadoras claretianas, y los numerosos voluntarios laicos que daban uno, dos o más años de su vida a la misión. Todos ellos formaron el Equipo Misionero Claretiano de Izabal. A él se añadieron otros Institutos de Religiosas y los Hermanos de La Salle, que se instalaron también en las parroquias de la Misión.
Además de los Misioneros que residían de manera estable, venían otros tanto de Estados Unidos como de Inglaterra a trabajar temporalmente, para experimentar en sí mismos lo que eran las avanzadas misioneras.

Se trabajó mucho en visitas a todos los poblados, con enseñanza, sanidad, atención especial al niño, al joven y a la mujer, o amaestramiento en manualidades para la formación humana en el hogar.
Por la ilusión de tener una Iglesia viva se tomó con especial interés la formación de los laicos en orden a la evangelización y promoción humana. Organizado en Santo Tomás el centro Campo de Dios, ya en el primer cursillo participaban 60 mujeres y 55 hombres.

Todo iba muy bien en la Misión, pero hemos de contar con la persecución de los siete u ocho años bajo el mandato los Presidentes Lucas García y Ríos Montt. No murió ninguno de nuestros Misioneros, pero fueron muchos los catequistas y líderes católicos de nuestras mismas misiones que pagaron con su sangre el magnífico apostolado que ejercían. Así, hasta el año 1985 en que fue elegido democráticamente el primer Presidente no militar y que hizo desaparecer aquella tan sangrienta persecución que causó muchos miles de víctimas.

Hoy los Padres americanos e ingleses han pasado plenamente a la Provincia de Centroamérica toda la Misión de Izabal. Y así continúa siendo Guatemala: un gran campo de apostolado, lo mismo en la Capital que en las tierras indígenas, las cuales forman la mayor parte de esta República centroamericana.


NICARAGUA

La verdad es que nuestra historia en Nicaragua carece de brillantez: unas sencillas Parroquias, y poco más que contar de la Congregación en esta República de la Provincia de Centroamérica, por más que modernamente, con su fracasada revolución sandinista, haya adquirido tanto relieve internacional.

Era intención del Gobierno Provincial establecerse en las cinco Repúblicas de Centroamérica, además de Panamá. Ya estábamos en Costa Rica y en El Salvador, pero de Nicaragua no había nada. Hasta que en 1960 publicaba con júbilo el Boletín de la Provincia:
-Tenemos el placer de comunicar a nuestros hermanos que el Gobierno General de la Congregación ha aceptado esta fundación prometedora de Jinotepe, capital del departamento de Carazo. Un nuevo campo se abre a la impaciencia apostólica de los hijos de San Antonio María Claret.

Efectivamente, había para estar contentos. A unos cuarenta kilómetros de la Capital, Jinotepe era una población magnífica por su posición, su clima benigno, apto para los Misioneros que tantas veces decaen en su salud por los intensos calores tropicales, y, más que nada, por la fe, piedad y simpatía de sus habitantes.
Era una buena fundación. Pero por circunstancias adversas, y cuando nuestros Padres la dirigían con tanto acierto, la codiciaba el clero diocesano, y al fin, en 1979, la Congregación se desprendía de ella y la devolvía con dolor y desinteresadamente a la Diócesis.

Como ese momento no se presentó de sorpresa, la Provincia había tomado con anticipación sus medidas, y para entonces ya teníamos otra Parroquia en Managua, la Capital. Se trataba de un barrio muy especial. Una parte de él, lo primero que se aceptó, era y sigue siendo pobre; la otra, que apenas empezaba a urbanizarse, era residencial y de clase media alta. Con mucha prudencia y acierto, se construyó primero la iglesia de Guadalupe, en el barrio pobre, el único habitado por entonces. La gente tenía “su” iglesia, habilitando todo el espacio disponible: no había para más. Resultaba imposible por su pequeñez para Iglesia Parroquial. Después vino la Iglesia del Corazón de María, y aquí es donde la única Comunidad, con dos templos, atiende a la Parroquia que el Señor le ha confiado.

Durante todo el conflicto sandinista, en el que no había neutrales, la Comunidad tuvo que hacer esfuerzos para mantenerse fiel a la dirección de la Jerarquía, sin prestar oídos a muchas voces de sirena entre otros sacerdotes y religiosos de ideas y actitudes tan diversas. Un arma poderosa para afianzar en su fe a los católicos en medio del sandinismo comunista fue la devoción al Santísimo Sacramento y a la Inmaculada Concepción. Para un nicaragüense, “La Concepción de María” y el “Sacramento de los Jueves” son intocables. La Comunidad prestó también un gran servicio al Neocatecumenado, gracias al cual pudo subsistir de muchas maneras durante aquel periodo difícil.

Hoy La Comunidad lleva la vida normal de una parroquia, ciertamente no demasiado esperanzadora. Aunque en ella está instalado el Noviciado de la Provincia, que, como es de suponer, contribuye mucho, entre formadores y formandos, a la espiritualidad de nuestros fieles.


HONDURAS

Como un preludio, traemos la conocida anécdota del Padre Fundador durante el Concilio Vaticano I, cuando hablaba con el Obispo de Honduras, el único Obispo entonces para toda la República, y éste le contaba las hazañas misioneras del difunto Padre Manuel Subirana, uno de los del equipo del Arzobispo en Cuba y “muerto víctima de su celo”. Claret se entusiasma, y le escribe al Padre Xifré aquella carta famosa y tan profética: “En América hay un campo muy grande y muy feraz, y con el tiempo saldrán más almas para el Cielo de América que de Europa. Esta parte del mundo es como una viña vieja, y la América es viña joven. Yo estoy ya viejo y con la salud quebrantada; que si no fuera por esto, allá volaba. Y mientras que allá no voy, paso al Colegio que está aquí en Roma para Seminaristas americanos. Yo les he predicado, y se forman muy bien en virtud y en ciencia”.
Ahora iba a ir Claret precisamente a esa República por medio de sus hijos. Y las casas actuales de Honduras comenzaron con un fracaso doloroso, cuando el Arzobispo de Tegucigalpa, la Capital, no les pudo entregar las misiones ofrecidas debido a las calumnias y persecución de que fueron objeto los Padres Cruz Ripa y Luciano Biain enviados para fundar. Pero Dios se servía de esta frustración para entregarles todos los departamentos de Atlántida y Cortés, pues el Obispo de San Pedro Sula les dijo sin más: -Tengan estas Parroquias y funden las casas que quieran. Este Obispo, Mons. Jaime Brufau, merece toda nuestra admiración y gratitud. Cuando él dejara la diócesis para irse al Cielo, le sustituiría un Obispo claretiano en la persona del Padre Angel Garachana.

Vinieron los Padres de Castilla, y en los tres últimos meses de 1967 tomaban posesión de las Parroquias de Tela, La Ceiba y Guadalupe en San Pedro Sula. Naturalmente, Castilla, al enviar todo el personal que fuera necesario, hizo de estas fundaciones unos centros poderosos de evangelización, llenos de vigor hasta nuestros días. Sólo el Padre Cruz Ripa, ya difunto, había levantado 18 iglesias entre Tela y San Pedro Sula, más una Guardería Infantil y un Dispensario.
Tela es una hermosa ciudad de más de 25.000 habitantes, que viene a ser un balneario por estar situada en una de las costas atlánticas más bellas de Centroamérica.
La Ceiba, con un núcleo urbano de más de 80.000 habitantes y 100.000 más por por los pueblos y las Islas, es la tercera población del país, y muy apreciada por su clásica hospitalidad.
San Pedro Sula es la mayor y más próspera ciudad de la República, incluso por encima de la Capital Tegucigalpa, con fuerte industria y un porvenir espléndido.

Todo aquel numeroso equipo de Claretianos venidos de Castilla trabajaron como buenos operarios en la viña del Señor, desde los dos fundadores, Padres Ripa y Biain, hasta que todos se unieron generosamente a la Provincia de Centroamérica en un solo organismo congregacional.
Honduras, un sueño de Claret y un campo grande para el trabajo de sus hijos.


LA RENOVACION POSTCONCILIAR

Con el año 1967 vino lo que podríamos llamar la puesta al día de la Congregación al acomodarla a la renovación decretada por el Concilio. Como punto de arranque, se celebró el Capítulo General extraordinario de ese mismo año 1967. Era cuestión de ir a las fuentes, y para ello discernir la Identidad del Claretiano, el Carisma recibido del Fundador y el Patrimonio Espiritual de la Congregación. Nuestros teólogos se lucieron y nos dejaron unos documentos luminosos.
Diríamos que el ser del Claretiano, el espíritu transmisible del Fundador a sus hijos, y la espiritualidad propia del Instituto son algo insustituible, intocable, perenne. Todo esto se puede acomodar a los tiempos, como el agua a las diversas vasijas, pero siempre será la misma agua pura, sin elementos extraños que la corrompan.
Los Capítulos Generales siguientes continuaron en la misma línea y entre todos ellos nos han trazado las nuevas formas que nos hacen ser claretianos auténticos, para saber abrazarnos, tanto en el ministerio como en la propia santificación, con lo más urgente, oportuno y eficaz.

Comenzando por la piedad, ya no es la antigua de muchas devociones y demasiados rezos, sino la de una oración honda en intimidad con Dios, con Jesucristo y con María, cimentada en la Biblia y la Liturgia. Lo típico devocional ha sido sustituido con ventaja por lo más profundo de la Palabra y de la Eucaristía, siempre con un matiz cordimariano inconfundible.

Se ha querido eliminar aquella dicotomía de virtud y ciencia, igual que la de acción y contemplación. Para el Claretiano es todo lo mismo, expresado por aquella fórmula tan acertada con que el gran Padre y mártir Puigdessens definió a Claret: “una acción asombrosa totalmente sobrenaturalizada”.

La comunidad dejaba de ser primariamente reglamento, aunque se mantuviera reglamentada, para convertirse en vida comunitaria, con más unión de corazones y con asimilación como propios de todos los ministerios de los demás, que dejan de ser individuales para convertirse en propios de cada uno.

La obediencia, nervio de la vida religiosa y esencial a la misión, aunque se mantiene en todo su vigor, ya no es exclusivamente vertical, y se hace más democrática en las elecciones y en el diálogo, pero que lleva a abrazarse con la voluntad de Dios manifestada por los Superiores y por la decisión de la Comunidad.

Los apostolados, sin olvidar la fórmula de Claret: “para la salvación de las almas válganse de todos los medios posibles”, no se centran sólo en las clásicas Misiones y Ejercicios, sino que se extienden a la predicación de la Palabra en todas sus formas, y se aceptan los Movimientos que surgen poderosos en la Iglesia, como Cursillos, Familiar Cristiano, Juventud, Centros Bíblicos, Laicos comprometidos…

Se le dio importancia muy especial a la Misión, porque el claretiano es esencialmente misionero. Esto es lo que caracteriza su ser. ¿Y cómo ser misionero hoy? Se reflexionó, y para que fuera una realidad eso de “lo más urgente, oportuno y eficaz”, se elaboró el documento MCH, la Misión del Claretiano hoy, que ha venido a ser algo paradigmático, así como el trabajo Palabra Misión que nos actualiza la predicación claretiana en su sentido profético más genuino.

En estos años postconciliares vino también progresivamente lo que podríamos llamar la ampliación física de la Congregación con las instituciones que hoy forman la Familia Claretiana, es decir, las Congregaciones fundadas por el mismo Padre Claret o por algunos de sus hijos: las Religiosas de María Inmaculada, Misioneras Claretianas, RMI; las Misioneras de María Inmaculada, MMI; las Misioneras Cordimarianas, MCM; las Misioneras de la Institución Claretiana, MIC; las Missionárias de Santo Antonio Maria Claret, MSAMC.
Mención especial merecen Filiación Cordimariana, FC, y el Movimiento de Seglares Claretianos, MSC. ¿Los fundó el Padre Claret? Indiscutiblemente que sí, aunque los haya hecho revivir y los haya actualizado la Congregación en la forma que tienen actualmente. Filiación Cordimariana no son sino aquellas “Hijas del Santísimo e Inmaculado Corazón de María o Religiosas en sus casas”, fundadas por Claret durante su vida de Misionero en Cataluña, convertidas hoy en Instituto Secular; y los Seglares Claretianos es Movimiento laical, heredero de aquella “Academia de San Miguel” que agrupaba a todos los seglares que trabajaban ardorosamente por el Reino.

Esta renovación postconciliar le ha tocado a toda la Congregación bajo la guía de los Padres Generales Antonio Leghisa, 1967; Gustavo Alonso, 1979; Aquilino Bocos, 1991; y Josep Mª Abella, 2006.
Bastantes más cosas se podrían decir sobre lo que ha supuesto la renovación conciliar en la Congregación, como, por ejemplo, la toma de varias Misiones, especialmente “ad gentes”, por los diversos Organismos. Con ello se rompía una tradición secular de exclusivismo como obras generalicias, pero se fomentaba con fuerza el espíritu misionero, más abierto a iniciativas privadas.

Después de esta breve pero necesaria interrupción, continuamos con las fundaciones de la Congregación en tantos países como se han abierto al celo de los claretianos a partir del Concilio.

ANGOLA

La extensa Nación de Angola, antes colonia portuguesa, fue objeto de las miras apostólicas de la Provincia de Portugal el año 1969, y allí fueron con ilusión grande los Misioneros, aunque habían de durar pocos años, debido a las revueltas independentistas, hasta que volverían después el año 1992 para establecerse definitivamente en un país tan esperanzador.

La primera Misión fue la de Luso, extenso territorio de 20.000 kilómetros cuadrados, y los Padres atendían con celo a sus 25.000 habitantes, de los cuales eran católicos más de 5.500 y otros 5.500 catecúmenos, con 40 centros de catequesis, tres capillas y gran número de escuelas. Amenazados de muerte, los tres Padres y el Hermano hubieron de salir y devolver tan magnífico campo de apostolado al Obispado, después de ver saqueada del todo la casa misión, iglesia y sacristía.
Igual pasó con los Misioneros de Tchamutete, mucho más extensa que Luso y con más de 700.000 habitantes, de ellos 300.000 católicos y 26.000 catecúmenos. Perseguidos, hubieron de huir los Padres y el Hermano, aunque el Padre José Alves estuvo prisionero durante un año, hasta que fue liberado. Los Superiores clausuraron la estancia de los Misioneros en Angola hasta mejores tiempos, y el personal pasó a reforzar la Misión de Sao Tomé.

Aquello no fue un abandono para siempre, porque Angola era una Misión muy importante. El ex-prisionero Padre José Freitas Alves regresa el año 1992 y el Gobierno Provincial de Portugal abre el Centro Claretiano de Misión en Corimba, de Luanda, magnífico en todos los sentidos: Parroquia del Corazón de María, unos 150.000 feligreses, con casa, iglesia y salón con cabida para 300 personas; Centro Cultural con dirección de movimientos eclesiales, institución para la promoción de la mujer, con clases de costura, alfabetización e instrucción bíblica; Legión de María, Seglares Claretianos… El año 2001 se abría el Centro de San José, que comprende los servicios de gastroenterología, pediatría, obstetricia, con su laboratorio y consultorio gratuito… Las escuelas de la Misión alcanzaban a más de 3.000 alumnos en siete puestos docentes… Y quizá lo más importante y esperanzador, un Postulantado que se abría con ocho candidatos. ¿Qué decir de semejante Misión?...

Pero Luanda no es la única en Angola, pues hay que ver también la de Lubango, que se abría el año 1997, de clima benigno, apto para recobrar o fortalecer la salud de los Misioneros en aquellas tierras ecuatoriales, y muy a propósito para el reclutamiento de vocaciones.
Esta es una Misión muy escogida. Aparte de la labor en la Parroquia de la Inmaculada Concepción, dentro de un área de 800 kilómetros cuadrados, los Padres desarrollan programas religiosos en Radio Lubango usando tres idiomas diferentes, ayudan en el boletín arquidiocesano Voces de Lubango; dan clases de Biblia a catequistas; sobre la Vida Consagrada a novicias y dirigen Retiros a comunidades religiosas. Y sobre todo esto, ha construido un edificio-seminario para todas las etapas de la formación religiosa y sacerdotal.
Angola abre muchas esperanzas a la Congregación. ¡Dios lo haga!


INDIA

La historia claretiana de la India comenzará siempre entre nosotros con una anécdota bella por demás. Era el día del Corpus del Año Santo 1950. La procesión con el Santísimo se desarrollaba normal en la Plaza de San Pedro, a la sombra de la Basílica Vaticana, cuando un viento fugaz apagó casi todos los cirios. El del Padre General, Peter Schweiger, permaneció encendido, y un seminarista o joven sacerdote de la India se le acercó pidiéndole luz. Le prende su candela el Padre, y le viene como un chispazo a la mente: -¿Qué quiere decir esto? ¿No es una tácita pero clara invitación de Dios, que pide a la Congregación llevemos la luz del Evangelio a la India?... A los Superiores no nos manda nadie, pero yo debo estar atento a los signos que Dios me da. Y después ya en casa, en su mismo despacho, cuelga un mapa de la India debajo del cuadro del Corazón de María. Estaba dicho todo. Seguirá el Padre: -Yo que siempre quería fundar en la India, desde este momento me sentí aprisionado por este sentimiento. Dios quería que fuéramos allí.
Esto se lo contaba el Padre General al Padre José Mª. Viñas cuando éste vio por primera vez aquel mapa inusual debajo del Corazón de la Virgen. Ella quería a sus Hijos metidos en la India, y sus Hijos tenían que obedecer el querer del Cielo.

Pasó un año de expectativa prudente, y el Padre General tomaba la iniciativa escribiendo una primera carta al Nuncio de Su Santidad en Nueva Delhi. Los pasos iban a ser largos, pero la Congregación entraría en la India misteriosa de manera muy firme. De 1951 en adelante viene el buscar sitios de posibles fundaciones. Se pensó en Pakistán, según respuesta del Nuncio, ante la imposibilidad de obtener permiso para entrar en la India. Hubo ofrecimientos de varios Obispos, y el Padre Schweiger vio algunos puestos excelentes y con Obispos que aceptaban gustosos a nuevos misioneros. Pero siempre aparecía la misma dificultad: el permiso de entrada. Se sugería fuesen claretianos pertenecientes a países de la Commonwealth, por ser la India todavía entonces miembro de la misma. Todo resultaba inútil.

Hasta que la Providencia de Dios abrió el camino. El Padre Rudolf Mainka estudiaba en el Instituto Oriental de Roma y con él varios sacerdotes indios, entre los cuales el P. Alexander Cherukarakunnel, a quien le confía la ilusión claretiana de entrar en la India y la imposibilidad por la falta de permiso. Alexander va directo: -En mi diócesis de Pala, en Kerala, hay exceso de vocaciones en el Seminario. ¿Por qué no les invitan a entrar en la Congregación? Mainka, ni tardo ni perezoso, se lo dice al Padre Schweiger, que se muestra feliz: -Le cargo la responsabilidad de cultivar esa amistad con Alexander. Siga adelante con lo de las vocaciones. El P. Dirnberger, entonces Provincial, piensa traer esos posibles candidatos a Alemania. E interesan al Obispo de Pala, a quien invitan a visitar nuestro Colegio.

Era en el verano de 1961 cuando el Obispo Sebastián Vayalil se hallaba en Roma por la preparación del Concilio. En Septiembre, antes de regresar a la India, visita Weissenhorn, y se compromete con los Padres Back y Dirnberger a animar a sus seminaristas para que entren en la Congregación claretiana. Ya en su Seminario, el Obispo no pierde un día. Entusiasma a los alumnos del Seminario Menor, y entre los voluntarios escoge a cinco de los mayores, que el 21 de Octubre se embarcaban hacia Europa. Un año más tarde, otros seis muchachos. Cinco más en 1964; siete en 1966, y cinco en 1967. De los 28, nueve completaban la carrera y se ordenaban de sacerdotes, el primero de los cuales sería el Padre Joseph Madhavath en Julio de 1968. Ya tenía la Congregación el grano de mostaza que sembrar en el suelo fértil de la India.

Un año pasó Joseph como Vicario en una Parroquia, hasta que al año siguiente le llegaban los dos compañeros recién ordenados sacerdotes: Mathew Njayarukulam y Georg Vanchipurackal.
En 1969 visita la India el Provincial de Alemania Padre Peter Schütz y se determina la primera fundación. Entre los tres primeros sacerdotes, y con el Padre Dirnberger llegado de Alemania, se establecía la Comunidad de Kuravilangad, estado de Kerala, en Marzo de 1970. En Mayo se inauguraba el Noviciado con el Padre Dirnberger como Maestro, y los 21 Postulantes primeros irían a cursar, como claretianos, en el Seminario de la Diócesis.
Pronto se vio la necesidad de separar en casas diferentes a los Estudiantes mayores y los Postulantes, y se optó por fundar en Bangalore. Allí se estableció el Seminario Mayor y el Noviciado en local provisional. Hubo que separar también el Noviciado del Escolasticado, y para el primero se fundó una nueva Casa en Carmelaram, en el mismo Bangalore. En 1976 era bendecido el nuevo edificio para Estudiantes de Filosofía y Teología, que cursaban en el inmediato Seminario diocesano.
En tan pocos años ya tenemos establecidos los tres puestos de formación: Postulantado, Noviciado y Escolasticado. Dios va mandando como una bendición copiosas vocaciones y pronto vamos a ver la Congregación esparcida por toda la India, incluso con fundaciones audaces en el Norte y en comarcas de verdadera misión, con mayoría absoluta de no creyentes y a los cuales había que llevar la luz del Evangelio.

Desde aquella tarde del Corpus habían pasado veinte años hasta que se fundó la primera Comunidad en Kuravilangad, pero al cabo de 35 años, al escribir estas líneas, la Congregación está en doce Estados de la India, divididas las Casas en tres Provincias, más la Delegación de Sri Lanka, con dos Misiones en África, Uganda y Tanzania, fundadas y atendidas por Padres de la India, La estadística del personal de las tres Provincias que trae la Historia de la India recién publicada, es casi abrumadora: Sacerdotes, 295; Estudiantes, 178; Novicios, 40; Postulantes candidatos. 237. Esto, sin contar la Delegación de Sri-Lanka, perteneciente todavía a Alemania. ¿Quería Dios a la Congregación en la India?...
Hay que decir que el Padre Peter Schweiger, dejado el cargo de General y retirado en la soledad celestial de Speichingen, pudo ver, antes de su muerte en 1980, cómo su sueño misionero de la India se había convertido en la realidad más espléndida. Dios le premiaba todos sus desvelos.

La Provincia de Alemania quedó sorprendida por el rápido crecimiento de la India, que en Abril de 1976 quedó constituida como Delegación Dependiente, con los Padres Madhavath y Thekkilakattil ayudantes del Superior Padre Dirnberger. El nuevo Organismo continuaba con un ininterrumpido proceso de crecimiento y maduración.
Llegó un momento importante para la Delegación cuando en 1980 se ordenaron seis nuevos sacerdotes y se creyó era llegada la hora de abrirse a Misiones lejanas. El 15 de Agosto de 1981 el Padre Dirnberger imponía el Crucifijo a los seis elegidos en sencilla pero emotiva ceremonia, los cuales iban a dos diócesis en el estado de Andhra Prades, aunque antes de un año abrían una nueva misión en otra diócesis del mismo estado para trabajar en la evangelización y en el desarrollo del campesino y en la educación.
En 1982 era elevada la India a Delegación Independiente de Alemania, pero el Gobierno General la constituía Provincia en 1984, con excepción de Karumatur, los territorios de Tamil Nadu y la Misión de Sri Lanka, que continuaban bajo la jurisdicción de Alemania.
A la vez que se erigía en 1984 la Provincia de la India, se abría la Misión de Sri Lanka, con el Padre Dirnberger como Superior.

Aparte de los ministerios sacerdotales ordinarios, los Padres de la India se han dado a trabajos muy arriesgados y generosos, como el cuidado de los discapacitados. En 1903 el Presidente de la India Abdul Kalam entregaba en Nueva Delhi el premio al Padre Kannanthanan, Director de la Leprosería de Sumanahalli, regentada por los Misioneros Claretianos de Bangalore.

Nada más la India se vio constituida en Provincia abrió las difíciles Misiones del Noreste de la India, como Bihar, colindantes con Bangladesh, Bhutan y Burma. Países de habitantes no-cristianos, atraían con fuerza el celo apostólico de los Claretianos.
¿Eran realmente difíciles esas misiones? Pronto lo sabríamos de una manera dolorosa. El Padre V. S. Packaniatham era el Superior del Seminario Postulantado de Rajidpur, en el W. Bengala, muy cerca de la frontera de Bangladesh, guarida de bandidos contrabandistas que operan por la zona. El Padre les tenía prohibido pasar por la propiedad. En la noche del 18 de Abril de 1993 invade el edificio un grupo armado exigiendo dinero. El Padre, para defender los intereses del Seminario y, sobre todo, para salvar a un Padre a quien los asaltantes ya tenía atado, se les enfrenta valiente; los criminales disparan a bocajarro y huyen sin llevarse nada, pero dejando muerto al Padre. Era el primer Misionero de la India que se nos iba al Cielo, y había muerto asesinado por defender a sus hermanos y los bienes de la Comunidad.
Packamathen era un alma muy fina. Aparte de su preparación intelectual y de excelente maestro, todos lo describen como un enamorado de Dios y de gran devoción a la Eucaristía y a la palabra de Dios en la Biblia. Se pasaba horas ante el Santísimo, del que, decía él, le venía toda su fuerza y conocimiento espiritual. Llevaba siempre consigo el Nuevo Testamento, copiaba párrafos seguidos en pequeños trozos de papel, y se los aprendía de memoria al pie de la letra.
Se quiso trasladar el cadáver del Padre a su tierra, Karumathur, en el Sur de la India, pero no había manera de conseguir el permiso: -¡No!, porque no están los papeles arreglados. Excusas. Se entera la Madre Teresa, y se presenta a las autoridades del aeropuerto: -¡Dejen que se lo lleven! Era un Misionero que trabajaba por los pobres. Naturalmente, a la Madre Teresa le hicieron caso inmediatamente.

Y ya que decimos de la Madre Teresa. Tenía muy buena amistad con los Padres. Conocía a bastantes por su propio nombre. Porque la casa de sus Misioneras estaba cerca de nuestro Centro de Estudios y Teologado de Chennai, y allí mandó para estudiar y formarse al primer sacerdote de los Misioneros de la Caridad. Los Padres atendían a las Religiosas espiritualmente y les dirigían clases, retiros o reuniones. El 25 de Octubre de 1992 la Madre Teresa pasó al Seminario para unirse a la Comunidad en la alegría por la Beatificación de los Mártires de Barbastro.

Pocos días antes que el Padre Packaniatham había muerto el Padre Francisco Javier Dirnberger, que nos ha salido ya más de una vez en nuestra relación. Es el héroe de estas fundaciones de la India, que lo considera su verdadero padre. Y era un auténtico santo, pues en su vida hay hechos desde su nacimiento que no se explican fácilmente sin una intervención clara de Dios. Su madre, excelente cristiana, mientras el padre se hallaba en el frente durante la Primera Guerra Mundial, manda llevar el mismo día al recién nacido a la Iglesia, distante dos kilómetros, para recibir el agua bautismal. Era invierno friísimo y estaban los campos cubiertos de nieve. Una de las dos hermanas resbala en la nieve helada, se le escapa de los brazos la criaturita, que rueda más de veinte metros sin lanzar ni un gemido, y después no se le encuentra al chiquitín ni una sola herida. Era el 13 de Enero de 1916. Así empezaba su vida humana y cristiana este Francisco Javier… Contrae enfermedades durante los estudios dentro del seminario diocesano, y ha de abandonarlo por orden médica: -Déjenlo que muera en su pueblo. Se restablece, y reanuda la carrera al cabo de tres años de vida campesina.
Ingresa en la Congregación, y profesa con verdadera audacia el 1 de Noviembre de 1939, a los dos meses justos de empezada la Guerra Mundial. Llamado a filas, se presenta en el cuartel, ¡durante el nazismo!, vestido de sotana. Herido gravemente en el frente de Rusia, los soldados rojos lo dieron por muerto; pero él solo, a través de caminos solitarios, volvía a reunirse salvo con el ejército alemán. En medio de tantas pruebas, sigue fiel a la vocación y es ordenado de sacerdote a sus treinta y dos años de edad. Superior de la Provincia alemana, inicia con audacia las fundaciones de Suiza, Holanda, Alemania del Norte, y, más que nada, la del Congo en África. Prepara en Alemania a los primeros alumnos de la India y marcha con ellos al Oriente como nuevo Francisco Javier. Aquel que no sabía más lenguas que su nativo alemán, el latín y el griego, ya en la India se entrega al estudio del inglés a pesar de sus años, y allí da inicio a esas Provincias que hoy nos llenan de admiración.
Efecto de un accidente automovilístico en 1980, se le estropean las dos piernas y no puede caminar sino con las muletas y sufriendo siempre fuertes dolores mientras se restablece en Alemania.. Pero no se rinde: “Soy el Padre cojo, y me regreso a mis indios”, fiel a su ideal: -Así como nadie puede vencer en la guerra sin soldados, tampoco nosotros podemos predicar el Evangelio sin buenos misioneros. Un héroe semejante, y un santo que no soltaba de su mano la Liturgia de las Horas y la cadena del rosario, no podía morir sino en el campo de batalla, y en plena semana pascual del año 1993 se iba al Cielo desde Karumathur en la India.


Sería interesante seguir todo el desarrollo de la Congregación en la India. Por ejemplo, la valentía que han tenido para abrir en Bangalore el Instituto de Vida Consagrada, émulo de los de Madrid, Manila y Roma, y con un precioso edificio nuevo y propio, bajo el nombre de Senyasa Jnana Kendra, con el subtítulo de Indian Institute of Consecrated Life.
Pero nos detenemos aquí, e indicamos solamente las fechas de las tres Provincias en que hoy están divididas sus Casas: Bangalore, en 1984; Chennai, en 1993; St. Thomas, en 2001. Para mayor conocimiento de las tres pujantes Provincias, nos remitimos a la amplia Historia que han compuesto los Padres en 2006, en la que no falta un detalle de sus muchas fundaciones: casas, seminarios, parroquias, colegios, misiones. Todo un lujo y un ejemplo de fidelidad a la vocación, al espíritu misionero y al amor a la Congregación que brillan en esos Organismos tan vivos, originados por la llamita que pasó de una candela prendida a otra que se había extinguido…

CAMERUN

Canadá, la Canadá católica del Québec, ha sido siempre muy misionera. Nada extraño que los noveles Misioneros de la joven Provincia sintieran el grito lejano que les llegaba desde el África. El caso es que en 1970 dos Padres y un Hermano se instalaban en la Parroquia de Akono, en el Camerún de habla francesa. Magnífica, ciertamente, una Parroquia semejante. Atendida durante muchos años por los Padres del Espíritu Santo, que cuidaban de toda la región, nos la entregaban con casa parroquial muy buena y con una amplia iglesia que era quizá la mejor del Camerún. Había sido construida en los años treinta, con 70 metros de longitud por 40 de ancha en el crucero y 20 de altitud, levantada con la ayuda desinteresada de todo el pueblo camerunés. Al asumirla los Claretianos contaba con más de 10.000 católicos entre Akono, Nkum-Ekye y Abang Mindi, además de las 58 Capillas esparcidas por toda la región y que se habían de atender.

Las gentes, que hablan el nativo ewondo, y el francés si han ido a la escuela, son inteligentes y cultas, acogedoras y agradecidas. Los Misioneros confesaban que se sentían satisfechos, realizados, y con la única pena de ser tan pocos para tanto trabajo.
La población es pobre, pero no miserable. Los hombres trabajan en el cacao, base de la economía familiar, mientras que las mujeres aportan a la familia la yuca, el banano, la malanga y el maní o cacahuetes.

Al llegar los Misioneros, la Iglesia estaba muy bien organizada, con asociaciones, cursos, movimientos. Y muy bien atendida por los Catequistas, que son la mayor y más valiosa institución dentro de la pastoral parroquial, aunque ellos mismos necesitan de más formación.

Dicho esto, ya se ve que los Padres no trataban de evangelizar precisamente para hacer nuevos cristianos, sino de ilustrar y reforzar la fe de los muchos católicos, que eran la mayoría de los habitantes, al menos en nuestra Parroquia. Los Obispos tenían programada más bien una reevangelización, por lo deficiente y precipitado que había sido el anuncio primero, que fue aceptado, pero sin la profundización necesaria. Eso, si: los actos de culto son participados por todos de manera masiva, con entusiasmo, cantos y danzas, tan propios de estas gentes.

En esa reevangalización han jugado un papel muy importante los Cursillos de Cristiandad, que prendieron de una manera admirable y produjeron frutos extraordinarios.

Otra novedad fue la implantación de las Madres Catequistas, originada en la Arquidiócesis de Yaundé, y asumida plenamente por la Parroquia de Akono. Madres ejemplares por su fe y su conducta se comprometían a dar dos veces por semana catequesis en su propia casa, con un mínimo de cuatro y un máximo de veinte niños, aunque acudían también personas mayores. El éxito fue evidente en todas las aldeas.

Una nueva Misión se establecía en Camerún debida al celo misionero de la Provincia Occidental de Estados Unidos, que emprendía el año 1986 una aventura misionera en Bamenda, ofrecida por el Obispo y aceptada por cinco años, renovables periódicamente mientras hiciera allí falta la presencia de los Claretianos. Porque, como escribía el Padre Provincial, las necesidades de la gente son grandes, hay trabajo abundante para la evangelización y la arquidiócesis necesita clero.
No se tardó en abrir otro puesto misional cercano: Batibo, parroquia con 5.000 católicos entre sus 45.000 habitantes. Con varios puestos de misión, era fácil trasladarse a ellos por caminos polvorientos, pero fácilmente transitables.

Los Padres americanos pusieron después la Misión de Bamenda en manos de la Provincia de Nigeria, que la asumió aunque continuaran en Camerún los Padres del Canadá. El Padre Prefecto General de Apostolado escribía sobre ella después de visitarla: -Se percibe vitalidad y un buen compromiso por parte de las comunidades cristianas. Nuestros hermanos están trabajando en la consolidación de las mismas y en la apuesta en marcha de nuevas iniciativas pastorales, entre ellas una librería. Empiezan a aflorar perspectivas vocacionales prometedoras.

En cuanto al porvenir de la Congregación, todos los Misioneros de Camerún, Gabón y Zaire (hoy Rep. del Congo) además de la atormentada Guinea por el régimen dictatorial de Macías, estaban acordes en que habían de hacer un centro de vocaciones común, y, efectivamente, se escogió Akono como la Casa ideal, que se inauguraba con el curso de 1981-1982. Hubo año que contó con gran número de postulantes y aspirantes procedentes de la Universidad de Yaoundé. No se equivocaron, pues de ahí arranca ese número tan elevado de sacerdotes con que hoy cuenta la Delegación de Africa Central. Las vocaciones autóctonas no son ahora una esperanza, sino una feliz realidad.

La actual Delegación de África Central tiene hoy dos Casas sólidamente establecidas, como son la de Akono y la de Yaoundé, donde reside el Teologado. Esta última Comunidad atiende también una Parroquia muy dinámica de más de 3.000 feligreses, a un kilómetro del Seminario, y con una Iglesia con el nombre de un Santo tan africano como San Carlos Lwanga.
La Iglesia de Dios en África va creciendo y se va consolidando con fuerza, fruto de tantos sudores misioneros.

ESLOVENIA

Eslovenia formaba parte de la ex Yugoslavia comunista, aunque era una tierra muy católica y fecunda en vocaciones. Naturalmente que la Congregación suspiraba por tener en ella una fundación, y después de muchos tanteos se pudo establecer allí el año 1971, y lo hizo, diríamos, en un lugar inmejorable: el Obispo de Maribor ofrecía las parroquias de Nova Stifta y Bocna, aquélla un Santuario muy devoto de la Virgen y ésta una casa muy capaz para seminario. Los Padres y el Hermano fundadores de la Casa se propusieron reactivar las peregrinaciones al Santuario, quizá el primer Santuario mariano de Eslovenia, donde la Virgen es invocada como “Estrella del Mar y Consejera”, y convertirlo en centro de reuniones para sacerdotes y seglares.

En 1976 se fundaba la Casa de Ljubljana, Capital de Eslovenia, de la que dependerían las dos casas anteriores como puestos de proyección apostólica y grupos integrantes de la única y misma Comunidad. Por parte de la gente, todo magnífico; pero había que estar al tanto con las autoridades de la Yugoslavia roja.

El trabajo pastoral que realizaban los Padres fue alentador, aunque dispersaba mucho las fuerzas y aflojaba la vida de Comunidad indebidamente. Fue entonces cuando, de acuerdo con los Obispos interesados, se estableció la Casa de Kamnica, próxima a la frontera austriaca, y que perdura hasta nuestros días.


NIGERIA

Nos hallamos ante un país africano muy especial, por lo grande, por lo rico, por lo prometedor. Nigeria, desde que llegaron a su suelo los primeros evangelizadores, ha sido considerada siempre como un puesto de misión de alta categoría, y así lo apreció la Congregación cuando se decidió a establecerse en ella.

El Padre Christian Mary Ihedoro, aquel novicio singular que profesaba en Vic en 1959, ya sacerdote ejercía el ministerio en Guinea Ecuatorial, pero en 1971 se trasladaba a su tierra natal de Nigeria y el Obispo le señalaba como puesto de trabajo una misión en su diócesis de Owerri, aunque, en realidad, el Obispo tenía al Padre como ayudante personal suyo. Llevaba allí dos años sólo, y ya había conquistado el P. Ihedoro varios candidatos para la Congregación.
En 1973 el Padre General le enviaba como compañero al Padre Frank Ambrosi de Estados Unidos para que se hiciera cargo de la cosecha vocacional que se prometía abundante. Se empezaba con 12 novicios que habían terminado sus estudios secundarios, y en Nigeria quedaba constituida la primera célula claretiana que pronto se iba a desarrollar tan prodigiosamente. Antes de un año pedían el ingreso 30 jóvenes y eran 15 los admitidos a empezar el noviciado, nueve de los cuales profesaban el 5 de Enero de 1975, a la vez que comenzaban el Noviciado otros once muchachos, todos con la secundaria ya aprobada.
Faltaba casa propia, pues hasta entonces eran huéspedes de los religiosos del Espíritu Santo. Pronto se iba a tener en Nékede, con capacidad inicial para 50 Novicios y Postulantes, y era inaugurada solemnemente en Diciembre de 1978. A partir de entonces cada número de NUNC nos traía siempre la misma noticia: número de novicios, de estudiantes, de ordenandos… Así se ha llegado al estado actual, con el Catálogo de 2005, en el que consta la espléndida floración de una Provincia con 18 Casas en Nigeria, 4 Misiones fuera, 129 Sacerdotes, 4 Hermanos, 124 Estudiantes y 19 Novicios. ¡Hay para bendecir a Dios!

Ya en marcha la Congregación en Nigeria surgió en 1983, por iniciativa de un Padre, el Movimiento de los Seglares Claretianos. Independientes, pero íntimamente ligados a los Padres, aquel grupo primero de unos veinte miembros asimilaron bien el espíritu de Claret en su formación cristiana y apostolado, y se convirtieron en verdaderos ejemplares de lo que ha de ser un laico claretiano, como lo declaraba su iniciadora: -Los Claretianos nos ayudan a tomar conciencia de nuestra vocación apostólica como cristianos y a realizarla al estilo y según el espíritu de Claret.

Llegó un día crítico para nuestros Misioneros nigerianos cuando se quiso imponer la legislación islámica de la Sharia, que se desató hasta en luchas sangrientas. Y aclararon muy bien su situación y su actuación: -Debemos hablar contra las injusticias que se oponen a la libertad religiosa, sensibilizar a los parroquianos sobre la situación que se nos presenta, pero siendo muy cuidadosos con las manifestaciones, pues hay implicaciones políticas en las cuales no podemos tomar parte.

Cuando la Provincia celebró sus bodas de plata se dio la nota simpática, protagonizada por el Obispo de Orlu, que le ofrecía el bastón del clásico anciano jefe al Padre Christian M. Ihedoro y lo declaraba el Abraham de los CMF en Nigeria. Muy bien expresado. El humilde Padre había iniciado allí la Congregación, la cual mostraba ya ahora una gran madurez, que se evidenciaba en el espíritu misionero que la animaba. Era una auténtica Misión convertida en misionera.
Porque pronto prendió el espíritu misionero en la naciente Provincia de Nigeria, y Padres jóvenes se esparcían en lugares auténticamente misionales dentro de la misma nación, como los que fueron a la parroquia Christ the King, en una región de más de 1.400.000 habitantes con sólo 35.000 católicos. O como los que se desplazaron a Guinea Ecuatorial y al Gabón para ayudar a los hermanos Misioneros que trabajaban en esas naciones.
Aunque la manifestación más clara de este espíritu misional se demostró en las fundaciones que la Provincia realizó fuera de sus fronteras a partir de estos mismos años, como Camerún, Kenia y Ghana. Y se explayó a otros ambientes de la Congregación, pues mandaron Misioneros a Colombia para el Chocó, a Panamá y Honduras, a la República Dominicana y a la Delegación de Francia.
Nigeria nos ha brindado a la Congregación un ejemplo de madurez religiosa y misionera como nunca lo hubiéramos pensado.


GABON

Durante la dictadura de Macías muchos guineanos iban huyendo hacia la vecina República del Gabón. A mitades de los años setenta se contaban ya más de 60.000 refugiados, y la Congregación no podía permanecer indiferente a la tragedia de tantos hijos suyos como eran los evadidos de Guinea Ecuatorial. Por eso se quiso una fundación en Gabón, otra Misión en país africano donde trabajar por el Evangelio, y en la cual atender a los queridos guineanos. La Provincia de Italia asumió la gloriosa empresa misional, se establecía allí en Diciembre de 1974, y la llevaría adelante hasta que Gabón entrara a formar parte de África Central con el Congo y Camerún.
La Misión era ciertamente un desafío, con 20.000 kilómetros cuadrados y 23.000 habitantes en la diócesis de Franceville, la mayoría católicos, pero con pocos catequistas propios, ya que las tres cuartas partes de los evangelizadores eran todavía europeos. El elevado analfabetismo se presentaba como un obstáculo para la evangelización, y a esto se dirigieron los primeros esfuerzos, a erradicar la ignorancia. Con el programa socio cultural Mingara se estableció un curso de dos años para impartir clases, en las cuales, junto con la enseñaza de la letra, se infiltraban nociones elementales de promoción humana, higiene, relaciones sociales.

Uno de los Padres confesaba después de diez años de trabajo en la Misión: “Hubimos de comenzar desde cero”. Pero pronto ese cero tenía el uno delante y se empezaban a palpar frutos sazonados. Por ejemplo, con lo ocurrido en Okondja, donde había que hacer la iglesia, pues la anterior estaba prácticamente en ruinas. Y de ahí nacieron los que se llamaron a sí mismos “colaboradores claretianos” en la edificación del nuevo templo. Constituyeron un grupo de cuarenta personas; los hombres trabajaban en la albañilería, y las mujeres acarreaban del río la piedra y la arena. Hasta de partes lejanas venían a ayudarles. Sobre ello escribía el Padre Lolong: -Desde hace dos años se reúnen todas las mañanas en la cantera para sacar piedra para la casa de Dios y de la Asamblea. El trabajo se convierte en oración y la oración en trabajo. Podemos decir que hay como un concurso de generosidad entre ellos para honrar a Dios en la construcción de su templo. La iglesia, según parecer unánime, es una de las más bellas, si no la más bonita de todo Gabón, consagrada en 1988 con la presencia de las más altas autoridades eclesiásticas y Civiles de la República.

Además, y esto era lo más importante, esos colaboradores hacían la selección de los candidatos para la recepción de los Sacramentos y se responsabilizaban después, como los auténticos padrinos, a seguir a sus encomendados en la vida cristiana.

Los Padres hablaron claro en la Misión al exponer su proyecto: -Dos o tres Misioneros para una extensión tan grande no pueden cuidar y asistir debidamente a tanto cristiano. Hay que instituir los diversos servicios para llevarlos a las comunidades cristianas que se deben fundar: la Palabra, por medio de los Catequistas, que leen y explican el Evangelio; la distribución de la Eucaristía a los ancianos y enfermos; el ministerio en la liturgia y el canto; el guiar y el administrar los bienes de la comunidad.
¿Resultó este programa? El laicado tomó conciencia de su responsabilidad y los frutos se palparon sensiblemente. Eran unos 16.000 cristianos en los tres centros de Misión, Okondia, Mingara y Akieni, con unas 33 posiciones más. En un país con pocas vocaciones nativas, había que pensar ante todo en los Catequistas, que eran también muy pocos, porque eran pocos los que sabían leer. Un buen catequista es todo un tesoro para la Misión. Como aquel que se encontró el Padre Lovato en una aldea. Todos rezaban el Rosario a perfección, todos cantaban, todos sabían la doctrina. Por capilla, tenían la misma casa del Catequista, donde el Padre bautizó, confesó y celebró la Eucaristía. Hasta que se le acerca el jefe de la aldea: -Padre, ahora venga a la plaza para bendecir la aldea. Allí se reunió toda la gente para recibir la bendición del Señor.
No se tardó mucho en tener constituidas 20 comunidades que marchaban bastante bien, dada la poca formación que todavía tenían sus dirigentes. Se tenía el servicio de la Palabra y se atendía a los más pobres y a los enfermos. La pastoral juvenil y vocacional mereció una atención particular. Y en Okondja se desarrolló un programa de promoción humana que era muy necesario, en tres direcciones: la agricultura para mejorar la alimentación; la carpintería para mejorar la vivienda; la medicina preventiva para evitar enfermedades causadas por la ignorancia o la falta de higiene.
Le mujer necesitaba una atención más esmerada, y en 1978 hicieron acto de presencia las Misioneras de San Antonio María Claret, que siguen valientes hasta hoy trabajando en la pastoral directa, en la acción sanitaria y en todo lo que signifique promoción femenina.

Las buenas perspectivas de la Misión hicieron concebir la idea de fundar una Casa el Libreville, de la que se hizo cargo de momento la Provincia de Guinea. Estaba a la vista lo que un día iba a llegar afortunadamente, como era la constitución de un Organismo con los tres países de habla francófona, Gabón, Camerún y República del Congo.
Hay que decir que la Provincia de Italia ha trabajado con ilusión misionera en el Gabón, en el que tantos frutos ha conseguido, y al que sigue atendiendo cuanto puede aunque haya pasado formalmente al nuevo Organismo africano.





PARAGUAY

Con lo mucho que la Congregación se había extendido en toda América, faltaba sin embargo en una nación la presencia claretiana: Paraguay. Y allí iba la Provincia de Aragón el año 1979, llena de ilusión misionera.

La Parroquia que en Yhú encomendaba el Señor al celo de los Misioneros comprendía 35.000 feligreses, con 3.000 en la cabecera y el resto diseminados en 58 poblados dentro de una extensión de 2.400 kilómetros cuadrados.
Esta dispersión del pueblo es algo serio cuando se les quiere atender en los servicios religiosos, máxime en tiempos de lluvias, dados los malos caminos con que cuentan.
Son gente pobre, pero religiosa, y a la cual hay que dirigirse en guaraní mejor que en español, lo cual ha significado otra dificultad no pequeña para el trabajo apostólico.
Los Misioneros descubrieron poco después un problema del que no tenían idea: varias comunidades indígenas, marginadas en absoluto por el mismo pueblo pobre, eran auténticamente “las más pobres entre las pobres”.
Otra dificultad eran los malos caminos, fatales con las frecuentes lluvias, y transitables sólo con jeep.
Como vemos, una Parroquia auténticamente de misión, buena para medir y valorar el celo apostólico de los trabajadores.

La esperanza principal la ponían los Padres en los Catequistas. Afortunadamente eran numerosos, aunque había que empezar a formarlos bien. La primera convocatoria que tuvieron superó los 300, de los 536 inscritos. Siempre que los Misioneros hablan o escriben sobre los catequistas se nota la satisfacción que sienten con ellos como los mejores elementos de evangelización en un campo tan heterogéneo.

Desde el principio se echó en falta una Casa en Asunción, la Capital, y en 1983 el Obispo entregaba una Iglesia y un Centro Parroquial magnífico en el barrio Lambaré, muy apto para poner allí el Seminario claretiano, que se consideraba de suma importancia.
El camino de los que pidieran el ingreso en la Congregación no era fácil, y se tardaron años en tener maduros para la profesión a los primeros candidatos. Pero llegaron, gracias a Dios, los que hacían su noviciado en Brasil o Colombia, y sus estudios de teología en Argentina.
Pronto vino también un buen refuerzo con las Misioneras de la Institución Claretiana, de la Casa de Vic, que compartirían con los Padres todas las faenas apostólicas lo mismo en Yhú que en Lambaré.

En orden a la promoción humana, la Parroquia ideó y puso en marcha el Taller-Escuela, para formar profesionales en herrería, carpintería, albañilería y demás oficios, con gran provecho de muchos jóvenes obreros.
Muy acertadamente los Misioneros se metieron en las organizaciones de promoción del campesinado, pues, al no existir ni sindicatos ni cooperativas, los pequeños agricultores, que son la mayoría, se veían sumidos siempre en una marginación lamentable. Había que promover activamente la vivienda, la higiene, la salud, la nutrición, la huerta familiar, la cría de animales domésticos, en fin, todo lo que constituye la riqueza del campesino pobre.
Los Padres, además, supieron en sus Comunidades de España responsabilizar a laicos que se comprometían en ayudas muy eficaces. Como la del Médico Oftalmólogo, que iba a la Misión donde tenía preparado un tropel de 465 enfermos inscritos con dolencia de los ojos, además de las 15 operaciones que le esperaban.

Por una curación atribuida milagrosamente a San Antonio María Claret, la devoción a nuestro Padre Fundador empezó a arraigar junto con la del Corazón de María. Llegó desde España para los Misioneros un cuadro de Claret, lo vieron en una inspección, se encomendó a aquel Santo una enferma que curó, y no hubo manera de que entregaran el cuadro milagroso: -¡Este Santo no se va de aquí!... Y no se fue, ni el cuadro ni la devoción a Claret. Dios facilitaba los caminos para la evangelización de una manera tan bella como eficaz.

Paraguay nos trae siempre a la memoria las famosas Reducciones de los Jesuitas, pioneras de la civilización indígena en América Latina. Sin la fama de aquéllas, pero la misión claretiana de Yhú no hace otra cosa que seguir las huellas luminosas que allí dejaron los primeros evangelizadores.

KOREA

¿Y qué hacemos con tanto pagano como hay en Asia?... Esta fue la pregunta que se hicieron los Claretianos al contemplar los países del inmenso Continente en los que aún no estaba la Congregación. Y en el año 1982 se establecían en Korea los primeros Padres para dar inicio a una fundación muy prometedora.
La idea surgió en Filipinas “como una preocupación misionera de la Provincia y que, además, concientizara a toda la Congregación acerca del papel que está jugando Asia en el futuro de la Iglesia y del mundo”. Así se expresaba en 1985 el primer cronista de la Misión, que se excusaba: ¿Noticias? Ninguna, pues los tres primeros años no había más remedio que enfrascarse como simples alumnos en la clase para aprender la lengua, esa lengua coreana que parece una barrera infranqueable. Pero el celo apostólico vence todos los obstáculos, y hoy, después de veinte años, hay allí una Misión claretiana floreciente que ha dado buenas vocaciones a la Congregación.

Empezó por la Casa de Seúl, como casa de formación, y mientras los Padres ayudaban en parroquias vecinas, ejercitándose en la lengua hasta poder llevar una parroquia propia.
No fue desacertada la elección de Korea del Sur para una nueva Misión claretiana. Con 40.000.000 de habitantes y 1.800.000 católicos entonces, ese rincón privilegiado estaba llamado a convertirse en un foco de evangelización del Asia, porque las conversiones iban aumentando y las vocaciones eran buenas y numerosas.
Esto de las vocaciones es halagador por demás. Cuando se hizo la fundación había 1.007 sacerdotes nativos, y las religiosas coreanas subían a 3.705. Si se trabajaba pronto y bien, ¿cuántos coreanos podría haber en un futuro próximo dentro de la Congregación? No era soñar en utopías, sino en realidades muy tangibles.

Los primeros ministerios de los Padres fueron, como ya se ha insinuado, los propios de las parroquias. Estaban afortunadamente en casa propia, buena, y situada en lugar privilegiado dentro de Seúl, enorme ciudad de diez millones de habitantes. Como organismo religioso, ante la cercanía del Japón (sólo una hora de vuelo a Osaka), la casa de Seúl pasaba a la Delegación japonesa.
Los dos valientes Misioneros, que encontraron una fraternal e impagable ayuda en los Padres Franciscanos, empezaron a actuar poco a poco, según los grados de aprendizaje: celebración de la Misa en koreano, confesión de niños, conversación familiar en una reunión de jóvenes, el primer sermón leído…

Una vez con parroquia propia, con una estructura superorganizada, les esperaba el visitar a cada familia católica al menos dos veces al año, de modo que esa estructura no les permite más que los trabajos estrictamente sacerdotales, mientras que los demás quedan en manos de los laicos. De aquí también que prácticamente una parroquia no puede pasar de los 3.000 feligreses. Mayor, sería imposible atenderla sin varios sacerdotes congregados en ella.
El campo que tenían los Misioneros ante sí resultaba fascinante, y por eso todos los sacrificios del principio se daban por muy bien pagados. El Padre Manuel Tardío se lanzaba a trabajar en Inchòn, donde conseguía la primera vocación de los Sacerdotes que hoy figuran en el Catálogo de la Cngregación. Por cierto, que el incansable Padre Tardío iba a ser un día el primer gran sacrificio que Dios pediría a la Misión de Corea. Al cabo de doce años, mientras se tomaba un merecido descanso en España, un ataque al corazón se lo llevaba al seno de Dios.

Se llegará a 1997 y vendrá una fundación magnífica en Nampyong, ideal para Casa de formación. Además, ante el crecimiento espectacular de las conversiones, los Padres se prestaron al Obispo para trabajar en la consolidación de la fe de los nuevos cristianos, que en treinta años pasaron de medio millón a casi cuatro millones.
Con un centro como éste, se podía pensar también en otros ministerios especializados, como el ecumenismo, equipos de seglares, de religiosas, grupos itinerantes de evangelización para las comunidades rurales y las numerosas islas cercanas.
Korea. ¡Cuánta promesa delante de nuestros ojos para la Iglesia y para la Congregación!


AUSTRALIA

Por lejana que esté del centro de la Congregación, y quizá por esa misma lejanía, Australia atraía las miradas de los Claretianos, y desde Filipinas se dio el paso importante de fundar en el apartado Continente. Era en Mayo de 1983 cuando los dos primeros expedicionarios llegaban a la norteña ciudad de Darwin.
Para empezar, se hacían cargo de la Parroquia de la Sagrada Familia, que contaba ya con una Escuela Primaria dirigida por Religiosas, y dentro de sus límites caía también la Cárcel de la Ciudad a donde los Padres iban los domingos para celebrar la Santa Misa.
Los Padres encontraron otro campo muy apropiado para ellos: la Parroquia, que, aparte de territorial, era también personal de los inmigrantes españoles, portugueses y suramericanos, los cuales ahora podían contar con Sacerdotes que los atendieran bien.
Más todavía, se encontraba allí una fuerte colonia de Filipinos, además de muchos refugiados de Timor Leste, huidos de su tierra cuando Indonesia se anexionó la Isla.
Se empezó por construir la casa, con una Capilla en la planta, hasta que se contase con una iglesia apropiada. Era previsible una nueva parroquia, nada más el Gobierno construyera la esperada Universidad, que tanta gente atrae a sus alrededores.


SRI LANKA

Corría el año 1976, y en la Casa de Espiritualidad Carmelitana de Bangalore el Padre Dirnberger abordaba a dos Religiosas de la Sagrada Familia originarias de Sri Lanka, que solían visitar la Casa Claret: -Hermanas, ¿por qué no nos buscan para los Claretianos buenas vocaciones en Sri Lanka? Nos gustaría implantar allí nuestra Congregación. El Padre Dirnberger tenía la misma idea que había sostenido el P. Schweiger. Y las dos simpáticas Religiosas, ni tardas ni perezosas, apenas regresaron a su tierra se pusieron a buscar. Conectan con el Obispo de Jaffina, el cual aprueba con gozo el que los Claretianos vayan a su diócesis en busca de vocaciones misioneras. ¡Otro Obispo sumamente benévolo con la Congregación por el recuerdo de sus Profesores, nuestros Padres juristas de Roma!
El Padre Dirnberger mandó inmediatamente en Abril de 1978 al P. Cyriac Njayarkulam, el cual hizo un recorrido por varias ciudades de la Isla, y en 1979 regresaba a Karumathur con los cuatro primeros muchachos. En los años siguientes, con la ayuda de aquellas Religiosas tan estupendas, llegaban a quince los que ingresaban en la Congregación. Y no hubo más por cuestiones políticas, ya que no podían trasladarse a la India.

Era cuestión entonces de establecerse en la misma Sri Lanka, para lo cual hizo viaje expreso el Provincial de Alemania P. Hornung, que compró una casa en Jaffina pensando en una próxima fundación. Y, como en todas las obras de Dios, vinieron las dificultades. Los ingresados en Sri Lanka hacían el Noviciado en Carmelaram, la Filosofía en Karumathur y la Teología en Bangalore, hasta que la India les negó la visa y tuvieron que marchar a Filipinas para continuar allí sus estudios.

A la vez que se erigía en 1984 la Provincia de la India, se instituía la Delegación de Indo-Sri Lanka, con el Padre Dirnberger como Superior, la cual comprendía a los miembros nativos y además los Claretianos de lengua tamil, o sea, los nacidos en Tamil-Nadu, Sur de la India.
¿Y dónde se iban a formar los Estudiantes srilanqueños? No se desanimó la Delegación, y puso su Seminario en Barrackpore, Bengala Occidental, en el lejano noreste de la India, bendecido el Febrero de 1986 durante la visita del Papa Juan Pablo II a Kolkata.
Los seminaristas teólogos enviados a Filipinas empezaron a ser ordendos de sacerdotes y en 1992 eran ya cuatro los que se integraban como Vicarios a Parroquias de su tierra para iniciarse en los ministerios pastorales.

A pesar de las dificultades por la guerra, el 24 de Octubre de 1992, víspera de la Beatificación de los Mártires de Barbastro y como una bendición del Cielo en ese día, se inauguraba en Rugada la Casa de Welisara con tres Padres llegados de la India. Ese mismo año se formaba la Provincia de Chennai, y Sri-Lanka era confiada para su ulterior desarrollo a la Provincia de Alemania.
Hoy están presentes los Misioneros en zonas de mayoría singalesa y tamil, con un total de más de 30 Claretianos. Tienen noviciado y casa de formación para unos 20 estudiantes de Teología. Apuestan por la pastoral juvenil y hasta trabajan con una pequeña editorial.
En nuestros días vemos a Sri-Lanka con un abundante grupo de sacerdotes claretianos y con más de veinticinco Estudiantes profesos, testigos todos ellos del vigor de una Iglesia y una Congregación srilankesas llenas de vida.


INDONESIA - TIMOR LESTE

El Gobierno General estaba algo preocupado por una propuesta del Capítulo General de 1985: Hay que abrir alguna nueva misión en Asia, donde radica la mayoría de la población mundial. Y dirigió una carta a los Organismos de la Congregación en Asia. La respuesta de Filipinas, India y Japón fue unánime: -A Timor, empezando por Timor Oriental, y cuanto antes.
Efectivamente, el 13 de Mayo, ¡qué bonita fecha!, de 1990 los tres Padres, dos de Filipinas y uno de la India, visitaban la Parroquia de Fohorem, con sus 20.000 habitantes, un barrio de Suai, que les había asignado el Obispo. Estaban celebrando los fieles la fiesta de la Virgen de Fátima, y dice el cronista: -Nos unimos a la celebración. Durante la procesión, que duró tres horas, rezamos siete partes del Rosario. Estupenda la primera impresión, nada extraña donde, sigue diciendo el cronista, con gentes sencillas, trabajadoras y sonrientes, las iglesias están llenas durante las celebraciones eucarísticas y aun durante los días ordinarios. Las condiciones de vida de los Misioneros iban a ser austeras, pues adivinaban el porvenir: -Las carreteras no son buenas, hay que atravesar unos veinte ríos, algunos de ellos sin puente, y difíciles de vadear. Durante el tiempo de lluvias quedaremos prácticamente incomunicados.
Timor contaba con 670.000 habitantes, 534.000 de ellos católicos, distribuidos en 22 parroquias, y el resto protestantes, musulmanes o animistas. Magnífico campo de apostolado. Pero había que aprender su lengua, el bahasa, lengua nacional, y el tetum, dialecto propio de Timor.

En Mayo de 1992 ya se nos anunciaban dos casas nuevas: la misión de Bobonaro y el Seminario en Kupang, con 16 Estudiantes de Filosofía y Teología, mientras se construía para el año siguiente nuestro Seminario propio. Dos años más tarde, se habían más que duplicado los Seminaristas e inaugurado el Noviciado en Fohorem con quince jóvenes. La Comunidad había aumentado, y eran tres Padres de Filipinas, tres de España y uno de la India.
En Mayo de 1995 comunicaba el Provincial de Filipinas al Padre General el acontecimiento de la Primera profesión de trece novicios. -Un escenario de lujo, con la casa en la cima de la montaña a 800 metros de altura, y debajo un impresionante valle de 30 kilómetros con el fondo de un mar intensamente azul. La iglesia parroquial de Fohorem a poca distancia, centro de las casas campesinas de aquellas montañas, se vio inundada de gente ataviada con sus mejores vestidos tradicionales. Y una ceremonia de tres horas y media, porque en el culto divino la prisa no corre para estas comunidades cristianas.

Era la primera celebración vocacional del incipiente Organismo de la Congregación, que al cabo nada más de diez años, desmembrado de Filipinas, constituiría una Delegación Independiente, con cerca de más de 20 Sacerdotes nativos, más de 75 Estudiantes profesos y 18 Novicios, aparte de unos 55 prenovicios, con tres casas de formación: Kupang, Benhutu y Yogyakarta.
Ante los muchos candidatos que se presentan, se impone una selección cuidadosa, y la formación abarca estos pasos.
Primero, en Kupang, un año de preparación, sin estudios formales; algo de literatura bahasa, inglés, introducción paulatina en la vida de oración y de comunidad, y conocimiento sistemático de la Congregación.
Segundo, los seleccionados pasan a estudiar dos años de Filosofía en Kupang.
Viene después el Noviciado, en Benlutu, a unos 90 kilómetros de Kupang, en una zona de predominio protestante pero con fuerte grupo de católicos. Edificado en un altozano junto a un manantial con 35 fuentes, resulta un lugar paradisíaco.
Siguen otros dos años de Filosofía-Teología, e interrupción con el “Año de Orientación Pastoral” en nuestras propias misiones.
Vienen después los años de Teología en Yogyakarta, en la isla de Java, la ciudad cultural de Indonesia e importante centro de estudios de varios seminarios diocesanos y Congregaciones religiosas. El Seminario propio de la Congregación está cerca del Seminario Mayor donde los nuestros asisten a las clases.
Es el sistema de todos los religiosos adoptado también por la Delegación. Realmente, que, cuando se pensaba en vocaciones, los sueños se iban a convertir muy pronto en espléndidas realidades. Y son vocaciones selectas. Para el año 2002, tan cercano a lo que estamos recordando, un sacerdote claretiano nativo era nombrado Vicario Episcopal de Dili en Timor Oriental.

Gentes sencillas y buenas, hemos dicho, éstas de Timor, las del Oriental como las del Occidental indonesio, y lo eran en verdad. Pero sabían sacar los puños cuando se trataba de su fe. Como en aquella ocasión, complicada para uno de nuestros Padres, que va a la iglesia y se encuentra a la gente amotinada, especialmente los jóvenes estudiantes. ¿Qué había ocurrido? Un tipo pagado por una organización islámica había intentado profanar la Eucaristía. Agarrado in fraganti, lo quieren linchar en la misma iglesia. El Padre se impone, y durante cinco horas dura el forcejeo entre él y los fieles furiosos: -¡No celebro la Misa si continúan en esta actitud! -¡Lo queremos matar, y si lo liberan quemamos el coche de la Misión!... Suerte que se presentó la policía armada hasta los dientes, y se deshizo la reunión. Esto no quiere decir que hubiera guerra religiosa entre católicos y musulmanes, porque el hecho no pasó de ser un incidente aislado.
Pues, aunque Indonesia es musulmana en un 80%, el Gobierno es muy tolerante y se da en sus tierras la buena coexistencia pacífica. Sin embargo, el mismo Gobierno obligó a escoger una de las grandes religiones reconocidas: musulmana, hinduista, budista, católica o protestante. Timor, tanto el Oriental o Leste como el Occidental con sus islas de Flores, Sunba, Alor y otras, es católico en casi su totalidad, aunque reste un 10% de religión musulmana.

Ante las tendencias independentistas de Timor Oriental, el Gobierno lo mimaba construyendo iglesias y capillas por cuenta del Estado, que lo había ocupado con la fuerza. Pero al llegar el referéndum de 1999, y ganar los independentistas, las fuerzas de ocupación destruyeron todo y mataron a miles con odio y furor inimaginables, bajo estos lemas: -¿Quieren la independencia? Que empiecen desde cero... Todo lo hecho con dinero de Indonesia ha de ser destruido. En la parroquia vecina a las dos nuestras de Bobonaro y Fohrem mataron a tres sacerdotes y en la iglesia, encerradas, a más de 600 personas, la mayoría mujeres y niños. La Fuerza de las Naciones Unidas logró imponerse poco a poco, pero la reconstrucción iba a durar mucho, pues la destrucción había sido total.
La Congregación sufrió una destrucción completa también en sus casas y cosas; no quedó nada, aunque, por favor de Dios, no hubo que lamentar víctimas de sangre. La palabra “destrucción total” hay que tomarla al pie de la letra. En Fohorem, Salele, Bobonaro, Lolotoi y Dili no quedó “nada”, lo cual, escribía el Padre General después de su visita, “significa ahora una inversión de varios centenares de miles de dólares”. Realmente, los bárbaros aquellos han obligado a la Congregación “a partir de cero” en la reconstrucción de la Misión de Timor Leste.

La Delegación mantiene actualmente unas cinco Misiones en Timor Leste, otra en el mismo Noviciado de Benhutu y dos más en Sumatra. En estas Misiones, aparte de la predicación de la Palabra y catequesis, y con la vida sacramental y actos de piedad tan sentidos por el pueblo, los Padres desarrollan obras sociales de suma importancia, con escuelas primarias y una profesional; además, llevan programas de promoción agrícola y agropecuaria para la elevación del campesinado, es decir, prácticamente de toda la población.

Vistos los frutos, hay que decir que no se equivocaron los Superiores cuando optaron por Timor-Indonesia al querer estableces una Misión más en el Asia. Dios irá siguiendo su camino en esas tierras abiertas a su gracia.


COSTA DE MARFIL

Nos hubiera costado el imaginarnos a nuestros hermanos polacos encerrados en su propia Patria sin querer salir en plan misionero a tierras lejanas. No tenían bastante con los países limítrofes ex-comunistas de Bielorrusia, República Checa y Slovensko, y un día Polonia, con personal joven, aceptó el reto del Gobierno General de buscar Misiones entre no cristianos en Asia o África, donde hay tantos que aún no conocen a Jesucristo.

El Padre General Gustavo Alonso había hecho un previo viaje de exploración a Costa de Marfil y escogió los puestos de más necesidad evangelizadora: uno en la diócesis de Grand Bassam, en el norte, y otro en Bouaflé, por el interior del país. Con casi 10.000.000 de habitantes, eran católicos poco más de un millón. Quedaban nueve millones por ganar para el Reino. Un magnífico desafío.
Después de dieciséis años de guerra cruel, la situación política era estable y el desarrollo económico muy bueno. Por lo mismo, eran grandes las ventajas que se ofrecían para evangelizar. Pero, aquí estaba también el mal. Entre muchos católicos pobres, los había también de buena posición, instruidos en las escuelas y colegios de la Iglesia, aunque sin compromiso alguno. De hecho, de los 420 sacerdotes, sólo 135 eran nativos, formados en el único seminario de Anyama, y de las 551 religiosas, sólo eran 94 las nativas del país. No era esto un índice muy halagador. Como Pablo con los de Corinto, no había más remedio que anunciar a Jesucristo, y Jesucristo Crucificado, ya que las sectas iban anunciando y ofreciendo en abundancia “paraísos” de felicidad. Esto, dicho como cosa general de la República. Nuestras Misiones tendrían su carácter peculiar.

En 1990, dos Padres en Agosto y otros tres en Octubre, se iban con ilusión apostólica a Costa de Marfil, nación del Oeste africano bañada por el Atlántico. Un Misionero nos comunicaba a todos en la primera carta: -La misión “ad gentes” de Costa de Marfil es la primera misión que asume nuestra Delegación de Polonia. Así se realizan nuestros sueños que, desde hace 15 años, alimentábamos cuando entramos en la Congregación. Queremos expresar por ello nuestro reconocimiento al Señor y a la Congregación por haber sido enviados como misioneros.
Y empezaron los buenos síntomas: a los dos años profesaban los dos primeros candidatos a la Congregación; en 1997 era ordenado el primer sacerdote y actualmente ya han llegado tres al altar.
Son tres los centros de Misión en Costa de Marfil, y llevan adelante una labor ministerial magnífica.

El primero de ellos es Abidjan, la Capital. Está la Parroquia-Misión en Vridi, con 12.000 habitantes, de los que son católicos unos 4.000. Un barrio con tres sectores perfectamente definidos. Uno, rico e industrial; otro, pobrísimo con muchas chabolas, casas de latas y cartón; y el tercero, pobre y muy extenso, con pocos católicos y descuidado religiosamente. Parroquia, por lo mismo, de mucho contraste entre pobres y ricos, y por eso la pastoral tiene que ser muy flexible para edificar sin destruir.
Cuando el Obispo presentó los Misioneros a la Parroquia de Vridi, arrabal de Abidjan, fueron recibidos con un aplauso ensordecedor e inacabable, como señal magnífica de lo bien que acogían a sus nuevos evangelizadores. Y empezaron inmediatamente las filas largas ante el confesonario, el culto muy esmerado y entusiasta, y la actividad ejemplar de los movimientos laicales.
La labor de los Padres fue eficaz y los creyentes iban en aumento. Empezaron por edificar una Iglesia, con salones para catequesis, y Capillas que vienen a convertirse en misiones autónomas. Se desarrolla en la Parroquia y Misión una pastoral muy del día, con catequesis, grupos, especialmente para la formación de líderes laicos, que trabajan después con gran responsabilidad en sus Capillas.

El segundo puesto misional es Bouaflé, situado en el centro del país. Aquí los Misioneros han de tener una gran movilidad, pues además de la Iglesia Parroquial tienen el cuidado de unas 33 aldeas a las cuales hay que visitar al menos una vez al mes. Los Catequistas formados en la Misión desempeñan un papel muy importante; sin ellos sería prácticamente imposible la evangelización, máxime que muchas veces han de servir como intérpretes con la lengua francesa.
Quizá lo más interesante de este puesto misional es que, además de tener escuela, cuenta con una Casa donde se dan Retiros, Ejercicios Espirituales a Religiosas, servicio a los Neocatecúmenos y Encuentros de Catequistas. No todas las Misiones africanas pueden contar con un medio semejante y de tanta eficacia espiritual.

El puesto más reciente es el de Soubré, con Parroquia urbana. Tiene también a su cuidado 38 aldeas, que los Padres con los Catequistas han de dividirse para el mejor servicio. Cuenta con escuela y tiene además Religiosas, con la bendición que ellas significan. Los catequistas, desde luego, sirven de intérpretes por su conocimiento del francés, y, si falta el Padre en los poblados, distantes algunos hasta cien kilómetros, ellos son los que celebran la Palabra y distribuyen la Sagrada Comunión. Así, con la Palabra y la Eucaristía, cada centro se convierte en una Iglesia viva. Los católicos siguen aumentando y son muchos los catecúmenos que suspiran por recibir los Sacramentos. Es una parroquia que tiene planteado un reto grave, como es afrontar la reconciliación después de unos años de guerra y enfrentamientos entre musulmanes y cristianos.

Una “Misión ad gentes” querían nuestros hermanos polacos, dando a la Congregación un ejemplo vivo de amor a Jesucristo y a la Iglesia. Aquí vemos cómo un sueño se sabe convertir en hermosa realidad.


BIELORRUSIA

Cuando los Padres Claretianos de Polonia entraron en Bielorrusia el año 1990, recién caído del Muro de Berlín, se encontraron con una libertad religiosa muy a medias. Se seguían manteniendo sistemas comunistas y esto hacía difícil la labor misionera. Se quería vivir y confesar la fe, pero permanecía la ideología anterior. Por ejemplo, se pretendía levantar una iglesia, pero nunca llegaba el permiso y había que esperar tiempos mejores. Tantos años bajo el régimen comunista, aunque el país había sido siempre cristiano con amplio dominio de la Iglesia Ortodoxa, el pueblo cayó en una secularización que costaba vencer.

Sin embargo, aunque la actividad misionera se veía frenada tantas veces, los Padres la desarrollaban bien, y cada día veían cómo se ensanchaba su campo de acción. De hecho, han llegado a hacerse presentes en las ciudades de Jeziory, Mohylev, Zelwa e Izabelin.

El cuadro que pintaba al principio el Padre Gawlik nos hacía ver la realidad, dura pero que dejaba entrever muchas esperanzas al comprobar cómo aceptaban al enviado de Dios y le acompañaban en devotas procesiones: -Los hombres han olvidado hasta lo más elemental de la religión, excepto la señal de la cruz. Los viernes y los domingos doy catequesis a los niños, y los sábados por la tarde a la juventud, que es el grupo más necesitado de instrucción religiosa. Las necesidades espirituales y materiales son muchas, pero la más urgente es la falta de evangelizadores.
Efectivamente, no mucho después de esta estampa algo pesimista, el mismo Padre podía mandar fotografías que llenaban el alma: reuniones, procesiones, actos de culto concurridos. Tantos años de opresión comunista no habían podido matar la raíz, y la planta surgía pujante de nuevo.

Quizá la esperanza mayor la constituye ese grupito de aspirantes que se forman en Polonia, y del cual a estas horas ya tenemos algún profeso. Sacerdotes un día, podrán ir a trabajar directamente en su tierra como los evangelizadores más adecuados.


KENIA

Otro país africano que ha atraído siempre la atención de los Misioneros es Kenia, rodeada de naciones tan clásicas como Somalia, Etiopía, Sudán, Uganda y Tanzania. Y allí fue un día la Congregación, llevada por la dinámica Provincia de Guinea. Era el año 1991 cuando los primeros enviados se establecían en Mombasa, el puerto principal del suroeste keniano. Esta nación es todo un desafío para la evangelización, por el fuerte predomino de los protestantes, fruto de tantos años de presencia inglesa en el país. Con casi 23.000.000 de habitantes, el 38% pertenecen a las iglesias separadas, aunque los católicos cuentan con el 26%, que no es cifra nada despreciable. Sigue siendo elevado el analfabetismo, hasta el 50%, lo cual resulta siempre una dificultad para la evangelización.

Shanzu, ciudad en la cual se establecían los Misioneros, está a 16 kilómetros de Mombasa, la segunda ciudad de Kenia. Tiene 50.000 habitantes, y la parroquia del Sagrado Corazón que les confiaba el Arzobispo contaba con 3.000 católicos cuando llegaron nuestros hermanos. Al estar en zona turística, les exigía el esfuerzo de tener que hablar, además del inglés y el swahili la lengua oficial, el alemán, el francés y el italiano, pues tenían en su demarcación nada menos que veinte hoteles. En las Misas dominicales no se podían eximir de decir unas palabras al menos en estas lenguas.
La evangelización resulta difícil especialmente por esa circunstancia del turismo, que atrae sobre todo a los jóvenes, ávidos de diversión y libertinaje, y entregados a servicios poco honestos en la playa o simplemente a la ratería. ¿Qué iban a hacer los Misioneros ante esta realidad? Se necesitaba iniciativa, e instituyeron la Asociación “Undugu”, que significa Solidaridad, para rehabilitar a niños y niñas de la calle dándoles una educación básica apropiada con el aprendizaje de algún oficio.

Había que estar al tanto con los musulmanes, ricos y muy activos, que contaban con un grupo militante empeñado en hacer de la costa de Mombasa un estado independiente musulmán bajo la ley islámica. Atraían a muchos incautos con regalos y los exponían a perder su fe cristiana, protestante o católica.

Un servicio muy particular de los Padres era el atender a los innumerables refugiados y a los presos de la cárcel, que ante la asechanza musulmana habían de ocultar su condición de católicos y eran sujetos de escenas emocionantes cuando pedían la ayuda de los Padres o de sus colaboradores.

Aparte de ese ministerio con los vagos, los refugiados y los presos, algo llamativo por lo especial, desarrollan ahora en la Parroquia y en los otros puestos de misión la pastoral clásica y necesaria como es la catequesis, los retiros o seminarios a grupos determinados, y la formación de líderes laicos.
Shanzu es un buen puesto misional, pero difícil ciertamente.

No podía faltar un día u otro una casa en Nairobi y para conseguirla se juntaron dos fuerzas: la llamada del Arzobispo y el interés de la Congregación.
El Arzobispo quería la colaboración de los Misioneros para la atención pastoral juvenil y para el servicio parroquial. Y Nairobi es, ciertamente, un punto estratégico para el futuro apostolado de la Congregación en el África Oriental.
Además, Nairobi es el centro de estudios eclesiásticos de muchas Congregaciones religiosas, y un día u otro irían a parar allí muchos Estudiantes nuestros de las naciones africanas. Así lo reconocía la Provincia de Nigeria, ya que Nairobi ofrece bastantes Instituciones que pueden ayudarla en sus necesidades educativas. El Gobierno General aceptaba plenamente la idea, y en Agosto del 2001 aprobaba la fundación en la Capital de Kenia.


RUSIA

“El reino de Dios no va a venir de una manera espectacular”, les había dicho Jesús a los judíos. Y la ley sigue. Aquel “Rusia se convertirá” era una espera impaciente para los que creemos en la Virgen de Fátima. Y Ella ha empezado a hacerlo de una manera muy discreta, pero eficiente. De aquí que la noticia la recibimos con un júbilo grande. Aquella carta de los fieles de Krasnoyarsk, cuando la visita de los Padres polacos Badura y Liszka a Siberia en 1992, nos llenó de asombro, de júbilo, de esperanza:
-En nuestra ciudad hay unas raíces muy profundas de catolicismo. Estamos luchando con tenacidad por recuperar la iglesia para nosotros. La comunidad de los creyentes se reúne en una casa privada. Actualmente son poco más o menos 100 los miembros que participan. Queridos Superiores, comprendan qué urgente es la cura pastoral en estos lugares. Con un corazón abierto recibiremos a los misioneros que quieran traer la Palabra de Dios a las gentes de Rusia y Siberia.

¿Qué remedio les tocaba a los Superiores sino responder a llamada tan conmovedora? Y en la gran ciudad de Krasnoyarsk, capital de un Estado con más de 2.000.000 de kilómetros cuadrados y 3.000.000 de habitantes, se fundaba en ese mismo 1992 la primera Comunidad claretiana. Muy pronto llegaba el primer boletín impreso: -En pocos meses la comunidad ha crecido hasta 500 católicos… He elegido justamente la Iglesia Católica porque ella es la madre de las Iglesias cristianas.

El desafío era grande. Los Padres, ¡hay para pasmarse!, iniciaron la Editorial Claretianum, la cual sacaba ante todo los ocho volúmenes del Leccionario para el culto litúrgico, que han llegado a ser los libros oficiales del Culto en todas las Repúblicas ex soviéticas. Y desde 1994, con una hora de radio todos los jueves en un programa muy seguido, hacían llegar el mensaje de la Palabra a cristianos y no cristianos. Empezaron con los medios y uno de los primeros libros que sacó la editorial Claretianum fue el del Confundador de la Legión de María, Robert Bradshaw, gran amigo de los Padres, a quienes ayudó a entrar en Rusia; quería morir entre ellos, y allí entregaba su alma a Dios.

No convenía un sola Casa en la inmensa Siberia y se decretó abrir una nueva en Atschinsk, con el carácter de “Misión”. El Superior sería Delegado del Gobierno General y válido representante ante las Autoridades eclesiásticas y civiles de la Federación Rusa.

El Nuncio en Moscú convocaba a los Religiosos y Religiosas que trabajan en Rusia, y de allí salía constituida la NKGNM, la CONFER rusa, con su Presidente el claretiano Padre Mario Sedano, Profesor en el Seminario Interdiocesano de la Nación.

La Provincia de Castilla abría en 1998 una nueva Casa en San Petersburgo, con Parroquia y Postulantado para las vocaciones que Dios nos mandaba. El primer grupito se inicia ba oficialmente con un hermoso simbolismo: se les entregó la Palabra de Dios como medio de discernimiento vocacional, y las llaves de la casa como signo de la acogida que les hacía la Congregación. Los dos primeros que profesaron después, el 11 de Febrero del 2003, lo hacían en la Catedral de San Petersburgo, en una solemne Eucaristía presidida por el Arzobispo de Moscú. Hace unos años nada más, esto era algo impensable. Ninguno de nosotros lo hubiera imaginado.

Seguidamente venía una nueva aventura de Castilla. El Arzobispo de Moscú invitaba a los Padres a una nueva fundación ya dentro del Círculo Polar Ártico, en Murmansk, a 1.400 Kilómetros al norte de San Petersburgo, con medio millón de habitantes, y colindante con el Norte de Noruega y Finlandia. Sin iglesia, se reunían los Padres con una comunidad cristiana de 30 personas en un teatro alquilado para aquella primera y emotiva Eucaristía.

El mismo Arzobispo les confiaba después la Parroquia de San Miguel Arcángel, a la que tenían que desplazarse desde la Comunidad de San Petersburgo cada quince días, y en el aula de una escuela, hasta que tuvieran iglesia propia que habían de construir, los católicos se reunían los miércoles, sábados y domingos para hablar, instruirse, confesarse e ir formando la primera comunidad cristiana.
Una nueva Misión asumía la Comunidad de Krasnoyarks el año 2003 a 900 kilómetros de distancia, Bratsk, ciudad industrial de 250.000 habitantes, con pequeñas comunidades católicas dispersas por la enorme región de Irkuck, y que disponían de una iglesia prefabricada, regalo de la Organización “Ayuda a la Iglesia que sufre”. Sí; pero el sufrimiento se iba convirtiendo en gozos grandes…
Los Padres adquieren prestigio y su apostolado cubre campos de mucha confianza. Por ejemplo, el Arzobispo de Moscú nombraba promotor de la Causa de Beatificación de los Mártires de Rusia, con polacos y alemanes, al Padre Alejandro Carbajo.

El granito de mostaza fue sembrado en tierra fértil. ¿Cómo llegará a ser de grande el árbol cuando haya crecido?...

TAIWAN

Era inútil pensar en la China continental por aquel entonces, pero se podía entrar cuando se quisiera en Taiwán, y al fin llegó en 1994 la hora deseada.
De momento, los cuatro o cinco Misioneros no tuvieron más remedio que aprisionar sus ideales apostólicos para dedicarse de lleno a aprender el chino, que no resulta precisamente un caramelo… Como en todas las fundaciones del Oriente, también aquí encontraron los nuestros un apoyo decidido y fraternal en otros religiosos, en los Jesuitas, Carmelitas de la Caridad, Dominicas del Rosario.

Taiwán, que hoy nos deslumbra a todos con su progreso económico, se presentaba lo mismo con grandes facilidades que con grandes dificultades para la evangelización. Los aborígenes, campesinos en su mayoría, estaban bien dispuestos y eran dóciles para adherirse a la Iglesia. Los venidos del Continente, los realizadores del milagro económico, y en especial los jóvenes, se encontraron con los defectos conocidos en todas las naciones: el dios dinero y el dios placer se convirtieron fácilmente para muchos en el dios supremo. Y aunque había una Iglesia Católica fuerte, la gran cantidad de sectas junto a las otras iglesias separadas causaban una gran confusión entre muchos oyentes del nombre cristiano. Las condiciones laborales, de los inmigrantes sobre todo, eran deplorables, y la Iglesia se puso al lado de los oprimidos, causando revuelo grande pero llevándose la admiración del pueblo.
Todo esto no era obstáculo para que los Misioneros entraran en la Isla con gran ilusión, sabiendo además que Taiwan sería, un día u otro, el puente natural para entrar en la China del Continente.
Religiosamente, y a nivel congregacional, Taiwán pertenece a la Delegación del Japón.

A los dos años tenían ya los nuestros en Keelung la Parroquia del Sagrado Corazón. Allí empezaron a ejercer el ministerio con los inmigrantes filipinos, que acudían en gran número a las funciones religiosas. Se fomentaba la piedad en todas sus formas, pero se empezó a dar mucha importancia a la formación integral del cristiano con el estudio de la Palabra de Dios, con la profundización de la vida espiritual, la socialización y los valores humanos y familiares. En Keelung, población portuaria de 600.000 habitantes, hay cinco parroquias y la nuestra contaba entonces nada más que con unos ochenta católicos chinos, aparte de los muchos llegados de Filipinas.
Como se ve, China es para los Claretianos un sueño-realidad. Esta Misión nació a raíz de la Beatificación de los Mártires de Barbastro, los cuales por lo visto se están interesando mucho por ella en el Cielo. ¡Que sigan con su protección!





TANZANIA

Este país tan esperanzador del África Oriental atraía las miradas de muchos. Y Chennai, en 1994, asumía el ser Provincia misionera y aceptaba la fundación en Tanzania, a sugerencia del Padre General Aquilino Bocos, que en la reunión interprovincial de ASCLA en febrero de 1993 sugería a los Organismos Claretianos de la India el asumir misiones en Africa. Los Padres María Arul y Vincent Anesthasiar hacían una visita de inspección a Tanzania y el 7 de Septiembre de 1994 iban dos Padres a establecerse en Musoma, que se constituía como Residencia en Mayo de 1996, y hoy son tres las Casas que forman la Misión: Musoma, Morgoro y Kimara. Tanzania tiene 25.000.000 de habitantes, con unos 6.000.000 de católicos. Hoy es una nación de paz, sin las convulsiones políticas de tantos otros países vecinos.

Musoma, con su Centro Familiar Makoko, forma a los laicos con cursos y seminarios para líderes de la propia diócesis y de otras también. Imparte clases de escritura sobre la familia, de educación sexual sobre todo en orden a prevenir el Sida, sobre higiene, alcoholismo, drogas, feminismo…
En el centro funcionan además una escuela primaria de inglés, dispensario, kinder infantil y una granja agrícola. Todo esto es necesario y magnífico, pero es sensible la falta de medios económicos para sostener empresa semejante. El Centro había sido fundado hacía treinta años por los Misioneros de Mariknol, y nuestros Padres lo asumieron con toda responsabilidad.
El Obispo encargó además a nuestros Padres el ser los animadores de la Juventud Católica de Tanzania en la diócesis de Mussoma, y esto importa mucho trato con los muchachos y muchachas, esperanza de la Iglesia.

Kimara es una Parroquia con 3.000 católicos, que requirió ante todo el edificar la iglesia y el extender la actividad pastoral a doce comunidades más, con lo que significa la preparación de los catequistas y la celebración del culto, tan arraigada y tan del gusto de estos pueblos. Al recibir la Parroquia de manos del Cardenal Pengo, sin templo para el culto, eran más de 2.500 los fieles que se arremolinaban en una gran barraca, dando testimonio de su fe católica.

En Morogoro se puso desde los principios el centro vocacional donde fueron acogidos los prenovicios, llevados después a Musoma. Allí funciona hoy el Seminario Mártires de Barbastro, destinado a los Filósofos y Teólogos de África Oriental. Este seminario es prioridad absoluta, como podemos suponer. Y los Organismos que forman el África Oriental han distribuido así la formación en estos centros: Aspirantado, en los respectivos países; Postulantado en Musoma de Tanzania; Filosofado y Teologado en Morogoro de Tanzania; y especialización en Nairobi, Kenia, por ser un centro magnífico de estudios donde hay tantas Congregaciones misioneras. Al llegar los nuestros a Tanzania había en la nación aproximadamente 1.500 sacerdotes, 600 seminaristas y 5.000 religiosos y religiosas nativos. ¡La Congregación podía tener esperanzas!


UGANDA

Nombrar Uganda es suscitar sin más en la memoria a los “Mártires de Uganda”, que llenaron de gloria a las Iglesias africanas, y es también levantar ilusiones misioneras hacia aquellas tierras tan prometedoras para la fe cristiana y católica. El Gobierno General de la Congregación lo pensaba así, y en la India surgió la Provincia voluntaria para la singular empresa: Bangalore, que dejaba de ser misión para convertirse en misionera. El 24 de Octubre de 1995, 25º aniversario de la presencia de los Claretianos en la India, después de la Eucaristía celebrada en el Seminario Claretiano de Bangalore, el Padre General Aquilino Bocos imponía la Cruz misionera a los dos elegidos que se iban hacia Uganda.

El Obispo de Jinja recibía al Padre Provincial George Kallampally, acompañado del Padre Richard Todd: -¡Vengan, que les prometo mi cooperación más completa! El buen Prelado cumplía su palabra, y el 26 de Octubre de 1995 recibía a los primeros Padres Joy Mampallikunnel y Mathew Mundackal en aquel país encantador, porque Uganda es “la perla del África”. Desde la casa episcopal los nuevos Misioneros podían contemplar el Lago Victoria y el Río Nilo que nace en aquellos parajes paradisíacos. Jinja es una ciudad con 19 Parroquias, cada una con sus puestos de misión y pequeñas aldeas. Iglesia con muchas vocaciones, pero con insuficientes sacerdotes, ya que tienen que atender a una población de 400.000 católicos. Por lo mismo, fueran a donde fueran, les esperaba a nuestros Padres mucho trabajo. Para entrenarse e ir aprendiendo la lengua del lugar fueron colocados en dos parroquias, hasta que tuvieran la Parroquia y Casa propias.

Las dificultades con que se iban a encontrar, a pesar de la magnífica gente, eran conocidas de todo el mundo. Independiente desde 1960, por culpa de los líderes políticos, en especial por el tan conocido Idi Amin, el país se mantenía pobre, ya que vivía sólo de la agricultura sin medios modernos para explotar el suelo, y sin ninguna industria. Y lo que todos sabíamos también, había que hacer frente a la terrible enfermedad del SIDA, que tiene en Uganda un índice tan elevado, aunque se la empezaba a acometer con éxito, tanto por parte del Gobierno como de la Iglesia.
Aparte de la situación del país, la otra dificultad que hubieron de vencer nuestros hermanos, no por esperada menos costosa, fue el aprendizaje de la lengua nativa y el acostumbrarse a una alimentación muy distinta de la suya en la India. Pero, como reconoce la Historia que han publicado, esas dificultades los forjaron fuertes, y a los diez años de presencia en Uganda diríamos que son unos Misioneros completos.
Aquí tenemos, pues, a nuestros hermanos, decididos ellos y muy bien recibidos por la gente sencilla, en especial los católicos de la Parroquia de Kiyunga que el Obispo les encargaba, a 60 kilómetros de Jinja.
No tardaron en distinguirse por su labor. De hecho, en 1997 ya recibían la encomienda de atender el Centro de Instrucción Catequética San Luis Gonzaga de la Diócesis, cercano a la Parroquia, para la formación de seglares, con una asistencia de 42 catequistas en el primer curso. Cada año se imparte un curso de tres meses, llamado Mugiggi, para los que quieren ser catequistas y que desean llevar el Evangelio a sus comunidades. En el 2002 fue profundamente renovado, con la ayuda de Fundaciones extranjeras, y en él trabajan como competentes maestras las Hermanas Franciscanas de María Inmaculada.

Ante las frecuentes enfermedades que se presentaban, el Padre Mathew consiguió del Gobierno la licencia para trabajar con medicina no tradicional, sino con la suya propia traída de la India. Para ello, abrió una clínica en Kiyunga y en ella consiguió éxitos con pacientes que habían fracasado con otros médicos. Cuenta con diez camas para los pacientes que han de ser internados. Pocas, pero desempeñan un gran papel, Algún tiempo después, el Padre Mampallikunel abría un seminario para enseñar esos mismos sistemas terapéuticos y, sobre todo, para aprovechar las muchas hierbas medicinales de la región. Prestaron su colaboración auténticas autoridades en la materia, y todos auguraron muchas mejoras en la salud de la gente que no cuenta con otros remedios para sus enfermedades. El Padre Mathew es uno de los profesores más autorizados.

¿Y las soñadas vocaciones? Los Padres instituían en Jinja el Noviciado Claretiano del África Oriental, y las vocaciones no tardaron en llegar. El día 16 de Julio profesaban los cinco primeros novicios del África Oriental: uno de Uganda, tres de Kenya y uno de Tanzania. Hacían la profesión en manos del Provincial de Bangalore en una Misa presidida por el Obispo de Jinja, que según confesión propia nunca había visto algo semejante, y en presencia de más de mil personas. ¿No era un feliz indicio de lo que habría de venir?...


REPUBLICA DEMOCRATICA CHECA

Los Claretianos de Polonia llegaban a la República Checa el año 1996, y se establecían el Praga, la Capital, y en Solokov. Nada más inspeccionado el terreno se dieron cuenta de que habían ido a una Misión puramente gentil, porque el grado de secularización era alarmante. ¿Qué hacer? Ante semejante panorama, era cuestión de trabajar con fe en la pastoral que emprendían: ¡a meter la idea de Dios en el pueblo!, convencidos de que su misión era de verdad “ad gentes”, porque al haberse perdido el sentido de lo sagrado, toda la actividad ministerial debía consistir en re-evangelizar a la gente.

Se empezó con una pastoral parroquial, y con las acertadas iniciativas de los Padres, como escribe uno de los Misioneros, han ido apareciendo grupos, encuentros, y esto nos ayuda a mirar el futuro con esperanza. La comunidad de los católicos iba en aumento, y esto era lo más importante. El trabajo no resultaba inútil. El 24 de Octubre de 1997, fiesta del Padre Fundador, el Cardenal de Praga bendecía la Capilla que los Padres habían construido junto a la casa. Y algo curioso: en la casa tienen colmenas que producen copiosa miel, la gente va a comprar, y es una ocasión para hablar, para evangelizar, para hacer conocer a Dios…
Chequia, dependiente de la Provincia de Polonia. Una verdadera “misión” en el corazón de Europa, y esto no deja de ser estimulante.




SLOVENSKO

Con Polonia al Norte y con la República Checa al Oeste, Slovensko es actualmente un país ex-comunista que necesita urgentemente la evangelización. El Gobierno General le proponía el reto a la Provincia de Polonia, la cual lo aceptó con generosidad. Porque el campo de trabajo que se proponía a los Padres polacos no era ciertamente fácil. Tantos años de comunismo encima, el ateísmo no perdonó a la población, antes cristiana; y después, con la libertad surgida tras la caída del Muro de Berlín y abiertos los eslovacos a la moderna civilización occidental, la secularización europea traía un ateísmo igual o peor que el marxista.
Dos Padres empezaron a hacer acto de presencia en Slovensko el año 1996, y al año siguiente ya se establecía la Casa de Podbrezova que llevaba también consigo el cuidado pastoral de la aldea turística de Meto pal Dumbiero. De los 5.000 habitantes en conjunto, la mitad son católicos y los demás o protestantes o ateos. Campo difícil, pero estimulante para el celo apostólico. Y así debía ser, porque poco después los Padres ensancharon su radio de acción y establecieron otra Residencia en Tuzina.

Aunque las obras materiales no sean lo primero de todo, pero hubo que reconstruir totalmente el templo parroquial, abandonado durante tantos años de dominio rojo. La acción pastoral la iniciaron los Misioneros acertadamente con la catequesis y vida sacramental. Cada Padre tenía ocho grupos de Catecismo, para ir metiendo la idea de Dios de manera eficaz. Y estaban los grupos de jóvenes, de monaguillos, y, como un buen reclamo, el coro de conciertos. Lo principal, con todo, eran los grupos de laicos, a los que se entrenaba en la Teología, y se les avivaba la conciencia de su deber pastoral en la Parroquia. Hay que decir que los Padres no partían de cero, pues, gracias a Dios, frecuentaban la Iglesia los domingos hasta 300 feligreses.
En Eslovaquia, como en todos los países del Este europeo, el comunismo pudo causar estragos; pero Dios le tenía asignada también la hora de su resurgimiento cristiano.


GHANA

Corría el año 1997 y el Obispo de Damo ngo llamaba con urgencia: -¡Misioneros! ¡Necesito misioneros para mi nueva diócesis! La Provincia de Nigeria tenía ya puestos de avanzada en su misma nación, en Guinea Ecuatorial, en Camerún, Gabón y Kenia. Sin embargo, acudió al grito del Obispo, el Gobierno General atendió su deseo, y Nigeria fundaba con generosidad una nueva Misión en Ghana con la casa de Damongo.
De momento, a aprender la lengua, un sacrificio obligado en todas las fundaciones de otros países. Pronto sin embargo empezaban a trabajar los dos primeros Padres, de modo que el Obispo felicitaba al Padre Provincial por la magnífica labor de tan excelentes operarios.

El reto primero que habían de vencer los Misioneros era el alto índice de analfabetismo en la población, nada menos que el 92%, cifra demasiado elevada. Por si eso fuera poco, la extensísima diócesis se halla en mitad del desierto y sus recursos de vida y de civilización son muy escasos, de manera que la Provincia había de ayudar económicamente cuanto podía.

Entre las mejoras sociales primeras que debían atenderse estaba el proporcionar a la gente el agua potable, como primer elemento para sus necesidades en el campo de la salud y de la educación.
Y, ya se sabe, a evangelizar, a formar catequistas, a formar líderes, a mirar por las vocaciones nativas si podían surgir, de modo que la joven Iglesia se pudiera bastar un día a sí misma.

HAITI

¿Quién se va a cuidar de la Misión de Haití? Nadie en particular. Estará bajo el Gobierno General, pero el personal que allí vaya será internacional.
Esta era la proposición de una fundación en un país sobre el que siempre se había pensado, aunque nunca llegaba la hora de ir a él. Pero no se quiso pasar del 150 aniversario de la Fundación de la Congregación, y el año 2000 era una realidad el establecimiento de los Claretianos en Haití.
¿Y qué era lo que atraía tanto de esta Misión? Nada, a no ser su pobreza suma. El país más indigente de América. Con 7.000.000 de habitantes metidos en 27.000 kilómetros cuadrados. Sólo un 4% de blancos, sin indígenas, sino todo negros procedentes de aquellos esclavos llegados de Africa en siglos pasados. Con un desempleo del 75%, sin más medios de vida que los imprescindibles para sobrevivir, y carencia de los servicios más elementales. Gran porcentaje de analfabetismo, con lengua propia, el kreyol, derivada del francés y mezclada con elementos de inglés y lenguas africanas. Y para colmo, políticamente un desastre.

Este era el cuadro que presentaron los exploradores enviados por el Gobierno General. Aunque añadían un cuadro muy positivo en otro orden de cosas: población con mucha juventud, no contaminada con la secularización; gente muy religiosa, que mezcla con naturalidad la fe católica con su vodú ancestral, y tiene además abundancia de vocaciones sacerdotales y religiosas.
¿No era todo esto un desafío para demostrar la tan proclamada opción por los pobres?... Y se aceptó el reto. Dos Misioneros, uno de Argentina y otro de Brasil, con dos Misioneras laicas brasileiras, inauguraban en Port-au-Prince la Misión con el aplauso y la bendición de todos. Poco después, integraban el equipo dos misioneros más, uno de Colombia y otro de Nigeria, y otras dos misioneras laicas argentinas.

Al cabo de poco tiempo los Misioneros enviaban las noticias de sus inicios ministeriales, a base de la enseñanza de la Biblia, en plan muy popular, y con efectos muy positivos. Porque los Misioneros constataban que la formación bíblica era una herramienta de formación al fortalecer la conciencia de la dignidad de las personas, descubrir el valor del pobre a los ojos de Dios, y despertar el deseo de cambiar las realidades. Por ello, pronto establecieron una escuela bíblica para adultos y se metieron en el Equipo nacional de lectura popular de la Biblia.
Sin embargo, aquella primera impresión optimista de la religiosidad del pueblo quedó muy matizada al comprobar la realidad tan dura: -A nivel religioso existe un cristianismo de culto, sin Cristo, sin reino, sin evangelización, y abundan las sectas. Se puso remedio, y para ello se fundaban capillas en Kazal y Lacoste, en la montaña, para formar en ellas eficientes comunidades de base.
Era imprescindible desde el principio la promoción humana, pero había de ser sin paternalismos, haciendo que el pueblo crezca por sí mismo en todo lo que le sea posible.
Pobre, muy pobre Haití. Pero espiritualmente da frutos muy ricos. A estas horas ya tenemos algunos seminaristas profesos. Son las semillas de lo que puede venir.

ZIMBABWE

La Provincia de Bética se ha querido mostrar misionera de avanzada una vez más y ha asumido la Misión de Zimbabwe en el África suroriental. No era una decisión tomada a la ligera, pues desde el principio se veía que iba a ser un puesto difícil, empezando por la lengua, con el inglés como la oficial y el shona como la del pueblo.
Además, se nos comunicaba en las primeras noticias de la Misión: -Uno de sus problemas más acuciantes es el SIDA, siendo el país de más proporción mundial: más de un 30% de su población es portadora de este virus, con lo que la esperanza de vida puede pasar en los próximos años de los 44 a los 35 años. La extensión del SIDA ha generado un millón de huérfanos. Una generación que crecerá prácticamente sin padres.
Esa enfermedad era un problema serio, y lo era también la pobreza grande de la gente, además de su modesta cultura, pues el índice de alfabetización es elevado.

Por lo mismo, se iba a una Misión con espíritu verdaderamente heroico, y allí se presentaron nuestros hermanaos en Enero del año 2002. Los tres primeros Misioneros eran despedidos en Sevilla por un nutrido grupo de Claretianos y Claretianas, alumnos del Colegio, Filiación Cordimariana, Seglares Claretianos…, todos estampaban un beso y depositaban su corazón en el Crucifijo de los Misioneros.

En una extensión de terreno que no llega a los 400.000 kilómetros cuadrados hay 12.000.000 de habitantes con sólo el 10% de católicos y otros tantos protestantes, ya que los demás practican las religiones tradicionales del África, aunque el cristianismo es mirado con muchas simpatías.
Nuestros Misioneros se establecieron en la diócesis de Gokwe, puesta en marcha por el IEME, los sacerdotes del Instituto Español de Misiones Extranjeras. Los nuestros no están solos en aquella extensión de 26.000 Kms. cuadrados con 500.000 habitantes, de los que son católicos 54.000; cuentan con nueve sacerdotes diocesanos, 6 del IEME, 3 religiosos nigerianos del Espíritu Santo y 2 Capuchinos de la India. Buen campo misionero, dependiente de Bética, pero cercano a los países del Organismo claretiano del Africa Oriental.
Los Padres se distribuyeron en tres puntos de Misión: Gwave, Mutimutema y Hucha. Vinieron en seguida muchos interrogantes ante la situación política; grandes dificultades para aprender la lengua; aislamiento de unos con los otros hasta vivir casi del todo incomunicados; y sobre todo el no poder hacer nada ante el consabido saludo de la pobre gente: “Baba, tine nzara”, ¡Padre, tenemos hambre!… ¿Qué hacer ante semejante panorama?

Sin embargo, en las crónicas primeras se notaba alegría. Los Padres vivían a ritmo de tambor, en medio de gente tan acogedora como pobre. Trabajaban en una Misión que no partía de la nada, sino que cosechaban lo sembrado por los Misioneros anteriores. La Diócesis había optado por sólo cuatro organizaciones, pues no podía dispersar las fuerzas: la Vaparidzi Vadiki, Infancia Misionera para niños; Catholic Youth Association, para Jóvenes; la Nzanga yaAna, para mujeres; Nzanga yaYosefe, para hombres. Con estas Asociaciones, estaba la otra opción diocesana: las Pequeñas Comunidades Cristianas. Cada laico que pertenece a estos grupos apostólicos lleva su imprescindible uniforme, clásico en la cultura del país.
Toda la pastoral tenía que girar en torno a este plan. Por ejemplo, la catequesis la lleva primariamente la Nzanga yaAna de las mujeres, por su enorme influjo sobre los niños y los jóvenes. Y aquí estuvo la primera actividad de los Padres apenas empezaron a desenvolverse algo en la lengua: visitar todas las comunidades, tarea muy difícil por las distancias y pésimos caminos.
En la primera visita del Padre General Joseph Mª Abella con el Provincial de Bética, los Obispos se mostraron muy agradecidos a la labor de los Misioneros, y se constató a la vez lo prometedor que se presenta el grupo de vocaciones nativas.
Los Misioneros siguen en la brecha. La situación política y el hambre tan generalizado dificultan mucho la evangelización. Pero no se arredran. El pueblo los ama, y el pueblo es más que nunca la voz de Dios.

VIETNAM

Hay puestas muchas ilusiones en Vietnam, pero no son una realidad por ahora sino sólo esperanzas. Cuando las autoridades lo permitan, allí entrará la Congregación. Las actuales visitas han sido prácticamente de turismo, transitorias. Como las del Instituto de Vida Consagrada de Filipinas, que, ante las Religiosas que le llegaban de Vietnam, pensó muy acertadamente en instituir en Ho-Chi-Minh, antigua Saigón, el mismo Instituto, ya que el Gobierno permite únicamente el fundar allí Centros de Formación tanto para sacerdotes como para religiosas. El Arzobispo que recibía en Diciembre del 2000 a los Padres Profesores, les decía con gracia: -¿Mi bendición? No una, sino dos. Era el primero en querer a los Misioneros en su tierra, y les brindaba el regusto de la liturgia navideña, que se desenvolvía hermosamente dentro de la catedral en tres lenguas: vietnamita, inglés y francés.

¿Por qué no se comienza todavía? El Gobierno permite aceptar 70 candidatos al sacerdocio, de los cuales se pueden ordenar al año unos 20 solamente, aunque en el Seminario Mayor había 237 alumnos. En el mismo Seminario, centro de formación intercongregacional, encontraron los Padres más de 200 religiosas. Acompañados por un Padre Dominico, responsable de los dos centros teológicos, en uno había más de 200 religiosos y en el otro se formaban, durante tres años, unas 247 religiosas. Campo precioso, como puede verse. Hay que esperar el día de la Providencia. Las autoridades determinan cuántos seminaristas puede un Obispo tener estudiando, quién puede entrar en el seminario, quién puede ordenarse, y quién puede ejercer el ministerio. ¿Cuándo le tocará a la Congregación presentar sus candidatos?...

El 20 de Julio del 2002 llegaba a Ho-Chi-Minh, provisionalmente como era de esperar, el Padre Lito Ancla para aprender el vietnamita y tratar con los aspirantes para la Congregación, un grupito selecto que intentaba trasladar a Filipinas. Al día en que uno de esos aspirantes proclamaba el Evangelio en vietnamita lo llamaba Lito “un día histórico”, porque podía ser el principio de “una grande obra”, como aquella del 16 de Julio de 1849 en Vic… Con fe ilusionada se lo confiaban a los Beatos Mártires de Barbastro.
Todo esto ya lo conocíamos porque está publicado en NUNC. Dios quiera que siempre tuviéramos noticias tan halagadoras como éstas.

BELIZE

La Delegación de Inglaterra tiene poco personal, pero es valiente, no se resignaba a no llevar por sí misma una Misión, y en Septiembre del 2002 se establecía en Belize, asumiendo el cuidado pastoral de Dangriga, en la Iglesia parroquial del Sagrado Corazón, con sus 11.650 habitantes, 6.000 en la ciudad y el resto en los campos.

Belice, ex colonia inglesa y el país más pequeño de Centroamérica, no pasa de los 250.000 habitantes, con el 51% de católicos y otros 6% de protestantes. La lengua oficial es el inglés, pero una gran parte de la población habla también el español y el quetchiquel, y sobre todo el garifuna, su lengua propia. Gente pobre, pero buena y bien dispuesta, y con una juventud muy marcada: el 50% no pasa de los 18 años.
La primera realidad con que se encontraron los Padres fue la gran cantidad de niños que hay en las doce escuelas primarias de la Misión en sus 17 poblados: nada menos que 4.000 alumnos con 130 maestros. Constituyen la mayor esperanza para la Iglesia Católica, pero significan también la primera preocupación económica de los Misioneros.

Además de esas comunidades mejor constituidas, con católicos activos, había otras tantas más pequeñas con pocos habitantes, sin ninguna reunión regular u organizada, y que eran difíciles de cultivar. La Misión, por lo mismo, era buena pero presentaba problemas pastorales para ser bien atendida en todas sus necesidades.
Y un problema serio era el que los Misioneros habían de hablar prácticamente en cuatro lenguas, en cinco incluido el maya mopan. Sobre todo estaba la dificultad de traducir estas lenguas a cada grupo en el desenvolvimiento de la liturgia.

Los dos Padres y el Hermano llegaban con una visión clara de lo que había de hacerse: buscar y formar vocaciones nativas y animar los grupos laicos, de manera que en un futuro próximo y lo antes posible sea una Iglesia madura que se baste a sí misma. No se trataba de establecerse como Congregación, sino de formar una Iglesia autóctona.
Los catequistas eran la primera preocupación. Porque la preparación de los niños para los Sacramentos era tarea hasta ahora de los maestros de las escuelas, y no todos estaban preparados ni eran católicos ejemplares. Las Hermanas Religiosas jugaban en esto un gran papel, pero no eran suficientes.

Una de las cosas más bellas que han ocurrido desde el principio de la Misión ha sido el interés que toda la Delegación ha tomado por ella. Resulta edificante de verdad el ver la importancia que se le ha dado en cada número del Boletín, el “New Tidings”, a todo lo de Belize y las contribuciones tan generosas que les llegaban de nuestras Iglesias y Comunidades de Inglaterra. Y con hechos que resultan festivos como, por ejemplo, la apuesta de los esposos Fenney, de la Parroquia de Bückden, que se propusieron atravesar caminando todo el Reino Unido. Lo consiguieron, y el premio en metálico fue todo para comprar la furgoneta que necesitaban los Misioneros de Belize, donde había pasado cuatro meses trabajando como misionera laica su hija Rebecca. La Misión es verdaderamente de todos, y no sólo de los tres que allí están entregando generosamente su actividad y su misma vida.
Como el Hermano Denis Casey, que estaba trabajando tan bien, tan ilusionado, tan contento. Se encuentra con molestias y tiene que regresar a Inglaterra, donde Dios le esperaba para llevárselo al Cielo después de los ocho meses que había gastado en la Misión.

MOZAMBIQUE

Cualquiera diría que al recorrer Mozambique los Provinciales de Brasil y Portugal en Octubre de 2005 en visita de inspección, tenían que decir temerosos y resueltos al llegar a Gilé: -No, aquí, no; esto es demasiado pobre. Porque esas misiones que les ofrecía el Obispo carecían de los servicios más elementales: sin ninguna instalación, ni agua ni luz. Está todo por hacer. Sin embargo, el General Padre Josep Abella escribía al haber aceptado este puesto precisamente: -Quiero que el compromiso de estar al lado de los pobres y excluidos marque, desde el principio, el camino misionero de la comunidad claretiana en Mozambique.

Aquí está la última aventura que nos toca ver de la Congregación, pero tan reciente, que no tenemos otra cosa que comunicar sino la noticia escueta de su fundación.

Se quería una nueva Misión en el Africa oriental, y las Provincias de Brasil y Portugal asumían con generosidad esta nueva y difícil posición, desgajada de la que llevan los Padres Dehonianos, los cuales se han mostrado cordialísimos con nuestros Misioneros: -Les insistimos en que no se consideren huéspedes sino hermanos nuestros. Los claretianos fundadores de la Misión, dos Sacerdotes brasileiros y un Hermano portugués, llegaban a su “tierra prometida” el 1 de Abril del 2006.

Mozambique es muy extenso, casi 800.000 kilómetros cuadrados, con una población que se acerca a los 20.000 millones de habitantes. Entre católicos y los de otras denominaciones cristianas suman un 30% de la población, otro 20% son musulmanes, y el 50% restante practican diversas religiones autóctonas. ¡Hay campo para trabajar sembrando Evangelio!
No podemos decir ahora nada más. Empieza la historia claretiana en Mozambique. Estamos convencidos, como escribe el Padre General, que para la Congregación “esta nueva misión será una gracia de Dios”. ¿Qué más queremos?...







NOTA para este texto original.

De imprimirse el libro, se redactará la conclusión conveniente.

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Doy por concluido mi trabajo.
Como ha podido comprobar el amable lector, he hecho caso de lo que se expresa en el título: “Relación”.
Ni citas ni fechas innecesarias, aunque tampoco hubieran estado mal.
Me he limitado a narrar fundaciones y hechos y estampar recuerdos, a veces inéditos, pero ciertos, como escuchados a Padres y Hermanos antiguos, y de los cuales puedo dar fe de que los transmito con toda fidelidad tal como los oí.

Los Formadores y Promotores vocacionales de nuestra Provincia de Centroamérica, para las reuniones que han celebrado últimamente, se han impreso y encuadernado en la Universidad bastantes ejemplares. Las impresiones que me transmiten son muy positivas. Se trata de tener una noticia buena de la Congregación, y dicen que sí, que ahora la conocen mejor.
Y Padres ya veteranos dicen lo mismo sobre la parte última: “Todo lo de las últimas fundaciones, a partir de los años sesenta, me resulta prácticamente nuevo”, me asegura uno. Y eso, a pesar de que todo llega fielmente con NUNC…

Todo queda ahora en manos del Gobierno General. Doy por bien hecho lo que él corrija y modifique.

P. G. Cmf

San Salvador, 22 Abril 2007.
70º aniversario de mi ingreso ─postulantico en Alagón─ en la Congregación querida.

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